Pedro se refiere varias veces a la cruz en su primera carta. Describe a sus lectores como rescatados "con la sangre preciosa de Cristo, el cual fue ofrecido en sacrificio como un cordero sin defecto ni mancha" y "rociados" con la sangre de Jesucristo 1 Pedro 1:18-19; 1:2. Ambas expresiones aluden al sacrificio pascual original de la época del Exodo. En esa oportunidad cada familia israelita tomó un cordero, lo mató, y con la sangre roció los dinteles y puertas laterales de la casa. Sólo así estuvie­ron a salvo del juicio de Dios y escaparon de la esclavitud egipcia. Libremente Pedro aplica a Cristo el simbolismo de la Pascua (como lo hace también Pablo cuando dice que "Cristo mismo fue muerto en sacrificio por nosotros, pues él es el cordero de nuestra pascua": 1 Corintios 5:7 .El derramó su san­gre para redimirnos del juicio de Dios y de la esclavitud del pecado. Para que nos beneficiemos de ella, debe ser rociada en nuestro corazón, es decir, aplicada a cada uno perso­nalmente.

La otra importante referencia de Pedro a la cruz se encuentra en 1 Pedro 3:18: "Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, de una vez por todas. El era bueno, pero sufrió por nosotros los malos, para llevarnos a Dios."

El pecado nos había separado de Dios; pero Cristo de­seaba llevarnos de vuelta a Dios. Por eso sufrió por nues­tros pecados: el inocente Salvador murió por pecadores culpables. Y lo hizo "de una vez por todas", definitiva­mente, de manera que lo que hizo no puede repetirse, ni mejorarse, ni aun suplementarse.

No debemos pasar por alto lo que esto implica. Sig­nifica que ninguna observancia religiosa ni la realización de buenas obras podrán jamás ganar nuestro perdón. Sin embargo, muchos en el mundo contemporáneo han op­tado por esta caricatura de cristianismo. No ven ninguna diferencia fundamental entre el evangelio cristiano y las religiones orientales. Y esto es comprensible, puesto que consideran a la religión como un sistema de mérito hu­mano. Dicen: "Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos". Pero no hay posibilidad de reconciliar esta no­ción con la cruz de Cristo. El murió para expiar nuestros pecados por la sencilla razón de que nosotros no podemos expiarlos por nuestra cuenta. Si pudiéramos hacerlo, la expiación hecha por Cristo sería una redundancia. En efecto, afirmar que podemos alcanzar el favor de Dios por nuestro propio esfuerzo es insultar a Jesucristo, puesto que equivale a decir que podemos arreglárnoslas sin él, que no era necesario que él muriera. Como dice Pablo: "si uno pudiera ser puesto en la debida relación con Dios por haber obedecido la ley, entonces de nada serviría la muer­te de Cristo" Gálatas 2:21.

El mensaje de la cruz sigue siendo en nuestro tiempo como en el de Pablo una tontería para los sabios y un tropezadero para los justos; pero ha proporcionado paz a millones de conciencias.

Todo cristiano puede repetir estas palabras. Hay san­tidad por medio de las heridas de Cristo, vida por medio de su muerte, perdón por medio de su dolor, salvación por medio de sus sufrimientos.

Si la muerte de Cristo fuese sólo un ejemplo, una buena parte de los Evangelios permanecería como algo misterioso. Además, nuestra necesidad humana quedaría insatisfecha. No necesitamos un ejemplo solamente: nece­sitamos un Salvador. Un ejemplo podría excitar la imagi­nación, avivar el idealismo y fortalecer la resolución, pero no limpiar la mancha de nuestro pecado pasado, dar paz a la conciencia atribulada y reconciliarnos con Dios.

(Marcos 10:45)

Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

(Mateo 26:28)

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

De todos modos los apóstoles no dejan lugar a dudas al respecto, sino que siempre asocian la venida y muerte de Cristo con nuestros pecados.

Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras. Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados. Jesucristo vino al mundo para quitar nuestros pecados.

Tenemos a los tres grandes escritores apostólicos del Nuevo Testamento, vinculando únicamente la muerte de Cristo con nuestros pecados. 1 Corintios 15:3.

