En Éxodo 28 leemos una descripción de las vestiduras que el sumo sacerdote usaría al oficiar en el tabernáculo para adorar a Dios. El sumo sacerdote tenía una prenda llamada efod. Era azul y orlada con una decoración muy particular:
«Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor. Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla alrededor.» (Éxodo 28:33-34.)
Las campanillas de oro pueden considerarse como un símbolo de los dones del Espíritu Santo. A los dones se los ve y se los oye, y son hermosos. Las campanillas tintineaban cuando el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo, invisible a los adoradores de afuera, aunque sabían que el estaba orando por ellos. De la misma manera, los dones nos enseñan que Jesús, si bien invisible a nuestros ojos terrenales, vive y oficia por nosotros en el lugar santísimo.
Las granadas representan el fruto del Espíritu. Son dulces en sabor y atractivas en color, y llenas de semillas, lo cual nos recuerda que no solamente son frutas, sino que son fructíferas. Hemos hecho un amplio estudio sobre los dones del Espíritu Santo, las campanillas de oro, y ahora nos resta recordar que los dones del Espíritu Santo están balanceados por el fruto del Espíritu.
Digamos de nuevo que los dones del Espíritu (1 Corintios 12:7-11) son: sabiduría, ciencia, discernimiento de espíritus, fe, milagros, sanidades, profecía, lenguas e interpretación de lenguas; el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Los sacerdotes creyentes de hoy, deberían controlar la orla de sus túnicas, es decir, sus vidas, para ver lo que hay allí.
Para que hubiera «una campanilla do oro y una granada, y otra campanilla de oro y otra granada» como dice la Escritura, alrededor de la túnica del sacerdote, tendría que haber un número igual de cada una. Es interesante consignar el hecho de que en la lista precedente, figuran nueve dones y nueve frutos del Espíritu. Para permitir que las campanillas de oro suenen con claridad, armoniosamente, sin entrechocar unas con las otras, debe mediar un fruto entre cada una de ellas.
Los dones puestos de manifiesto por vidas desprovistas de frutos, motivados por una auto estimación y sin otro deseo que el de llamar la atención, despertarán tanto entusiasmo como el que pudiera despertar el golpetear sobre unos tachos. Los dones del Espíritu son «irrevocables», es decir, que Dios no los quita porque sean mal utilizados, y es por ello que pueden manifestarse a través de vidas que no son consagradas y a través de personas que le deben una reparación tanto a Dios como a los hombres; pero de cualquier manera tales personas no producen mas que un ruido ensordecedor para los que tienen discernimiento. A esto se refiere el apóstol cuando habla de «metal que resuena» y «címbalo que retine». Nuestras campanas no deberían ser de bronce o de latón, sino de oro puro. Campanas de oro representan vidas que están a tono con el Señor y con los hermanos, y cuyo deseo central es exaltar a Jesucristo, mientras manifiestan los dones.
Es significativo el hecho de que esta figura de campanillas y granadas alternadas se proyecta en el Nuevo Testamento, ya que entre los dos grandes capítulos de los dones, -1 Corintios 12 y 14- se encuentra engarzado el hermoso capítulo 13, referido al amor, fruto central del Espíritu:
«Si tengo el don de hablar en lenguas, tanto de hombres como de ángeles, sin haberlas aprendido, pero no tengo amor, soy como ruidosa campana de bronce o címbalo que retiñe. Y si he sido utilizado en el don de profecía y entiendo todos los misterios y toda la ciencia; y haya colmado la medida de la fe, hasta para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si todo lo que tengo se lo doy a los pobres y entrego mi cuerpo para ser quemado, pero el amor de Dios no brilla a través mío, nada me aprovecha.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso; el amor no esta hinchado de orgullo, no se comporta indecorosamente o con desenfreno; no busca su propio interés, no se irrita con facilidad, no abriga malos pensamientos; no se regocija de la injusticia y de la perversidad, sino que se regocija cuando triunfa la justicia y la verdad; el amor es consistente, el amor esta siempre dispuesto a confiar, espera lo mejor, en todas las cosas, todo lo soporta como un buen soldado.
El amor nunca termina; las profecías pasaran; las lenguas cesarán; y también la ciencia, un día, dejara de ser. Porque nuestra ciencia es fragmentaria y nuestra profecía limitada. Pero cuando venga lo perfecto, será innecesario lo imperfecto.
Cuando fui niño hable como un niño, razone como un niño; pero cuando me hice hombre, abandone mis hábitos infantiles. Ahora miramos en un espejo una imagen borrosa, ¡pero entonces veremos cara a cara! Ahora comprendemos en parte, pero entonces conoceremos plenamente, de la misma manera en que somos conocidos.
De modo pues, que permanecen la fe, la esperanza y el amor, estas tres; pero el mayor de ellos es el amor.»
El amor es el fruto mas importante del Espíritu; sin el los otros ocho podrían no existir.
Se los denomina «fruto» en singular, y no «frutos» en plural, porque los otros son como los gajos de una naranja contenidas dentro del fruto del amor.
¿A qué amor se refiere este capítulo, que lo describe como más grande que la fe, que es la llave a la Biblia y sin el cual no podemos recibir nada de Dios? De este amor se dice que es más grande que la ciencia (conocimiento), que es un don del Espíritu, y anhelado por los cristianos. ¡Es mayor que el martirio sufrido por confiar en Jesús! Es más importante que dar a los pobres, si bien el dar a los pobres es una buena obra. Este amor es superior al don de la profecía, don del cual dijo Pablo que todos los cristianos deberían desearlo como al más grande de los dones para la edificación de la iglesia. Es mayor que hablar en lenguas desconocidas. Es superior a la esperanza.
Con toda seguridad que aquí se esta hablando de una clase de amor diferente al amor humano, que es inconsistente y limitado. En nuestro idioma hay un solo vocablo para designar al amor, ¡mientras que el idioma griego tiene siete! El Nuevo Testamento hace mención solamente de dos de esos siete vocablos philia, que significa afecto o apego por otra persona, amistad, que es un tipo limitado de amor; y ágape que significa el perfecto amor de Dios -amor incondicional -tal como esta expresado en el amor de Dios por el hombre, o el amor fraternal cristiano en su más alta expresión, que nace como resultado de que Dios vive en el hombre.
Una tercera acepción para el vocablo amor en el idioma griego, es eros que significa amor físico o sensual. Tenemos, pues, una trilogía para la palabra «amor»: ágape, del espíritu ; philia, del alma; eros del cuerpo.
El fruto del Espíritu del que estamos hablando en este capítulo, es ágape. Dios manifestó su amor por el hombre a través del nacimiento, de la vida y de la muerte de Jesucristo. «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos», (Juan 15:13), y aún por sus enemigos. (Romano 5:7-10.) El amor de Dios en el hombre viene como resultado de la salvación. El bautismo en el Espíritu Santo provoca aun una mayor efusión del amor de Dios, en tanto que la persona more en Cristo y camine en el Espíritu. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.» (Romanos 5:5.) El capítulo 13 de 1 Corintios, cuando habla del amor, se refiere a ágape, amor autosacrificial, amor sin reservas.
Y el amor no es solamente el fruto central del Espíritu, sino un mandamiento de Jesús
«Amarás al Señor tú Dios con todo tú corazón, y con toda tú alma, y con toda la mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De esos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.» (Mateo 22:37-40.)
Jesús también dijo: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado…» (Juan 13:34.)
En el Nuevo Testamento también se menciona al amor como una de las cosas que nos «edifican» espiritualmente. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica.»
La primera fase del amor es cuando solamente podemos amar a los que antes nos amaron primero. «Nosotros le amamos a é1 (Dios) porque él nos amó primero.» (1 Juan 4:19.) Es un comienzo necesario. Pero no va más allá de ser una mezcla de amor. Con el amor puro viene un olvidarse de sí mismo y un mayor deseo de dar que de recibir. Cuando alcanzamos esta etapa, nos damos cuenta que amamos a Dios no por lo que ha hecho o esta haciendo por nosotros, sino que le amamos por sí mismo.
Solamente después de haber hecho contacto con esa celestial fuente de amor, podemos esperar amar a nuestros semejantes. El primero y gran mandamiento, es decir amar a Dios, tiene que producirse antes del segundo, que es amar al prójimo, porque si no se cuenta con el amor de Dios, es imposible que amemos a nuestros semejantes.
Dios no hubiera exigido esta condición si fuera algo imposible de cumplir. Algunas personas sostienen que el amar a Dios les lleva todo su tiempo y no les queda ningún resto para ocuparse de otros. Jesús les ordenó a sus discípulos que se amaran los unos a los otros de la misma manera que el los había amado, como una señal para el mundo de que ellos eran sus seguidores. Cuando amamos a nuestros hermanos, amamos a Cristo, porque la Biblia dice que todos formamos el cuerpo do Cristo, carne de su carne y hueso de sus huesos. (Efesios 5:29-30; 1 Corintios 12:27.) Dios recepta nuestro amor en la medida en que amamos a los hermanos en Cristo, como asimismo en nuestra devoción a él en oración y alabanza. A la par que maduramos en amor, también podremos alcanzar y amar a los incrédulos, y aun amar a nuestros enemigos. (Mateo 5:43-48.)
Sin embargo, en un plano terrenal, el amor es imposible sin amarnos a nosotros mismos, tal como lo dice la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» Si nos odiamos a nosotros mismos, no podremos amar verdaderamente a Dios, a nuestros hermanos, a los incrédulos, o a nuestros enemigos. Y solamente podremos amarnos a nosotros mismos sabiendo quienes somos en Cristo, y sabiendo que el yo esencial es una nueva criatura en la cual mora Dios. Únicamente por causa de Jesús existe en nosotros algo por lo cual valga la pena amarnos a nosotros mismos. Es un pecado no amarnos a nosotros mismos. ¿Cómo podemos dejar de amar todo lo que Dios ha creado?
