a) Escrituras clave
Juan 12:23-33Hebreos 12:1-3
Gálatas 3:13
Corintios 1:23-25
Marcos 8:34-38
b) Introducción
La expiación es Dios satisfaciendo las exigencias de su propia naturaleza santa, a la vez que manifestando la intensidad de su amor hacia la humanidad. Dios hizo que Jesús llevara el castigo de nuestros pecados y que llevara nuestra culpa en Sí mismo como nuestro sustituto (1 Pedro 2:24). Jesús hizo algo más que lo que hizo jamás el concepto antiguo testamentario de ofrenda por el pecado. El se convirtió en nuestro sustituto, no sólo por el hecho de llevar el pecado sobre sí mismo, sino por llevar nuestro pecado en sí mismo (2 Corintios 5:21). La victoria sobre el pecado, la muerte y el poder de Satanás fue no solamente obrada por El, fue lograda en El.
c) La diferencia entre el pecado y lo pecaminoso
Jesús realmente fue hecho pecado con nuestro pecado. Jesús no se convirtió en pecador; es decir, no era pecaminoso. No fue castigado por ningún pecado propio, sino que llevó en sí mismo el castigo por nuestros pecados. Jesús se ofreció como sacrificio perfecto sin mancha (Hebreos 9:14). P.T. Forsyth dijo sobre Jesús: «Dios le hizo pecado, le trató como si fuera pecado pero no le vio como pecaminoso. Dios amorosamente le trató como a pecado humano, y con su consentimiento juzgó el pecado humano en El y sobre El. Cristo nunca pudo confesar culpabilidad personal». Este es el corazón del Calvario. Dios no hizo frente a la cuestión del pecado meramente observando la muerte física de su Hijo. No, Jesús entró en esa muerte. El pecado del hombre y la desobediencia a Dios tiene muchos resultados; por ejemplo, la muerte física del hombre; juicio y abandono divino; muerte hacia Dios; opresión y esclavitud de Satanás; y enfermedad. Para que el hombre fuera liberado del hecho y efecto de su pecado, el Hijo necesitaba llevar todo ese pecado en sí mismo. El Hijo de Dios se convirtió en todo nuestro pecado. Necesitamos venir en temor reverencial al Calvario.
d) La diferencia entre humano y mortal
El ser humano, en cuanto a nosotros, es ser mortal. Pero Dios originalmente no creó el hombre para ser mortal, es decir, sujeto a la muerte. Génesis 3:22 deja claro que Dios expulsó al hombre del jardín de Edén para impedir que comiera del árbol de vida por el cual podría vivir para siempre. Dios aislaba al hombre de la fuente de su vida eterna por su desobediencia. Desde ese momento en adelante, el hombre pasó a estar sujeto a la muerte como juicio de Dios y, si tomas el registro bíblico en serio, sus años empezaron a ser más cortos cuanto más lejos iban de sus principios con Dios, hasta que fueron puestos a 120 años en términos del viejo pacto (Génesis 6:3). Sin embargo, la mayoría de nosotros solamente llegaremos a los 70-80 años (Salmo 90:10).
Jesús mismo no estaba sujeto a la muerte del hombre hasta que llevara el pecado en Sí mismo, porque la muerte es el resultado del pecado (Romanos 5:12). Jesús no era pecaminoso, por tanto no vivió su vida bajo la amenaza de la muerte como resultado necesario del pecado. Jesús fue el único hombre que jamás haya vivido que tenía la autoridad de vida en El (Juan 10:17-18). Esta es la tremenda realidad del Calvario. El único que no tenía necesidad de morir, ya sea espiritualmente o físicamente, fue el mismo que llevó la muerte en sí mismo para romper el poder de la misma (Hebreos 2:14-15). En la cruz fue el Inmortal quien fue matado. Jesús fue humano pero inmortal. La lucha de Jesús en el jardín de Getsemaní fue debida a la horrenda realidad que reconoció que estaba delante de El. Sabía que iba a tomar el pecado humano en Sí mismo e iba a conocer la muerte como resultado, pero se sometió completamente a la voluntad del Padre. Ningún hombre con fuerza humana normal hubiera podido enfrentarse jamás a lo que Jesús se enfrentó (Lucas 22:41-44).
