LA SALVACIÓN PROVISTA POR CRISTO Y EL CAMBIO SOBRENATURAL QUE SUCEDE EN TU VIDA.
LA SALVACION PROVISTA POR CRISTO
"Salvación" es un término sumamente amplio. Es un gran error suponer que se refiere meramente al perdón de nuesÂtros pecados. Dios tiene tanto interés en nuestro presente y futuro como en nuestro pasado. Su propósito es en priÂmer lugar reconciliamos consigo, y luego, progresiÂvamente, liberarnos de nuestro egocentrismo y conducirÂnos a una vida en armonÃa con nuestros semejantes. El perdón y la reconciliación los debemos primordialmente a la muerte de Cristo, pero el que nos libera de nosotros mismos es su EspÃritu, y en su Iglesia podemos unirnos en una hermandad de amor. Estos son los aspectos de la salvación provista por Cristo que ahora pasamos a consiÂderar.
El EspÃritu de Cristo
No debemos concebir nuestros pecados como una serie de incidentes desconectados, sino como sÃntomas de una enfermedad moral interna. Para ilustrar esto Jesús empleó en varias ocasiones el sÃmil del árbol y de los frutos. Según él, la calidad de los frutos depende de la calidad del árbol que los produce. "Todo árbol bueno da fruto bueno, y el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni tampoco puede el árbol malo dar fruto bueno. "1
Por consiguiente, la causa de nuestros pecados está en nuestro interior: la naturaleza que hemos heredado está perverÂtida y es egocéntrica. Como dice Jesús, nuestros pecados proceden de adentro, de nuestro "corazón". Por lo tanto, el cambio de conducta depende del cambio de naturaleza. "Si el árbol es bueno, da fruto bueno," dice Jesús.2
Pero, ¿puede ser cambiada la naturaleza humana? ¿Es posible hacer una persona dulce de una persona colérica, una persona humilde de una persona orgullosa, una perÂsona altruista de una persona egoÃsta? La Biblia declara enfáticamente que estos milagros pueden suceder (y suceden a diario). Esta es parte de la gloria del evangelio. Jesucristo ofrece cambiar no sólo nuestra posición delante de Dios, sino también nuestra propia naturaleza. A Nicodemo le habló de la necesidad ineludible de un nuevo nacimiento, y sus palaÂbras mantienen su vigencia en relación a nosotros: "en verdad te digo, que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios… y no te admires de que te diga: `todos tienen que nacer de nuevo’."3
Las palabras que Pablo emplea son en cierto sentido aún más dramáticas. Abruptamente, en una frase que no tiene verbos, afirma: "Si algún hombre está en Cristo es una nueva creación."4 Estamos, pues, frente a la posibilidad de que nos habla el Nuevo Testamento: un nuevo corazón, una nueva naturaleza, un nuevo nacimiento, una nueva creaÂción.
Este tremendo cambio interno es la obra del EspÃritu Santo. El nuevo nacimiento es un nacimiento que viene "de lo alto".5 No viene al caso analizar aquà la misteriosa doctrina de la Trinidad. Para nuestro propósito basta considerar lo que los primeros apóstoles escribieron acerca del EspÃritu Santo ilustrando su enseñanza con su propia experiencia.
En primer lugar, es necesario comprender que el EspÃÂritu Santo no comenzó ni su existencia ni su actividad el dÃa de Pentecostés. El es Dios. Es, por lo tanto, eterno y ha estado activo en el mundo desde su creación. El Antiguo Testamento se refiere con frecuencia a él, y los profetas predicen la época en que su actividad aumentará y se difundirá, cuando Dios pondrá su EspÃritu dentro de su propio pueblo, a fin de hacer posible la obediencia a la ley.
Os daré corazón nuevo, y pondré espÃritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
(Ezequiel 36:26)
Y pondré dentro de vosotros mi EspÃritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
(Ezequiel 36:27)
Lo que los profetas del Antiguo Testamento prediÂjeron, Cristo lo prometió como una expectativa inmediata. Pocas horas antes de morir, apartados del aposento alto con los Doce, habló del "Consolador", "el EspÃritu de Verdad", que vendrÃa y ocuparÃa su lugar.
