Este siglo XX (Este libro fue escrito antes del año 2000)

Soy un pescador de almas por todo lo que he experimentado.

Durante más de tres décadas, hemos dirigido cruzadas evangelísticas masivas. En casi setenta naciones, 1a respuesta ha sido la misma.

Nuestras últimas cruzadas han sido iguales a las primeras, 1a misma estrategia, los mismos mensajes, la misma hambre, las mismas multitudes, los mismos resultados.

Gracias a Dios, que aunque nosotros los seres humanos, llegamos y nos vamos, el Evangelio es el mismo en todas las generaciones, cuando es proclamado en el poder del Espíritu Santo.

Alrededor de todo el mundo, hemos comprobado que la gente de todas las razas, religiones y credos quiere conocer realmente a Dios. Todas tienen sus formas de orar, pero, sus almas no están satisfechas sino con Cristo. Buscando siempre la realidad, son incapaces de encontrar aquello que buscan. Oran de diferente forma, mas no encuentran ninguna respuesta. Buscan a Dios, mas no le hallan

¡Pero una vez que se les ha dado la oportunidad de oír el Evangelio en lenguaje sencillo, se lanzan casi que en estampida para recibir al Señor Jesucristo como su Salvador!

En Nigeria, nunca predicamos en contra de sus adornos y sus fetiches, los cuales se cuelgan alrededor de sus piernas, cintura, brazos y cuello. Pero bastó que aprendieran de Cristo y de cómo recibirle en sus vidas para que empezaran a quitarse todos aquellos colgandejos de sus cuerpos y a dejarlos en la plataforma.

Costales de Amuletos

Tuvimos que cargar costales llenos de amuletos fuera del área de la campaña.

Era de simple 1ógica para aquella gente: Si el Hijo del gran Dios Creador ha venido a morar en cada una de sus vidas y a vivir con ellos y en ellos, ya no necesitaban amuletos ni fetiches para mantener alejados a los demonios. ¡Cristo era suficiente!

Yo soy un pescador de almas por todo lo que he experimentado. Permítame explicarle lo que quiero decir.

Mi esposa y yo fuimos a la India como jóvenes misioneros. Hubo pocos milagros en nuestro ministerio. Entonces, no entendíamos la fe real. Ganamos algunas almas pero, en general fue un fracaso. Cuando yo predicaba a1 Señor Jesucristo, los hindúes lo aceptaban en teoría como otro simpático dios por añadir a sus otros millones, pero, no hubo ningún cambio.

Los musulmanes razonaban: ¿Cómo sabe usted que Jesucristo es el Hijo de Dios o que Dios le levantó de los muertos?

Ellos afirmaban: "¡No es cierto! ¡El está muerto! Era un buen hombre, mas no el Hijo de Dios, ¡y menos aun fue levantado de entre los muertos!".

Afirmaban que Mahoma era el profeta de Dios Y que el otro libro era la Palabra de Dios.

Yo declaraba que la Biblia era la Palabra de Dios Y que Jesucristo era Su Hijo.

"¡Pruébelo, entonces!" decían ellos.

"¡Lo haré! Miren estos versículos. ¡Escuchen lo que dice allí!".

Y empezaba a leer de mi Biblia.

"Oh no", respondían: "¡Esa no es la Palabra de Dios! Esa no es prueba. ¡Esta es la Palabra de Dios!" Y levantaban el Corán.

¿Cómo probarles que la Biblia es la Palabra de Dios? Yo no podría, sin hacer milagros.

¿Cuál era la Palabra de Dios – La Biblia o el Corán?

Regresamos a América, enfermos, descorazonados, quebrantados en el espíritu; mas nunca nos dimos por vencidos. Ayunábamos y orábamos.

Habíamos visto las multitudes de desfavorecidos. Necesitaban a Cristo. Queríamos llevarlas a El. ¿Cuál era la respuesta?

Entonces, el Señor se me Apareció

Una madrugada a las seis de la mañana desperté y el Señor Jesucristo estaba parado al lado de mi cama. Mirándome, yo yacía como muerto. No podía mover ni un dedo del pie o de la mano. De mis ojos corrió agua, mas no me pareció que estuviera llorando.

