Jamás juzgues a tu hermano en la fe ni lo menosprecies, ni andes hablando mal, estos son mandamientos de Dios.
(Romanos 14:10)
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
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Esto se refiere a que no se debe juzgar a los siervos de Dios.
Si, se puede dialogar o aconsejar, pero no desacreditar su persona y su obra, Dios juzga severamente estas cosas.
(Romanos 14:4)
¿Quién eres tú para juzgar a los sirvientes de otro? Su amo dirá si quedan en pie o caen. Y, con la ayuda del Señor, quedarán en pie y recibirán la aprobación de él.
El es un "empleado ajeno" y es Dios el que "lo empleó" es decir el que lo llamó a su servicio el que debe intervenir.
Nunca lo desacredites delante de la gente, porque vas directamente en contra de la obra de Dios, si Dios lo llamó a servirle El sabe más que tú y el corregirá en el lo que vea que es necesario.