En efecto, la presencia del EspÃritu Santo serÃa para ellos aún mejor que su propia presencia terrenal. "Es mejor para ustedes que yo me vaya -dijo-. Porque si no me voy, no vendrá para estar con ustedes el que les ayuda y anima, pero si me voy, yo le enviaré." La ventaja radicaba en esto principalmente: Cristo habÃa estado con ellos, al lado de ellos; pero "él está con ustedes y se quedará siempre en ustedes".6
Hay un sentido en el cual podemos decir que el minisÂterio de enseñanza de Jesús habÃa fracasado. Varias veces habÃa puesto a un niño en medio de sus discÃpulos para decirles que debÃan ser humildes como él; pero Simón Pedro siguió siendo orgulloso y prepotente. A menudo les habÃa enseñado a amarse mutuamente, pero al parecer
1 Mateo 7:17,18.
2 Mateo 12:33.
3 Juan 3:3-7.
4 2 Corintios 5:17, literalmente.
5 Juan 3:6.
6 Juan 16:7; 14:17.
Juan siguió haciendo honor a su apodo ("hijo del trueÂno") hasta el fin. Sin embargo, cuando uno lee la Primera Carta de Pedro no puede dejar de notar referencias a la humildad, y las cartas de Juan abundan en amor. ¿A qué se debe la diferencia? Al EspÃritu Santo. Jesús les enseñó a ser humildes y amorosos, pero ninguna de esas cualiÂdades se manifestó en su vida hasta que el EspÃritu Santo entró en su personalidad y comenzó a cambiarlos desde adentro.
El dÃa de Pentecostés "todos fueron llenados del EsÂpÃritu Santo". Nadie piense que ésta fue una extraña experiencia reservada para los apóstoles y otros santos eminentes. "Sean llenos del EspÃritu Santo" Efesios 5:18 es un manÂdato que se da a todos los cristianos.
La presencia interna del EspÃritu Santo es el certificado de nacimiento espiriÂtual de cada cristiano. En efecto, si el EspÃritu Santo no ha fijado su residencia en nosotros, no somos realmente cristianos. Como Pablo dice, "el que no tiene el EspÃritu de Cristo, no es de Cristo."7
Esto es, pues, lo que enseña el Nuevo Testamento. Cuando ponemos nuestra confianza en el Señor Jesucristo y nos entregamos a él, el EspÃritu Santo toma posesión de nosotros. Dios lo envÃa a ;nuestro "corazón". El hace de nuestro cuerpo su templo.8
Esto no quiere decir que de aquà en adelante estamos exentos de la posibilidad de pecar. Al contrario, el conÂflicto se intensifica; pero, por otro lado, se ha abierto un camino de victoria. En Gálatas 5 el apóstol Pablo proporÂciona una vÃvida descripción de esa batalla. Los combaÂtientes son la "carne" (el nombre que él da a nuestra naturaleza egoÃsta que hemos heredado) y "el EspÃritu". "Los deseos puramente humanos -dice- están contra el EspÃritu de Dios, y el EspÃritu está contra los deseos puramente humanos. Están en contra uno de otra, y por eso ustedes no pueden hacer las cosas que quisieran."9
Esto no es una árida teorización teológica: es la expeÂriencia diaria de todo cristiano. Somos conscientes de deseos pecaminosos que ejercen presión sobre nosotros; pero ahora también nos damos cuenta de una fuerza contraria que nos tira hacia arriba para que vivamos en santidad. Si "la carne" tuviera sueltas las riendas, nos arrojarÃa a la oscura selva de inmoralidad y vicio que Pablo menciona en los versÃculos 19 a 21. Por otra parte, si permitimos que el EspÃritu Santo tenga la primacÃa, el resultado será "amor, alegrÃa, paciencia, amabilidad, bonÂdad, fidelidad, humildad y dominio propio" (versÃculos 22 y 23). A estas atractivas virtudes Pablo las denomina "el fruto del EspÃritu". Se compara el carácter humano con una huerta que el EspÃritu Santo está cultivando. Si el árbol es bueno, su fruto también será bueno.