No se durante cuanto tiempo estuve contemplando Sus penetrantes ojos ni cuanto tiempo pasó hasta que pude moverme de mi cama. Me arrastre hasta el suelo y con mi cara hacia el piso permanecí postrado delante de El hasta 1a tarde.

Cuando salí de mi habitación ese día, era un hombre nuevo. Había conocido al Señor Jesucristo. El no era solamente religión. ¡Estaba vivo y era real! ¡Yo le vi! ¡EI era el Señor de mi vida!

La actitud que tenía con mi denominación cambió radicalmente. Los líderes de las organizaciones ya no eran la influencia dominante en mi vida. Las aspiraciones de subir dentro de mi denominación se esfumaron. ¡Ahora sólo me importaba agradar a mi Señor!

Nadie puede expresar lo que significa tal experiencia. Desde ese día lo que hombre o denominación dijeran o pensaran de nosotros no tenía importancia.

Yo había encontrado al Cristo viviente y E1 vino a ser el Señor de mi vida.

Después de aquella experiencia, un hombre de Dios vino a mi ciudad predicando y ministrando a los enfermos. Cientos de conversiones, milagros y sanidades instantáneas sucedieron mientras yo observaba.

Diez mil voces se levantaban sobre mi cabeza diciendo: "¡Usted puede hacerlo! ¡Eso fue lo que el Señor hizo! ¡Eso fue lo que Pedro y Pablo hicieron! Eso prueba que los días de la Biblia son también los de hoy. ¡Eso es bíblico! ¡Usted puede hacerlo!

Yo supe que podía. Esto es, yo supe que Cristo podía hacerlo en mí y a través de mí, Supe que podía. Esto es, supe que Cristo podía hacerlo en mí y a través de mí. Supe que Él siempre es el mismo.

Entonces, partimos.

Primero hacia Jamaica: En tres semanas, más de 9.000 personas aceptaron a Cristo; 90 personas totalmente ciegas recibieron sanidad; más de cien mudos pudieron hablar. Otros cientos de milagros fueron realizados por el Señor trabajando a nuestro lado, confirmando Su palabra con signos que la seguían. (Marcos 16:20).

Luego, fuimos a Puerto Rico. Allí las cruzadas fueron aún mayores. ¡Fueron masivas! Nuestro mensaje fue simple. La gente quería realidad. Y creyeron cuando vieron los milagros que Él hacía en los enfermos. (Juan 6:2).

En seguida partimos para Haití. Allí fue igual. Multitudes apretadas, demasiado grandes para cualquier edificio rellenaron los prados y hasta las vías.

Luego a Cuba. Desde ese momento empezó a ser más que una visitación espiritual espontánea entre unos pocos países. Empezaba a ser un patrón definido.

El eco de la tradición

Estas reuniones se han publicado en todo el mundo. Los reportes siguen llegando.

Sin embargo, la tradición es fuerte en la Iglesia.

Bien intencionados ministros empezaron a consolamos y a preparamos para el fracaso inevitable. Con seguridad, se nos dijo que no deberíamos esperar que todas estas cosas sucedieran en todas partes. Algunos nos decían que de vez en cuando, Dios predestina estos eventos y que no podían ser continuos. Se nos advirtió que deberíamos estar preparados, tanto para "derrotas" como para "triunfos" y que sería así porque Dios trabaja de esa forma, para que no nos llenáramos de orgullo.

Todo esto nos sonó a tradición y no nos gustó.

Sentimos que la Gran Comisi6n era para "toda nación", "para toda criatura’”. El prometió que "estas señales seguirían" a los que creyeran, pero nunca mencionó ninguna excepción, "hasta lo último de la tierra".

