(Marcos 8:34)
Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Negarse a si mismo y estar dispuesto a llevar nuestra pequeña cruz siguiendo a Jesús es la clave de la felicidad y de la aceptación de Dios.
Negarse a sí mismo es no importarle lo que otros piensen de usted sino de Dios. Es estar dispuesto a obedecer a Dios y ser veraz siempre, sin hacer las cosas para recibir la aprobación de la gente sino de su Padre celestial.
Usted no hará “muchas cosas” aunque sean lícitas porque su preocupación será, no su reputación sino la de Dios y no hará nada que provoque que la gente piense mal de su amado Padre.
Usted no será una “piedra de tropiezo” para otros haciendo cosas aún no pecaminosas, pero que afecte a la gente que le rodea, porque las ama con el amor de Dios y ama a su padre celestial más que a sí mismo.
La humildad y la obediencia es muy importante para Dios y la soberbia y el orgullo es despreciable para El.
El orgullo es la exaltación de uno mismo y el amor a ser reconocido y persigue solo sus propios intereses y no los de Dios.
(Mateo 23:12)
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
(Santiago 4:6)
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.