El cristianismo genuino no es sólo asistir a los cultos y gozarse en la alabanza y adoración a Dios, ser testigos o participantes en sanidades y milagros, orar en lenguas y gozarse al ver los dones del Espíritu funcionando en un culto, y escuchando un hermoso sermón.
¿Recuerdas que vimos en Efesios 4:11-16, cómo Dios ha dado a su iglesia los dones del ministerio? ¿Recuerdas para qué fueron dados?: "a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio…"

(Efesios 4:11)
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,

(Efesios 4:12)
a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

(Efesios 4:13)
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

(Efesios 4:14)
para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,

(Efesios 4:15)
sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,

(Efesios 4:16)
de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Este perfeccionamiento, este continuo crecimiento en el conocimiento de Cristo tiene una meta: llegar a "la estatura de la plenitud de Cristo". Pero, avanzamos a esa meta haciendo "la obra del ministerio". Es decir, sirviéndole en un compromiso absoluto, porque le hemos reconocido como nuestro Señor, y ese compromiso nos lleva al DISCIPULADO, que tiene demandas muy claras para nosotros.
El énfasis humanista y materialista de nuestro tiempo ha hecho que, consciente o inconscientemente, los cristianos olviden un poco las demandas del Señor Jesús. A veces el egoísmo de nos impulsa a recibir, recibir y recibir bendiciones, pero no a dar.
Además, con frecuencia cedemos ante las presiones y "cantos de sirena" del mundo, y llegamos a pensar que no nos hace daño un poco de ese "mundo", o que tenemos derecho a ello.
Pero el precio de nuestra salvación: la muerte de Cristo y el inmenso amor de Dios demostrado en la cruz del Calvario, no pueden tener otra respuesta que la entrega de "todo nuestro ser. Espíritu, alma y cuerpo"

(1 Tesalonicenses 5:23).
Veamos, pues, en la Palabra de Dios, las demandas que Jesús nos plantea como discípulos suyos:

A. AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS
1. Lee Marcos 12:30-31. ¿Cuál es el primer mandamiento de Dios?
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.

2. Lee Lucas 14:26. ¿Cuál es la condición para ser discípulo de Jesús?
Si alguno viene a mí y no aborrece…y aún también su propia vida no puede ser mi discípulo.
Estas palabras tan duras, hay que entenderlas en el contexto de la cultura hebrea y sus giros lingüísticos. La Palabra de Dios no puede contradecirse, y si tomamos literalmente este pasaje, estaría en conflicto con el mandamiento de Dios de amar a padre y madre.
La explicación es que este hebraísmo significa sólo que el amor de un discípulo de Jesús por él debe ser tan grande, que su amor por sus familiares más cercanos podría compararse con el aborrecimiento.

B. AMOR POR LOS HERMANOS
1.
En Juan 13:35, ¿cuál es la credencial del discipulado cristiano?
En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros.

2. Romanos 13:8. ¿Cuál es la deuda que nunca terminamos de pagar?
Amarnos los unos a los otros, porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley.

3. 2 Corintios 12:15. ¿Cómo amaba Pablo a los hermanos?
Y con el mayor placer gastaré lo mío y aún yo mismo me gastaré del todo por amor a vuestras almas.
Esta es una demanda clarísima del Señor a sus discípulos, consecuencia lógica del segundo gran mandamiento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39), y considerando que nuestros hermanos en la fe son los más próximos, perdonados por la misma sangre, renacidos por el mismo Espíritu, y compañeros de peregrinaje hacia la eternidad.

C. DISPOSICIÓN PARA EL SERVICIO
La tercera demanda de Jesús es una disposición plena al servicio a Dios y a los hermanos. Un discípulo es más que un "creyente". Es un servidor, o en palabras de Pablo en todas sus epístolas: "siervo de Dios", ("siervo" es traducción del griego doulos, que significa esclavo).

1. Mateo 20:25-28. ¿En qué consiste la grandeza en el discipulado cristiano?
(Mateo 20:25)
Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.
(Mateo 20:26)
Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
(Mateo 20:27)
y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;
(Mateo 20:28)
como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

2. Juan 13:13-17. ¿Qué ejemplo nos ha dejado Jesús?
(Juan 13:13)
Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.
(Juan 13:14)
Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
(Juan 13:15)
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
(Juan 13:16)
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
(Juan 13:17)
Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

3. Gálatas 5:13. ¿Cómo debemos servirnos los unos a los otros?
(Gálatas 5:13)
Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.

D. OBEDIENCIA AL SEÑOR
1. Según Juan 8:31, ¿cuál es otra condición para ser verdaderos discípulos de Jesús?
Si vosotros permanecéis en mi palabra seréis verdaderamente mis discípulos.