Nosotros creímos que la gente de todas las naciones creería al ver los milagros. Nos pareció bastante lógico que si nosotros predicábamos el Evangelio de verdad, Cristo lo confirmaría con milagros. Esto fue suficiente. ¡No estuvimos preparados para fracasos y todavía no lo estamos! ¡Nosotros creemos en el triunfo! ¡Cristo nunca falla! ¡Su Palabra nunca falla! ¡EI Evangelio nunca falla!

Cuando llegamos a Cuba, ardientes misioneros nos aconsejaron los evangelistas jóvenes, en la sabiduría del balance y de la paciencia, que no deberíamos esperar reuniones grandiosas en Cuba, por el simple hecho de los triunfos anteriores en Jamaica, Puerto Rico y Haití.

"Después de todo", nos decían: "tradicionalmente, Jamaica siempre ha sido cristiana; naturalmente, Puerto Rico tan influenciada por los Estados Unidos no ofrecía oposición religiosa muy seria".

"Pero, aquí en Cuba", decían: "la gente es demasiado religiosa: Aquí no será igual".

La gente es la misma.

A pesar de las advertencias, resultó ser exactamente igual.

Una procesión muy organizada con cien líderes religiosos, desfiló por las calles para advertir al público y evitar que asistieran a nuestras cruzadas; pero, veintenas de miles se volvieron al Señor y cada cruzada fue masiva.

Luego, fue Venezuela. Todavía me acuerdo del consejo recibido allí: “Oh, Rev. Osborn y Sra., aquí es diferente. En Cuba y Puerto Rico, la oposición religiosa no es mucha porque la gente es influenciada por los Estados Unidos, pero, ahora se encuentra en el continente de Sur América. ¡Aquí le tirarán piedras hasta matarlo!". .

Venezuela fue exactamente igual a Cuba. Multitudes creyeron. Miles fueron salvos. No hubo diferencia alguna.

Luego fuimos Japón. Cuando se supo que íbamos para allí, nos llegaron varias cartas: "No se acerquen por acá". El Japón debe ser alcanzado mediante educación, a través de las universidades.

"Muchas de sus religiones tienen cultos de sanidad. Los cristianos no queremos que nuestra religión se confundida con esos curanderos. ¡Además, los milagros nunca convencerán al japonés de la realidad del Señor Jesucristo!".

Otros nos decían: "Sr. Osborn, el Japón es budista y sintoísta. Usted no esta acostumbrado a predicarles. La gente en el hemisferio occidental es más fácil de alcanzar. Ellos ya creen en la Biblia. Ya creen que Jesucristo es el Hijo de Dios, que su sangre derramada por los pecadores, más no el japonés. Aquí no encontrará lo mismo. Esta gente no tiene emociones. Aquí no responden".

Me pareció que la persistencia de éxitos en estas cruzadas, estaba empezando a amenazar las enraizadas tradiciones de la iglesia.

En esa época, no se oía la idea de ir a predicar a una nación, predicar a campo abierto y recoger miles de almas, ¡Y luego hacerlo una y otra vez! Algo tenía que estar mal, (pensaban los religiosos tradicionales) ¡Debería ser emocionalismo! Los convertidos de este evangelismo masivo no podían ser genuinos. Los resultados no podían durar mucho.

Los misioneros conservadores nunca lo habían hecho de esta forma. Ellos trabajaban por años para lograr que algunos se convirtieran, pero, ¡ah! que escogidos, sólidos y genuinos eran sus convertidos.

No, este evangelismo masivo estilo Osborn era sólo superficial. Tendría que acabar pronto.

Un misionero en la India me dijo: "He estado aquí durante cinco años y nunca he ganado un alma; pero, así es aquí en esta nación. Aquí tenemos que ser pacientes".

No era que los misioneros no estuvieran contentos con los resultados que estábamos obteniendo. Era que el nuevo y revolucionario sistema estaba tomando forma; e instintivamente, las mentes tradicionalistas se rebelaban contra lo nuevo, cualquier cosa que fuera a invalidar los preciosos "ideales" de antaño.

Budistas o sintoístas.

Era como si Dios quisiera mostrar a su gente en todas partes, que no hay excepciones en el evangelismo, que Su Gran Comisión y el Evangelio, pueden triunfar en donde quiera que pisen la planta de los pies del obrero del Evangelio.

