Capítulo 14 – El camino excelente – Libro El Espíritu Santo y tú. D. Bennett

En Éxodo 28 leemos una descripción de las vesti­duras que el sumo sacerdote usaría al oficiar en el tabernáculo para adorar a Dios. El sumo sacerdote tenía una prenda llamada efod. Era azul y orlada con una decoración muy particular:
«Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor. Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla alrededor.» (Éxodo 28:33-34.)
Las campanillas de oro pueden considerarse como un símbolo de los dones del Espíritu Santo. A los dones se los ve y se los oye, y son hermosos. Las cam­panillas tintineaban cuando el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo, invisible a los adoradores de afue­ra, aunque sabían que el estaba orando por ellos. De la misma manera, los dones nos enseñan que Jesús, si bien invisible a nuestros ojos terrenales, vive y oficia por nosotros en el lugar santísimo.
Las granadas representan el fruto del Espíritu. Son dulces en sabor y atractivas en color, y llenas de se­millas, lo cual nos recuerda que no solamente son frutas, sino que son fructíferas. Hemos hecho un am­plio estudio sobre los dones del Espíritu Santo, las campanillas de oro, y ahora nos resta recordar que los dones del Espíritu Santo están balanceados por el fruto del Espíritu.
Digamos de nuevo que los dones del Espíritu (1 Corintios 12:7-11) son: sabiduría, ciencia, discernimiento de espíritus, fe, milagros, sanidades, profecía, lenguas e interpretación de lenguas; el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) es: amor, gozo, paz, pa­ciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, tem­planza. Los sacerdotes creyentes de hoy, deberían con­trolar la orla de sus túnicas, es decir, sus vidas, para ver lo que hay allí.
Para que hubiera «una campanilla do oro y una granada, y otra campanilla de oro y otra granada» como dice la Escritura, alrededor de la túnica del sacerdote, tendría que haber un número igual de cada una. Es interesante consignar el hecho de que en la lista precedente, figuran nueve dones y nueve frutos del Espíritu. Para permitir que las campanillas de oro suenen con claridad, armoniosamente, sin entre­chocar unas con las otras, debe mediar un fruto entre cada una de ellas.
Los dones puestos de manifiesto por vidas despro­vistas de frutos, motivados por una auto estimación y sin otro deseo que el de llamar la atención, desper­tarán tanto entusiasmo como el que pudiera desper­tar el golpetear sobre unos tachos. Los dones del Espíritu son «irrevocables», es decir, que Dios no los quita porque sean mal utilizados, y es por ello que pueden manifestarse a través de vidas que no son consagradas y a través de personas que le deben una reparación tanto a Dios como a los hombres; pero de cualquier manera tales personas no producen mas que un ruido ensordecedor para los que tienen discernimiento. A esto se refiere el apóstol cuando habla de «metal que resuena» y «címbalo que retine». Nuestras campanas no deberían ser de bronce o de latón, sino de oro puro. Campanas de oro represen­tan vidas que están a tono con el Señor y con los hermanos, y cuyo deseo central es exaltar a Jesucris­to, mientras manifiestan los dones.
Es significativo el hecho de que esta figura de campanillas y granadas alternadas se proyecta en el Nuevo Testamento, ya que entre los dos grandes capítulos de los dones, -1 Corintios 12 y 14- se en­cuentra engarzado el hermoso capítulo 13, referido al amor, fruto central del Espíritu:
«Si tengo el don de hablar en lenguas, tanto de hombres como de ángeles, sin haberlas aprendido, pero no tengo amor, soy como ruidosa campana de bronce o címbalo que retiñe. Y si he sido utilizado en el don de profecía y entiendo todos los misterios y toda la ciencia; y haya colmado la medida de la fe, hasta para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si todo lo que tengo se lo doy a los pobres y entrego mi cuerpo para ser quemado, pero el amor de Dios no brilla a través mío, nada me aprovecha.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso; el amor no esta hinchado de orgullo, no se comporta indecorosamente o con desenfreno; no busca su propio interés, no se irrita con facilidad, no abriga malos pensamientos; no se regocija de la injusticia y de la perversidad, sino que se regocija cuando triunfa la justicia y la verdad; el amor es consistente, el amor esta siempre dispuesto a confiar, espera lo mejor, en todas las cosas, todo lo soporta como un buen soldado.
El amor nunca termina; las profecías pasaran; las lenguas cesarán; y también la ciencia, un día, dejara de ser. Porque nuestra ciencia es fragmentaria y nuestra profecía limitada. Pero cuando venga lo perfecto, será innecesario lo imperfecto.
Cuando fui niño hable como un niño, razone como un niño; pero cuando me hice hombre, abandone mis hábitos infantiles. Ahora miramos en un espejo una imagen borrosa, ¡pero entonces veremos cara a cara! Ahora comprendemos en parte, pero entonces conoceremos plenamente, de la misma manera en que somos conocidos.
De modo pues, que permanecen la fe, la esperanza y el amor, estas tres; pero el mayor de ellos es el amor.»
El amor es el fruto mas importante del Espíritu; sin el los otros ocho podrían no existir.

Se los deno­mina «fruto» en singular, y no «frutos» en plural, porque los otros son como los gajos de una naranja contenidas dentro del fruto del amor.
¿A qué amor se refiere este capítulo, que lo des­cribe como más grande que la fe, que es la llave a la Biblia y sin el cual no podemos recibir nada de Dios? De este amor se dice que es más grande que la ciencia (conocimiento), que es un don del Espíritu, y anhelado por los cristianos. ¡Es mayor que el martirio sufrido por confiar en Jesús! Es más importante que dar a los pobres, si bien el dar a los pobres es una buena obra. Este amor es superior al don de la profecía, don del cual dijo Pablo que todos los cristianos deberían desearlo como al más grande de los dones para la edificación de la iglesia. Es mayor que hablar en lenguas desconocidas. Es superior a la esperanza.
Con toda seguridad que aquí se esta hablando de una clase de amor diferente al amor humano, que es inconsistente y limitado. En nuestro idioma hay un solo vocablo para designar al amor, ¡mientras que el idioma griego tiene siete! El Nuevo Testamento hace mención solamente de dos de esos siete vocablos philia, que significa afecto o apego por otra persona, amistad, que es un tipo limitado de amor; y ágape que significa el perfecto amor de Dios -amor incondicional -tal como esta expresado en el amor de Dios por el hombre, o el amor fraternal cristiano en su más alta expresión, que nace como resultado de que Dios vive en el hombre.
Una tercera acepción para el vocablo amor en el idioma griego, es eros que significa amor físico o sensual. Tenemos, pues, una trilogía para la palabra «amor»: ágape, del espíritu ; philia, del alma; eros del cuerpo.
El fruto del Espíritu del que estamos hablando en este capítulo, es ágape. Dios manifestó su amor por el hombre a través del nacimiento, de la vida y de la muerte de Jesucristo. «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos», (Juan 15:13), y aún por sus enemigos. (Romano 5:7-10.) El amor de Dios en el hombre viene como resultado de la salvación. El bautismo en el Espíritu Santo provoca aun una mayor efusión del amor de Dios, en tanto que la persona more en Cristo y camine en el Espíritu. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.» (Romanos 5:5.) El capítulo 13 de 1 Co­rintios, cuando habla del amor, se refiere a ágape, amor autosacrificial, amor sin reservas.
Y el amor no es solamente el fruto central del Espíritu, sino un mandamiento de Jesús
«Amarás al Señor tú Dios con todo tú corazón, y con toda tú alma, y con toda la mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De esos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.» (Mateo 22:37-40.)
Jesús también dijo: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he ama­do…» (Juan 13:34.)
En el Nuevo Testamento también se menciona al amor como una de las cosas que nos «edifican» es­piritualmente. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica.»
La primera fase del amor es cuando solamente po­demos amar a los que antes nos amaron primero. «Nosotros le amamos a é1 (Dios) porque él nos amó primero.» (1 Juan 4:19.) Es un comienzo necesario. Pero no va más allá de ser una mezcla de amor. Con el amor puro viene un olvidarse de sí mismo y un mayor deseo de dar que de recibir. Cuando alcanza­mos esta etapa, nos damos cuenta que amamos a Dios no por lo que ha hecho o esta haciendo por nosotros, sino que le amamos por sí mismo.
Solamente después de haber hecho contacto con esa celestial fuente de amor, podemos esperar amar a nuestros semejantes. El primero y gran mandamiento, es decir amar a Dios, tiene que producirse antes del segundo, que es amar al prójimo, porque si no se cuenta con el amor de Dios, es imposible que amemos a nuestros semejantes.
Dios no hubiera exigido esta condición si fuera algo imposible de cumplir. Algunas personas sostienen que el amar a Dios les lleva todo su tiempo y no les queda ningún resto para ocuparse de otros. Jesús les ordenó a sus discípulos que se amaran los unos a los otros de la misma manera que el los había ama­do, como una señal para el mundo de que ellos eran sus seguidores. Cuando amamos a nuestros hermanos, amamos a Cristo, porque la Biblia dice que todos formamos el cuerpo do Cristo, carne de su carne y hueso de sus huesos. (Efesios 5:29-30; 1 Corintios 12:27.) Dios recepta nuestro amor en la medida en que amamos a los hermanos en Cristo, como asimismo en nuestra devoción a él en oración y alabanza. A la par que maduramos en amor, también podremos al­canzar y amar a los incrédulos, y aun amar a nuestros enemigos. (Mateo 5:43-48.)
Sin embargo, en un plano terrenal, el amor es im­posible sin amarnos a nosotros mismos, tal como lo dice la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mis­mo.» Si nos odiamos a nosotros mismos, no podremos amar verdaderamente a Dios, a nuestros hermanos, a los incrédulos, o a nuestros enemigos. Y solamente podremos amarnos a nosotros mismos sabiendo quie­nes somos en Cristo, y sabiendo que el yo esencial es una nueva criatura en la cual mora Dios. Únicamente por causa de Jesús existe en nosotros algo por lo cual valga la pena amarnos a nosotros mismos. Es un pecado no amarnos a nosotros mismos. ¿Cómo po­demos dejar de amar todo lo que Dios ha creado?
Pablo dice al finalizar el capítulo 12: «Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.» (1 Corintios 12:31.) El camino más excelente no es «en lugar de los dones» sino en lugar de «procurar los dones»: amar de tal manera que los dones fluyan hacia afuera con tanto donaire que semejen a las refrescantes aguas de un rió que vivifican todo a su paso. El ágape nunca falla, dice Pablo; pero la profecía, las lenguas, la ciencia, y los otros dones cesarán de ser cuando Jesús, el perfecto, vuelva a buscar a su iglesia. Los dones han sido esta­blecidos principalmente para la edificación y la protección de la iglesia en la tierra, pero cuando la igle­sia este con el Edificador, los dones dejarán de ser necesarios. Pero hoy en día si lo son.
Un joven se enrola en el ejército. Es de esperar que rinda un «fruto» en su vida: valor, resistencia, perseverancia, formalidad, etc. El fruto es de la máxima importancia, y deja una impronta permanente en su carácter. Imaginemos la reacción del joven si fuera enviado al frente de batalla y su superior le dijera:
«Bueno, hijo, cuentas con las cosas más importan­tes; el fruto se ha desarrollado en tu vida, no nece­sitas nada más.» El joven, con toda probabilidad, respondería:
«Señor, todo eso me parece muy bien y muy lindo, pero según rumores, hay un enemigo aquí cerca, y las bajas que traen de vuelta confirman esos rumores. Si no lo toma a mal quisiera que me diera armas (dones) para protegerme; ¡estamos en guerra!» Si le dijeran que han decidido prescindir de las armas, por­que el ejército no las necesita más, ¡sería muy difícil convencerlo!
Efectivamente hay una guerra en marcha; y du­rante todo el tiempo que vivamos en este mundo caído, necesitaremos los dones. Los dones todavía no han pasado; más aun, la Escritura señala que antes que Jesús vuelva a buscar a su iglesia, habrá un avivamiento aun mayor del Espíritu Santo, para combatir el incremento de la obra del enemigo, y como es obvio, los dones estarán incluidos en ese avi­vamiento. (Joel 2:23-24, 28-31; Hageo 2:9.) Y en un día glorioso, cuando la batalla haya concluido con la victoria, los dones dejarán de ser necesarios.
También pasarán la fe y la esperanza, tal cual las conocemos en este mundo. «La esperanza que se ve no es esperanza… pero si esperamos lo que no ve­mos con paciencia lo aguardamos.» (Romanos 8:24­25.) «Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.» (Hebreos 11:1.) Viendo la evidencia de nuestra fe, nos introducirá a una forma de relación de fe distinta a la que ahora conocemos. Cuando veamos a nuestro Señor cara a cara, todas estas cosas pasarán, tal como lo asegura la Escritura. Lo único que tendrá permanencia eterna será el amor -ágape- porque «Dios es amor».
Hemos procurado demostrar que debe haber un equilibrio y una acción recíproca entre los dones y el fruto del Espíritu Santo. Los dones -las campa­nillas de oro- deben tintinear para proclamar al mun­do que nuestro sumo sacerdote vive por siempre ja­más, y sigue firme en su obra redentora, sanando al mundo por medio del ministerio de su pueblo. El fruto tiene que verse, para mostrar a la gente como es Jesús, y como los ama. El mundo tiene que ver el amor de Dios actuando en su pueblo.