Pablo dice al finalizar el capítulo 12: «Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.» (1 Corintios 12:31.) El camino más excelente no es «en lugar de los dones» sino en lugar de «procurar los dones»: amar de tal manera que los dones fluyan hacia afuera con tanto donaire que semejen a las refrescantes aguas de un rió que vivifican todo a su paso. El ágape nunca falla, dice Pablo; pero la profecía, las lenguas, la ciencia, y los otros dones cesarán de ser cuando Jesús, el perfecto, vuelva a buscar a su iglesia. Los dones han sido establecidos principalmente para la edificación y la protección de la iglesia en la tierra, pero cuando la iglesia este con el Edificador, los dones dejarán de ser necesarios. Pero hoy en día si lo son.
Un joven se enrola en el ejército. Es de esperar que rinda un «fruto» en su vida: valor, resistencia, perseverancia, formalidad, etc. El fruto es de la máxima importancia, y deja una impronta permanente en su carácter. Imaginemos la reacción del joven si fuera enviado al frente de batalla y su superior le dijera:
«Bueno, hijo, cuentas con las cosas más importantes; el fruto se ha desarrollado en tu vida, no necesitas nada más.» El joven, con toda probabilidad, respondería:
«Señor, todo eso me parece muy bien y muy lindo, pero según rumores, hay un enemigo aquí cerca, y las bajas que traen de vuelta confirman esos rumores. Si no lo toma a mal quisiera que me diera armas (dones) para protegerme; ¡estamos en guerra!» Si le dijeran que han decidido prescindir de las armas, porque el ejército no las necesita más, ¡sería muy difícil convencerlo!
Efectivamente hay una guerra en marcha; y durante todo el tiempo que vivamos en este mundo caído, necesitaremos los dones. Los dones todavía no han pasado; más aun, la Escritura señala que antes que Jesús vuelva a buscar a su iglesia, habrá un avivamiento aun mayor del Espíritu Santo, para combatir el incremento de la obra del enemigo, y como es obvio, los dones estarán incluidos en ese avivamiento. (Joel 2:23-24, 28-31; Hageo 2:9.) Y en un día glorioso, cuando la batalla haya concluido con la victoria, los dones dejarán de ser necesarios.
También pasarán la fe y la esperanza, tal cual las conocemos en este mundo. «La esperanza que se ve no es esperanza… pero si esperamos lo que no vemos con paciencia lo aguardamos.» (Romanos 8:2425.) «Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.» (Hebreos 11:1.) Viendo la evidencia de nuestra fe, nos introducirá a una forma de relación de fe distinta a la que ahora conocemos. Cuando veamos a nuestro Señor cara a cara, todas estas cosas pasarán, tal como lo asegura la Escritura. Lo único que tendrá permanencia eterna será el amor -ágape- porque «Dios es amor».
Hemos procurado demostrar que debe haber un equilibrio y una acción recíproca entre los dones y el fruto del Espíritu Santo. Los dones -las campanillas de oro- deben tintinear para proclamar al mundo que nuestro sumo sacerdote vive por siempre jamás, y sigue firme en su obra redentora, sanando al mundo por medio del ministerio de su pueblo. El fruto tiene que verse, para mostrar a la gente como es Jesús, y como los ama. El mundo tiene que ver el amor de Dios actuando en su pueblo.
15 Consagración
Ya hemos hablado de dos experiencias cristianas básicas, siendo la más importante la salvación, y en segundo lugar el Bautismo con el Espíritu Santo. Ambas se dan en forma gratuita a quienquiera que las pida y nada puede hacerse para ganarlas.
También puede darse un paso vital, que podríamos denominar consagración. Los dos primeros pasos los ofrece Dios para nuestra aceptación, mientras que en la consagración, nosotros nos damos a Dios:
«Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo (consagrado), agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Romanos 12:1.)
Pablo esta hablando a los «hermanos», a creyentes que son salvos y sin duda bautizados en el Espíritu Santo. La consagración es algo que nosotros hacemos, pero únicamente Dios nos da la capacidad para ello. Significa someter nuestra propia voluntad a Dios en la más alta medida posible para que su perfecta voluntad pueda manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Este paso es una respuesta a la oración que dice:
«Venga tú reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (en vasos de barro(2 Corintios 4:7.)” (Mateo 6:10.)
1 Otros términos usados al mismo fin son: entrega, discipulado o dedicación.
Lo que en realidad quiere decir es que debemos permitir a Jesús que sea EL Rey y Señor de nuestras vidas.
«¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?» pregunto el rey David a su pueblo. (1 Crónicas 29:5.) El pueblo de Israel respondió voluntariamente y «de todo corazón»; dieron de sí y dieron sus bienes para la construcción del templo del Señor. A continuación, David elevó una hermosa oración, terminando con las conocidas palabras:
«Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tus manos lo damos.» (1 Crónicas 29:14.)
Nosotros y todo lo que tenemos, pertenece a Dios, pero habiéndonos dado libre albedrío, tiene que esperar a que seamos nosotros quienes le retribuyamos voluntariamente.
De la manera en que somos salvos cuando por vez primera recibimos a Jesús, y sin embargo nuestra salvación continua día a día; de la manera en que recibimos el Espíritu Santo en un determinado momento, de una vez y para siempre, pero debemos permitirle que nos llene día a día; así también tenemos que efectuar el acto inicial de la consagración, que también tendrá que ser renovado día a día, reuniendo las facetas de nuestra vida que parecieran haberse apartado de él, y juntarlos en el sitio donde deben estar. Muchos hay que han nacido de nuevo y han silo bautizados en el Espíritu Santo, que no se dan cuenta de la necesidad de consagrarse. Y, sin embargo, la consagración es el único camino para una vida plena y victoriosa en Cristo.
La consagración se produce, entonces, cuando optamos caminar con Jesús, día a día; significa poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas y caminar con é1. «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo ó:33.) Jesús nos ha prometido estar siempre con nosotros, pero el creyente no consagrado pretende que Jesús le acompañe adonde él quiere ir, en tanto que la persona consagrada sigue a Jesús adonde Jesús quiere ir. Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día (someta su propia voluntad cada día) y sígame (Lucas 9:23)
Al llegar a este punto alguien puede plantear lo siguiente: «Todo esto suena muy bonito, pero ¿cómo aprender a hacerlo?» El mejor consejo que podemos dar es que debemos descubrir la diferencia que existe entre alma y espíritu. Ya hemos mencionado la importancia de comprender que no estamos reducidos a dos partes, -alma y cuerpo- como los anímales, sino que conformamos tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu (pneuma) es la parte mas recóndita de nuestro ser, que fue creado para tener comunión con Dios. Estaba muerto «en delitos y pecados» y cobró vida al hacernos cristianos, y Dios vino a morar justamente allí. Es en nuestro espíritu donde subyace ese conocimiento o testimonio interior de la voluntad de Dios. En la carta a los Colosenses leemos: «Porque en él (Jesús) habita toda la plenitud de la Deidad (Trinidad), y vosotros (los cristianos) estáis completos en él.» (Colosenses 2:9-10.) En el evangelio de Juan, leemos lo que dijo Jesús: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en é1.» (Juan 14:16.) ¿Qué más podemos pedir cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en nuestro espíritu? Esta es la parte de nuestro ser denominada «nueva criatura» sitio en el cual nuestro espíritu se ha unido al Espíritu Santo y se han hecho uno solo. (1 Corintios 6:17.) Con frecuencia, esta es la parte más descuidada de nuestro ser, siendo, como es, la mas importante.
El alma (psiquis) es la parte del hombre que lo ha gobernado siempre, desde la caída. Esta compuesta de tres partes: el intelecto la voluntad y las emociones. El alma del cristiano ha llegado a un punto en que puede ser puesta en orden; todavía es una mezcla de bien y de mal. Resulta maravilloso cuando el alma se somete a Dios; pero cuando no lo está, puede bloquear lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través nuestro. Si bien el «viejo hombre» fue crucificado con Cristo, todavía quedan restos del desorden que dejó allí desde la época en que dominaba nuestra alma; la tarea de limpieza -en lenguaje bíblico- se llama santificación. ¡Esta esfera es un verdadero campo de batalla! Es el campo del «yo» que Jesús quiere que neguemos.
E1 cuerpo (soma) es el ámbito de los cinco sentidos gusto, tacto, olfato, vista y oído. El cuerpo es la casa donde habitan el alma y el espíritu, y el cuerpo del cristiano pasa a ser el templo del Espíritu Santo. (1 Corintios 6:19) Con el bautismo en el Espíritu Santo el cuerpo se llena hasta rebosar con la gloria de Dios. En tanto nuestros cuerpos -que todavía conservan tendencias a caer- no controlen nuestras vidas, antes bien son controlados por el Espíritu Santo y por nuestro estado de «nuevas criaturas», expresaran la hermosura y el gozo del Señor. Dios tiene sus planes con respecto a nuestros cuerpos físicos, y los ejecutará en la medida en que seamos obedientes a la inspiración del Espíritu Santo y de su Palabra, referidas a su templo. Dios quiere que «seas prosperado… y que tengas salud, así como prospera el alma». (3 Juan 1:2.)
Nuestra situación en la vida puede ser comparada a lo que puede ocurrir en un gran trasatlántico. El capitán ha estado gravemente enfermo y durante el prolongado período que duró su enfermedad, no pudo ejercer el comando de la nave. La tripulación, bien entrenada, supo muy bien lo que tenía que hacer y tomó el control. Desgraciadamente, sin conocer ni el destino ni el propósito del viaje, navegan por el Océano sin rumbo fijo. Se suscitan disputas entre ellos, y queda muy poco combustible. Desde el momento en que no conocen el arte de la navegación y por lo tanto como llegar a un puerto, no pueden reabastecerse. ¡La situación se ha tornado grave! Milagrosamente, mejora el capitán, pero se da cuenta que le demandara un tiempo ganar nuevamente el control del buque. De vez en cuando la tripulación le presta atención, pero las mayoría de las veces le dicen «Vea, señor, hemos navegado mucho tiempo sin su ayuda, y sabemos hacerlo. Déjenos en paz.»