No todos los misioneros en el Japón eran pesimistas y negativos. Algunos nos escribieron: "Venga Rev. Osborn. El modernismo nunca moverá al Japón. Aquí tienen que ver milagros".

Todavía recuerdo la 1ógica del misionero Bautista que me dijo: “Japón está lleno de cultos de sanidad baratos. Nuestras modernas iglesias no tienen el poder para hacer milagros. Venga y ayúdenos. Usted tiene lo que necesitamos para ganar al Japón".

Y allá fuimos.

Japón demostró ser exactamente igual a Jamaica, Cuba y Venezuela. Cuando los japoneses veían los milagros gritaban, lloraban y se arrepentían de forma tan emocional como nunca lo había visto en ninguna parte.

Fuimos a Kioto, el corazón histórico y religioso del Japón. Allí en un gran espacio abierto en el centro de la ciudad, miles escucharon el Evangelio. Cuarenta y cuatro mudos afirmaron su sanidad en esa cruzada.

Los Sintoístas y los Budistas actuaban tal como los jamaicanos y cubanos. Miles creyeron en Cristo. Los japoneses respondieron al igual que la otra gente.

Fuimos a Tailandia, la monarquía fuerte de los budistas en el Sudeste asiático. Algunos dijeron: "Sr. Osborn, aquí no será como en el Japón. Los budistas japoneses están influenciados por los americanos desde la ocupación después de la guerra. Allá responden a los predicadores americanos. Pero, aquí en Tailandia es diferente. ¡Estos son budistas de verdad! Esta nación nunca ha sido gobernada por una potencia extranjera. Aquí no escucharán a un extranjero".

La primera vez que ministramos en Tailandia, no había ni seis personas en todo el país que hubieran recibido el Bautismo apostólico del Espíritu Santo y que fueran entusiastas acerca de proclamar el Evangelio en los sitios donde los budistas pudieran sentirse libres de ir a presenciar los milagros que confirmaban el Evangelio.

Cuando los tailandeses vieron a los ciegos sanos, a los paralíticos caminando, a los leprosos limpios y a los sordos oyendo, respondieron exactamente como los venezolanos y los puertorriqueños. Recibieron al Cristo viviente y con entusiasmo empezaron a seguirle.

Hoy, hay miles de cristianos llenos del Espíritu Santo en Tailandia y han florecido allí grandes ministerios pescadores de almas.

Cuando ministramos por primera vez en Java, el 95% de la población era musulmana. Por todo el Mundo hemos oído lo difícil que era ganar a los musulmanes. Ellos no creen que Jesucristo es el Hijo de Dios o que Dios le levantó de los muertos. Nos acordábamos cuan inúlti1 nos habíamos sentido para convencerles en la India. Pero, cuando llegamos a Java, las cosas fueron diferentes. ¡Ahora sabíamos como creer por milagros!

La primera noche que prediqué, terminé mi mensaje diciéndoles que yo no esperaba que ellos olvidaran su religión y aceptaran al Señor Jesucristo de la Biblia, a menos que probaran a su satisfacción que Cristo era real Les expresé mis sentimientos de que un Cristo muerto no podía hacer ninguna clase de bien.

Ellos sabían que Jesucristo había vivido una vez en la tierra. Sabían que El era un hombre de bien y, hasta un profeta con extraños poderes de sanidad. Pero, afirmaban que estaba muerto.

Solamente existe un argumento para llamar a un musulmán: Si el Señor está vivo, hace los milagros que hizo antes de que fuera asesinado. Si Él está muerto, no puede, si resucitó, ¡Él los hará!

Llamé a los mudos. Les dije que iba a orar en el nombre del Señor Jesucristo. Si Cristo estaba muerto, Su Nombre no tema poder. Si estaba vivo, haría exactamente lo que El hizo antes de que los hombres lo mataran.

Primero un Sacerdote Musulmán

Primero oraría por un sacerdote musulmán de unos 55 años de edad que llevaba su Fez negro. Era sordo de nacimiento en uno de sus oídos.