15 Consagración



Ya hemos hablado de dos experiencias cristianas básicas, siendo la más importante la salvación, y en segundo lugar el Bautismo con el Espíritu Santo. Ambas se dan en forma gratuita a quienquiera que las pida y nada puede hacerse para ganarlas.
También puede darse un paso vital, que podríamos denominar consagración. Los dos primeros pasos los ofrece Dios para nuestra aceptación, mientras que en la consagración, nosotros nos damos a Dios:
«Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo (consagra­do), agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Romanos 12:1.)
Pablo esta hablando a los «hermanos», a creyentes que son salvos y sin duda bautizados en el Espíritu Santo. La consagración es algo que nosotros hacemos, pero únicamente Dios nos da la capacidad para ello. Significa someter nuestra propia voluntad a Dios en la más alta medida posible para que su perfecta vo­luntad pueda manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Este paso es una respuesta a la oración que dice:
«Venga tú reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (en vasos de barro(2 Corintios 4:7.)” (Mateo 6:10.)
1 Otros términos usados al mismo fin son: entrega, discipulado o dedicación.
Lo que en realidad quiere decir es que debemos permitir a Jesús que sea EL Rey y Señor de nuestras vidas.
«¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?» pregunto el rey David a su pueblo. (1 Crónicas 29:5.) El pueblo de Israel respondió voluntaria­mente y «de todo corazón»; dieron de sí y dieron sus bienes para la construcción del templo del Señor. A continuación, David elevó una hermosa oración, termi­nando con las conocidas palabras:
«Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tus manos lo damos.» (1 Crónicas 29:14.)
Nosotros y todo lo que tenemos, pertenece a Dios, pero habiéndonos dado libre albedrío, tiene que esperar a que seamos nosotros quienes le retribu­yamos voluntariamente.
De la manera en que somos salvos cuando por vez primera recibimos a Jesús, y sin embargo nuestra salvación continua día a día; de la manera en que recibimos el Espíritu Santo en un determinado mo­mento, de una vez y para siempre, pero debemos permitirle que nos llene día a día; así también tenemos que efectuar el acto inicial de la consagración, que también tendrá que ser renovado día a día, reuniendo las facetas de nuestra vida que parecieran haberse apartado de él, y juntarlos en el sitio donde deben estar. Muchos hay que han nacido de nuevo y han silo bautizados en el Espíritu Santo, que no se dan cuenta de la necesidad de consagrarse. Y, sin embar­go, la consagración es el único camino para una vida plena y victoriosa en Cristo.
La consagración se produce, entonces, cuando op­tamos caminar con Jesús, día a día; significa poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas y caminar con é1. «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo ó:33.) Jesús nos ha prometido estar siempre con nosotros, pero el creyente no consagrado pretende que Jesús le acompañe adonde él quiere ir, en tanto que la persona consagrada sigue a Jesús adonde Jesús quiere ir. Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día (someta su propia voluntad cada día) y sígame (Lucas 9:23)
Al llegar a este punto alguien puede plantear lo siguiente: «Todo esto suena muy bonito, pero ¿cómo aprender a hacerlo?» El mejor consejo que podemos dar es que debemos descubrir la diferencia que existe entre alma y espíritu. Ya hemos mencionado la im­portancia de comprender que no estamos reducidos a dos partes, -alma y cuerpo- como los anímales, sino que conformamos tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu (pneuma) es la parte mas recóndita de nuestro ser, que fue creado para tener comunión con Dios. Estaba muerto «en delitos y pecados» y cobró vida al hacernos cristianos, y Dios vino a morar justa­mente allí. Es en nuestro espíritu donde subyace ese conocimiento o testimonio interior de la voluntad de Dios. En la carta a los Colosenses leemos: «Porque en él (Jesús) habita toda la plenitud de la Deidad (Trinidad), y vosotros (los cristianos) estáis comple­tos en él.» (Colosenses 2:9-10.) En el evangelio de Juan, leemos lo que dijo Jesús: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en é1.» (Juan 14:16.) ¿Qué más podemos pedir cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en nuestro espíritu? Esta es la parte de nuestro ser denominada «nueva criatura» sitio en el cual nuestro espíritu se ha unido al Espíritu Santo y se han hecho uno solo. (1 Corintios 6:17.) Con frecuencia, esta es la parte más descuida­da de nuestro ser, siendo, como es, la mas impor­tante.
El alma (psiquis) es la parte del hombre que lo ha gobernado siempre, desde la caída. Esta compues­ta de tres partes: el intelecto la voluntad y las emo­ciones. El alma del cristiano ha llegado a un punto en que puede ser puesta en orden; todavía es una mezcla de bien y de mal. Resulta maravilloso cuando el alma se somete a Dios; pero cuando no lo está, puede bloquear lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través nuestro. Si bien el «viejo hombre» fue crucificado con Cristo, todavía quedan restos del des­orden que dejó allí desde la época en que dominaba nuestra alma; la tarea de limpieza -en lenguaje bíblico- se llama santificación. ¡Esta esfera es un verdadero campo de batalla! Es el campo del «yo» que Jesús quiere que neguemos.
E1 cuerpo (soma) es el ámbito de los cinco sentidos gusto, tacto, olfato, vista y oído. El cuerpo es la casa donde habitan el alma y el espíritu, y el cuerpo del cristiano pasa a ser el templo del Espíritu Santo. (1 Corintios 6:19) Con el bautismo en el Espíritu Santo el cuerpo se llena hasta rebosar con la gloria de Dios. En tanto nuestros cuerpos -que todavía con­servan tendencias a caer- no controlen nuestras vi­das, antes bien son controlados por el Espíritu Santo y por nuestro estado de «nuevas criaturas», expresaran la hermosura y el gozo del Señor. Dios tiene sus planes con respecto a nuestros cuerpos físicos, y los ejecutará en la medida en que seamos obedientes a la inspiración del Espíritu Santo y de su Palabra, referidas a su templo. Dios quiere que «seas pros­perado… y que tengas salud, así como prospera el alma». (3 Juan 1:2.)
Nuestra situación en la vida puede ser comparada a lo que puede ocurrir en un gran trasatlántico. El capitán ha estado gravemente enfermo y durante el prolongado período que duró su enfermedad, no pudo ejercer el comando de la nave. La tripulación, bien entrenada, supo muy bien lo que tenía que hacer y tomó el control. Desgraciadamente, sin conocer ni el destino ni el propósito del viaje, navegan por el Océano sin rumbo fijo. Se suscitan disputas entre ellos, y queda muy poco combustible. Desde el mo­mento en que no conocen el arte de la navegación y por lo tanto como llegar a un puerto, no pueden rea­bastecerse. ¡La situación se ha tornado grave! Mi­lagrosamente, mejora el capitán, pero se da cuenta que le demandara un tiempo ganar nuevamente el control del buque. De vez en cuando la tripulación le presta atención, pero las mayoría de las veces le dicen «Vea, señor, hemos navegado mucho tiempo sin su ayuda, y sabemos hacerlo. Déjenos en paz.»
Nuestro espíritu, unido al Espíritu Santo, es quien debe -presuntuosamente- gobernar nuestra alma, y nuestra alma sometida debe -también presuntuosamente- gobernar nuestro cuerpo. Pero por mucho tiempo, sin embargo, desde el momento en que na­cimos, nuestro espíritu ha estado fuera de acción y nuestra alma y nuestro cuerpo han actuado por su propia cuenta. ¿Qué tiene que hacer el capitán del barco para tomar nuevamente el control? Lo que la tripulación desconoce es que las cosas volverán a la normalidad y todos serán felices, solamente cuan­do el capitán, con sus mapas y su brújula, y su co­nocimiento del mar, logre recuperar el control total de la situación. Además el capitán también sabe coómo manipular la radio para pedir ayuda y dar indi­caciones sobre la posición del barco, solicitando com­bustible y otros elementos necesarios. La paz y la felicidad volverán a reinar en el barco en el memento en que el capitán retome el control.
Para el cristiano, inmediatamente después de su bautismo en el Espíritu Santo, la presencia de Dios resulta tan real, que no le demanda ningún esfuerzo colocar a Dios en el primer lugar. Está primero en nuestra mente temprano a la mañana, es el tema favorito en nuestra conversación durante el día. Y es e último en quien pensamos antes de retirarnos a dor­mir. Su espíritu renovado (el capitán) esta por encima de su alma (la tripulación), y el cuerpo (el barco) fun­ciona de acuerdo a las directivas del capitán. Sucede que en algunas personas esta paz y orden duran más que en otras, pero bien pronto el alma comienza a forcejear para recuperar el control que le corresponde. Para que todo se desarrolle en orden, el cristiano tiene que tener una idea bien clara de la diferencia que hay entre su alma y su espíritu. Y esto lo puede saber aplicándose al estudio de las Escrituras.
«La Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cor­tante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las inten­ciones del corazón.» (Hebreos 4:12.)
¿Por qué la Biblia insiste en la necesidad de esta­blecer una clara división o separación o distinción entre el alma y el espíritu? El alma, como ya lo he­mos dicho, es una mezcla de bien y de mal. La Biblia nunca nos dice que debemos caminar o vivir en el alma, pero sí nos repite una y otra vez «andad en el Espíritu», «vivid en el Espíritu», «orad en el Espíritu», «cantad en el Espíritu» ¡Nuestras almas podrán ser limpiadas, curadas, restauradas y utilizadas para la gloria de Dios, en la medida en que aprendamos a caminar en el Espíritu, sometiendo nuestras almas al Espíritu de Dios! Las palabras del salmista David nos parecen apropiadas a este respecto:
«Junto a aguas de reposo me pastoreará; confor­tará mi alma.» (Salmo 23:2-3.)
De la misma manera que somos tres partes -espíritu, alma y cuerpo- nuestras almas también están formadas por tres partes: intelecto, voluntad y emociones. Nuestro intelecto con forma una de la áreas mas difíciles de nuestra alma, en el intento de someternos a la obra del Espíritu Santo. Pareciera que es el que más hondo ha caído a causa del pecado original, ya que justamente fue el intelecto el que incursionó en las zonas prohibidas por Dios, y por allí entró el pecado en el mundo. Dijo al tentador: «Sabe Dios que el día que comías de él, serán abier­tos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Génesis 3:5.)
Y desde entonces el hombre ha vivido de acuerdo a los razonamientos de su intelecto. Desde el primer grado de la escuela primaria se nos ha enseñado que el intelecto es la parte más importante en nuestras vidas, pero la educación no constituye la respuesta completa para cambiar el mundo. (La madre de Den­nis solía decir: «¡Si educamos a un diablo, lo más que podremos obtener es un diablo capaz!»). Satanás es un embaucador más hábil que el más hábil de los abogados criminalistas; no nos cabe la menor duda de que podrá engañar nuestro intelecto, si nuestro in­telecto es lo único con que contamos. Nuestra mente ha logrado acumular informaciones buenas y malas, verdaderas y falsas, y aun después de la conversión y del bautismo con el Espíritu Santo, toma tiempo efectivizar un cambio. Sin embargo, el intelecto es algo maravilloso siempre que este sometido a Dios y haya sido renovado por el Espíritu Santo.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos”. Las palabras “transformado” y “transfigurado” provienen del mismo vocablo griego metamorfo, (de donde viene la palabra metamorfosis). “…por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y per­fecta» (Romanos 12:2.).
También dicen las Sagradas Escrituras: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo tam­bién en Cristo Jesús.» (Filipenses 2:5.)
No aceptemos, como nuestra, cualquier idea que surja en nuestra mente. Debemos investigar su ori­gen preguntándonos a nosotros mismos: ¿Vino de Dios? ¿Vino de mi nueva vida en Cristo? ¿Vino del enemigo? Es preciso que de inmediato eliminemos de nuestra vida los dardos de fuego y la dañina imaginación del enemigo. La tentación no constituye un pecado en sí, pero lo es cuando .nos solazamos con la tentación, que en última instancia nos hará caer en la mala acción. La Biblia dice «Refutando argumentos, y toda altivez que se le­vanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cau­tivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» (2 Corintios 10:5.)
El «conocimiento de Dios” es que el creyente es una nueva criatura, de ahí que sus pensamientos serán sanos y buenos. Todo otro pensamiento que viene del enemigo o de la villa del alma y debe ser resis­tido. El creyente debe oponerse permanentemente a esos pensamientos desviados (se hará mas fácil el esfuerzo con el correr del tiempo) o, de lo contrario, volverá a su vieja manera de ser. Watchman Nee2 el gran líder chino, dice que hay muchos hijos de Dios que tienen corazones nuevos pero cabezas viejas.
La expresión «refutando argumentos» en el pasaje precedente, significa que es necesaria nuestra cooperación y aquí es donde entra en acción nuestra vo­luntad. La voluntad es el núcleo del alma, el lugar donde se hacen las elecciones y se toman las decisio­nes. Es el yo esencial, y ha sido usada para ejercitar la propia voluntad y no la voluntad de Dios. Dios le entregó al hombre una libre voluntad para que libre­mente pudiera decidir amarle, pero el mal uso que de la libre voluntad hizo el hombre, causó la muerte de Jesús. El libre albedrío fue adquirido por la muer­te de Jesús. Dios nunca nos quita el libre albedrío, pero todos los días debemos demostrarle nuestro amor a él, devolviéndole espontáneamente nuestra volun­tad. Esto, en otros términos, es la consagración
Dios no tiene ningún interés en que nosotros le obedezcamos como autómatas, porque en ese caso no tendríamos poder de decisión. Todos aquellos que aceptan que Dios se ha revelado en las Escrituras, y especialmente en Jesucristo, saben perfectamente bien que Dios quiere criaturas que vo­luntariamente desean que el haya dispuesto para ellos. No pierden sus voluntades; conscientemente, activa­mente, gozosamente, acomodan sus voluntades a la de él, porque sienten y conocen su amor, y porque están respondiendo a su amor. Dios nos dio libre albedrío, es decir, la potestad para elegir, para que pudiéramos amarle libremente y obedecerle también libremente. Dios quiere hijos, no robots. El Padre anhela la obediencia de sus hijos, porque los ama y quiere lo mejor para ellos. Los hijos, a su vez, desean obedecer al Padre, porque le aman.
Jesús, cuya voluntad era sin pecado y, por lo tanto, distinta de la nuestra, sirvió de ejemplo cuando nos dijo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.» (Juan 5:30.)
Pudiera darse el caso de tener miedo de someter nuestra voluntad a la de Dios, porque el enemigo nos ha asustado diciéndonos cosas como: «Con toda se­guridad que Dios lo obligará a dejar la familia y lo enviará a un país lejano», o «Dios te obligará a pararte en una esquina de tu pueblo a predicar a los transeúntes.» ¡No le prestemos atención!
Debemos dejar sentado con toda claridad en nues­tra mente, de una vez por todas, que Dios nos ama, y quiere lo mejor para nosotros; solamente andando de acuerdo a sus planes podremos rendir una vida fructífera, ahora y por la eternidad. ¡No debemos permi­tir que nada impida que Dios nos dé lo mejor!
También es la voluntad la que controla esa tercera parte de nuestras almas: nuestras emociones. Las emociones son los «sentimientos» del alma. Algunos cristianos tienen emociones que se parecen mucho a ese conocido juego de los niños llamado Yo-Yo. Hoy sienten que son salvos; mañana dudan y sienten que no son salvos. Hoy sienten que Dios los está guian­do; mañana no están seguros ni siquiera de si Dios sabe que ellos existen.
Como es obvio, nuestras emociones no son de fiar, y si procuramos guiar nuestras vidas según sus dic­tados, terminaremos en una total confusión. Hemos hecho mal uso de nuestras emociones en el pasado: arranques de mal humor, cediendo a la autoconmise­ración, etc. Nuestras vidas no pueden ser dirigidas por nuestros sentimientos; también ellas son una mez­cla del bien y del mal. Debemos manejarnos por el conocimiento interior que nace en nuestros espíritus y en concordancia con la Palabra de Dios. «Los sen­timientos no son hechos.» Por supuesto que esto no quiere decir, de ninguna manera, que la vida cristia­na deba estar desprovista de emociones, sino que Dios, en esta esfera de nuestra vida, también tiene una tarea que realizar con respecto a la sanidad y a la renovación de nuestro ser.
Si todavía no es una realidad en nuestras vidas, debemos dar ese paso de la consagración, que resulta fácil cuando aprendemos a discernir entre lo que es alma y lo que es espíritu. Es algo que exige nues­tro consentimiento y, cuando lo hacemos, se profun­diza, y todas las demás cosas ocupan su lugar en nuestras almas. No es pura casualidad que el capítulo cuarto de Hebreos hable de entrar en el reposo de Dios, justamente antes de explicar la necesidad de establecer una clara distinción entre el alma y el espíritu. El reposo es la consecuencia de vivir en el espíritu y no en el alma, pero muchos cristianos todavía tienen que aprender a reconocer esa diferen­cia. La salvación significa un descanso para el espíritu del hombre. «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan a la presencia del Señor tiempos de refrigerio.» (He­chos 3:19.) Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mateo 11:28.) El bautismo en el Espíritu Santo sig­nifica un rebosamiento de ese descanso que brinda reposo al alma. Isaías lo expresa de la siguiente ma­nera: «Porque en lenguas de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este pueblo, a los cuales el dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el re­frigerio…» (Isaías 28:11-12.) El intelecto entra en reposo cuando se somete a Dios, y el hablar en lenguas constituye uno de los medios más importantes para dejar que el Espíritu Santo renueve y refresque nues­tras mentes y almas. En la medida en que aprenda­mos a negar a nuestras almas el derecho de gober­narnos y caminemos en ese reposo con nuestras almas y espíritus sometidos al Señor, podrá Dios eliminar la «madera, el heno y la hojarasca» y establecer todo aquello que tenga valor permanente en nuestras vidas. (1 Corintios 3:12-13.) Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarles descanso para vues­tras almas.» (Mateo 11:29.)
«Llevad mi yugo sobre vosotros.» Cuando uno de los bueyes (nosotros) es guiado por el otro (Jesús) estando ambos bajo el mismo yugo – los dos están sujetos a servidumbre y deben transportar la carga – el buey guía dirige al otro y soporta el mayor peso del trabajo. Cuando empezamos a acusar el peso de la carga, podemos estar seguros que estamos quitándole al Señor la dirección, y debemos retomar el lugar que nos corresponde, es decir, exactamente a la par de él. El peso de la carga puede compararse a un termómetro espiritual para advertirnos que el alma y no el espíritu esta tomando la iniciativa. La pesadez nos está di­ciendo que nuestras almas no están reposando en Cristo.
Cuidémonos de no volver atrás, a la época en que actuábamos de acuerdo a los dictados de nuestro per­vertido intelecto, de nuestras emociones y de nuestra propia voluntad, y en cambio mantengamos vivo el torrente que empezó en nuestro particular Pentecostés; la mente de Cristo que se manifiesta en nosotros, sus emociones fluyendo a través nuestro, y su vo­luntad cumplida en nosotros.
Esta oración podemos elevarla a nuestro Dios tal cual la transcribimos, o utilizando nuestras propias palabras:

Amado Padre celestial:
Te agradezco por los maravillosos dones de la salvación y el bautismo en el Espíritu Santo. ¡Las pala­bras son inadecuadas para expresar mi gratitud! Re­conozco que estos dones son gratuitos y que me los has dado, no por méritos propios, sino simplemente porque me amas. Ahora quiero darte lo único que tengo para dar… yo mismo. Bien sé que tu voluntad con respecto a mi vida es maravillosa, y te pido que tu perfecta voluntad se cumpla en mí y a través de mi persona, desde hoy en adelante. Ayúdame para que mi voluntad se someta a la tuya y ambas sean una sola voluntad. Pido a tu Hijo, Jesucristo, que venga y ocupe el trono de mi vida para que el reine como Señor.
Sé perfectamente que esto no lo puedo hacer ba­sado en mis propias fuerzas, pero confío en tu poten­cia y en tu diaria dirección para ayudarme. Gracias, Padre, por escuchar mi oración. ¡Alabado sea tu nombre!
Te lo pido en el nombre del Señor Jesús. Amén.


4 Cosas muy importantes:


1. La Salvación: Juan 10:9; Hechos 16:30-31; Romanos 10:9,13; Mateo 9:22; Lucas 7:50; Juan 3:16-17; Lucas 17: 19; 2 Timoteo 1:9; Tito 3:5.
2. Bautismo en el Espíritu Santo: Hechos 1:5, 8; 2:4; Efesios 5:18; Hechos 19:6; 8:17; 9:17; Hechos 10:45-46; 11:16.
3. Consagración, entrega total a Cristo, decidir hacer siempre su voluntad:
Juan 5:30; 8:29; Mateo 26:39; Marcos 14:36; Lucas 22:42; Romanos 12:2; Hechos 13:36; Juan 7:17; 9:31; Hebreos 10:7; 10:36; 13:21; 1 Pedro 4:2; 1 Juan 2:17. Efesios 5:17; Juan 20:21.
4. Saber el propósito de Dios para su vida, su llamado personal y enfocarse en él sin
desviarse nunca. “Dando fruto con perseverancia”.


Buenas obras. Ya sabemos que las buenas obras no nos dan el rótulo de buenos cristianos, pero la Biblia nos dice repetidamente que Dios nos premiara de acuerdo a lo que hayamos hecho. Amar al prójimo como a nosotros mismos significa alimentarlo cuan­do esta hambriento, vestirlo cuando le falte ropa, visitarlo cuando esta enfermo o en la prisión. Y, tal cual lo explicó Jesús, nues­tro prójimo no se reduce a nuestro vecino, sino a cualquier persona necesitada que recurra a nosotros. El apóstol Santiago afirma que es una burla decirle a alguien que tiene hambre y frío: ¡Dios te bendiga! ¡Caliéntate! ¡Aliménta­te!», si no hacemos algo para ayudarlos.
La acción social de cristiano, de lo cual tanto se habla hoy en día, se reduce, en pocas palabras, a la acción del cristiano en el mundo dondequiera se en­cuentre. No se supone que la iglesia, como organi­zación, se transforme en un factor de poder político, pero los cristianos deben interesarse en la política, y traer sus convicciones con ellos. La iglesia, como organización, no debe intervenir directamente en las diferencias entre capital y trabajo, pero los cristianos que sean dirigentes en el campo del capital y del trabajo, deben participar con sus convicciones cuando se plantean las confrontaciones de los dos campos. El comerciante que está en Cristo, tratará a sus empleados como los trataría Cristo, y los em­pleados cristianos rendirán su jornada de trabajo como lo haría Jesús. La base de una verdadera «ac­ción social» es actuar según la premisa establecida en 1 Juan 4:17: «… como él es, así somos nosotros en este mundo.»
En compañía de toda la familia debemos participar colaborando con la obra de Dios sobre bases más amplias aun, ayudando al sostén del campo misione­ro, ayudando en los proyectos de la iglesia local, etc. Por supuesto, debemos contar con el Señor, quien nos dirigirá en todas estas cosas, pero que el «esperar en el Señor» no se convierta en una excusa para no hacer nada. El hacerla constituye una parte vital de nuestra vida y testimonios cristianos.
Cooperando con Dios. La palabra cooperar signifi­ca simplemente «trabajar juntos», y la Escritura nos dice que Dios quiere que seamos colaboradores con él. (1 Corintios 3:9: 2 Corintios 6:1.) Todo esto quiere decir que si bien Dios nos ha creado como seres libres, él está pendiente de nuestra colabora­ción para introducir su amor al mundo.
El Señor Jesús no escribió ningún libro, pero el más importante de todos los libros del mundo es­cribe sobre él; nunca viajó más allá de unos pocos kilómetros de su lugar de nacimiento, y sin embargo trazó un plan para alcanzar los lugares mas remotos del mundo. Después de limpiarlos de sus pecados, lle­nó a sus seguidores con el amor, el gozo y el poder de Dios, y los envió para derramar ese gozo, ese amor y ese poder sobre otros y decirles que ellos también podían ser perdonados y llenados de la gloria y del poder de Dios. En esto consisten las buenas nuevas, el Evangelio, y las personas que lo escuchan y lo aceptan forman parte del pueblo de Dios, la Iglesia.
Es un método notablemente eficaz, pues si una persona recibe hoy a Cristo, y al mismo tiempo recibe un mayor poder para testificar recibiendo el bautismo en el Espíritu Santo, y mañana ayuda a otros dos a recibirlo, asegurándose de que estos también sean bautizados en e1 Espíritu Santo, y a su vez esas dos personas alcanzan a cuatro en el día subsiguiente, y esos cuatro ganen a ocho, y se continúa en esa pro­gresión geométrica, en un mes, es decir en treinta y un días se habrán alcanzado y ganado para el reino de Dios, !mil millones de personas! 1


1Esta multiplicación extraordinaria se daría en el caso de que cada cristiano ganara solamente dos personas para Dios durante toda su vida. Como es de imaginar, un cristiano que cuenta con el poder de Dios debería orar pidiendo 1a oportunidad de testifi­car por Cristo todos les días, para que durante su existencia centenares de personas fueran ganadas para Cristo
Este es el principio sobre el cual se basó Jesús para alcanzar al mundo: cada persona contándole a los demás, y ellos, a su vez, a otros, hasta que sean millones los que estén llenos de la gloria de Dios en toda la redondez de la tierra. Este plan de acción ha sido iniciado una y otra vez, y luego ha fracasado, debido a la infidelidad y a lo olvidadizo del ser huma­no, y a la confusión y a las desviaciones provocadas por el enemigo. Pero mayormente el fracaso se ha debido a que el mensaje fue transmitido solo par­cialmente: perdón sin poder. Hoy en día. sin embar­go, nuevamente es proclamado el «Evangelio comple­to», no solamente el hecho esencial de que Dios perdona y ama a su pueblo, sino que al hacerlo les da poder para ganar a otros. El plan de Dios es que millones de hombres y mujeres, y también de niños, en todo el mundo, sean portadores de su mensaje de amor, perdón, sanidad y poder para toda la humani­dad. Estamos viviendo la era del reavivamiento de la iglesia, ¡y es algo tan emocionante! En todo el mundo la gente está descubriendo qué maravilloso es hablar a los demás sobre Jesús y el poder del Espíritu Santo, ¡y sabemos que el plan de Dios no fracasará! Bien pudiera ser este el último avivamiento antes de la venida del Señor. Esperamos y oramos para que este libro ayude a muchos a cooperar con Dios y que, como hijos y colaboradores seamos llenados, hasta rebosar, con su gran gozo.

