Debe saber que Dios le ama.
(1 Juan 4:9)
Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él.
(1 Juan 4:10)
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.
(1 Juan 4:9)
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
(1 Juan 4:10)
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
(Juan 3:16)
"Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera (eternamente), sino que tenga vida eterna.
(Juan 3:17)
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
(Romanos 5:6)
Pues cuando nosotros éramos incapaces de salvarnos, Cristo, a su debido tiempo, murió por los pecadores.
(Romanos 5:7)
No es fácil que alguien se deje matar en lugar de otra persona. Ni siquiera en lugar de una persona justa; aunque quizás alguien estaría dispuesto a morir por la persona que le haya hecho un gran bien.
(Romanos 5:8)
Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
(Romanos 5:9)
y ahora, después que Dios nos ha hecho justos mediante la muerte de Cristo, con mayor razón seremos salvados del castigo final por medio de él.
(Romanos 5:10)
Porque si Dios, cuando todavía éramos sus enemigos, nos reconcilió consigo mismo mediante la muerte de su Hijo, con mayor razón seremos salvados por su vida, (en nosotros) ahora que ya estamos reconciliados con él.
(Romanos 5:6)
En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores.
(Romanos 5:7)
Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor.
(Romanos 5:8)
Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
(Romanos 5:9)
Y ahora que estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por él de la ira de Dios. (de su enojo por nuestros pecados y de su castigo).
(Romanos 5:10)
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida (en nosotros).
Dios no se oculta pero…tenemos pecados.
(Isaías 59:1)
El poder del Señor
no ha disminuido
como para no poder salvar,
ni él se ha vuelto tan sordo
como para no poder oír.
(Isaías 59:2)
Pero las maldades cometidas por ustedes
han levantado una barrera
entre ustedes y Dios;
sus pecados han hecho
que él se cubra la cara
y que no los quiera oír.
(Romanos 6:23)
El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo Jesús, nuestro Señor.
(Romanos 6:23)
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 3:22)
por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia:
(Romanos 3:23)
todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios.
(Romanos 3:24)
Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación] que realizó Cristo Jesús.
(Romanos 3:22)
la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna distinción:
(Romanos 3:23)
todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,
(Romanos 3:24)
pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús.
Debemos arrepentirnos.
(Hechos 3:19)
Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo,
(Hechos 3:20)
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado.
(Hechos 17:30)
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
(Marcos 1:15) Jesús predicaba así:
diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
(Lucas 24:46)
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
(Lucas 24:47)
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
(Hechos 20:21)
testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Estas son las buenas noticias.
(1 Pedro 2:24)
quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
(1 Pedro 2:24)
Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados.
(1 Pedro 3:18)
Porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era inocente, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios.
(1 Pedro 3:18)
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
(Hebreos 10:10)
… somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
(Hebreos 10:12)
pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
(Hebreos 10:14)
porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
(Hebreos 9:25)
y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
(Hebreos 9:26)
De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó (Jesús) una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
(Hebreos 9:25)
y no entró para ofrecerse en sacrificio muchas veces, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena.
(Hebreos 9:26)
Si ese fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado.
(Isaías 53:5)
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
(Isaías 53:6)
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Debemos recibirle en nuestro corazón.
(Juan 1:12)
Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.
(Apocalipsis 3:20)
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Cristo entró en nosotros. Un Cristiano es alguien que tiene a Cristo.
(Gálatas 2:20)
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
(Gálatas 2:20)
y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.
(1 Juan 5:11)
Este testimonio es que Dios nos ha dado vida eterna, y que esta vida está en su Hijo.
(1 Juan 5:12)
El que tiene al Hijo de Dios, tiene también esta vida; pero el que no tiene al Hijo de Dios, no la tiene.
(1 Juan 5:13)
Les escribo esto a ustedes que creen en el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.
(1 Juan 5:11)
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
(1 Juan 5:12)
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
(1 Juan 5:13)
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.
(Colosenses 1:27)
a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
(2 Corintios 13:5)
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?
Somos salvos, tenemos vida eterna, al morir vamos a ir al cielo con Dios.
(Romanos 6:22)
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
(Romanos 6:22)
Pero ahora, libres de la esclavitud del pecado, han entrado al servicio de Dios. Esto sí les es provechoso, pues el resultado es la vida santa y finalmente, la vida eterna.
(1 Juan 3:1)
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.
(1 Juan 3:2)
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
(Romanos 5:1)
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
(Romanos 5:1)
Puesto que Dios y a nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
(Romanos 5:1)
Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
(Romanos 8:1)
Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús.
(Romanos 8:1)
Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.
(Tito 3:5)
nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
(Tito 3:5)
y , sin que nosotros hubiéramos hecho nada bueno, por pura misericordia nos salvó lavándonos y regenerándonos, y dándonos nueva vida por el Espíritu Santo.
(Filipenses 3:20)
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
(Filipenses 3:20)
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo,
(Filipenses 3:21)
que cambiará nuestro cuerpo miserable para que sea como su propio cuerpo glorioso. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas.
(Hebreos 12:28)
El reino que Dios nos da, no puede ser movido. Demos gracias por esto, y adoremos a Dios con la devoción y reverencia que le agradan.
(Hebreos 12:28)
Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.
ORACIÓN: Querido Dios gracias por lo que hiciste para que yo pudiera ser salvo, te pido perdón por todos mis pecados, creo que Jesús murió en mi lugar en la cruz llevando mi culpa y te recibo ahora en mi corazón como mi Salvador, mi Señor y mi Rey. Amén.