De nada vale que se nos den normas de conducta: no podemos cumplirlas. Que Dios siga diciendo "no hagas tal cosa": continuaremos haciéndola hasta el fin del tiempo. Un sermón no solucionará nuestro problema: necesitamos un Salvador. La educación de la mente no es suficiente sin un cambio de corazón. El hombre ha hallado el secreto del poder físico, el poder de la reacción nuclear. Ahora necesita poder espiritual, poder que lo libre de sí mismo, poder que lo conquiste y lo controle, poder que le dé un carácter moral comparable a sus logros cientí­ficos. Esto solo se logra por la presencia del Espíritu Santo y la vida de Cristo en una persona. Juan 1:12; Apocalipsis 3:20, 1 Juan 5: 11-13.

(Juan 8:31)

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;

(Juan 8:32)

y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

(Juan 8:33)

Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?

(Juan 8:34)

Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.

(Romanos 6:17)

Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;

(Romanos 6:18)

y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.

(Efesios 2:3)

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

(Tito 3:3)

Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.

TODOS NECESITAMOS DE UN SALVADOR: ESTE ES JESÚS.

(2 Corintios 5:17)

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

(1 Corintios 6:11)

Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.

Lo que el hombre necesita es un cambio radical de su naturaleza. El hombre no puede reali­zarlo por sí mismo. Necesita un Salvador. 2 Corintios 5:17.

La presente exposición de nuestro pecado tiene una sola finalidad: convencernos de la necesidad que tenemos de Jesucristo y prepararnos para comprender .y aceptar lo que él ofrece. La fe nace de la necesidad. Jamás pondre­mos nuestra confianza en Cristo si antes no nos desilusio­namos de nosotros mismos. El mismo lo dijo: "No necesi­tan médico los que están buenos y sanos, sino los enfer­mos, pues no he venido a llamar a los buenos sino a los pecadores." Solamente cuando hayamos admitido la gra­vedad de la enfermedad que nos aqueja, admitiremos nuestra urgente necesidad de curación

(Marcos 2:17)

Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

El cristianismo es una religión de rescate. Declara que Dios ha tomado la iniciativa en Jesucristo para liberarnos de nuestros pecados. Este es el tema central de la Biblia.

Le pondrás por nombre JESUS. Se llamará así porque va a salvar a su gente de sus pecados. Mateo 1:21.

El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19.10

Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero. 1 Timoteo 1:15

Y nosotros mismos hemos visto y declaramos, que el Padre envió a su Hijo para salvar al mundo.1 Juan 4:9

Más específicamente, ya que el pecado tiene tres conse­cuencias principales, la "salvación" incluye la liberación del hombre de todas ellas. Por medio de Jesucristo, el Salvador, podemos:

1. Ser traídos desde el exilio y reconciliados con Dios;

2. Podemos nacer de nuevo, recibir una nueva naturaleza y ser liberados de nuestra

Esclavitud moral; y

3. Podemos lograr que las viejas dis­cordias sean reemplazadas por una hermandad de amor.

Cristo hizo posible:

El primer aspecto de la salvación me­diante el sufrimiento de su muerte,

El segundo mediante el don del Espíritu Santo, y

El tercero mediante la edifi­cación de su Iglesia

Deuteronomio 21:23 donde dice: "Maldito todo aquel que es colgado en un madero". El hecho de que Jesús terminara su vida colgado en "un madero" (puesto que para los judíos el ser clavado a una cruz equivalía a ser colgado en un madero) significó que estaba bajo la maldición divina.

Lejos de repudiar esta idea, los apóstoles la aceptaron. Pablo la explica en Gálatas 3:10, cuando dice que en Deuteronomio está escrito: "Maldito todo aquel que no persevera en todo lo que está escrito en el libro de la ley para hacerla". Pero "Cristo nos libró de la maldición de la ley, pues él fue hecho objeto de maldición por causa de nosotros, porque la Escritura dice: Maldito todo aquel que es colgado de un madero. El significado de estos versículos en su contexto es claro e ineludible: la justa maldición contra los transgresores, a causa de su quebran­tamiento de la ley, fue transferida a Jesús sobre, la cruz. El nos libró de la maldición tomándola sobre sí mismo cuando murió.

Démosle gracias a Nuestro amoroso Dios por su maravillosa obra hecha por nosotros en la cruz del calvario. Juan 3:16-17.

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