Capítulo 15 – Consagración – Libro El Espíritu Santo y tú. D. Bennett


Ya hemos hablado de dos experiencias cristianas básicas, siendo la más importante la salvación, y en segundo lugar el bautismo con el Espíritu Santo. Ambas se dan en forma gratuita a quienquiera que las pida y nada puede hacerse para ganarlas.
También puede darse un paso vital, que podríamos denominar consagración.’ Los dos primeros pasos los ofrece Dios para nuestra aceptación, mientras que en la consagración, nosotros nos damos a Dios:
«Así que, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo (consagra­do), agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Romanos 12:1.)
Pablo esta hablando a los «hermanos», a creyentes que son salvos y sin duda bautizados en el Espíritu Santo. La consagración es algo que nosotros hacemos, pero únicamente Dios nos da la capacidad para ello. Significa someter nuestra propia voluntad a Dios en la más alta medida posible para que su perfecta vo­luntad pueda manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Este paso es una respuesta a la oración que dice:
«Venga tú reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (en vasos de barro (2 Corintios 4:7.)” (Mateo 6:10.)
1 Otros términos usados al mismo fin son: entrega, discipulado o dedicación.
Lo que en realidad quiere decir es que debemos permitir a Jesús que sea EL Rey y Señor de nuestras vidas.
«¿Y quien quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?» pregunto el rey David a su pueblo. (1 Crónicas 29:5.) El pueblo de Israel respondió voluntaria­mente y «de todo corazón»; dieron de si y dieron sus bienes para la construcción del templo del Señor. A continuación David elevo una hermosa oración, termi­nando con las conocidas palabras:
«Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tus manos lo damos.» (1 Crónicas 29:14.)
Nosotros y todo lo que tenemos pertenecemos a Dios, pero habiéndonos dado libre albedrío, tiene que esperar a que seamos nosotros quienes le retribu­yamos voluntariamente.
De la manera en que somos salvos cuando por vez primera recibimos a Jesús, y sin embargo nuestra salvación continua día a día; de la manera en que recibimos el Espíritu Santo en un determinado mo­mento, de una vez y para siempre, pero debemos permitirle que nos llene día a día; así también tenemos que efectuar el acto inicial de la consagración, que también tendrá que ser renovado día a día, reuniendo las facetas de nuestra vida que parecieran haberse apartado de el, y juntarlos en el sitio donde deben estar. Muchos hay que han nacido de nuevo y han silo bautizados en el Espíritu Santo, que no se dan cuenta de la necesidad de consagrarse. Y, sin embar­go, la consagración es el único camino para una vida plena y victoriosa en Cristo.
La consagración se produce, entonces, cuando op­tamos caminar con Jesús, día a día; significa poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas y caminar con e1. «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo 6:33.) Jesús nos ha prometido estar siempre con nosotros, pero el creyente no consagrado pretende que Jesús le acompañe adonde el quiere ir, en tanto que la persona consagrada sigue a Jesús adonde Jesús quiere ir. Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día (someta su propia voluntad cada día) y sígame (Lucas 9:23)
Al llegar a este punto alguien puede plantear lo siguiente: «Todo esto suena muy bonito, pero ¿como aprender a hacerlo?» El mejor consejo que podemos dar es que debemos descubrir la diferencia que existe entre alma y espíritu. Ya hemos mencionado la im­portancia de comprender que no estamos reducidos a dos partes, -alma y cuerpo- como los anímales, sino que conformamos tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu (pneuma) es la parte mas recóndita de nuestro ser, que fue creado para tener comunión con Dios. Estaba muerto «en delitos y pecados» y cobro vida al hacernos cristianos, y Dios vino a morar justa­mente allí. Es en nuestro espíritu donde subyace ese conocimiento o testimonio interior de la voluntad de Dios. En la carta a los Colosenses leemos: «Porque en el Jesús} habita toda la plenitud de la Deidad Trinidad], y vosotros los cristianos] estáis comple­tos en el.» (Colosenses 2:9-10.) En el evangelio de Juan, leemos lo que dijo Jesús: «El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre lo amara, y vendremos a el, y haremos morada en e1.» (Juan 14:16.) ¿Que mas podemos pedir cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en nuestro espíritu? Esta es la parte de nuestro ser denominada «nueva criatura» sitio en el cual nuestro espíritu se ha unido al Espíritu Santo y se han hecho uno solo. (1 Corintios 6:17.) Con frecuencia esta es la parte mas descuida­da de nuestro ser, siendo, como es, la mas impor­tante.
El alma (psiquis) es la parte del hombre que lo ha gobernado siempre, desde la caída. Esta compues­ta de tres partes: el intelecto la voluntad y las emo­ciones. El alma del cristiano ha llegado a un punto en que puede ser puesta en orden; todavía es una mezcla de bien y de mal. Resulta maravilloso cuando el alma se somete a Dios; pero cuando no lo esta, puede bloquear lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través nuestro. Si bien el «viejo hombre» fue crucificado con Cristo, todavía quedan restos del des­orden que dejo allí desde la época en que dominaba nuestra alma; la tarea de limpieza -en lenguaje bíblico- se llama santificación; Esta esfera es un verdadero campo de batalla! Es el campo del «yo» que Jesús quiere que neguemos.
E1 cuerpo (soma) es el Ámbito de los cinco sentidos gusto, tacto, olfato, vista y oído. El cuerpo es la casa donde habitan el alma y el espíritu, y el cuerpo del cristiano pasa a ser el templo del espíritu Santo. (1 Corintios 6:19) Con el bautismo en el espíritu Santo el cuerpo se llena, hasta rebosar, con la gloria de Dios. En tanto nuestros cuerpos -que todavía con­servan tendencias a caer- no controlen nuestras vi­das, antes bien son controlados por el Espíritu Santo y por nuestro estado de «nuevas criaturas», expresaran la hermosura y el gozo del Señor. Dios tiene sus planes con respecto a nuestros cuerpos físicos, y los ejecutara en la medida en que seamos obedientes a la inspiración del Espíritu Santo y de su Palabra, referidas a su templo. Dios quiere que «seas pros­perado… y que tengas salud, así como prospera el alma». (3 Juan 1:2.)
Nuestra situación en la vida puede ser comparada a lo que puede ocurrir en un gran trasatlántico. El capitán ha estado gravemente enfermo y durante el prolongado periodo que duro su enfermedad, no pudo ejercer el comando de la nave. La tripulación, bien entrenada, supo muy bien lo que tenía que hacer y tomo el control. Desgraciadamente, sin conocer ni el destino ni el propósito del viaje, navegan por el Océano sin rumbo fijo. Se suscitan disputas entre ellos, y queda muy poco combustible. Desde el mo­mento en que no conocen el arte de la navegación y por lo tanto como llegar a un puerto, no pueden rea­bastecerse. La situación se ha tornado grave, ¡mi­lagrosamente mejora el capitán!, pero se da cuenta que le demandara un tiempo ganar nuevamente el control del buque. De vez en cuando la tripulación le presta atención, pero las mas de las veces le dicen «Vea, señor, hemos navegado mucho tiempo sin su ayuda, y sabemos hacerlo. “Déjenos en paz’.»
Nuestro espíritu, unido al Espíritu Santo, es quien debe -presuntamente- gobernar nuestra alma, y nuestra alma sometida debe -también presuntamente- gobernar nuestro cuerpo. Pero por mucho tiempo, sin embargo, desde el momento en que na­cimos, nuestro espíritu ha estado fuera de acción y nuestra alma y nuestro cuerpo han actuado por su propia cuenta. ¿Que tiene que hacer el capitán del barco para tomar nuevamente el control? Lo que la tripulación desconoce es que las cosas volverán a la normalidad y todos serán felices, solamente cuan­do el capitán, con sus mapas y su brújula, y su co­nocimiento del mar, logre recuperar el control total de la situación. Además el capitán también sabe co­mo manipular la radio para pedir ayuda y dar indi­caciones sobre la posición del barco, solicitando com­bustible y otros elementos necesarios. La paz y la felicidad volverán a reinar en el barco en el memento en que el capitán retome el control.
Para el cristiano, inmediatamente después de su bautismo en el Espíritu Santo, la presencia de Dios resulta tan real, que no le demanda ningún esfuerzo colocar a Dios en el primer lugar. Está primero en nuestra mente temprano a la mañana, es el tema favorito en nuestra conversación durante el día. Y el último en quien pensamos antes de retirarnos a dor­mir. Su espíritu renovado (el capitán) esta por encima de su alma (la tripulación), y el cuerpo (el barco) fun­ciona de acuerdo a las directivas del capitán. Sucede que en algunas personas esta paz y orden duran mas que en otras, pero bien pronto el alma comienza a forcejear para recuperar el control que le corresponde. Para que todo se desarrolle en orden, el cristiano tiene que tener una idea bien clara de la diferencia que hay entre su alma y su espíritu. Y esto lo puede saber aplicándose al estudio de las Escrituras.
«La Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cor­tante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las inten­ciones del corazón.» (Hebreos 4:12.)
¿Por que la Biblia insiste en la necesidad de esta­blecer una clara división o separación o distinción entre el alma y el espíritu? El alma, como ya lo he­mos dicho, es una mezcla de bien y de mal. La Biblia nunca nos dice que debemos caminar o vivir en el alma, pero si nos repite una y otra vez  ¡»andad en el Espíritu», «vivid en el Espíritu», «orad en el Espíritu», «cantad en el Espíritu» ¡Nuestras almas podrán ser limpiadas, curadas, restauradas y utilizadas para la gloria de Dios, en la medida en que aprendamos a caminar en el Espíritu, sometiendo nuestras almas al Espíritu de Dios. Las palabras del salmista David nos parecen apropiadas a este respecto:
«Junto a aguas de reposo me pastoreara; confor­tara mi alma.» (Salmo 23:2-3.)
De la misma manera que somos tres partes -espíritu, alma y cuerpo- nuestras almas también están formadas por tres partes: intelecto, voluntad y emociones. Nuestro intelecto con forma una de la áreas mas difíciles de nuestra alma, en el intento de someternos a la obra del Espíritu Santo. Pareciera que es el que mas hondo ha caído a causa del pecado original, ya que justamente fue el intelecto el que incursiono en las zonas prohibidas por Dios, y por allí entro el pecado en el mundo. Dijo al tentador:
«Sabe Dios que el día que comías de el, serán abier­tos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Génesis 3:5.)
Y desde entonces el hombre ha vivido de acuerdo a los razonamientos de su intelecto. Desde el primer grado de la escuela primaria se nos ha enseñado que el intelecto es la parte más importante en nuestras vidas, pero la educación no constituye la respuesta completa para cambiar el mundo. (La madre de Den­nis solía decir: «! Si educamos a un diablo, lo mas que podremos obtener es un diablo capaz!») Satanás es un embaucador más hábil que el más hábil de los abogados criminalistas; no nos cabe la menor duda de que podrá engañar nuestro intelecto, si nuestro in­telecto es lo único con que contamos. Nuestra mente ha logrado acumular informaciones buenas y malas, verdaderas y falsas, y aun después de la conversión y del bautismo con el Espíritu Santo, toma tiempo efectivizar un cambio. Sin embargo, el intelecto es algo maravilloso siempre que este sometido a Dios y haya sido renovado por el Espíritu Santo.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos mas palabras transformado y transfigurado provienen del mismo vocablo griego metamorfo, de donde viene la palabra metamorfosis] por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y per­fecta.» (Romanos 12:2.) También dicen las Sagradas Escrituras
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo tam­bién en Cristo Jesús.» (Filipenses 2:5.)
No aceptemos, como nuestra, cualquier idea que surja en nuestra mente. Debemos investigar su ori­gen preguntándonos a nosotros mismos: ¿Vino de Dios? .Vino de mi nueva vida en Cristo? Vino del enemigo? Es preciso que de inmediato eliminemos de nuestra vida los dardos de fuego y la dañina imaginación del enemigo. La tentación no constituye un pecado en si, pero lo es cuando .nos solazamos con la tentación, que en última instancia nos hará caer en la mala acción. La Biblia dice «Refutando argumentos, y toda altivez que se le­vanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cau­tivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» (2 Corintios 10:5.)
El «conocimiento de Dios» es que el creyente es una nueva criatura, de ahí que sus pensamientos serán sanos y Buenos. Todo otro pensamiento viene del enemigo o de la villa del alma y debe ser resis­tido. El creyente debe oponerse permanentemente a esos pensamientos desviados (se hará mas fácil el esfuerzo con el correr del tiempo) o, de lo contrario, volverá a su vieja manera de ser. Watchman Nee, 2 el gran líder chino dice que hay muchos hijos de Dios que tienen corazones nuevos pero cabezas viejas.
La expresión «refutando argumentos» en el pasaje precedente, significa que es necesaria nuestra cooperación y aquí es donde entra en acción nuestra vo­luntad. La voluntad es el núcleo del alma, el lugar donde se hacen las elecciones y se toman las decisio­nes. Es el yo esencial, y ha sido usada para ejercitar la propia voluntad y no la voluntad de Dios. Dios le entrego al hombre una libre voluntad para que libre­mente pudiera decidir amarle, pero el mal uso que de la libre voluntad hizo el hombre, causo la muerte de Jesús. El libre albedrío fue adquirido por la muer­te de Jesús. Dios nunca nos quita el libre albedrío, pero todos los días debemos demostrarle nuestro amor a el, devolviéndole, espontáneamente, nuestra volun­tad. Esto, en otros términos, es la consagración
Dios no tiene ningún interés en que nosotros le obedezcamos como autómatas, porque en ese caso no tendríamos poder de decisión. Todos aquellos que aceptan que Dios se ha revelado en las Escrituras, y especialmente en Jesucristo, saben perfectamente bien que Dios quiere criaturas que vo­luntariamente desean que el haya dispuesto para ellos. No pierden sus voluntades; conscientemente, activa­mente, gozosamente, acomodan sus voluntades a la de el, porque sienten y conocen su amor, y porque están respondiendo a su amor. Dios nos dio libre albedrío, es decir, la potestad para elegir, para que pudiéramos amarle libremente y obedecerle también libremente. Dios quiere hijos, no robots. El Padre anhela laobediencia de sus hijos, porque los ama y quiere lo mejor para ellos. Los hijos, a su vez, desean obedecer al Padre, porque le aman.
Jesús, cuya voluntad era sin pecado y, por lo tanto, distinta de la nuestra, sirvió de ejemplo cuando nos dijo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.» (Juan 5:30.)
Pudiera darse el caso de tener miedo de someter nuestra voluntad a la de Dios, porque el enemigo nos ha asustado diciéndonos cosas como: «Con toda se­guridad que Dios lo obligara a dejar la familia y lo enviara a un país lejano», o «Dios te obligara a pararte en una, esquina de tu pueblo a predicar a los transeúntes.» ¡No, le prestemos atención!
Debemos dejar sentado con toda claridad en nues­tra mente, de una vez por todas, que Dios nos ama, y quiere lo mejor para nosotros; solamente andando de acuerdo a sus planes podremos rendir una vida fructífera, ahora y por la eternidad. ¡No debemos permi­tir que nada impida que Dios nos de lo mejor!
También es la voluntad la que controla esa tercera parte de nuestras almas: nuestras emociones. Las emociones son los «sentimientos» del alma. Algunos cristianos tienen emociones que se parecen mucho a ese conocido juego de los niños llamado Yo-Yo. Hoy sienten que son salvos; mañana dudan y sienten que no son salvos. Hoy sienten que Dios los esta guian­do; mañana no están seguros ni siquiera de si Dios sabe que ellos existen.
Como es obvio, nuestras emociones no son de fiar, y si procuramos guiar nuestras vidas según sus dic­tados, terminaremos en una total confusión. Hemos hecho mal uso de nuestras emociones en el pasado: arranques de mal humor, cediendo a la autoconmise­ración, etc. Nuestras vidas no pueden ser dirigidas por nuestros sentimientos; también ellas son una mez­cla del bien y del mal. Debemos manejarnos por el conocimiento interior que nace en nuestros espíritus y en concordancia con la Palabra de Dios. «Los sen­timientos no son hechos.» Por supuesto que esto no quiere decir, de ninguna manera, que la vida cristia­na deba estar desprovista de emociones, sino que Dios, en esta esfera de nuestra vida, también tiene una tarea que realizar con respecto a la sanidad y a la renovación de nuestro ser.
Si todavía no es una realidad en nuestras vidas, debemos dar ese Paso de la consagración, que resulta fácil cuando aprendemos a discernir entre lo que es alma y lo que es espíritu. Es algo que exige nues­tro consentimiento y, cuando lo hacemos, se profun­diza, y todas las demás cosas ocupan su lugar en nuestras almas. No es pura casualidad que el capitulo cuarto de Hebreos hable de entrar en el reposo de Dios, justamente antes de explicar la necesidad de establecer una clara distinción entre el alma y el espíritu. El reposo es la consecuencia de vivir en el espíritu y no en el alma, pero muchos cristianos todavía tienen que aprender a reconocer esa diferen­cia. La salvación significa un descanso para el espíritu del hombre. «Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan a la presencia del Señor tiempos de refrigerio.» (He­chos 3:19.) Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mateo 11:28.) El bautismo en el Espíritu Santo sig­nifica un rebosamiento de ese descanso que brinda reposo al alma. Isaías lo expresa de la siguiente ma­nera: «Porque en lenguas de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este pueblo, a los cuales el dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el re­frigerio…» (Isaías 28:11-12.) El intelecto entra en reposo cuando se somete a Dios, y el hablar en lenguas constituye uno de los medios más importantes para dejar que el Espíritu Santo renueve y refresque nues­tras mentes y almas. En la medida en que aprenda­mos a negar a nuestras almas el derecho de gober­narnos y caminemos en ese reposo con nuestras almas y espíritus sometidos al Señor, podrá Dios eliminar la «madera, el heno y la hojarasca» y establecer todo aquello que tenga valor permanente en nuestras vidas. (1 Corintios 3:12-13.) Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallarles descanso para vues­tras almas.» (Mateo 11:29.)
«Llevad mi yugo sobre vosotros.» Cuando uno de los bueyes (nosotros) es guiado por el otro (Jesús) estando ambos bajo el mismo yugo – los dos están sujetos a servidumbre y deben transportar la carga – el buey guía dirige al otro y soporta el mayor peso del trabajo. Cuando empezamos a acusar el peso de la carga, podemos estar seguros que estamos quitándole al Señor la dirección, y debemos retomar el lugar que nos corresponde, es decir, un paso detrás de el. El peso de la carga puede compararse a un termómetro espiritual para advertirnos que el alma y no el espíritu esta tomando la iniciativa. La pesadez nos esta di­ciendo que nuestras almas no están reposando en Cristo.
Cuidémonos de no volver atrás, a la época en que actuábamos de acuerdo a los dictados de nuestro per­vertido intelecto, de nuestras emociones y de nuestra propia voluntad, y en cambio mantengamos vivo el torrente que empezó en nuestro particular Pentecostés; la mente de Cristo que se manifiesta en nosotros, sus emociones fluyendo a través nuestro, y su vo­luntad cumplida en nosotros.
Esta oración podemos elevarla a nuestro Dios tal cual la transcribimos, o utilizando nuestras propias palabras:
Amado Padre celestial:
Te agradezco por los maravillosos dones de la salvación y el bautismo en el Espíritu Santo. ¡Las pala­bras son inadecuadas para expresar mi gratitud! Re­conozco que estos dones son gratuitos y que me los has dado, no por meritos propios, sino simplemente porque me amas. Ahora quiero darte lo único que tengo para dar… yo mismo. Bien se que la voluntad, con respecto a mi vida, es maravillosa y te pido que tu perfecta voluntad se cumpla en mi y a través de mi persona, desde hoy en adelante. Ayúdame para que mi voluntad se someta a la tuya y ambas sean una sola voluntad. Pido a tu Hijo, Jesucristo, que venga y ocupe el trono de mi vida para que el reine como Señor.
Se perfectamente que esto no lo puedo hacer ba­sado en mis propias fuerzas, pero confío en tu poten­cia y en tu diaria dirección para ayudarme. Gracias, Padre, por escuchar mi oración. ¡Alabado sea tu nombre!
Te lo pido en el nombre del Señor Jesús,
Amen.