Nuestro espíritu, unido al Espíritu Santo, es quien debe -presuntuosamente- gobernar nuestra alma, y nuestra alma sometida debe -también presuntuosamente- gobernar nuestro cuerpo. Pero por mucho tiempo, sin embargo, desde el momento en que nacimos, nuestro espíritu ha estado fuera de acción y nuestra alma y nuestro cuerpo han actuado por su propia cuenta. ¿Qué tiene que hacer el capitán del barco para tomar nuevamente el control? Lo que la tripulación desconoce es que las cosas volverán a la normalidad y todos serán felices, solamente cuando el capitán, con sus mapas y su brújula, y su conocimiento del mar, logre recuperar el control total de la situación. Además el capitán también sabe coómo manipular la radio para pedir ayuda y dar indicaciones sobre la posición del barco, solicitando combustible y otros elementos necesarios. La paz y la felicidad volverán a reinar en el barco en el memento en que el capitán retome el control.
Para el cristiano, inmediatamente después de su bautismo en el Espíritu Santo, la presencia de Dios resulta tan real, que no le demanda ningún esfuerzo colocar a Dios en el primer lugar. Está primero en nuestra mente temprano a la mañana, es el tema favorito en nuestra conversación durante el día. Y es e último en quien pensamos antes de retirarnos a dormir. Su espíritu renovado (el capitán) esta por encima de su alma (la tripulación), y el cuerpo (el barco) funciona de acuerdo a las directivas del capitán. Sucede que en algunas personas esta paz y orden duran más que en otras, pero bien pronto el alma comienza a forcejear para recuperar el control que le corresponde. Para que todo se desarrolle en orden, el cristiano tiene que tener una idea bien clara de la diferencia que hay entre su alma y su espíritu. Y esto lo puede saber aplicándose al estudio de las Escrituras.
«La Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Hebreos 4:12.)
¿Por qué la Biblia insiste en la necesidad de establecer una clara división o separación o distinción entre el alma y el espíritu? El alma, como ya lo hemos dicho, es una mezcla de bien y de mal. La Biblia nunca nos dice que debemos caminar o vivir en el alma, pero sí nos repite una y otra vez «andad en el Espíritu», «vivid en el Espíritu», «orad en el Espíritu», «cantad en el Espíritu» ¡Nuestras almas podrán ser limpiadas, curadas, restauradas y utilizadas para la gloria de Dios, en la medida en que aprendamos a caminar en el Espíritu, sometiendo nuestras almas al Espíritu de Dios! Las palabras del salmista David nos parecen apropiadas a este respecto:
«Junto a aguas de reposo me pastoreará; confortará mi alma.» (Salmo 23:2-3.)
De la misma manera que somos tres partes -espíritu, alma y cuerpo- nuestras almas también están formadas por tres partes: intelecto, voluntad y emociones. Nuestro intelecto con forma una de la áreas mas difíciles de nuestra alma, en el intento de someternos a la obra del Espíritu Santo. Pareciera que es el que más hondo ha caído a causa del pecado original, ya que justamente fue el intelecto el que incursionó en las zonas prohibidas por Dios, y por allí entró el pecado en el mundo. Dijo al tentador: «Sabe Dios que el día que comías de él, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Génesis 3:5.)
Y desde entonces el hombre ha vivido de acuerdo a los razonamientos de su intelecto. Desde el primer grado de la escuela primaria se nos ha enseñado que el intelecto es la parte más importante en nuestras vidas, pero la educación no constituye la respuesta completa para cambiar el mundo. (La madre de Dennis solía decir: «¡Si educamos a un diablo, lo más que podremos obtener es un diablo capaz!»). Satanás es un embaucador más hábil que el más hábil de los abogados criminalistas; no nos cabe la menor duda de que podrá engañar nuestro intelecto, si nuestro intelecto es lo único con que contamos. Nuestra mente ha logrado acumular informaciones buenas y malas, verdaderas y falsas, y aun después de la conversión y del bautismo con el Espíritu Santo, toma tiempo efectivizar un cambio. Sin embargo, el intelecto es algo maravilloso siempre que este sometido a Dios y haya sido renovado por el Espíritu Santo.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos”. Las palabras “transformado” y “transfigurado” provienen del mismo vocablo griego metamorfo, (de donde viene la palabra metamorfosis). “…por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2.).
También dicen las Sagradas Escrituras: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.» (Filipenses 2:5.)
No aceptemos, como nuestra, cualquier idea que surja en nuestra mente. Debemos investigar su origen preguntándonos a nosotros mismos: ¿Vino de Dios? ¿Vino de mi nueva vida en Cristo? ¿Vino del enemigo? Es preciso que de inmediato eliminemos de nuestra vida los dardos de fuego y la dañina imaginación del enemigo. La tentación no constituye un pecado en sí, pero lo es cuando .nos solazamos con la tentación, que en última instancia nos hará caer en la mala acción. La Biblia dice «Refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» (2 Corintios 10:5.)
El «conocimiento de Dios” es que el creyente es una nueva criatura, de ahí que sus pensamientos serán sanos y buenos. Todo otro pensamiento que viene del enemigo o de la villa del alma y debe ser resistido. El creyente debe oponerse permanentemente a esos pensamientos desviados (se hará mas fácil el esfuerzo con el correr del tiempo) o, de lo contrario, volverá a su vieja manera de ser. Watchman Nee2 el gran líder chino, dice que hay muchos hijos de Dios que tienen corazones nuevos pero cabezas viejas.
La expresión «refutando argumentos» en el pasaje precedente, significa que es necesaria nuestra cooperación y aquí es donde entra en acción nuestra voluntad. La voluntad es el núcleo del alma, el lugar donde se hacen las elecciones y se toman las decisiones. Es el yo esencial, y ha sido usada para ejercitar la propia voluntad y no la voluntad de Dios. Dios le entregó al hombre una libre voluntad para que libremente pudiera decidir amarle, pero el mal uso que de la libre voluntad hizo el hombre, causó la muerte de Jesús. El libre albedrío fue adquirido por la muerte de Jesús. Dios nunca nos quita el libre albedrío, pero todos los días debemos demostrarle nuestro amor a él, devolviéndole espontáneamente nuestra voluntad. Esto, en otros términos, es la consagración
Dios no tiene ningún interés en que nosotros le obedezcamos como autómatas, porque en ese caso no tendríamos poder de decisión. Todos aquellos que aceptan que Dios se ha revelado en las Escrituras, y especialmente en Jesucristo, saben perfectamente bien que Dios quiere criaturas que voluntariamente desean que el haya dispuesto para ellos. No pierden sus voluntades; conscientemente, activamente, gozosamente, acomodan sus voluntades a la de él, porque sienten y conocen su amor, y porque están respondiendo a su amor. Dios nos dio libre albedrío, es decir, la potestad para elegir, para que pudiéramos amarle libremente y obedecerle también libremente. Dios quiere hijos, no robots. El Padre anhela la obediencia de sus hijos, porque los ama y quiere lo mejor para ellos. Los hijos, a su vez, desean obedecer al Padre, porque le aman.
Jesús, cuya voluntad era sin pecado y, por lo tanto, distinta de la nuestra, sirvió de ejemplo cuando nos dijo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.» (Juan 5:30.)
Pudiera darse el caso de tener miedo de someter nuestra voluntad a la de Dios, porque el enemigo nos ha asustado diciéndonos cosas como: «Con toda seguridad que Dios lo obligará a dejar la familia y lo enviará a un país lejano», o «Dios te obligará a pararte en una esquina de tu pueblo a predicar a los transeúntes.» ¡No le prestemos atención!
Debemos dejar sentado con toda claridad en nuestra mente, de una vez por todas, que Dios nos ama, y quiere lo mejor para nosotros; solamente andando de acuerdo a sus planes podremos rendir una vida fructífera, ahora y por la eternidad. ¡No debemos permitir que nada impida que Dios nos dé lo mejor!
También es la voluntad la que controla esa tercera parte de nuestras almas: nuestras emociones. Las emociones son los «sentimientos» del alma. Algunos cristianos tienen emociones que se parecen mucho a ese conocido juego de los niños llamado Yo-Yo. Hoy sienten que son salvos; mañana dudan y sienten que no son salvos. Hoy sienten que Dios los está guiando; mañana no están seguros ni siquiera de si Dios sabe que ellos existen.
Como es obvio, nuestras emociones no son de fiar, y si procuramos guiar nuestras vidas según sus dictados, terminaremos en una total confusión. Hemos hecho mal uso de nuestras emociones en el pasado: arranques de mal humor, cediendo a la autoconmiseración, etc. Nuestras vidas no pueden ser dirigidas por nuestros sentimientos; también ellas son una mezcla del bien y del mal. Debemos manejarnos por el conocimiento interior que nace en nuestros espíritus y en concordancia con la Palabra de Dios. «Los sentimientos no son hechos.» Por supuesto que esto no quiere decir, de ninguna manera, que la vida cristiana deba estar desprovista de emociones, sino que Dios, en esta esfera de nuestra vida, también tiene una tarea que realizar con respecto a la sanidad y a la renovación de nuestro ser.