Aquí es donde está el poder del Calvario en nosotros: no cuando intentamos comprenderlo todo, porque no lo haremos nunca; sino cuando nos humillamos ante El, aceptamos su misterio y poder y cuando recibimos en nosotros mismos su efecto salvador.
El Hijo de Dios el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
(Gálatas 2:20)
e) Nacido de Dios, no de Adán
La verdad del nacimiento virginal es de suma importancia para nuestro entendimiento tanto de la vida como de la muerte de Jesús. Está claro que la vida que Jesús vivió fue vivida en un cuerpo real de carne. No puede haber duda en que experimentó tentaciones reales. El fundamento de su humanidad era igual al fundamento de nuestra humanidad en cuanto a esto se refiere (Hebreos 4:15). Sin embargo, había algo en Jesús que le diferencia de todos los demás hombres. No estaba sujeto al pecado, y tenía el poder para vencer toda tentación que venía a su puerta. Jesús no nació de Adán: nació del Espíritu Santo.
Este no es el caso de los hombres cuando nacen en el mundo. Toman su linaje del viejo Adán; toman sus debilidades del viejo Adán; toman su pecado del viejo Adán. Jesús es el último Adán, el hombre del cielo (1 Corintios 15:45-49). Es como ellos en cuerpo, pero no en espíritu. Los hombres no toman la semejanza del hombre del cielo hasta que ellos también nazcan de Dios por medio del Espíritu Santo (Romanos 8:3; Juan 1:12-13).
f) Jesús venció el pecado
Jesús tuvo que vencer el pecado a dos niveles. Primero, al nivel de la vida cotidiana, donde venció el dominio del pecado en la carne por su perfecta obediencia al Padre en el poder del Espíritu Santo. Segundo, en términos del juicio de Dios sobre el pecado, por medio del cual recibió en sí mismo el castigo del pecado y de ese modo expió totalmente por ello, y derrotó el poder de la muerte por Su propia muerte en la cruz. Jesús nació del Espíritu y vivió en el poder del Espíritu. Nunca supo lo que era pecar. En efecto, Jesús vivió al nivel de la verdadera humanidad para la cual Adán fue creado y en la cual vivió hasta que cayó por la desobediencia. Jesús tenía un cuerpo real de carne. Era como el nuestro, ya que era susceptible a la tentación, como era la carne de Adán antes de caer. Pero era diferente al nuestro en que era gobernado por el Espíritu de Dios, y nunca conoció la realidad del pecado hasta el fin. Aquí es donde vemos la inmensidad de su ofrenda en la cruz. En este momento hizo algo que nunca había experimentado antes, se abrió a la realidad y efectos del pecado dentro de su propio cuerpo. No a su pecado, sino al pecado de todos los demás hombres, y en Sí mismo recogió todos sus horribles efectos y juicio (2 Corintios 5:21). A.W. Tozer escribió: «La vieja cruz es un símbolo de muerte. Representa el repentino fin violento de un ser humano. En tiempos romanos el hombre que llevaba su cruz y empezaba el camino no volvía. No salía para que redimieran su vida, sino para que la acabaran».
g) Preguntas y puntos de discusión
1. Lee Lucas 22:39-46 y Mateo 26:36-46. ¿Por qué crees que Jesús pasó por este momento y por quién lo hizo?
2. ¿Cómo se ocupó de nuestro pecado? (Hebreos 4:15; 9:26).
3. ¿Por qué era el sacrificio de Jesús en la cruz aceptable a Dios para nuestra salvación? (2 Corintios 5:21; Romanos 8:3-4).
4. ¿Por qué tenemos vida eterna como resultado de la obra de Jesús en la cruz? (Romanos 6:5-14, 23).
5. ¿Por qué se llama Jesús el último o segundo Adán? (1 Corintios 15:22, 45-49).
h) Resumen y aplicación
1. Nuestro Padre celestial ofreció a su Hijo puro y sin pecado en la cruz para ser pecado por todos los hombres.
2. El hombre produjo su propia caída debido a su propia desobediencia, pero Dios alzó a Jesucristo, el último o segundo Adán para romper el poder de ésta y librarnos.
3. Jesús es nuestro sustituto. El castigo que merecemos, El lo llevó en su Yo sin pecado en la cruz del Calvario.
4. Cuando nos damos cuenta de cuánto Jesús tuvo que sufrir por nosotros, ¿podemos hacer menos que tomar nuestra propia cruz, como nos
lo pide, y seguirle a El?