¿Cómo se puede dominar "la carne", de manera que "el fruto del EspÃritu" crezca y madure? La respuesta está en la actitud interna que adoptemos frente a cada uno de los dos. "Los que son de Cristo, ya han crucifiÂcado la naturaleza humana junto con sus pasiones y deÂseos." "Vivan según el EspÃritu, y asà no seguirán sus propios deseos humanos."10 Frente a "la carne" debemos asumir una actitud de dura resistencia y despiadado reÂchazo, tan firme que se la pueda describir como una "crucifixión"; pero al EspÃritu que mora en nosotros debemos rendir confiadamente el dominio indiscutido de nuestra vida. Cuanto más nos habituemos a negarnos a la carne y a rendirnos al EspÃritu, tanto más desaparecerán las abominables obras de la carne y serán reemplazadas por el hermoso fruto del EspÃritu.
7 Hechos 2:4; Efesios 5:18; Romanos
8 Gálatas 4:6; 1 Corintios 6:19.
9 Gálatas 5:17. La expresión "la carne", que se usa en la Versión Reina-Valera, traduce el texto griego literalmente. La Versión Popular interpreta "la carne" como "la naturaleza humana" y "los deseos de la carne" como "los deseos puramente humanos" (N. del T.).
l0 Gálatas 5:24, 16.
Pablo enseña la misma verdad en 2 Corintios 3:18: "Todos nosotros, como ya no tenemos la cara tapada con un velo, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor; y asà nosotros mismos vamos llegando a ser más y más como Cristo, porque cada vez tenemos más y más de su gloria. Esto es lo que hace el Señor, que es EspÃritu." Mientras continuemos mirando fijamente a Cristo, seremos transformados a su imagen mediante el poder de su EspÃÂritu. Nuestra parte es el arrepentimiento, la fe, la disciÂplina y el propósito de hacer la voluntad e Dios, pero la santidad es esencialmente la obra del EspÃriÂtu Santo.
William Temple solÃa ilustrar este punto de la siguiente manera. No se saca nada -decÃa- dándome un drama como Hamlet o El Rey Lear y pidiéndome que escriba algo igual. Shakespeare podÃa hacerlo, yo no. Y no se saca nada mostrándome una vida como la de Jesús y diÂciéndome que yo viva asÃ. Jesús podÃa hacerlo, yo no. Pero si el genio de Shakespeare pudiera venir y vivir en mÃ, entonces yo podrÃa escribir dramas como los de él (pero eso es imposible) Y si el EspÃritu de Jesús pudiera venir y vivir en mÃ, entonÂces yo podrÃa vivir como él (y eso si sucede a cada cristiano verdadero). Este es el secreto de la santidad cristiana. No se trata de que nos esforcemos por vivir como Jesús, sino de que él venga y viva en nosotros por medio de su EspÃritu. No basta tenerlo como ejemÂplo: lo necesitamos como Salvador.
El castigo de nuestros pecados nos es perdonado por medio de su muerte expiatoria; el poder de nuestros pecados es roto por medio de su EspÃritu que mora en nosotros.
11"Y cada virtud que poseemos,/ Y cada victoria ganada,! Y cada pensamiento de santidad,/ Son suyos solamente,/ EspÃritu de puÂreza y gracia,/ Mira con piedad nuestra debilidad;/ ¡Oh, haz de nuestro corazón tu morada.
Entrégale tu corazón a Jesús por medio de una sencilla oración y experimentarás el milagro más grande que puede suceder en este mundo: Serás salvo y Jesús y su espÃritu Santo harán su morada en ti.
Buscó a dios, y necesitó ayuda para desechar mi vieja personalidad, y nacer de nuevo en cristo. Me agradarÃa recibir refrigerio para mi alma con ustedes.
Lo vas a lograr. Te recomiendo que escuches este audio en algun momento de tranquilidad que te puedas hacer con tus auriculares o parlantes en cualquier dispositivo:
http://diosparatodos.com/como-pasar-la-eternidad-con-dios-2/
Aqui te dejo un material para empezar a orientar tu vida hacia Dios. Perdona la demora de la respuesta.
http://elcieloesunlugar.hol.es/gestor/descargas/discipulado/La%20Vida%20Cristiana%2018%20libros/1%20-%20SU%20NUEVA%20VIDA/01_Su%20nueva%20Vida.pdf
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