Llegamos a nuestra última etapa en esta aventura HACIA UNA SANTIDAD PRÁCTICA EN EL DISCIPULADO. Hemos apren­dido algo de nuestra naturaleza triple, y ya conocemos algunos aspectos importantes de la santidad, que incluyen nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Conocemos la armadura de Dios para tener victoria sobre las tenta­ciones y las acechanzas del diablo, y la gran ayuda que significa el ayuno como disciplina en nuestra vida. Hemos visto también el privilegio que tenemos como hijos de Dios de recibir sanidad para nuestros cuerpos, así como la sanidad de nuestra alma y liberación de toda opresión maligna.

Es hermoso poder vivir en victoria y agradando a nuestro Dios, quien «nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia» (Efesios 1:4-6).
Pero la santidad no es algo personal o individual solamente, o sólo en nuestra relación con Dios, sino que debe ser también una realidad en nuestra relación con los demás. Dios nos dice en lP 1:15: «Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir». Y esto incluye nuestro trato con todas las demás personas. Por ello el título de esta lección.
Vamos a ver, pues, a la luz de la Palabra de Dios, cómo vivir una santidad práctica en las relaciones más importantes de nuestra vida cotidiana.

A. SANTIDAD PRÁCTICA EN LA IGLESIA

El hecho de llamarnos con tanta frecuencia «hermanos» en la iglesia, puede hacer que perdamos conciencia de la profundidad de nuestra relación como miembros del cuerpo de Cristo. A pesar de todos los defectos que podamos tener, y los errores que podamos cometer, somos hijos de un mismo Padre, tenemos un mismo Salvador, somos templo del mismo Espíritu Santo, y tenemos el mismo destino eterno: la gloria con Dios.

Apocalipsis 22:3-4 dice acerca de la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial: «y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes». ¡Hermoso cuadro de todos los redimidos, los que nos llamamos hermanos ahora, viendo su rostro, y unidos por el mismo nombre precioso de Jesús!
¿Cómo vivir una santidad práctica en nuestra relación con nuestros hermanos en Cristo? Según los textos siguientes, cómo debemos actuar con ellos?
a. Romanos 12:10:
b. Romanos 12:16:
c. Romanos 13:8:
d. Romanos 14:13:
e. Gálatas 5:13:
f. Gálatas 5:26:
g. Efesios 4:2:
h. Efesios 4:25:
La santidad no es misticismo, sino algo profundamente práctico. No es tener una aureola sobre la cabeza, sino vivir el amor a Dios amando a nuestros hermanos de una manera real. En 1 Juan 4:20,21 Juan lo resume muy bien. Léelo.

B. SANTIDAD PRÁCTICA EN LA FAMILIA

El segundo lugar donde debemos vivir en santidad es en nuestra familia. Estamos en la iglesia sólo algunas horas a la semana, pero convivimos con la familia mucho más tiempo. El pastor y los hermanos no conocen muchas áreas de nuestra intimidad. Pero nuestra familia sí, y no podemos engañarlos.

La Palabra de Dios nos muestra la importancia de la familia al usarla como símbolo de la relación entre Cristo y su iglesia. En Efesios 5:31-32 leemos: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá -1 a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas ‘yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia».
Veamos las normas divinas para vivir una santidad práctica en nuestras relaciones familiares. Anota los mandatos para cada miembro de la familia en los siguientes textos, examinándote a ti mismo con toda honestidad, y pidiendo a Dios que te ayude a corregir aquello en que estas fallando:
a. Deuteromio 6:5-9:     
b. Efesios 5:22-24:
c. Efesios 5:25-28:
d. Efesios 6:1-3:
En el matrimonio cristiano no hay lugar para machismos o feminismos, sino el reconocimiento de dos funciones diferentes y complemen­tarias. La  responsabilidad que Dios ha dado al hombre implica autoridad, pero autoridad en amor y respeto. No autoritarismo. Pedro añade en 1 Pedro 3:7:
«Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso mas frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo». ¿Caben los maltratos a la esposa?
e. Efesios 6:4; Colosenses 3:21:
f. Colosenses 3:19; 1 Pedro 3:7:
g. 1 Corintios 7:3-5:
h. 1 Timoteo 5:4:
e. 1 Timoteo 5:8:
Aunque los textos que hemos visto no son exhaustivos en cuanto a todas las relaciones posibles dentro de la familia, sí nos dan una idea bastante completa de cómo debe ser nuestro comportamiento dentro de ella.
El dicho popular dice: «La caridad comienza por casa». Todo lo que la Palabra de Dios nos enseña en cuanto a nuestro trato con los hermanos en Cristo, debe ser, con mayor razón, una realidad en nuestro trato con los miembros de nuestra familia.