Si todavía no es una realidad en nuestras vidas, debemos dar ese paso de la consagración, que resulta fácil cuando aprendemos a discernir entre lo que es alma y lo que es espíritu. Es algo que exige nuestro consentimiento y, cuando lo hacemos, se profundiza, y todas las demás cosas ocupan su lugar en nuestras almas. No es pura casualidad que el capítulo cuarto de Hebreos hable de entrar en el reposo de Dios, justamente antes de explicar la necesidad de establecer una clara distinción entre el alma y el espíritu. El reposo es la consecuencia de vivir en el espíritu y no en el alma, pero muchos cristianos todavía tienen que aprender a reconocer esa diferencia. La salvación significa un descanso para el espíritu del hombre. «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan a la presencia del Señor tiempos de refrigerio.» (Hechos 3:19.) Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mateo 11:28.) El bautismo en el Espíritu Santo significa un rebosamiento de ese descanso que brinda reposo al alma. Isaías lo expresa de la siguiente manera: «Porque en lenguas de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este pueblo, a los cuales el dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio…» (Isaías 28:11-12.) El intelecto entra en reposo cuando se somete a Dios, y el hablar en lenguas constituye uno de los medios más importantes para dejar que el Espíritu Santo renueve y refresque nuestras mentes y almas. En la medida en que aprendamos a negar a nuestras almas el derecho de gobernarnos y caminemos en ese reposo con nuestras almas y espíritus sometidos al Señor, podrá Dios eliminar la «madera, el heno y la hojarasca» y establecer todo aquello que tenga valor permanente en nuestras vidas. (1 Corintios 3:12-13.) Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarles descanso para vuestras almas.» (Mateo 11:29.)
«Llevad mi yugo sobre vosotros.» Cuando uno de los bueyes (nosotros) es guiado por el otro (Jesús) estando ambos bajo el mismo yugo – los dos están sujetos a servidumbre y deben transportar la carga – el buey guía dirige al otro y soporta el mayor peso del trabajo. Cuando empezamos a acusar el peso de la carga, podemos estar seguros que estamos quitándole al Señor la dirección, y debemos retomar el lugar que nos corresponde, es decir, exactamente a la par de él. El peso de la carga puede compararse a un termómetro espiritual para advertirnos que el alma y no el espíritu esta tomando la iniciativa. La pesadez nos está diciendo que nuestras almas no están reposando en Cristo.
Cuidémonos de no volver atrás, a la época en que actuábamos de acuerdo a los dictados de nuestro pervertido intelecto, de nuestras emociones y de nuestra propia voluntad, y en cambio mantengamos vivo el torrente que empezó en nuestro particular Pentecostés; la mente de Cristo que se manifiesta en nosotros, sus emociones fluyendo a través nuestro, y su voluntad cumplida en nosotros.
Esta oración podemos elevarla a nuestro Dios tal cual la transcribimos, o utilizando nuestras propias palabras:
Amado Padre celestial:
Te agradezco por los maravillosos dones de la salvación y el bautismo en el Espíritu Santo. ¡Las palabras son inadecuadas para expresar mi gratitud! Reconozco que estos dones son gratuitos y que me los has dado, no por méritos propios, sino simplemente porque me amas. Ahora quiero darte lo único que tengo para dar… yo mismo. Bien sé que tu voluntad con respecto a mi vida es maravillosa, y te pido que tu perfecta voluntad se cumpla en mí y a través de mi persona, desde hoy en adelante. Ayúdame para que mi voluntad se someta a la tuya y ambas sean una sola voluntad. Pido a tu Hijo, Jesucristo, que venga y ocupe el trono de mi vida para que el reine como Señor.
Sé perfectamente que esto no lo puedo hacer basado en mis propias fuerzas, pero confío en tu potencia y en tu diaria dirección para ayudarme. Gracias, Padre, por escuchar mi oración. ¡Alabado sea tu nombre!
Te lo pido en el nombre del Señor Jesús. Amén.
4 Cosas muy importantes:
1. La Salvación: Juan 10:9; Hechos 16:30-31; Romanos 10:9,13; Mateo 9:22; Lucas 7:50; Juan 3:16-17; Lucas 17: 19; 2 Timoteo 1:9; Tito 3:5.
2. Bautismo en el Espíritu Santo: Hechos 1:5, 8; 2:4; Efesios 5:18; Hechos 19:6; 8:17; 9:17; Hechos 10:45-46; 11:16.
3. Consagración, entrega total a Cristo, decidir hacer siempre su voluntad:
Juan 5:30; 8:29; Mateo 26:39; Marcos 14:36; Lucas 22:42; Romanos 12:2; Hechos 13:36; Juan 7:17; 9:31; Hebreos 10:7; 10:36; 13:21; 1 Pedro 4:2; 1 Juan 2:17. Efesios 5:17; Juan 20:21.
4. Saber el propósito de Dios para su vida, su llamado personal y enfocarse en él sin
desviarse nunca. “Dando fruto con perseverancia”.
Buenas obras. Ya sabemos que las buenas obras no nos dan el rótulo de buenos cristianos, pero la Biblia nos dice repetidamente que Dios nos premiara de acuerdo a lo que hayamos hecho. Amar al prójimo como a nosotros mismos significa alimentarlo cuando esta hambriento, vestirlo cuando le falte ropa, visitarlo cuando esta enfermo o en la prisión. Y, tal cual lo explicó Jesús, nuestro prójimo no se reduce a nuestro vecino, sino a cualquier persona necesitada que recurra a nosotros. El apóstol Santiago afirma que es una burla decirle a alguien que tiene hambre y frío: ¡Dios te bendiga! ¡Caliéntate! ¡Aliméntate!», si no hacemos algo para ayudarlos.
La acción social de cristiano, de lo cual tanto se habla hoy en día, se reduce, en pocas palabras, a la acción del cristiano en el mundo dondequiera se encuentre. No se supone que la iglesia, como organización, se transforme en un factor de poder político, pero los cristianos deben interesarse en la política, y traer sus convicciones con ellos. La iglesia, como organización, no debe intervenir directamente en las diferencias entre capital y trabajo, pero los cristianos que sean dirigentes en el campo del capital y del trabajo, deben participar con sus convicciones cuando se plantean las confrontaciones de los dos campos. El comerciante que está en Cristo, tratará a sus empleados como los trataría Cristo, y los empleados cristianos rendirán su jornada de trabajo como lo haría Jesús. La base de una verdadera «acción social» es actuar según la premisa establecida en 1 Juan 4:17: «… como él es, así somos nosotros en este mundo.»
En compañía de toda la familia debemos participar colaborando con la obra de Dios sobre bases más amplias aun, ayudando al sostén del campo misionero, ayudando en los proyectos de la iglesia local, etc. Por supuesto, debemos contar con el Señor, quien nos dirigirá en todas estas cosas, pero que el «esperar en el Señor» no se convierta en una excusa para no hacer nada. El hacerla constituye una parte vital de nuestra vida y testimonios cristianos.
Cooperando con Dios. La palabra cooperar significa simplemente «trabajar juntos», y la Escritura nos dice que Dios quiere que seamos colaboradores con él. (1 Corintios 3:9: 2 Corintios 6:1.) Todo esto quiere decir que si bien Dios nos ha creado como seres libres, él está pendiente de nuestra colaboración para introducir su amor al mundo.
El Señor Jesús no escribió ningún libro, pero el más importante de todos los libros del mundo escribe sobre él; nunca viajó más allá de unos pocos kilómetros de su lugar de nacimiento, y sin embargo trazó un plan para alcanzar los lugares mas remotos del mundo. Después de limpiarlos de sus pecados, llenó a sus seguidores con el amor, el gozo y el poder de Dios, y los envió para derramar ese gozo, ese amor y ese poder sobre otros y decirles que ellos también podían ser perdonados y llenados de la gloria y del poder de Dios. En esto consisten las buenas nuevas, el Evangelio, y las personas que lo escuchan y lo aceptan forman parte del pueblo de Dios, la Iglesia.
Es un método notablemente eficaz, pues si una persona recibe hoy a Cristo, y al mismo tiempo recibe un mayor poder para testificar recibiendo el bautismo en el Espíritu Santo, y mañana ayuda a otros dos a recibirlo, asegurándose de que estos también sean bautizados en e1 Espíritu Santo, y a su vez esas dos personas alcanzan a cuatro en el día subsiguiente, y esos cuatro ganen a ocho, y se continúa en esa progresión geométrica, en un mes, es decir en treinta y un días se habrán alcanzado y ganado para el reino de Dios, !mil millones de personas! 1
1Esta multiplicación extraordinaria se daría en el caso de que cada cristiano ganara solamente dos personas para Dios durante toda su vida. Como es de imaginar, un cristiano que cuenta con el poder de Dios debería orar pidiendo 1a oportunidad de testificar por Cristo todos les días, para que durante su existencia centenares de personas fueran ganadas para Cristo
Este es el principio sobre el cual se basó Jesús para alcanzar al mundo: cada persona contándole a los demás, y ellos, a su vez, a otros, hasta que sean millones los que estén llenos de la gloria de Dios en toda la redondez de la tierra. Este plan de acción ha sido iniciado una y otra vez, y luego ha fracasado, debido a la infidelidad y a lo olvidadizo del ser humano, y a la confusión y a las desviaciones provocadas por el enemigo. Pero mayormente el fracaso se ha debido a que el mensaje fue transmitido solo parcialmente: perdón sin poder. Hoy en día. sin embargo, nuevamente es proclamado el «Evangelio completo», no solamente el hecho esencial de que Dios perdona y ama a su pueblo, sino que al hacerlo les da poder para ganar a otros. El plan de Dios es que millones de hombres y mujeres, y también de niños, en todo el mundo, sean portadores de su mensaje de amor, perdón, sanidad y poder para toda la humanidad. Estamos viviendo la era del reavivamiento de la iglesia, ¡y es algo tan emocionante! En todo el mundo la gente está descubriendo qué maravilloso es hablar a los demás sobre Jesús y el poder del Espíritu Santo, ¡y sabemos que el plan de Dios no fracasará! Bien pudiera ser este el último avivamiento antes de la venida del Señor. Esperamos y oramos para que este libro ayude a muchos a cooperar con Dios y que, como hijos y colaboradores seamos llenados, hasta rebosar, con su gran gozo.