Primero le testifiqué de Cristo, luego le dije cómo era que iba a orar. Le expliqué que, Dios nos estaba mirando, que El había resucitado a Su Hijo de entre los muertos y que El deseaba mucho que la gente supiera que Cristo había sido resucitado para nuestra justificación y que El iba a probar esto mismo, mediante un milagro.

Entonces, le dije ala audiencia: "Si este hombre no oye cuando yo haya acabado mi oración, ustedes pueden decir que yo soy un falso maestro y que Jesucristo esta muerto. Pero, si él oye, ustedes sabrán que Cristo ha resucitado porque un Cristo muerto no puede hacer tales milagros".

Yo le mire y dije: "Para que sepa que Jesucristo que solamente a través de su sangre derramada podemos llegar a Dios y recibir vida eterna; sea esto conocido de acuerdo a las Escrituras, haciendo que este sordo oiga, en el nombre del Señor Jesucristo. ¡Amén!.

Misiones sin Milagros

Toda la audiencia suspiró cuando el viejo sacerdote pudo oír hasta el más leve murmullo, aun el tic-tac de un reloj, perfectamente.

Miles levantaron las manos esa noche para aceptar al Señor Jesucristo como Señor y Salvador. Cuán diferente fue esto de la vergüenza que habíamos sufrido tratando de convencer a los musulmanes en la India muchos años atrás.

Los musulmanes no eran diferentes, ¡cuando vieron la prueba!

Los musulmanes creen que el Señor Jesucristo vivió, pero que ahora está muerto. Se necesita un milagro para convencerlos de lo contrario.

El Cristianismo sin milagros no puede probar que Jesucristo resucitó

Hagamos a un lado los milagros del cristianismo y todo lo que queda es otra religión muerta que no puede salvar. ¿Sin milagros, cómo espera la ig1esia moderna convencer a1 mundo de que e1 Señor es real? ¡Esto es ilógico para mí!

Los musulmanes saben que su profeta Mahoma esta muerto, ¡pero, nosotros sabemos que nuestro profeta Jesucristo esta vivo! Una vez que esto se comprueba con milagros, la gente olvidará a un profeta muerto y seguirán a uno que esta vivo. Pero, sin milagros no se puede comprobar.

Por esto fue que el Señor Jesucristo comisionó a cada creyente a predicar por todo el mundo, prometiendo que las señales sobrenaturales seguirían, entre todas las naciones, hasta el fin del mundo. El sabía que siempre se necesitarían los milagros para llegar a convencer a la gente de que El realmente esta vivo.

Cuando nos encontramos en la India como jóvenes misioneros, los musulmanes me retaban: "¡Pruébeme que su Cristo vive!".

Éramos inútiles. Estábamos avergonzados. Teníamos que irnos o conformarnos con ese estado de "cero" resultados. ¡Gracias a Dios nos rehusamos a hacer esto!

Pero, en Java, fue diferente.

Una tarde en esa gran campaña, un joven fanático, que era sacerdote musulmán empezó a subir por los escalones de la plataforma para interrumpirme mientras estaba predicando. Mi esposa Daisy lo alcanzó a ver lleno de ira y le detuvo en los escalones.

Este exclamó: "Ese hombre es un impostor. Jesucristo está muerto: El no es el Hijo de Dios. Déjeme hablar a la gente acerca de Mahoma, el verdadero profeta de Dios".

Daisy trató de razonar con él, pero, se encontraba demasiado furioso. El realmente sentía que tenía derecho de hablar.

Finalmente, ella le dijo: "Escuche, yo soy cristiana y vea lo que voy a hacer: Voy a interrumpir a mi esposo con una condición, usted y yo vamos a ir hasta el micrófono. No vamos a discutir. Vamos a probar cuál es el profeta que esta vivo y es verdadero, llamando a alguien completamente ciego para que venga adelante".

"Usted orará por él, en presencia de la gente en el nombre de Mahoma. Si él ve, creeremos en su profeta".