Buenas obras. Ya sabemos que las buenas obras no nos dan el rótulo de buenos cristianos, pero laBiblia nos dice repetidamente que Dios nos premiara de acuerdo a lo que hayamos hecho. Amar al prójimo como a nosotros mismos significa alimentarlo cuan­do esta hambriento, vestirlo cuando le falte ropa, visitarlo cuando esta enfermo o en la prisión. Y nues­tro prójimo no se reduce a nuestro vecino, tal cual lo explicó Jesús, sino a cualquier persona necesitada que recurra a nosotros. El apóstol Santiago afirma que es una burla decirle a alguien que tiene hambre y frío: ¡Dios te bendiga! ¡Caliéntate! !Aliménta­te!», si no hacemos algo para ayudarlos.
La acción social de cristiano, de lo cual tanto se habla hoy en día, se reduce, en pocas palabras, a la acción del cristiano en el mundo dondequiera se en­cuentre. No se supone que la iglesia, como organi­zación, se transforme en un factor de poder político, pero los cristianos deben interesarse en la política, y traer sus convicciones con ellos. La iglesia, como organización, no debe intervenir directamente en las diferencias entre capital y trabajo, pero los cristia­nos que sean dirigentes en el campo del capital y del trabajo, deben participar con sus convicciones cuando se plantean las confrontaciones de los dos campos. El comerciante que esta en Cristo, tratara a sus empleados como los trataría Cristo, y los em­pleados cristianos rendirán su jornada de trabajo como lo haría Jesús. La base de una verdadera «ac­ción social» es actuar según la premisa establecida en 1 Juan 4:17: «… como él es, así somos nosotros en este mundo.»
En compañía de toda la familia debemos participar colaborando con la obra de Dios sobre bases más amplias aun, ayudando al sostén del campo misione­ro, ayudando en los proyectos de la iglesia local, etc. Por supuesto debemos contar con el Señor, quien nos dirigirá en todas estas cosas, pero que el «esperar en el Señor» no se convierta en una excusa para no hacer nada. El hacerla constituye una parte vital de nuestra vida y testimonios cristianos.
Cooperando con Dios. La palabra cooperar signifi­ca simplemente «trabajar juntos», y la Escritura nos dice que Dios quiere que seamos colaboradores con el. (1 Corintios 3:9: 2 Corintios 6:1.) Todo esto quiere decir que si bien Dios nos ha creado como seres libres, él esta pendiente de nuestra colabora­ción para introducir su amor al mundo.
El Señor Jesús no escribió ningún libro, pero el mas importante de todos los libros del mundo es­cribe sobre el; nunca viajó mas allá de unos pocos kilómetros de su lugar de nacimiento, y sin embargo trazó un plan para alcanzar los lugares mas remotos del mundo. Después de limpiarlos de sus pecados, lle­nó a sus seguidores con el amor, el gozo y el poder de Dios, y los envió para derramar ese gozo, ese amor y ese poder sobre otros y decirles que ellos también podían ser perdonados y llenados de la gloria y del poder de Dios. En esto consisten las buenas nuevas, el evangelio, y las personas que lo escuchan y lo aceptan forman parte del pueblo de Dios, la Iglesia.
Es un método notablemente eficaz, pues si una persona recibe hoy a Cristo, y al mismo tiempo recibe un mayor poder para testificar recibiendo el bautismo en el Espíritu Santo, y mañana ayuda a otros dos a recibirlo, asegurándose de que estos también sean bautizados en e1 Espíritu Santo, y a su vez esas dos personas alcanzan a cuatro en el día subsiguiente, y esos cuatro ganen a ocho, y se continua en esa pro­gresión geométrica, en un mes, es decir en treinta y un días se habrán alcanzado y ganado para el reino de Dios, !mil millones de personas! 1


1Esta multiplicación extraordinaria se daría en el caso de que cada cristiano ganara solamente dos personas para Dios durante toda su vida. Como es de imaginar, un cristiano que cuenta con el poder de Dios debería orar pidiendo 1a oportunidad de testifi­car por Cristo todos les días, para que durante su existencia centenares de personas fueran ganadas para Cristo
Este es el principio sobre el cual se baso Jesús para alcanzar al mundo: cada persona contándole a los demás, y ellos, a su vez, a otros, hasta que sean millones los que estén llenos de la gloria de Dios en toda la redondez de la tierra. Este plan de acción ha sido iniciado una y otra vez, y luego ha fracasado, debido a la infidelidad y a lo olvidadizo del ser huma­no, y a la confusión y a las desviaciones provocadas por el enemigo. Pero mayormente el fracaso se ha debido a que el mensaje fue transmitido solo par­cialmente: perdón sin poder. Hoy en día, sin embar­go, nuevamente es proclamado el «Evangelio Comple­to» no solamente el hecho esencial de que Dios perdona y ama a su pueblo, sino que al hacerlo les da poder para ganar a otros. El plan de Dios es que millones de hombres y de mujeres, y también de niños, en todo el mundo, sean portadores de su mensaje de amor, perdón, sanidad y poder para toda la humani­dad. Estamos viviendo la era del reavivamiento de la iglesia, ¡y es algo tan emocionante! En todo el mundo la gente esta descubriendo que maravilloso es hablar a los demás sobre Jesús y el poder del Espíritu Santo, ¡y sabemos que el plan de Dios no fracasara! Bien pudiera ser este el último avivamiento antes de la venida del Señor. Esperamos y oramos para que este libro ayude a muchos a cooperar con Dios y que, como hijos y colaboradores seamos llenados, hasta rebosar, con su gran gozo.

Jesús es Dios.