Ya hemos hablado de dos experiencias cristianas básicas, siendo la más importante la salvación, y en segundo lugar el bautismo con el Espíritu Santo. Ambas se dan en forma gratuita a quienquiera que las pida y nada puede hacerse para ganarlas.
También puede darse un paso vital, que podríamos denominar consagración.’ Los dos primeros pasos los ofrece Dios para nuestra aceptación, mientras que en la consagración, nosotros nos damos a Dios:
«Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo (consagrado), agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Romanos 12:1.)
Pablo esta hablando a los «hermanos», a creyentes que son salvos y sin duda bautizados en el Espíritu Santo. La consagración es algo que nosotros hacemos, pero únicamente Dios nos da la capacidad para ello. Significa someter nuestra propia voluntad a Dios en la más alta medida posible para que su perfecta voluntad pueda manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Este paso es una respuesta a la oración que dice:
«Venga tú reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (en vasos de barro (2 Corintios 4:7.)” (Mateo 6:10.)
1 Otros términos usados al mismo fin son: entrega, discipulado o dedicación.
Lo que en realidad quiere decir es que debemos permitir a Jesús que sea EL Rey y Señor de nuestras vidas.
«¿Y quien quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?» pregunto el rey David a su pueblo. (1 Crónicas 29:5.) El pueblo de Israel respondió voluntariamente y «de todo corazón»; dieron de si y dieron sus bienes para la construcción del templo del Señor. A continuación David elevo una hermosa oración, terminando con las conocidas palabras:
«Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tus manos lo damos.» (1 Crónicas 29:14.)
Nosotros y todo lo que tenemos pertenecemos a Dios, pero habiéndonos dado libre albedrío, tiene que esperar a que seamos nosotros quienes le retribuyamos voluntariamente.
De la manera en que somos salvos cuando por vez primera recibimos a Jesús, y sin embargo nuestra salvación continua día a día; de la manera en que recibimos el Espíritu Santo en un determinado momento, de una vez y para siempre, pero debemos permitirle que nos llene día a día; así también tenemos que efectuar el acto inicial de la consagración, que también tendrá que ser renovado día a día, reuniendo las facetas de nuestra vida que parecieran haberse apartado de el, y juntarlos en el sitio donde deben estar. Muchos hay que han nacido de nuevo y han silo bautizados en el Espíritu Santo, que no se dan cuenta de la necesidad de consagrarse. Y, sin embargo, la consagración es el único camino para una vida plena y victoriosa en Cristo.
La consagración se produce, entonces, cuando optamos caminar con Jesús, día a día; significa poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas y caminar con e1. «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo 6:33.) Jesús nos ha prometido estar siempre con nosotros, pero el creyente no consagrado pretende que Jesús le acompañe adonde el quiere ir, en tanto que la persona consagrada sigue a Jesús adonde Jesús quiere ir. Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día (someta su propia voluntad cada día) y sígame (Lucas 9:23)
Al llegar a este punto alguien puede plantear lo siguiente: «Todo esto suena muy bonito, pero ¿como aprender a hacerlo?» El mejor consejo que podemos dar es que debemos descubrir la diferencia que existe entre alma y espíritu. Ya hemos mencionado la importancia de comprender que no estamos reducidos a dos partes, -alma y cuerpo- como los anímales, sino que conformamos tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu (pneuma) es la parte mas recóndita de nuestro ser, que fue creado para tener comunión con Dios. Estaba muerto «en delitos y pecados» y cobro vida al hacernos cristianos, y Dios vino a morar justamente allí. Es en nuestro espíritu donde subyace ese conocimiento o testimonio interior de la voluntad de Dios. En la carta a los Colosenses leemos: «Porque en el Jesús} habita toda la plenitud de la Deidad Trinidad], y vosotros los cristianos] estáis completos en el.» (Colosenses 2:9-10.) En el evangelio de Juan, leemos lo que dijo Jesús: «El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre lo amara, y vendremos a el, y haremos morada en e1.» (Juan 14:16.) ¿Que mas podemos pedir cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en nuestro espíritu? Esta es la parte de nuestro ser denominada «nueva criatura» sitio en el cual nuestro espíritu se ha unido al Espíritu Santo y se han hecho uno solo. (1 Corintios 6:17.) Con frecuencia esta es la parte mas descuidada de nuestro ser, siendo, como es, la mas importante.
El alma (psiquis) es la parte del hombre que lo ha gobernado siempre, desde la caída. Esta compuesta de tres partes: el intelecto la voluntad y las emociones. El alma del cristiano ha llegado a un punto en que puede ser puesta en orden; todavía es una mezcla de bien y de mal. Resulta maravilloso cuando el alma se somete a Dios; pero cuando no lo esta, puede bloquear lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través nuestro. Si bien el «viejo hombre» fue crucificado con Cristo, todavía quedan restos del desorden que dejo allí desde la época en que dominaba nuestra alma; la tarea de limpieza -en lenguaje bíblico- se llama santificación; Esta esfera es un verdadero campo de batalla! Es el campo del «yo» que Jesús quiere que neguemos.
E1 cuerpo (soma) es el Ámbito de los cinco sentidos gusto, tacto, olfato, vista y oído. El cuerpo es la casa donde habitan el alma y el espíritu, y el cuerpo del cristiano pasa a ser el templo del espíritu Santo. (1 Corintios 6:19) Con el bautismo en el espíritu Santo el cuerpo se llena, hasta rebosar, con la gloria de Dios. En tanto nuestros cuerpos -que todavía conservan tendencias a caer- no controlen nuestras vidas, antes bien son controlados por el Espíritu Santo y por nuestro estado de «nuevas criaturas», expresaran la hermosura y el gozo del Señor. Dios tiene sus planes con respecto a nuestros cuerpos físicos, y los ejecutara en la medida en que seamos obedientes a la inspiración del Espíritu Santo y de su Palabra, referidas a su templo. Dios quiere que «seas prosperado… y que tengas salud, así como prospera el alma». (3 Juan 1:2.)
Nuestra situación en la vida puede ser comparada a lo que puede ocurrir en un gran trasatlántico. El capitán ha estado gravemente enfermo y durante el prolongado periodo que duro su enfermedad, no pudo ejercer el comando de la nave. La tripulación, bien entrenada, supo muy bien lo que tenía que hacer y tomo el control. Desgraciadamente, sin conocer ni el destino ni el propósito del viaje, navegan por el Océano sin rumbo fijo. Se suscitan disputas entre ellos, y queda muy poco combustible. Desde el momento en que no conocen el arte de la navegación y por lo tanto como llegar a un puerto, no pueden reabastecerse. La situación se ha tornado grave, ¡milagrosamente mejora el capitán!, pero se da cuenta que le demandara un tiempo ganar nuevamente el control del buque. De vez en cuando la tripulación le presta atención, pero las mas de las veces le dicen «Vea, señor, hemos navegado mucho tiempo sin su ayuda, y sabemos hacerlo. “Déjenos en paz’.»
Nuestro espíritu, unido al Espíritu Santo, es quien debe -presuntamente- gobernar nuestra alma, y nuestra alma sometida debe -también presuntamente- gobernar nuestro cuerpo. Pero por mucho tiempo, sin embargo, desde el momento en que nacimos, nuestro espíritu ha estado fuera de acción y nuestra alma y nuestro cuerpo han actuado por su propia cuenta. ¿Que tiene que hacer el capitán del barco para tomar nuevamente el control? Lo que la tripulación desconoce es que las cosas volverán a la normalidad y todos serán felices, solamente cuando el capitán, con sus mapas y su brújula, y su conocimiento del mar, logre recuperar el control total de la situación. Además el capitán también sabe como manipular la radio para pedir ayuda y dar indicaciones sobre la posición del barco, solicitando combustible y otros elementos necesarios. La paz y la felicidad volverán a reinar en el barco en el memento en que el capitán retome el control.
Para el cristiano, inmediatamente después de su bautismo en el Espíritu Santo, la presencia de Dios resulta tan real, que no le demanda ningún esfuerzo colocar a Dios en el primer lugar. Está primero en nuestra mente temprano a la mañana, es el tema favorito en nuestra conversación durante el día. Y el último en quien pensamos antes de retirarnos a dormir. Su espíritu renovado (el capitán) esta por encima de su alma (la tripulación), y el cuerpo (el barco) funciona de acuerdo a las directivas del capitán. Sucede que en algunas personas esta paz y orden duran mas que en otras, pero bien pronto el alma comienza a forcejear para recuperar el control que le corresponde. Para que todo se desarrolle en orden, el cristiano tiene que tener una idea bien clara de la diferencia que hay entre su alma y su espíritu. Y esto lo puede saber aplicándose al estudio de las Escrituras.
«La Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Hebreos 4:12.)
¿Por que la Biblia insiste en la necesidad de establecer una clara división o separación o distinción entre el alma y el espíritu? El alma, como ya lo hemos dicho, es una mezcla de bien y de mal. La Biblia nunca nos dice que debemos caminar o vivir en el alma, pero si nos repite una y otra vez ¡»andad en el Espíritu», «vivid en el Espíritu», «orad en el Espíritu», «cantad en el Espíritu» ¡Nuestras almas podrán ser limpiadas, curadas, restauradas y utilizadas para la gloria de Dios, en la medida en que aprendamos a caminar en el Espíritu, sometiendo nuestras almas al Espíritu de Dios. Las palabras del salmista David nos parecen apropiadas a este respecto:
«Junto a aguas de reposo me pastoreara; confortara mi alma.» (Salmo 23:2-3.)
De la misma manera que somos tres partes -espíritu, alma y cuerpo- nuestras almas también están formadas por tres partes: intelecto, voluntad y emociones. Nuestro intelecto con forma una de la áreas mas difíciles de nuestra alma, en el intento de someternos a la obra del Espíritu Santo. Pareciera que es el que mas hondo ha caído a causa del pecado original, ya que justamente fue el intelecto el que incursiono en las zonas prohibidas por Dios, y por allí entro el pecado en el mundo. Dijo al tentador:
«Sabe Dios que el día que comías de el, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Génesis 3:5.)