"Si no hay ningún milagro, entonces, yo oraré por el, en el nombre del Señor Jesucristo. Si él ve, toda la gente sabrá que lo que dice la Biblia del Señor Jesucristo es cierto, que El es el Hijo de Dios y que Dios le levantó de los muertos".

El joven musulmán giró lleno de ira y se alejó.

Esto fue lo que no pudimos hacer en la India como jóvenes misioneros. ¡Cuán diferente era ahora en Java!

Catorce años mas tarde, después de haber desmayado frente a hindúes y musulmanes, a quienes no pudimos convencer de Cristo volvimos exactamente a la misma ciudad, Lucknow, U.P., India. Esta vez era diferente: 20.000 a 40.000 almas, toda una multitud, frente a un gran estadio.

Predicamos que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Luego oramos. Los sordos oyeron. Los paralíticos caminaron. Los ciegos recibieron la vista. Los leprosos fueron limpiados. ¡Miles aceptaron a Cristo!

Cristo se presentó vivo con muchas pruebas indubitables (Hechos 1:3).

Un joven hindú, estudiante universitario, se levan de entre la multitud y lo ridiculizaba todo. Pero, cuando oramos, el Señor Jesucristo se le apareció y extendiéndole las heridas de sus manos le dijo: “He aquí mis manos, Yo soy Jesús”

¡Cuán diferentes habían sido nuestras vidas nuestras reuniones catorce años antes! ¡Con milagros, la India ya no era diferente!

¿Cómo había sucedido?

Luego, fue en África, donde nuevamente demostramos que la gente es la misma en todas partes.

Un limosnero musulmán en África, el cual, a causa del polio se había arrastrado mendigando durante treinta años, vino y fue sanado en nuestra cruzada.

Ya de pie en la plataforma, bañado en lágrimas, exclamaba: “Jesucristo tiene que estar vivo, de otra forma ¿cómo hubiera podido sanarme? ¡Jesucristo vive! Ustedes me conocen. Yo he mendigado en sus calles. Ahora puedo caminar. ¡Miren! ¡Jesucristo vive!”

¿Hubiera podido predicarse un sermón más grande que ese? Era como si los capítulos 3, 4, y 5 del libro de los Hechos, se estuvieran repitiendo en el siglo XX.

Lo que quiero decir es esto: Alrededor del mundo he visto gente necesitada de Cristo. Están buscando realidad y creerán. Necesitan solamente una prueba.

Dios hizo a todos los hombres iguales. El hombre fue hecho para caminar con Dios. Instintivamente el hombre busca a Dios. Por esto es que aún tribus sin evangelizar, practican algún ritual religioso en busca de Dios.

El Evangelio, claro y sencillo, no explicado, sino predicado, es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16).

La gente necesita del Evangelio. Ellos necesitan a Dios, la gente no lo admite; pero, todo su ser clama a Dios.

Nuestra labor es predicarlo, testificarlo, contarlo, confesarlo por todas partes, a multitudes o a personas, en auditorio u hogares. Los hombres quieren lo que nosotros tenemos. Lo hemos comprobado mundialmente. Por esto es que soy un pescador de almas.

El cínico puede decir: “¡Ah, eso es verdad entre la gente de los países subdesarrollados, pero no en el mundo industrial!”

Una de las más grandes cruzadas que hayamos realizado, con más de 150.000 personas atendiendo a un solo servicio, fue la ortodoxa, tradicionalista y cristiana Holanda. En ninguna otra parte ha alcanzado la cultura pico más alto como en Europa. Mas cuando miles vieron los milagros, se convertían por primera vez con corazón sincero. Lo mismo ha sucedido en toda Europa y Norte América.

Dese cuenta, solamente hay dos clases de trabajadores cristianos, o de predicadores positivos y negativos –los que dudan y los que creen.

Algunos piensan que si predican en las calles, nadie les escuchará y los que pasan al lado les harán burla; que cualquier tratado que distribuyan solo les servirá para que los boten al suelo y los pisoteen; que las puertas se les cerrarán en las narices. Ellos son los negativos.