JESÚS ES DIOS:

Esto ya se había profetizado en Isaías 7:14

He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,

Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

(Mateo 1:23)

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (DIOS CON NOSOTROS)

(Isaías 7:14)

ESTE NIÑO SERÍA DIOS:

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

(Isaías 9:6)

En el principio era el Verbo, (se refiere a Jesús, la palabra de Dios) y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

(Juan 1:1)

Y aquel Verbo fue hecho carne, (Aquel que era Dios se hizo hombre) y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

(Juan 1:14)

JESÚS ES EL CREADOR DE TODO: Leer Colosenses 1:15:23.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

(Juan 1:3)

JESÚS SE LLAMÓ A SI MISMO COMO EL “YO SOY” (IGUAL QUE DIOS PADRE).

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY.

(Juan 8:58)

Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

(Éxodo 3:14)

…porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; YO SOY, no temáis!

(Marcos 6:50)

Jesús dijo:

Yo y el Padre uno somos.

(Juan 10:30)

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

(Juan 14:8)

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

(Juan 14:9)

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

(Juan 20:28)

El (Jesús) es la imagen del Dios invisible…

(Colosenses 1:15)

de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (Romanos 9:5)

aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (Tito 2:13)

E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria.

(1 Timoteo 3:16)

Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.

(1 Juan 5:20)

Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;

Cetro de equidad es el cetro de tu reino.

(Hebreos 1:8)

Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

(Juan 5:18)

SE DICE DE JESÚS LO MISMO QUE DE DICE DE DIOS PADRE.

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, (Jesús) será salvo.

(Romanos 10:13)

Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.

(Joel 2:32)

Porque en él (en Jesús) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

(Colosenses 2:9)

Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

(Lucas 5:20)

Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

(Lucas 5:21)

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

(Lucas 1:31)

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre (antepasado).

(Lucas 1:32)

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su Reino no tendrá fin.

(Lucas 1:33)

DIOS PADRE Y JESÚS REINARÁN:

Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre. (ver: Juan 10:30).(Zacarías 14:9)

SOLO SE DEBE ADORAR A DIOS:

Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

(Mateo 4:10)

LOS REYES MAGOS ADORARON SOLO A JESÚS Y NO A JOSÉ O A MARÍA (O A TODOS).

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, LO adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11)

SOLO SE DEBE ADORAR A DIOS:

Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

(Mateo 4:10)

JESÚS ACEPTÓ LA ADORACIÓN PORQUE ES DIOS.

Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

(Mateo 14:33)

he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.

(Mateo 28:9)

Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.

(Mateo 28:17)

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él (cristo) reinará por los siglos de los siglos.

(Apocalipsis 11:15)

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,

(Apocalipsis 5:11)

que decían a gran voz: El Cordero (Jesús) que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.

(Apocalipsis 5:12)

EN EL CIELO SOLO DIOS PADRE Y DIOS HIJO SON ADORADOS.

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono,(Dios Padre) y al Cordero, (Jesús) sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

(Apocalipsis 5:13)

Pelearán contra el Cordero, (Jesús) y el Cordero los vencerá, porque él (Jesús) es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.

(Apocalipsis 17:14)

Y en su vestidura y en su muslo (de Jesús) tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

(Apocalipsis 19:16)

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,

(Apocalipsis 22:3)

Nadie ha visto jamás a Dios. Pero el Hijo, (Jesús) el único, él mismo es Dios y está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.

(Juan 1:18)

de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.

(Romanos 9:5)

Dios le bendiga: Pr Gustavo Isbert

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 1 -Un milagro maravilloso

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 1 -Un milagro maravilloso

¿Cree usted en los milagros?

Jorge Muller era borracho y rebelde hasta que de repente se obro en su vida un cambio total y revolucionario. Se volvió en un hombre bueno y piadoso, dedicado al cuidado, sostén y educación de miles de niños huérfanos. Llegó a tener renombre en todo el mundo a causa de su extraordinaria piedad práctica.

Cierto cirujano eminente, e1 Profesor Rendle Short» que vivió en Bristol, Inglaterra, 1a ciudad de Muller, escribió: «Durante la segunda mitad del siglo diecinueve, la vida y el ejemplo de Jorge Muller de Bristol fueron usados poderosamente por Dios para fortalecer la fe alrededor del mundo. He oído decir a mi padre que durante esos años el ateísmo en Bristol apenas si osaba levantar la voz, sabiendo que en seguida sería desafiado». ¿Qué paso a Jorge Muller para que fuera tan completamente transformado?

Jaime Vaus era gángster. En su libro “Por Qué Dejé el Crimen Sindicado” cuenta cómo trabajó por un tiempo como experto en electrónica, con criminales y con la policía simultáneamente. Por fin decidió que más ganaba con el delito. Jaime

Vaus había sido criado en una familia evangélica y había asistido a la escuela dominical y a un instituto bíblico. Sin embargo, se hizo gangster. Estaba ganando distinción en el mundo de la delincuencia cuando se obro en el la misma clase de cambio transformador que había revolucionado a Jorge Muller. Hoy par hoy ya pago su deuda a la sociedad y es un cristiano devoto que se esfuerza par hacer que los pandilleros j6venes de Harlem experimenten la misma cosa. ¿Qué paso a Jaime Vaus para que fuera cambiado de criminal a cristiano evangélico?

Por todo el mundo hoy se esta efectuando este mismo milagro maravilloso, aunque ignorado o mirado con incredulidad por la mayor parte de la gente. Como todo milagro verdadero, este no puede explicarse por los conocimientos meramente humanos, ni se puede percibir ni analizar mediante artificios de los hombres. Los instrumentos del médico no revelan cómo ni cuándo sucede. Los científicos más destacados no pueden registrar ni explicar que es lo que pasa.

Este milagro se verifica constantemente en el reino de lo humano. Sucede con gente de cualquier cultura, de toda nación, de toda edad, y hasta de cualesquier antecedentes religiosos.

Pero en realidad se encuentra con más frecuencia entre los pobres, los despreciados y los desechados que entre los sabios, los poderosos y los nobles (I Corintios 1:26-29).

El milagro del nuevo nacimiento

¿Qué es este milagro que penetra en todos los estratos de la sociedad con resultados tan sorprendentes y de tanto alcance? Es el evento extraordinario, misterioso y divino que se llama el nuevo nacimiento o, como algunos prefieren llamarlo, la conversión a la salvación.

Se llama nuevo nacimiento porque es el comienzo de una nueva vida espiritual, así como el nacimiento común es el comienzo de la vida natural (I Pedro 1:23).

Se llama conversión porque representa una media vuelta en la dirección de la vida, un cambio que lleva de la incredulidad a la fe (Mateo 18:3).

Se llama salvación porque significa salvar a la persona del castigo y del poder del pecado, y aun de la presencia del pecado en la vida venidera (I Pedro 1:9).

¿Qué es el nuevo nacimiento?

El nuevo nacimiento es un suceso espiritual. «Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Eso quiere decir que no tiene que ver principalmente con la parte física y visible de la naturaleza del hombre, es decir, con su cuerpo, sino más bien con su ser inmaterial, es decir, con su espíritu y alma.

Además, el nuevo, nacimiento es un evento claramente sobrenatural. “La salvación es de Jehová» (Jonás 2:9). No la puede producir ningún hombre ni grupo de hombres. No procede de la sangre – es decir, no se hereda; los hijos de padres renacidos no nacen de nuevo automáticamente. No proviene de la voluntad, de la carne; no puede el hombre experimentar la conversión por solo desearla. No resulta de la voluntad del hombre. No puede ni ministro, ni sacerdote, ni rabino, conseguir la salvación de otra persona, por sinceramente que lo desee el uno o el otro (Juan 1:13).

Además, el nuevo nacimiento es un acto soberano de de Dios. Así como el viento sopla donde quiera sin pedirle permiso al hombre, así Dios extiende su dadiva de salvación a individuos sin primero consultar con gobiernos humanos funcionarios de 1a iglesia, o cualquier otra persona o grupo de personas (Juan 3:8).

El nacimiento espiritual de una alma ocurre instantáneamente aunque los eventos que lo preceden pueden abarcar un período de meses, o hasta de años. El primer momento en que una persona mira a Jesucristo con fe y confía en Él como su Salvador y Señor, recibe vida eterna (Juan 3:36).

El nuevo nacimiento contra una profesión vacía

No sorprende saber que el nuevo nacimiento puede ser imitado, y a veces lo es. Tales conversiones espurias se las puede calificar como meras “profesiones” o meras “reformas”. A menudo se basan nada más que en el bautismo, la confirmación, el ser miembros de la iglesia, o en algún rito o ceremonia religiosa. Pero sólo la salvación dará paz duradera al alma, o ganará la entrada al Cielo. Sin excepción, cuando una persona se limita a enmendar la conducta sin experimentar el nuevo nacimiento más tarde vuelve a caminos más pecaminosos que antes (Mateo 12:44,45). Así que, aunque se puede imitar la conversión, no se la puede duplicar. Solamente la fe en Cristo es permanente.

El nuevo nacimiento por fe en Cristo solamente

Los testimonios de cinco cristianos evangélicos revelarían cinco distintos antecedentes y trasfondos; sin embargo, todos se salvan exactamente en la misma manera.

En un sentido el ser salvo es una cosa muy sencilla. La fe verdadera en el Señor Jesucristo es la llave que abre el tesoro de Dios (Hechos 16:31). No hay otra llave que encaje, o que traiga la bendición deseada (Hechos 4:12).

No obstante, a menudo lo hace muy difícil el hombre. ¡Dice que no puede creer! Duda que tenga la debida clase o cantidad de fe. ¿Será verdad que Dios le acepte si confía en el Salvador? Y así con semejantes razonamientos, argumentos y dudas obstruye su propia camino a la vida eterna.

Los resultados extensivos del nuevo nacimiento

Aunque no podemos explicar totalmente el nuevo nacimiento, ciertamente podemos ver sus resultados. En efecto es la demostración de poder más grande que conoce el mundo hoy. Pues es ésta la fuerza grandiosa que cambia a un Saulo perseguidor en un Pablo evangelizador, que le cambia espiritualmente de muerte a vida, que le cambia moralmente de tinieblas a luz, que le cambia de pecado a santidad, y que cambia su destino del infierno al cielo (Hechos 9:1-9).

El nuevo nacimiento explicado en la Biblia

La única fuente fidedigna de conocimientos sobre el nuevo nacimiento es la Santa Biblia, la revelación de Dios al hombre. E pasaje clásico de las Escrituras en cuanto al nacer de nuevo es la siguiente serie de versículos del capitulo tres del Evange1io según San Juan:

1. Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos

2. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

3. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

4. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

5. Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

6. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

7. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

8. EI viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

9. Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

10. Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?

11. De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hab1amos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

12. Si os he dicho casas terrenales, y no creéis, ¿Cómo creeréis si os dijere las ce1estia1es?

13. Nadie subió al Cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que esta en el cielo.

14. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado

15. para que todo aquel que en e1 cree, no se pierda: mas tenga vida eterna.

16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

17. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él.

Una pregunta personal

Habiendo leído estas palabras pronunciadas por el Hijo de Dios, usted tendrá que confesar que es inevitable la conclusión: aparte del nuevo nacimiento no hay posibilidad de alcanzar jamás el Cielo. Así que el lector debe encarar con seriedad la pregunta que surge inevitablemente y que con persistencia espera una contestación: “¿He nacido yo de nuevo?”

Por qué debe usted nacer de nuevo

El Dr. R. A. Torrey cuenta de una conversación con un médico de Kansas, hace algunos años. EI médico le dijo a Torrey de la gran influencia que había ejercido en su vida su madre. «Siempre he cumplido con sus enseñanzas morales», dijo, «y me jacto de que, mientras estaba en la institución medica, llevé una vida de pureza. No profeso ser cristiano evangélico, pero moralmente soy mejor que cualquier miembro de iglesia de esta ciudad».

«Doctor», le replica Torrey, «ni por un instante le dudo. Pero pido su atención. El no ser regenerado es un estado. Usted no ha sido regenerado, es decir, no ha nacido de nuevo ¿verdad?»

EI médico contestó «No, señor, no digo que soy una persona regenerada».

El Dr. Torrey estaba parado al lado del médico. Traza en la tierra un cuadrado y dijo, «Doctor, deje que este cuadrado represente el estado de Colorado. La altura máxima, la cima del Pico Pike, esta a 4.300 metros sobre el nivel del mar. La altura mínima es de 600 metros sobre el nivel del mar. Y hay gente en las minas de Colorado que están a 900 metros mas bajo que la altura mínima del estado. Sea que estén en las minas, en la altura mínima, o sobre la cumbre del Pico Pike, todos están en el estado de Colorado.

El estado de la persona no regenerada es semejante. Algunos hombres siempre están por debajo de la superficie en la infamia y terrible criminalidad de la maldad escandalosa. Otros caminan por la superficie, la altura mínima del estado no regenerado. Entre tanto, usted esta en la cumbre del Monte Moralidad. Pero todavía esta en el mismo estado de no regenerado».

El hombre le mira atónito al Dr. Torrey, y luego exclama sin una palabra de protesta, «Usted me ha quitado todos los argumentos. Ya estoy de su parte». Luego confesó públicamente a Jesucristo como su Salvador personal.

