Hay “Dos cruces de frontera” que debemos experimentar en este mundo y un tercero hacia la eternidad.
- Debemos nacer de nuevo del Espíritu de Dios. Cuando nacemos desde el vientre de nuestra madre nacemos con un cuerpo y nuestro espíritu (puesto por Dios en el momento de la gestación). Eclesiastés 12:7. Luego debemos recibir a Cristo en nosotros y entonces Dios envía al Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo a nosotros y se hace uno con nuestro espíritu (se une) y entonces tenemos vida eterna y podemos ver el Reino de Dios, pasamos la frontera del reino de las tinieblas y entramos en el Reino de la luz (El Reino de Dios) y somos salvos, tenemos vida eterna y somos hijos de Dios. Así comenzamos a ser transformados más y más a la semejanza de Jesús, somos nuevas criaturas nacidas del Espíritu de Dios.
- Luego debemos ser llenos del Espíritu Santo y entrar en una dimensión sobrenatural. (Recibiréis poder) Hechos 1:8; 2:4; se incrementan los frutos y los dones del Espíritu Santo, tenemos autoridad y poder espiritual y estamos capacitados (ungidos) para hacer la obra de Dios.
- Cuando partimos de este mundo, nuestro espíritu, unido al de Jesús, se liberan del cuerpo y recibimos un cuerpo celestial como el de Cristo y vamos a estar en el cielo con El para siempre.