Yo creo que si predicamos en las calles, la muchedumbre se aglomerará alrededor de nosotros, tratando de oír nuestro mensaje; que los transeúntes se deleitarán viendo a un cristiano testificando.

Yo creo que si distribuimos tratados serán recibidos con ansia, atesorados y leídos.

Yo creo que si golpeamos en las puertas, encontraremos allí familias que recibirán bien nuestra ayuda, enfermos que necesitan sanidad, problemas que necesitan resolverse, corazones y oídos abiertos al consejo y a las oraciones de un cristiano verdadero con una fe viva. Este es el positivo y es una labor para todos los cristianos.

Yo soy un pescador de almas y he probado que en todo el mundo, en cualquier circunstancia imaginable, la gente necesita a Cristo. Ellos anhelan a Dios, a su salvación y a la vida eterna. Ellos fueron hechos a la imagen de Dios, para ser como Dios, para caminar y hablar con Dios. Nunca han estado contentos sino hasta que encontraron al Señor Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, (Juan 14:6).

Con sesenta millones de almas no evangelizadas, que son añadidas a nuestra generación cada año, almas buscando luz y vida, debemos testificar, debemos predicar.

Debemos producir recursos para los cristianos.

Debemos hacer esto hasta que Cristo regrese. Esta es la séptima razón por la cual yo soy un pescador de almas.

Multiplicación de Pescadores de Almas

Estas Siete Razones por las Cuales Yo Soy un Pescador de Almas, fueron publicadas primero en "FAITH DIGEST". Esta revista ha ido a cientos de miles de cristianos y predicadores en más de 130 naciones.

De todas partes del mundo, nos llegaron canas aclamando estas series como las más desafiantes escritas hasta ahora, sobre el tema de ganar almas.

Cientos de creyentes, predicadores y misioneros han vuelto a dedicar sus vidas para ir tras los pecadores con una pasión renovada por ganar almas

Decenas de miles de cristianos están armándose con buenos tratados de fe, CDs con sermones ungidos y otros medios para ganar almas y llevando todo esto a mercados, calles, hogares, cárceles y hospitales. ¡Están haciendo evangelismo cara a cara, orando por los enfermos y llevando incontables almas a Cristo, allá donde están los pecadores!

Eso fue lo que la Iglesia Primitiva hizo y lo que está sucediendo nuevamente en este siglo, entre los que realmente creen en el Evangelio y en el libro de los Hechos.

A esto es, a lo que estamos animando a hombres y mujeres de todo el mundo, a que sean pescadores de almas. ¡Y miles lo están haciendo!

Por eso es que he escrito este libro; para los pescadores de almas, ¡Y ya está revolucionando las vidas de miles de cristianos en todo el mundo!

Por eso producimos y suministramos medios para ganar almas alrededor del mundo, dondequiera que haya cristianos apasionados sinceramente por llegar a los inalcanzados.

La Iglesia Primitiva nació en una llamarada de evangelismo personal acercan del Señor Jesucristo. En un avivamiento de esta misma naturaleza, ella alcanzará su clímax final, cuando los hombres y mujeres laicos, escriban el último capítulo del libro de los de los Hechos ¡Antes de que Cristo regrese!

Porque yo sé cuanto los pecadores necesitan a Cristo, porque lo hemos comprobado en todo el mundo, Yo soy un pescador de almas.

Ojala que una pasión renovadora por las almas llegue a usted, para que asimismo vaya y permita que Cristo testifique a través suyo, allá donde están los pecadores.

Usted tiene influencia. Usted es un cristiano laico. Mucha gente no escuchará a un predicador, sí le oirá a usted. Recuerde: USTED es el Cuerpo de Cristo. Él únicamente puede alcanzar a la gente a través suyo. Vaya y hábleles de Cristo. Usted no tiene alternativa.

Ganar almas es el llamado más grande que hay sobre la tierra. Usted tiene los recursos disponibles, así que déjelos que abran la puerta para ganar almas allá donde usted vive.

Por T.L.Osborn

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