Conforme usted sigue estudiando este curso, confiamos que también reconocerá su necesidad de nacer de nuevo. La próxima lección tratara más sobre este asunto.

Lección 1

En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad” o «Falso” después de las siguientes declaraciones:

1. EI nuevo nacimiento puede ser imitado y a menudo lo es.

_____________

2. La gente hace complicado el plan de Dios para la salvación con razonamientos argumentos y dudas.

_____________

3. EI gran pasaje del Nuevo Testamento sobre el nuevo nacimiento es Juan 3.

_____________

4. EI nuevo nacimiento fue una experiencia limitada a los tiempos bíblicos.

_____________

5. EI amor de Dios para nosotros lo ha demostrado mandando a su Hijo por nosotros.

_____________

En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestaci6n correcta.

6. EI nuevo nacimiento se puede explicar mejor como

a. una evoluci6n de carácter

b. un cambia psicológico de conducta

c. un milagro

d. un ajuste social

_________________

7. La palabra «salvación» a veces se usa para describir el nuevo nacimiento porque es

a. el principio de una nueva vida espiritual

b. un cambio completo en la dirección de la vida

c. un cambio de la incredulidad a la fe

d. liberación de la pena, el poder, y al fin hasta de la presencia del pecado

_________________

8. EI nacimiento espiritual de un alma se verifica

a. instantáneamente

b. al mismo momento que el nacimiento natural y físico

c. gradualmente

d. al momento de la muerte.

_________________

9. Podemos nacer de nuevo por

a. ser bautizados

b. ser confirmados

c. enmendar la manera de vivir

d. poner la fe en el Señor Jesucristo

_________________

10. A Nicodemo (que era un líder judío muy religioso) le dijo Jesús que

a. podía esperar que veda el Reino de Dios porque era moral y religioso.

b. jamás podía esperar ver el reino de Dios

c. podía ver el reino de Dios solamente par nacer de nuevo

d. podía nacer de nuevo por guardar los Diez Mandamiento

_________                              Por W. MacDonald

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 1 -Un milagro maravilloso

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 2 -Nueva vida necesaria

En la lección anterior tratamos del hecho del nuevo nacimiento -una experiencia espiritual conmovedora que se verifica cuando uno recibe a Jesucristo como Señor y Salvador. Ahora queremos considerar la razón del nuevo nacimiento. ¿Por qué es necesario? ¿Por qué tuvo Dios que idear una bendición tan maravillosa para los humanos?

La contestación se halla en una palabra de sólo seis letras: P-E-C-A-D-O. El hecho de que hay PECADO en la vida del hombre es lo que hizo que la gracia de Dios ideara el plan de la salvación. La existencia del mal en el corazón humano es lo que hace necesario el nuevo nacimiento. Si el hombre fuera santo, no necesitaría la salvación. (Mateo 15:18-20).

Al tratar el tema del pecado, es sumamente importante mirarlo desde el punto de vista de Dios, mas bien que desde e1 nuestro. Dios es santo (Isaías 6:3). Es puro. Es bueno (Mateo 19:17). Odia el pecado (Romanos 1:18). Es justo (Salmo 11:7, Isaías 45:21). Es perfecto (Salmo 18:30). Nosotros, al contrario, estamos cegados por nuestros propios pecados. Tenemos prejuicios. Estimamos en poco el pecado. Así, un pecado a la vista de Dios es peor que mil a la nuestra. De la manera que no podemos conocer que una línea esta torcida si no la comparamos con una derecha, así no podemos ver el pecado como es en realidad si no lo comparamos con la santidad absoluta de Dios.

Pues a los ojos puros de Dios, el pecado es todo lo que sea menos que la perfección en pensamiento, palabra o hecho. Significa errar el blanco. No es sólo el hecho de hacer maldad, sino que incluye también el dejar de hacer lo que uno sabe que es bueno (Santiago 4:17), y hasta el pensar necedad (Proverbios 24:9). (Eclesiastés 7:20)

Para saber que es el pecado, Dios nos ha dado dos normas sobresalientes:

1. La Ley, o sea Los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17). Estos demandan en verdad la perfección absoluta. Seguirlos completamente significaría ser sin pecado. Por lo tanto son una expresión de la gloria de Dios -su entera santidad.

2. El Señor Jesucristo. El amado Hijo de Dios fue sin pecado. No conoció pecado (II Corintios 5:21). No hizo pecado (I Pedro 2:22). En el no hubo pecado (I Juan 3:5). Los Evangelios registran así la historia de la vida de una Persona sin pecado. En todo aquello en que nuestra vida no se conforma con la suya, somos pecadores.

«Todos pecaron»

A la luz santa de Dios, todos los hombres son pecadores. «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

Primero que todo, venimos a ser pecadores por nacimiento. Adán, el padre de la raza humana, pecó y por ese hecho todos sus hijos vinieron a ser pecadores. «Como el pecado entro en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte paso a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12). Cuando nacen hijos a una familia pobre, heredan esta condición. Así el hombre nace a una familia pecaminosa y llega a poseer una naturaleza pecaminosa con una inclinación definida hacia el pecado (Salmos 58:3). Le es fácil hacer lo malo, y tiene que esforzarse para hacer lo bueno.

Luego, somos pecadores por la práctica (Eclesiastés 7:20). (Proverbios 16:2; 23:19, 26; Eclesiastés 11:9).

Es lo que escogemos deliberada y personalmente. Nos gusta. Algunos, a la verdad, son pecadores más atroces y depravados que otros. No obstante, un solo pecado hace que uno sea pecador, y todos han pecado.

El Dr. Rolando Q. Leavell cuenta de un universitario de segundo año que le vino a ver. Como bien se sabe, los universitarios de segundo año se precian de ser muy sabios, aunque a la edad apenas están principiando a aprender. Este joven le dijo al Dr. Leavell, «Quisiera discutir el cristianismo con usted sobre una base intelectual. No me diga que soy pecador. Esa manera de pensar paso de moda con el arca de Noe. Discutámoslo sobre una base intelectual.»

«Muy bien,” dijo el. Dr. Leavell. «¿Me permite que yo dirija la discusión?” Y el joven, demostrando no ser muy astuto dijo que sí.

Luego el Dr. Leavell le dijo, «Joven, ¿qué opina usted sobre 1a hipótesis documental de Wellhausen acerca de la paternidad literaria del Pentateuco? ¿Cree usted que lo escribió Alef, o Bet, Guímel, Dalet, He, a una combinaci6n de ellos?»

EI universitario le dijo: «Sabe usted que yo no había pensado mucho en eso.»

Prosiguió el Dr. Leavell, «Pues, joven, ¿qué actitud sostiene hacia el relato de la partenogénesis de Cristo?»

Respondió: «No creo tener actitud en ese respecto.»

Dijo el Dr. Leavell, «Usted sabe, por supuesto, que el Antiguo Testamento fue escrito mayormente en hebreo. Pero hay ciertos pasajes arameos que aparecen en el texto hebreo e influyen en la interpretación del contexto. Yo tomaré mi texto masorético y leeré el hebreo, y al llegar a un pasaje arameo le entregaré a usted la Biblia y usted me lo leerá y diré lo que quiera decir el arameo.»

E1 joven dijo: «Me temo que no entendería nada.»

Continuó el Dr. Leavell: “¿Qué le parecen los argumentos ontológ1cos, teleológicos, antropológicos y cosmológicos de la existencia de Dios?’

Respondió: «Pues, no había pensado mucho en ello”.

El Dr. Leavell dijo: “Le voy a preguntar una cosa más sobre la base intelectual. Si no puede contestar porque no entiende la pregunta, luego le voy a preguntar cosas que sí entiende y que seguramente puede contestar.”

“Muy bien”, dijo el joven.

“Pues, ¿cuáles son sus preferencias escatológicas, joven?” ¿Con premilenarias, promilenarias, amilenarias o postmilenarias?

“No creo tener ninguna”, contestó el joven.

Luego preguntó el Dr. Leavell: “Joven, ¿ha mentido alguna vez? Esto lo entiende, verdad?

“Sí, lo entiendo,» respondió e1 muchacho, he dicho unas pocas mentiras inocentes, pero no muchas malas.

El Dr. Leavell dijo: «A los ojos de Dios no hay mentiras inocentes. Todas son malas. Así que, a los ojos de Dios usted es un mentiroso. Joven, ¿ha robado alguna vez?

“Bueno,” contestó, “cuando estaba en la escuela secundaria, falsifiqué algunos exámenes.»

Le dijo el Dr. Leavell: “A los ojos de Dios, pues, usted es ladrón. Jove, ¿ha odiado usted a alguien alguna vez?

E1 joven respondió »Pues, sólo a algunos de mis profesores de 1a escuela secundaria.»

«La Biblia dice que el odio puede igualar al homicidio. Por lo tanto a los ojos de Dios usted es homicida. Ahora, ¿qué ve Dios al mirarle a usted? Primero, ve un mentiroso; segundo, ve un ladrón; y en tercer lugar, ve un homicida. ¿Todavía cree usted que la doctrina del pecado ya paso de moda?

“No,» admiti6 el joven.

Entonces dijo el Dr. Leavell: «¿No le parece que debe arrodillarse y pedir a Dios que le perdone el pecado, y al Señor Jesucristo que entre en su corazón?”

«E1 joven cayó de rodillas con sinceridad de corazón confesando sus pecados. Pidió a1 Señor Jesucristo que entrara en su corazón, y cuando lo hizo, la gracia de Dios obró como lo hace siempre en e1 individuo que abre su corazón a Cristo. E1 Joven se convirtió en una nueva criatura en Cristo Jesús. Cuando se puso de pie dijo: «Dr. Leavell, si usted no me hubiera puesto en ridículo, nunca habría creído.»

Ese joven es hoy un buen marido y padre de familia y un líder de su iglesia, un destacado evangélico laico. ¿Por qué? Porque dejó que la gracia de Dios obrara en su vida.

 

«El corazón es… perverso»

Algunos se consuelan diciendo que nunca han cometido ni homicidio ni robo. Puede ser verdad «técnicamente», pero lo que son es mucho peor que lo que han hecho. No hay pecado de que no son capaces. Hay por dentro una naturaleza mala y corrupta que es engañosa sobre todas las cosas y perversa. (Jeremías 17:9).

Luego debemos comprender que, desde el punto de vista de Dios, no somos pecadores únicamente somos desesperadamente malos, Somos depravados en todo nuestro ser- en pensamiento, pa1abra y hechos. Somos culpables de quebrantar todos los mandamientos de Dios. La ley es como una cadena de diez eslabones. Cuando se rompe un eslabón, queda rota toda la cadena. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Inútil es afirmar que existe una chispa de bondad en todo hombre. Dios no ve ninguna (Romanos 3:12).

Mas bien, Dios nos describe en términos muy claros como impíos, engañosos, malvados, enemigos, perdidos, malhechores, culpables, desagradecidos, viles, codiciosos y abominables. Y presenta una lista de algunos de los pecados de los hombres: inmundicia, irreverencia, inmoralidad, idolatría, hechicería, odio, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, incredulidad y mentiras (véase Gálatas 5:19-21).

En toda la literatura no se revela mas gráfica y fielmente la natura1eza pecaminosa del hombre que en Romanos 3:10-20

10. Como esta escrito: No hay justo, ni aun uno;

11. No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.

12. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

13. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;

14. Su boca esta llena de maldición y de amargura.

15. Sus pies se apresuran para derramar sangre;

16. Quebranto y desventura hay en sus caminos;

17. Y no conocieron camino de paz.

18. No hay temor de Dios delante de sus ojos.

19. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;

20. Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conoci­miento del pecado.

También se reveló el verdadero carácter del hombre en el Calvario, cuando las criaturas clavaron a su Creador a 1a cruz de un criminal y le miraron morir allí. (Mateo 27:35,36). La muerte del Hijo de Dios fue la consecuencia natural de su rechazo de el como su legitimo soberano.

El hombre es impotente… aparte de Dios

No solo esta el hombre sumida en la mina, miseria y vergüen­za, sino que es totalmente incapaz de hacer algo para mejorarse. Está sin Dios, y está también sin fuerzas (Romanos 5:6).

Por lo tanto, si se le deja al hombre que haga lo que pueda, perecerá eternamente como pecador. (Salmo 9:17). (Salmos 9:17)Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios.

Si recibiera lo que merece, iría al infierno para siempre.

En otras palabras, Dios tiene que intervenir para que se salve el hombre de la condenación sin fin. Y es precisamente por esto que Dios ha provisto el milagro espiritual que se llama el nuevo nacimiento.

Cierto médico partero estaba moribundo, y llama a su Ministro Religioso. Estaba profundamente preocupado porque sabía que no estaba listo para enfrentarse con Dios. Cuando llegó el pastor, el doctor Ie dijo: «Me estoy muriendo. Lo se. En alguna parte se me ha hablado del nuevo nacimiento. ¿Puede usted explicármelo?»

El pastor era algo liberal en su teología y dijo: «Es verdad que la Biblia habla de nacer de nuevo. Pero eso no es para hombres como usted. Ha llevado una vida admirable en la comunidad y no tiene por que temer.»