Y desde entonces el hombre ha vivido de acuerdo a los razonamientos de su intelecto. Desde el primer grado de la escuela primaria se nos ha enseñado que el intelecto es la parte más importante en nuestras vidas, pero la educación no constituye la respuesta completa para cambiar el mundo. (La madre de Dennis solía decir: «! Si educamos a un diablo, lo mas que podremos obtener es un diablo capaz!») Satanás es un embaucador más hábil que el más hábil de los abogados criminalistas; no nos cabe la menor duda de que podrá engañar nuestro intelecto, si nuestro intelecto es lo único con que contamos. Nuestra mente ha logrado acumular informaciones buenas y malas, verdaderas y falsas, y aun después de la conversión y del bautismo con el Espíritu Santo, toma tiempo efectivizar un cambio. Sin embargo, el intelecto es algo maravilloso siempre que este sometido a Dios y haya sido renovado por el Espíritu Santo.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos mas palabras transformado y transfigurado provienen del mismo vocablo griego metamorfo, de donde viene la palabra metamorfosis] por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2.) También dicen las Sagradas Escrituras
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.» (Filipenses 2:5.)
No aceptemos, como nuestra, cualquier idea que surja en nuestra mente. Debemos investigar su origen preguntándonos a nosotros mismos: ¿Vino de Dios? .Vino de mi nueva vida en Cristo? Vino del enemigo? Es preciso que de inmediato eliminemos de nuestra vida los dardos de fuego y la dañina imaginación del enemigo. La tentación no constituye un pecado en si, pero lo es cuando .nos solazamos con la tentación, que en última instancia nos hará caer en la mala acción. La Biblia dice «Refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» (2 Corintios 10:5.)
El «conocimiento de Dios» es que el creyente es una nueva criatura, de ahí que sus pensamientos serán sanos y Buenos. Todo otro pensamiento viene del enemigo o de la villa del alma y debe ser resistido. El creyente debe oponerse permanentemente a esos pensamientos desviados (se hará mas fácil el esfuerzo con el correr del tiempo) o, de lo contrario, volverá a su vieja manera de ser. Watchman Nee, 2 el gran líder chino dice que hay muchos hijos de Dios que tienen corazones nuevos pero cabezas viejas.
La expresión «refutando argumentos» en el pasaje precedente, significa que es necesaria nuestra cooperación y aquí es donde entra en acción nuestra voluntad. La voluntad es el núcleo del alma, el lugar donde se hacen las elecciones y se toman las decisiones. Es el yo esencial, y ha sido usada para ejercitar la propia voluntad y no la voluntad de Dios. Dios le entrego al hombre una libre voluntad para que libremente pudiera decidir amarle, pero el mal uso que de la libre voluntad hizo el hombre, causo la muerte de Jesús. El libre albedrío fue adquirido por la muerte de Jesús. Dios nunca nos quita el libre albedrío, pero todos los días debemos demostrarle nuestro amor a el, devolviéndole, espontáneamente, nuestra voluntad. Esto, en otros términos, es la consagración
Dios no tiene ningún interés en que nosotros le obedezcamos como autómatas, porque en ese caso no tendríamos poder de decisión. Todos aquellos que aceptan que Dios se ha revelado en las Escrituras, y especialmente en Jesucristo, saben perfectamente bien que Dios quiere criaturas que voluntariamente desean que el haya dispuesto para ellos. No pierden sus voluntades; conscientemente, activamente, gozosamente, acomodan sus voluntades a la de el, porque sienten y conocen su amor, y porque están respondiendo a su amor. Dios nos dio libre albedrío, es decir, la potestad para elegir, para que pudiéramos amarle libremente y obedecerle también libremente. Dios quiere hijos, no robots. El Padre anhela laobediencia de sus hijos, porque los ama y quiere lo mejor para ellos. Los hijos, a su vez, desean obedecer al Padre, porque le aman.
Jesús, cuya voluntad era sin pecado y, por lo tanto, distinta de la nuestra, sirvió de ejemplo cuando nos dijo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.» (Juan 5:30.)
Pudiera darse el caso de tener miedo de someter nuestra voluntad a la de Dios, porque el enemigo nos ha asustado diciéndonos cosas como: «Con toda seguridad que Dios lo obligara a dejar la familia y lo enviara a un país lejano», o «Dios te obligara a pararte en una, esquina de tu pueblo a predicar a los transeúntes.» ¡No, le prestemos atención!
Debemos dejar sentado con toda claridad en nuestra mente, de una vez por todas, que Dios nos ama, y quiere lo mejor para nosotros; solamente andando de acuerdo a sus planes podremos rendir una vida fructífera, ahora y por la eternidad. ¡No debemos permitir que nada impida que Dios nos de lo mejor!
También es la voluntad la que controla esa tercera parte de nuestras almas: nuestras emociones. Las emociones son los «sentimientos» del alma. Algunos cristianos tienen emociones que se parecen mucho a ese conocido juego de los niños llamado Yo-Yo. Hoy sienten que son salvos; mañana dudan y sienten que no son salvos. Hoy sienten que Dios los esta guiando; mañana no están seguros ni siquiera de si Dios sabe que ellos existen.
Como es obvio, nuestras emociones no son de fiar, y si procuramos guiar nuestras vidas según sus dictados, terminaremos en una total confusión. Hemos hecho mal uso de nuestras emociones en el pasado: arranques de mal humor, cediendo a la autoconmiseración, etc. Nuestras vidas no pueden ser dirigidas por nuestros sentimientos; también ellas son una mezcla del bien y del mal. Debemos manejarnos por el conocimiento interior que nace en nuestros espíritus y en concordancia con la Palabra de Dios. «Los sentimientos no son hechos.» Por supuesto que esto no quiere decir, de ninguna manera, que la vida cristiana deba estar desprovista de emociones, sino que Dios, en esta esfera de nuestra vida, también tiene una tarea que realizar con respecto a la sanidad y a la renovación de nuestro ser.
Si todavía no es una realidad en nuestras vidas, debemos dar ese Paso de la consagración, que resulta fácil cuando aprendemos a discernir entre lo que es alma y lo que es espíritu. Es algo que exige nuestro consentimiento y, cuando lo hacemos, se profundiza, y todas las demás cosas ocupan su lugar en nuestras almas. No es pura casualidad que el capitulo cuarto de Hebreos hable de entrar en el reposo de Dios, justamente antes de explicar la necesidad de establecer una clara distinción entre el alma y el espíritu. El reposo es la consecuencia de vivir en el espíritu y no en el alma, pero muchos cristianos todavía tienen que aprender a reconocer esa diferencia. La salvación significa un descanso para el espíritu del hombre. «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan a la presencia del Señor tiempos de refrigerio.» (Hechos 3:19.) Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mateo 11:28.) El bautismo en el Espíritu Santo significa un rebosamiento de ese descanso que brinda reposo al alma. Isaías lo expresa de la siguiente manera: «Porque en lenguas de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este pueblo, a los cuales el dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio…» (Isaías 28:11-12.) El intelecto entra en reposo cuando se somete a Dios, y el hablar en lenguas constituye uno de los medios más importantes para dejar que el Espíritu Santo renueve y refresque nuestras mentes y almas. En la medida en que aprendamos a negar a nuestras almas el derecho de gobernarnos y caminemos en ese reposo con nuestras almas y espíritus sometidos al Señor, podrá Dios eliminar la «madera, el heno y la hojarasca» y establecer todo aquello que tenga valor permanente en nuestras vidas. (1 Corintios 3:12-13.) Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallarles descanso para vuestras almas.» (Mateo 11:29.)
«Llevad mi yugo sobre vosotros.» Cuando uno de los bueyes (nosotros) es guiado por el otro (Jesús) estando ambos bajo el mismo yugo – los dos están sujetos a servidumbre y deben transportar la carga – el buey guía dirige al otro y soporta el mayor peso del trabajo. Cuando empezamos a acusar el peso de la carga, podemos estar seguros que estamos quitándole al Señor la dirección, y debemos retomar el lugar que nos corresponde, es decir, un paso detrás de el. El peso de la carga puede compararse a un termómetro espiritual para advertirnos que el alma y no el espíritu esta tomando la iniciativa. La pesadez nos esta diciendo que nuestras almas no están reposando en Cristo.
Cuidémonos de no volver atrás, a la época en que actuábamos de acuerdo a los dictados de nuestro pervertido intelecto, de nuestras emociones y de nuestra propia voluntad, y en cambio mantengamos vivo el torrente que empezó en nuestro particular Pentecostés; la mente de Cristo que se manifiesta en nosotros, sus emociones fluyendo a través nuestro, y su voluntad cumplida en nosotros.
Esta oración podemos elevarla a nuestro Dios tal cual la transcribimos, o utilizando nuestras propias palabras:
Amado Padre celestial:
Te agradezco por los maravillosos dones de la salvación y el bautismo en el Espíritu Santo. ¡Las palabras son inadecuadas para expresar mi gratitud! Reconozco que estos dones son gratuitos y que me los has dado, no por meritos propios, sino simplemente porque me amas. Ahora quiero darte lo único que tengo para dar… yo mismo. Bien se que la voluntad, con respecto a mi vida, es maravillosa y te pido que tu perfecta voluntad se cumpla en mi y a través de mi persona, desde hoy en adelante. Ayúdame para que mi voluntad se someta a la tuya y ambas sean una sola voluntad. Pido a tu Hijo, Jesucristo, que venga y ocupe el trono de mi vida para que el reine como Señor.