C. SANTIDAD PRÁCTICA EN EL TRABAJO

El hijo de Dios está en el mundo aunque no pertenece a él, y el trabajo como medio de subsistencia es parte de la vida en el mundo. Jesús dijo: «Vosotros sois la sal de la tierra… la luz del mundo» (Mateo 5:13-14). La sal sirve para preservar de corrupción, así como para dar sabor. La luz ahuyenta las tinieblas.

Igualmente la vida del hijo de Dios debe ser tal, que combata la corrupción en el mundo, dé un sabor distinto a la vida de aquellos con quienes tiene relación, y ahuyente las tinieblas que imperan en el mundo, especialmente en el mundo del trabajo, sea éste profesional, comercial, o de cualquier otra índole, y aunque signifique no ser bien visto por los demás (Juan 15:18-19).
Resume en pocas palabras la enseñanza de la Palabra de Dios en cada uno de los pasajes siguientes:
a. Deuteronomio 24:14-15:
b. Proverbios 20:10:
d. Proverbios 28:6:
e. Efesios 4:28:
 f. Efesios 6:5-9:
g. 1 Tesalonicenses 4:11-12:
h. 2 Tesalonicenses 3:11-12:
Ante las presiones del mundo mercantilista en que vivimos, con sus normas éticas tan relativistas y rebajadas, es bueno recordar la amones­tación de Dios a Jeremías: «Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré como muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes» (Jeremías 15:19-20).

D. SANTIDAD EN TODAS LAS RELACIONES INTERPERSONALES

¿Recuerdas 1 Pedro 1:15?: «Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir». La santidad es el resultado de la obra regene­radora del Espíritu Santo en nosotros, más la respuesta de nuestro ser en obediencia a sus impulsos, por gratitud y amor ante su gran amor.

Es un principio de vida que debe reflejarse en todas nuestras relacio­nes interpersonales, y no solamente en la iglesia, la familia y el trabajo. Por ejemplo:
1. Debemos vivir una santidad práctica en nuestras relaciones con compañeros de estudios, maestros o alumnos. ¿Es correcto que un hijo de Dios «copie» en un examen? ¿O que le «sople» a un compañero?. ¿Que un maestro cristiano sea injusto?

2. Debemos vivir una santidad práctica en las relaciones con nuestros amigos, siendo leales para con ellos.

3. Los jóvenes deben vivir una santidad práctica en sus relaciones con el sexo opuesto, no buscando «aventuras» o «pasar el rato», sino con un profundo respeto a la santidad del sexo y del matrimonio, buscando la dirección de Dios y su aprobación por encima de los impulsos de las emociones. Dios dijo siglos atrás: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas» y Pablo aconsejó a Timoteo: «Huye también de las pasiones juveniles» (2 Timoteo 2:22).
Todo esto es posible porque Dios te ha dado el poder por su Espíritu Santo. La oración, la meditación en la Palabra y el ejercicio de tu fe y voluntad te permitirán vivir en esa santidad práctica que tu espíritu anhela, y Dios anhela para ti.

Memoriza los siguientes versículos

«Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.»
Romanos 6:22
«Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.»
1, Pedro 1:15
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