2. Lee Lucas 6:46-49. ¿Cuál es la queja de Jesús contra algunos de sus discípulos?
Por que me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo.

3. ¿Qué resultado produce el oír las palabras de Jesús y obedecerlas?
Edificar su casa sobre la roca.
(Lucas 6:46)
¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
(Lucas 6:47)
Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
(Lucas 6:48)
Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
Si creemos en Cristo y le amamos, debemos obedecerle, de la misma manera en que creemos en nuestros padres y les obedecemos porque les amamos, aunque no tengamos otra prueba tangible de que lo sean realmente, sino sólo nuestro instinto filial (fe), y nuestra gratitud por sus cuidados y amor. La desobediencia fue un ingrediente básico en el pecado de Adán, y es uno de los rasgos que más resalta de la naturaleza humana caída. Por eso Dios demanda obediencia a los que le aman, lo cual debe ser un rasgo característico en sus vidas, y especialmente en los que quieren ser genuinos discípulos del Señor. Fe y obediencia siempre deben ir juntas.

E. UNA VIDA FRUCTÍFERA
Una de las necesidades fundamentales del ser humano es el vivir una vida útil, con propósito y trascendencia. Lamentablemente la mayoría de las personas llegan a la ancianidad y a la muerte sin haber visto satisfecha esta necesidad, porque todos los logros o "frutos" en la vida, separados de Dios, son temporales y no trascienden a la eternidad. Es por esto que la ancianidad, en la mayoría de los casos, es símbolo de frustración, tristeza y decepción de la vida, porque uno de los anhelos más fuertes: el de una vida fructífera, ha quedado insatisfecho. Dios, en su amor por su criatura, y sabiendo lo que necesitamos, no solamente nos permite tener una vida fructífera, sino que de hecho lo demanda de sus discípulos, no porque El necesite de nosotros, sino porque nosotros lo necesitamos.

1. Lee Juan 15:1-8. Según el v.8, ¿cuál es la demanda de Dios para ser verdaderos discípulos de Jesús?
Fruto.
2. ¿Qué cantidad de fruto demanda Dios de nuestra vida?
Mucho
3. El concepto de frutos en la vida del discípulo es muy amplio. Lee los siguientes pasajes, y anota qué cosas pueden ser los frutos que Jesús demanda, orando que Dios te revele si están faltando en tu vida, y pidiéndole que te ayude a abundar en ellos:
(Juan 4:34)
Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
(Juan 4:35)
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
(Juan 4:36)
Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.
(Romanos 6:22)
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
(2 Corintios 9:7)
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
(2 Corintios 9:8)
Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
(2 Corintios 9:9)
como está escrito:
Repartió, dio a los pobres;
Su justicia permanece para siempre.
(2 Corintios 9:10)
Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia,
(2 Corintios 9:11)
para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.
(Gálatas 5:22)
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
(Gálatas 5:23)
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
(Filipenses 1:9)
Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento,
(Filipenses 1:10)
para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,
(Filipenses 1:11)
llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
(Colosenses 1:10)
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
(Tito 3:14)
Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.
(2 Pedro 1:8)
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

F. SUJECIÓN A LA DISCIPLINA DE LA IGLESIA
En el Nuevo Testamento hay dos palabras griegas relacionadas con el discipulado: mathetes, que significa aprendiz, discípulo, uno que aprende con esfuerzo de su maestro (Mateo 9:14; 10:1), y paidefa, que significa enseñar, discipular, incluyendo corrección y castigo (Hechos 7:22; Hebreos 12:6-10; 2 Timoteo 3:16).
Por lo tanto, todo discípulo es un aprendiz, que debe ser instruido y corregido con firmeza, si es necesario, como parte del proceso de discipulado. La disciplina, pues, hay que entenderla como algo necesario para nuestro crecimiento espiritual, como una ayuda en nuestro anhelo de llegar a ser semejantes a Cristo, y como expresión del amor de Dios por medio de la Iglesia a cada hijo suyo

1. Lee Hebreos 12:5-11. ¿Por qué no debemos menospreciar la disciplina del Señor?
Porque el Señor al que ama disciplina.
2. Según el v.10, ¿para qué somos disciplinados?
Para que seamos más santos como Jesús.
3. ¿Cuál es la promesa si nos sometemos a la disciplina del Señor, aunque sea dolorosa?
Da fruto apacible de justicia.
(Hebreos 12:5)
y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
(Hebreos 12:6)
Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
(Hebreos 12:7)
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
(Hebreos 12:8)
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
(Hebreos 12:9)
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
(Hebreos 12:10)
Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
(Hebreos 12:11)
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

Memoriza el siguiente versículo

"En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos."
Juan 15:8
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