Si usted no ama su ciudad, usted no llorará sobre ella. Pero si usted la ama y ama a las personas clamará por ella a Dios.
Jesús lloró por Jerusalén y luego entregó su vida para salvar a todos. Esa debe ser nuestra actitud como cristianos.
(Lucas 19:41)
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
(Mateo 5:4)
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
(Mateo 5:6)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Ellos verán lo que anhelan.
Repitamos esto: Si usted no ama su ciudad, usted no llorará sobre ella. Pero si usted la ama y ama a las personas clamará por ella a Dios.
Dios usará las lágrimas de sus hijos y su clamor para traer grandes transformaciones.