Se perfectamente que esto no lo puedo hacer basado en mis propias fuerzas, pero confío en tu potencia y en tu diaria dirección para ayudarme. Gracias, Padre, por escuchar mi oración. ¡Alabado sea tu nombre!
Te lo pido en el nombre del Señor Jesús,
Amen.
Buenas obras. Ya sabemos que las buenas obras no nos dan el rótulo de buenos cristianos, pero laBiblia nos dice repetidamente que Dios nos premiara de acuerdo a lo que hayamos hecho. Amar al prójimo como a nosotros mismos significa alimentarlo cuando esta hambriento, vestirlo cuando le falte ropa, visitarlo cuando esta enfermo o en la prisión. Y nuestro prójimo no se reduce a nuestro vecino, tal cual lo explicó Jesús, sino a cualquier persona necesitada que recurra a nosotros. El apóstol Santiago afirma que es una burla decirle a alguien que tiene hambre y frío: ¡Dios te bendiga! ¡Caliéntate! !Aliméntate!», si no hacemos algo para ayudarlos.
La acción social de cristiano, de lo cual tanto se habla hoy en día, se reduce, en pocas palabras, a la acción del cristiano en el mundo dondequiera se encuentre. No se supone que la iglesia, como organización, se transforme en un factor de poder político, pero los cristianos deben interesarse en la política, y traer sus convicciones con ellos. La iglesia, como organización, no debe intervenir directamente en las diferencias entre capital y trabajo, pero los cristianos que sean dirigentes en el campo del capital y del trabajo, deben participar con sus convicciones cuando se plantean las confrontaciones de los dos campos. El comerciante que esta en Cristo, tratara a sus empleados como los trataría Cristo, y los empleados cristianos rendirán su jornada de trabajo como lo haría Jesús. La base de una verdadera «acción social» es actuar según la premisa establecida en 1 Juan 4:17: «… como él es, así somos nosotros en este mundo.»
En compañía de toda la familia debemos participar colaborando con la obra de Dios sobre bases más amplias aun, ayudando al sostén del campo misionero, ayudando en los proyectos de la iglesia local, etc. Por supuesto debemos contar con el Señor, quien nos dirigirá en todas estas cosas, pero que el «esperar en el Señor» no se convierta en una excusa para no hacer nada. El hacerla constituye una parte vital de nuestra vida y testimonios cristianos.
Cooperando con Dios. La palabra cooperar significa simplemente «trabajar juntos», y la Escritura nos dice que Dios quiere que seamos colaboradores con el. (1 Corintios 3:9: 2 Corintios 6:1.) Todo esto quiere decir que si bien Dios nos ha creado como seres libres, él esta pendiente de nuestra colaboración para introducir su amor al mundo.
El Señor Jesús no escribió ningún libro, pero el mas importante de todos los libros del mundo escribe sobre el; nunca viajó mas allá de unos pocos kilómetros de su lugar de nacimiento, y sin embargo trazó un plan para alcanzar los lugares mas remotos del mundo. Después de limpiarlos de sus pecados, llenó a sus seguidores con el amor, el gozo y el poder de Dios, y los envió para derramar ese gozo, ese amor y ese poder sobre otros y decirles que ellos también podían ser perdonados y llenados de la gloria y del poder de Dios. En esto consisten las buenas nuevas, el evangelio, y las personas que lo escuchan y lo aceptan forman parte del pueblo de Dios, la Iglesia.
Es un método notablemente eficaz, pues si una persona recibe hoy a Cristo, y al mismo tiempo recibe un mayor poder para testificar recibiendo el bautismo en el Espíritu Santo, y mañana ayuda a otros dos a recibirlo, asegurándose de que estos también sean bautizados en e1 Espíritu Santo, y a su vez esas dos personas alcanzan a cuatro en el día subsiguiente, y esos cuatro ganen a ocho, y se continua en esa progresión geométrica, en un mes, es decir en treinta y un días se habrán alcanzado y ganado para el reino de Dios, !mil millones de personas! 1
1Esta multiplicación extraordinaria se daría en el caso de que cada cristiano ganara solamente dos personas para Dios durante toda su vida. Como es de imaginar, un cristiano que cuenta con el poder de Dios debería orar pidiendo 1a oportunidad de testificar por Cristo todos les días, para que durante su existencia centenares de personas fueran ganadas para Cristo
Este es el principio sobre el cual se baso Jesús para alcanzar al mundo: cada persona contándole a los demás, y ellos, a su vez, a otros, hasta que sean millones los que estén llenos de la gloria de Dios en toda la redondez de la tierra. Este plan de acción ha sido iniciado una y otra vez, y luego ha fracasado, debido a la infidelidad y a lo olvidadizo del ser humano, y a la confusión y a las desviaciones provocadas por el enemigo. Pero mayormente el fracaso se ha debido a que el mensaje fue transmitido solo parcialmente: perdón sin poder. Hoy en día, sin embargo, nuevamente es proclamado el «Evangelio Completo» no solamente el hecho esencial de que Dios perdona y ama a su pueblo, sino que al hacerlo les da poder para ganar a otros. El plan de Dios es que millones de hombres y de mujeres, y también de niños, en todo el mundo, sean portadores de su mensaje de amor, perdón, sanidad y poder para toda la humanidad. Estamos viviendo la era del reavivamiento de la iglesia, ¡y es algo tan emocionante! En todo el mundo la gente esta descubriendo que maravilloso es hablar a los demás sobre Jesús y el poder del Espíritu Santo, ¡y sabemos que el plan de Dios no fracasara! Bien pudiera ser este el último avivamiento antes de la venida del Señor. Esperamos y oramos para que este libro ayude a muchos a cooperar con Dios y que, como hijos y colaboradores seamos llenados, hasta rebosar, con su gran gozo.
Hay muchos hombres de Dios sinceros que recorren el mundo para que les oren los más famosos o «exitosos» Pastores. Tú en tu pieza a solas estás con el pastor de todos los Pastores y el único que tiene todo el poder, la unción y el llamamiento particular para tu vida: Se llama Jesucristo. En este mismo momento podés pedirle que te llene con su Espíritu Santo y lo hará. Dios tiene un plan único para ti, no te confundas con los planes que Dios tiene o tuvo con otros hombres de Dios. Decile a Jesús que te revele su voluntad para ti y no te desvíes de lo que El tiene preparado para que TU cumplas. Efesios 2:10. ¿querés que oren por ti para recibir poder? ¡Si ya lo tenés! …solo debes aplicarlo, orá por los enfermos, imponé las manos, expulsá demonios Mateo 10:8. Moisés oró por Josué y Josué siguió siendo Josué, no se transformó en Moisés, Dios le dijo que él (Josué) debía esforzarse y ser valiente y aplicar la palabra de Dios a su vida (Josué capítulo 1), si no lo hubiera hecho o hubiera pecado o se hubiera apartado del plan de Dios para su vida, por más que le haya orado Moisés mismo no hubiera triunfado, ni pasado nada. De ti depende, cava tu tu propio pozo como hizo Isaac y saca tu propia agua ¿entendés?.Génesis 26:22-25. De tu interior correrán ríos de agua viva…esto dijo Jesús del Espíritu santo que recibirían los que creyeran en El.(Juan 7:37)
…Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, VENGA A MÍ Y BEBA. (Juan 7:38)
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (Juan 7:39)
Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en él… Hechos 1:8; 2:4.
El Bautismo en el Espíritu Santo:
1. Dios lo prometió. Lucas 24:49; Hechos 1:5; 1:8.
2. Debemos orar y pedirlo. Hechos 1:14
3. Entregarse totalmente a Jesús y renunciar a todos los pecados. Hechos 3:19
4. Dios quiere darlo. Hechos 2:39
5. Es más…es una orden: Efesios 5:18
6. Debemos recibirlo. Hechos 2:4
7. Entonces hablaremos en lenguas. Hechos 2:4; 10:46; 19:6; 1 Corintios 14:18; Marcos 16:17.
8. Debemos actuar basados en la palabra de Dios y con la guía del Espíritu Santo. Hechos 16:32; 16: 6-7; 20:23; 21:4, 11;
9. Debemos predicar el Reino de Dios en el poder del Espíritu Santo: Marcos 1:14-15; Hechos 28:30-31; Romanos 15:18-20.
10. debemos obedecer el mandato de Cristo de predicar el Evangelio. Marcos 16:15
11. Y las señales sobrenaturales nos seguirán. Marcos 16:17-18.
12. El Señor Jesús nos ayuda. Marcos 16:20. Mateo 28:20. Jesús está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
El Bautismo en el Espíritu Santo es para efectuar la obra de Dios con poder sobrenatural.
(Lucas 24:49) Dios lo prometió. Era la promesa más importante por eso Jesús dijo “LA” promesa y no una de las tantas promesas.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
(Hechos 1:5)
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
(Hechos 1:8) Todos los cristianaos deben recibir el Poder del Espíritu Santo al ser bautizados con El. Para predicar en todas partes.
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
(Hechos 1:13) Lo primero que hicieron es orar y santificarse, renunciar a pecados etc.
Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
(Hechos 1:14) También estaba la virgen María entre los 120.
Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
(Hechos 2:4) Entonces…
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
(Hechos 2:16) Pedro explicó lo que era y que era para “Los postreros días” desde esa época hasta hoy y hasta que venga Jesús. Hoy en todo el mundo, todos los cristianos están re-descubriendo esta experiencia.
Más esto es lo dicho por el profeta Joel:
(Hechos 2:17)
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
(Hechos 2:18)
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
(Hechos 2:19)
Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
(Hechos 2:20)
…Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
(Hechos 2:21)
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
(Hechos 2:39) Es para todos.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
(Hechos 4:31) Esto sucedió muchas veces y hoy está sucediendo a diario en muchos lugares del mundo.
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.
(Hechos 6:3) Aún para diversas tareas la iglesia de los comienzos del cristianismo buscaba hombre y mujeres llenos del Espíritu Santo y lo notaban por sus frutos en su vida, por el poder del Espíritu Santo y por que hablaban en lenguas, y porque los dones y frutos del Espíritu Santo fluían a través de ellos.
Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.
(Hechos 6:4) El trabajo de los hombres de Dios:
Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.
(Jeremías 23:22)
Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras.
(Hechos 6:5)
Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía;
(Hechos 6:8)
Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
(Hechos 8:5) Felipe era lleno del Espíritu Santo por eso pasaban esas cosas cuando predicaba.
Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
(Hechos 8:6)
Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
(Hechos 8:7)
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;
(Hechos 8:8)
así que había gran gozo en aquella ciudad.
(Hechos 8:15) Pedro y Juan oraban para que sean llenos del Espíritu Santo y su poder a los que se convertían al cristianismo.
los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo;
(Hechos 8:17)
Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
(Hechos 9:17) S. Pablo recibió el bautismo en el Espíritu santo a través de Ananías y luego habló en lenguas.
Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
(1 Corintios 14:18) Pablo dijo:
Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros;
(Hechos 10:44) Dios intervino salvando y Bautizando en el Espíritu Santo a Cornelio (Romano) y sus parientes y amigos (Gentiles=no judíos)
Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
(Hechos 10:45)
Y los fieles de la circuncisión (Judíos) que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
(Hechos 10:46) Se dieron cuenta porque:
Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
(Hechos 11:16)
Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
(Hechos 11:24)
Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
(Hechos 13:52)
Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
(Hechos 19:1) Pablo: de la misma manera que el Recibió el Bautismo en el Espíritu Santo de manos de Ananías así oraba por otros.
Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
(Hechos 19:2)
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
(Hechos 19:3)
Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
(Hechos 19:4)
Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.
(Hechos 19:5)
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. (En agua).
(Hechos 19:6)
Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
(Marcos 16:15) Debemos cumplir esta orden de Jesús todos que somos suyos.
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
(Marcos 16:17) Y al hacerlo en el poder del Espíritu santo sucederán estas señales.
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
(Marcos 16:18)
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
(Marcos 16:20) Jesús resucitado sigue actuando juntamente con nosotros hoy.
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
(Hechos 17:6) Debemos “trastornar” el mundo entero con la predicación del Evangelio.
Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá.
(Romanos 15:18) Debemos hacer lo mismo que Pablo, ahora, ¡este es nuestro tiempo!
Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,
(Romanos 15:19)
con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
(Romanos 15:20)
Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio.
(Zacarías 8:23) Muchas personas de todas partes deben venir a los cristianos llenos del Espíritu Santo porque se darán cuenta que Dios está con nosotros.
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a uno de mi pueblo diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.
The Baptism in the Holy Spirit is to do the work of God with supernatural power.
(Luke 24:49) God promised. It was the most important promise is why Jesus said "the" promise and not one of the many promises.
Behold, I send the promise of my Father upon you: but tarry ye in the city of Jerusalem, until ye be endued with power from on high.
(Acts 1:5)
For John baptized with water, but ye shall be baptized with the Holy Ghost not many days.
(Acts 1:8) All cristianaos should be empowered by the Holy Spirit to be baptized with Him to preach everywhere.
But you will receive power when the Holy Spirit upon you, and you will be my witnesses in Jerusalem, in all Judea and Samaria, and to the ends of the earth.
(Acts 1:13) The first thing I did was pray and sanctify, etc. renounce sins.
And entered, they went up into an upper room, where abode both Peter, John, Andrew, Philip and Thomas, Bartholomew, Matthew, James the son of Alphaeus, Simon the Zealot and Judas the brother of James.
(Acts 1:14) was also the Virgin Mary in the 120.
These all continued with one accord in prayer and supplication, with the women, and Mary the mother of Jesus, and with his brothers.
(Acts 2:4) So …
And they were all filled with the Holy Spirit and began to speak with other tongues, as the Spirit gave them utterance.
(Acts 2:16) Peter explained what it was and it was for "the last days" from that time until today until Jesus comes. Today around the world, all Christians are rediscovering this experience.
But this is what was spoken by the prophet Joel:
(Acts 2:17)
And in the last days, saith God,
Pour out of my Spirit upon all flesh,
And your sons and your daughters shall prophesy;
Your young men shall see visions,
And your old men shall dream dreams;
(Acts 2:18)
And on my servants and on my handmaidens in those days
Pour out my Spirit, and they shall prophesy.
(Acts 2:19)
And I will show wonders in heaven above,
And signs in the earth,
(Acts 2:20)
… Before the coming day of the Lord,
Great and notable
(Acts 2:21)
And everyone who calls on the name of the Lord shall be saved.
(Acts 2:39) It is for everyone.
For the promise is unto you, and to your children, and to all that are afar off, even as many as the Lord our God will call.
(Acts 4:31) This happened many times and today is happening every day in many parts of the world.
After they prayed, the place where they were meeting was shaken and they were all filled with the Holy Spirit and spoke the word of God boldly.
(Acts 6:3) Even the church for various tasks of early Christianity and women seeking man filled with the Holy Spirit and noticed by their fruit in their lives, by the power of the Holy Spirit and speaking in tongues, and because the gifts and fruits of the Holy Spirit flowing through them.
Wherefore, brethren, from among you seven men of good reputation, full of the Spirit and of wisdom, whom we may appoint over this job.
(Acts 6:4) The work of men of God:
We will devote ourselves to prayer and to the ministry of the word.
(Jeremiah 23:22)
But if they had stood in my counsel, would have proclaimed my words to my people and would have turned them from their evil way, and from the evil of their doings.
(Acts 6:5)
Pleased the whole multitude: and they chose Stephen, a man full of faith and of the Holy Ghost, and Philip, Prochorus, Nicanor, Timon, Parmenas, and Nicolas a proselyte of Antioch;
(Acts 6:8)
And Stephen, full of grace and power, did great wonders and signs among the people.
(Acts 8:5) Felipe was filled with the Holy Spirit so that stuff went he preached.
Philip went down to the city of Samaria, and preached Christ.
(Acts 8:6)
And the multitudes with one accord heeded the things spoken by Philip, hearing and seeing the miracles which he did.
(Acts 8:7)
Because of many who had unclean spirits went out with a loud voice, and many paralytics and cripples were healed;
(Acts 8:8)
And there was great joy in that city.
(Acts 8:15) Peter and John prayed to be filled with the Holy Spirit and His power to those who converted to Christianity.
which, having come down, prayed for them that they might receive the Holy Spirit;
(Acts 8:17)
Then they laid their hands, and they received the Holy Spirit.
(Acts 9:17) S. Paul received the baptism in the Holy Spirit through Ananias and then spoke in tongues.
Ananias departed and entered the house, and putting his hands on him said, Brother Saul, the Lord Jesus who appeared to you on the road as you came, has sent me so that you may see again and be filled with the Holy Spirit .
(1 Corinthians 14:18) Paul said:
I thank God that I speak in tongues more than you all;
(Acts 10:44) God intervened saving and baptizing in the Holy Spirit to Cornelius (Romano) and his relatives and friends (Gentiles = non-Jews)
While Peter was still speaking these words, the Holy Spirit fell on all them which heard the word.
(Acts 10:45)
And they of the circumcision (Jews) who had come with Peter were amazed that on the Gentiles also was poured out the gift of the Holy Spirit.
(Acts 10:46) They found that:
For they heard them speak with tongues, and magnify God.
(Acts 11:16)
Then I remembered the word of the Lord, how he said, John indeed baptized with water, but you shall be baptized with the Holy Spirit.
(Acts 11:24)
Because he was a good man, and full of the Holy Ghost and of faith. And much people was added unto the Lord.
(Acts 13:52)
And the disciples were filled with joy and the Holy Spirit.
(Acts 19:1) Paul, just as he received the baptism in the Holy Spirit and hands of Ananias prayed for others.
Happened, while Apollos was at Corinth, Paul having passed through the upper coasts came to Ephesus, and finding certain disciples,
(Acts 19:2)
said: Did you receive the Holy Spirit when you believed? They said: We have not even heard whether there be any Holy Ghost.
(Acts 19:3)
Then he said: In what then were you baptized? They said, Unto John’s baptism.
(Acts 19:4)
Said Paul, John verily baptized with the baptism of repentance, telling the people to believe in the one coming after him, that is, on Christ Jesus.
(Acts 19:5)
When they heard this, they were baptized in the name of the Lord Jesus. (In water).
(Acts 19:6)
And when Paul had laid his hands, came upon them the Holy Spirit, and they spoke in tongues and prophesied.
(Mark 16:15) We must fulfill this command of Jesus that we are all his.
And he said unto them, Go ye into all the world and preach the gospel to every creature.
(Mark 16:17) And to do it in the power of the Holy Spirit will these signals.
And these signs will accompany those who believe: In my name they will cast out demons, speak with new tongues;
(Mark 16:18)
They shall take up serpents and if they drink any deadly thing, it shall not hurt them; upon the sick lay their hands, and they shall recover.
(Mark 16:20) Jesus resurrected continues to act together with us today.
And they went out and preached everywhere, while the Lord and confirming the word with signs following. Amen.
(Acts 17:6) We must "disrupt" the world by preaching the Gospel.
These that have turned the world have come here also.
(Romans 15:18) We must do the same as Paul, now, this is our time!
I will not venture to speak of anything except what Christ has accomplished through me to the obedience of the Gentiles by word and deed,
(Romans 15:19)
the power of signs and wonders, by the power of the Spirit of God-so that from Jerusalem and round about to Illyricum I have fully preached the gospel of Christ.
(Romans 15:20)
And thus I aspired to preach the gospel.
(Zechariah 8:23) Many people everywhere must come to the Holy Spirit filled Christians because they will realize that God is with us.
Thus saith the Lord of hosts: In those days ten men from every language of the nations shall grasp the sleeve of my people, saying, We will go with you, for we have heard that God is with you.