El hombre respondió: «Ay, en lo profunda de mi corazón ten­go un sentimiento de culpa y condenación delante de Dios, y alga debo hacer.» .

«Pero, señor, usted ha hecho buenas obras. Ha sido líder en la comunidad.»

«Lo se. Pero ¿qué de este nacer de nuevo? De alguna manera creo que me podría ayudar.»

«Pero usted es un hombre bueno y muy religioso.»

Por fin el médico le mira y le dijo, «Sabe usted que he traído al mundo muchos niños, y muchas veces he mirada al recién nacido y me he dicho, «Aquel niñito tiene futuro, pero no tiene pasado.» La Biblia habla de nacer de nuevo, y de alguna manera me parece que si pudiera apropiarme este nuevo nacimiento, podría tener un futuro sin pasado, y eso es lo que necesito.

 

Una aplicación personal

Ahora vayamos al terreno personal. ¿Es usted pecador? ¿Necesita nacer de nuevo y principiar una nueva vida? Hay una manera sencilla de saberlo. Lea y conteste las siguientes preguntas. Si usted tiene que contestar NO a cualquiera de ellas, es pecador. Si nunca ha confiado en Cristo como su Señor y Salvador, está perdido y necesita ser salvo. Examínese a sí mismo por medio de estas preguntas.

Mi Respuesta

1. ¿Ama usted a Dios con todo el corazón, alma, fuerza y mente?

2. ¿Ama usted al prójimo como a sí mismo?

3. ¿Le gustaría que sus amigos conocieran el pensamiento más impuro que usted haya tenido?

4. ¿Ha conocido la codicia a la envidia?

5. ¿Es tan pura su vida cuando esta a solas como cuando esta con otros?

6. ¿Es tan limpia su vida cuando está afuera como cuando está en casa?

7. ¿Siempre ha hecho todo el bien que sabía que debía hacer?

8. ¿Puede decir honestamente: «Jamás he tornado en vano del nombre del Señor»?

9. En su vida, ¿nunca ha mentido?

10. ¿Es usted tan perfecto como el Señor Jesucristo?

Lección 2

En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones

  1. Dios odia el pecado.

______v_______

2. Nos es más fácil hacer bien que mal.

______f_______

3. Dios planeó la salvación a causa del hecho del pecado.

______v_______

4. EI pecado ha dejado su marca en toda nuestra vida y en nuestros pensamientos, palabras y hechos.

______v_______

5. La Biblia enseña que, si nos esforzamos lo suficiente, podemos vencer el pecado.

_____f________

 

En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestaci6n correcta.

6. Debemos considerar el tema de nuestro pecado

a. solamente a base de la psicología

b. desde el punto de vista de Dios

c. como «error de la mente humana»

d. desde el punto de vista que el hombre es fundamental y esencialmente bueno

_______b__________

7. La norma que Dios nos ha dado para medir el pecado es

a. la conciencia

b. las normas sociales a culturales

c. las normas éticas humanas

d. los Diez Mandamientos y el Señor Jesucristo

________d_________

8. La Biblia enseña que

a. todos somos pecadores por nacimiento y por práctica

b. algunos somos pecadores por nacimiento pero no por práctica

c. algunos somos pecadores por práctica pero no par nacimiento

d. ninguno es pecador

________a_________

9. La evaluación que Dios hace de cada uno es que somos

a. fundamentalmente buenos, pero propensos al error

b. desesperadamente malos

c. víctimas del ambiente y del temperamento que heredamos

d. tan terriblemente malos que no se nos puede redimir

________b_________

10. Según la Palabra de Dios

a. no hay justo, ni aun uno

b. no hay quien busque a Dios

c. no hay quien haga lo bueno, ni aun uno

d. se describen los hombres de todas las maneras arriba descritas

_________d________

Por W. MacDonald

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 1 -Un milagro maravilloso

LAS BUENAS NUEVAS – LECCIÓN 3 – El problema

¿Cómo puede un Dios santo ser a la vez justo y misericordioso?

Al considerar el tema de la salvación afrontamos en este punto un verdadero problema. Brevemente el problema es este: ¿Cómo puede un Dios santo salvar a pecadores culpables y la vez ser justo en hacerlo?

¡Contemple otra vez quién es Dios! El es santo, justo Soberano del universo (1 Pedro 1:16), quien sólo puede hacer lo que es honesto, imparcial, equitativo y recto (Génesis 18:25)

El Dr. Toser dice de la santidad de Dios: Dios es santo. P ara ser santo, él no se conforma a ninguna forma fuera de sí. Él es absolutamente santo con una infinita, incomprensible plenitud de pureza que es incapaz de ser otra cosa que lo que es. Porque es santo, todos sus atributos son santos; es decir, todo cuanto creemos que atañe a Dios, debemos pensar que es santo. Dios es santo y ha hecho de la santidad la condición moral necesaria para la salud del universo.”

Medite un momento sobre lo que quiere decir que Dios sea santo. Job 15:1.5 dice de Dios que «ni aun los cielos son limpios delante de sus ojos.» E Isaías nos recuerda que los serafines relucientes esconden el rostro en las alas frente al fuego increado de la santidad de Dios (Isaías 6:2, 3).

¡Luego piense en quien y qué es el hombre! Es un pobre, pecador, alejado de Dios, muerto en delitos y en pecados, y destinado a la ruina eterna (Mateo 2.5:41, 46). No es extraño que Isaías dijera: «¡Ay de mí! que soy muerto; porque soy hombre inmundo de labios,» cuando llegó a darse cuenta de lo santo que es Dios (Isaías 6:5). Las más de las personas se sienten incómodas en la presencia de un hombre verdaderamente bueno. ¡Qué tremendo debe ser, pues, hallarse en la presencia de un santo Dios!

La norma de Dios es la perfección absoluta:

Porque Dios es justo y santo, sólo puede dejar que personas sin pecado moren con él en el cielo (Efesios 5:5). Su norma es la perfección absoluta y únicamente puede permitir que se asocien con él personas perfectas (Hebreos 12:14). La gente impía no puede llegarse a él. El es «muy limpio de ojos para ver el mal, ni puede ver el agravio» con aprobación (Habacuc 1:13).

Esta norma se refleja en los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17) y en el Sermón del Monte (Mateo 5-7), pasajes que debe usted leer con cuidado ahora mismo. Las personas que se imaginan que pueden cumplir con la norma de absoluta perfección moral y espiritual expuesta en estos pasajes se engañan él sí mismos.

El hombre no puede alcanzar la norma de Dios.

Saulo de Tarso (más tarde el famoso Apóstol Pablo) creía que podía alcanzar a la norma, pero más tarde escribió: «No conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás» (Romanos 7:7). Se midió con la norma de Dios y se dio cuenta de su deficiencia.

El hombre simplemente no puede alcanzar a la perfección o la impecabilidad por sus propios esfuerzos. «¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?» Proverbios 20:9) Nada de lo que jamás pueda hacer le ganará favor de Dios. «Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante mí, dijo Jehová el Señor» (Jeremías 2:22). Ni por buenas obras, pueden ser borrados sus pecados. Si por un genuino arrepentimiento y por aceptar la expiación hecha por Cristo a nuestro favor en la cruz. La salvación es un regalo de Dios. (Efesios 2:8).

Dios tiene que castigar el pecado.

¿Podrá Dios aprobar el pecado del hombre? ¡De ninguna manera! «Abominación es a Jehová el camino del impío» (Proverbios 15:9). No sería Dios si aprobara el pecado. Si el juez perdona un hecho criminal, se condena a sí mismo.

¿Puede Dios pasar por alto el pecado del hombre? ¡De ninguna manera! El hacerla sería violar su carácter santo. El toma nota del pecado toda vez que se comete y sabe todo lo que hacemos (Job 10:14; Apocalipsis 18:5; Jeremías 2:22).

¿Puede excusar el pecado? Hay una sola respuesta. Su trono ya no sería santo si pasara por alto lo que es malo (Génesis 8:23-25; Isaías 6:1-7).

¿Puede perdonar el pecado sin que se pague pena alguna?

¡No! Tiene que obrar con justicia, El perdonar el pecado sin satisfacción adecuada sería en sí un acto de pecado, y Dios o puede pecar (1 Juan 1:5). Se ha dicho con razón que si Dios perdonara el pecado sin propiciación, sería sacrificar y abandonar la justicia. La ley dejaría de tener terrores para el culpable, y sus penas no tendrían utilidad alguna.

Hay una sola actitud que puede tomar el Señor hacia el pecado. Tiene que castigarlo (Isaías 13:11). «No tendrá por nocente al culpable» (Nahum 1:3). Cuando se quebranta su anta ley, hay que castigar al ofensor, hay que satisfacer las demandas de la ley.

El pecado es cosa seria. En su gran oración penitencial,

David dijo a Dios: «Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmo 32.5). Fíjese en las muchas veces que vuelve al tema de su pecado. Hay tres palabras hebreas que se emplean en este versículo para describir el pecado, e ilustran sus varios aspectos.

Pecado es la palabra más conocida, e indica «errar el blanco.» Subraya la condición general del hombre de ser indigno de estar en presencia de Dios. Trasgresión es una palabra más fuerte y contiene la idea de rebelión abierta contra Dios. La palabra iniquidad proviene de una palabra raíz que significa «torcido» y subraya lo torcido del carácter humano. Quizá la palabra «depravación» describa mejor su significado. Así que el fracaso, la rebelión y los prejuicios naturales todos están involucrados en la acusación que el Salmista hace de sí.

No es de extrañar que Dios tenga que castigar el pecado.

Pues la pena de quebrantar la ley de Dios es la muerte.

«El alma que pecare, esa morirá» (Ezequiel 18:4, 20). «La paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). No hay manera de escapar de esta sentencia. Dios la ha pronunciado en primer lugar, y ha de ver que la sentencia se cumpla. Tiene que mostrarse fiel a su palabra.

Dios ama al pecador

Sin embargo, el Señor es un Dios de amor (1 Juan 4:8). Nunca debemos olvidamos de esto. «No quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (11 Pedro 3:9). Anhela mostrar misericordia al pecador (Efesios 2:4). ¿Cómo puede hacerla?

El problema en resumen

Este, pues, es el problema. Un Dios santo dice, «Al pecador hay que castigarlo con muerte.» Pero el mismo Dios es un Dios amante, y dice, «Quiero mostrar al pecador misericordia. Quisiera salvarle. Quisiera tener por inocente al que no lo merece. Quisiera tenerle conmigo en el cielo eternamente.» Dios es santo; odia el pecado. Pero Dios es amor; ama al pecador. ¿Cómo puede salvar al pecador y a la vez obrar de una manera justa y santa?

1. La santidad y justicia de Dios demandan que

(a) Solamente gente perfecta y sin pecado sea admitida al cielo.

(b) Los pecadores sean castigados con muerte.

1. El amor, misericordia y gracia de Dios le mueven a

(a) Salvar al pecador de la perdición que merece.

(b) Hacerle digno para un hogar en el cielo.

¡Una cosa es cierta! Si él deja que el pecador pague el precio de sus pecados, perecerá para siempre y será separado de la presencia de Dios.

Antaño en Escocia era costumbre en el tiempo de la siega que las mujeres ayudaran a amarrar las gavillas. Una mujer llamada Ana Lamond ofreció sus servicios, y puesto que no tenía quien cuidara a su chiquito, lo llevó consigo y le acomodó en un rincón del campo.

Un águila divisó al niñito no acompañado, y bajando verti­ginosamente agarró al chiquito y se lo llevó a su nido muy alto en una peña. Alguien vio el águila y dio la alarma, pero nadie podía escalar la peña hasta el nido. Varios hombres lo intentaron, entre ellos un marino experimentado en subir alturas.

Por fin la madre resolvió probar ella misma. Impelida por su amor, poco a poco pudo subir, hasta que alcanzó el nido. Luego, intrépida en defensa de su niño, luchó con el águila y sacó a la criatura, todavía ilesa, del nido. Lentamente y con infinita paciencia y perseverancia; tanteó su camino hacia abajo hasta que la acogieron con regocijo sus amigos. Cuando falta­ron otros ayudadores, el amor halló el camino.

Dios ama al pecador mucho más que Ana Lamond a su criatura. El Dios que implantó el amor natural en el corazón de una madre seguramente puede hallar la manera de volver a traer a sí a los hijos perdidos de la raza caída de Adán.

En la próxima lección veremos cómo el amor halló una ma­nera de solucionar el problema. Dios tiene una contestación que satisface tanto su santidad como su amor.

Lección 3

En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdadero’ () «Fal­so» después de las siguientes declaraciones:

1. Dios puede hacer solamente lo que es honesto imparcial, equitativo y recto.

_____v________

2. La norma de Dios es la perfección absoluta.

_____v________

3. El pecado se puede borrar ‘mediante buenas obras.

____f_________

4. Dios puede excusar el pecado bajo ciertas circunstancias.

____f_________

5. La santidad y justicia de Dios demandan que los pecadores sean castigados con muerte.

_____v________

En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.

6. El «Problema» que se discute en esta lección es

a. ¿cómo puede el hombre caído obrar su propia salvación?

b. ¿cómo puede Dios llevar la evolución humana hasta el punto de erradicar las tendencias malas?

c. ¿cómo puede Dios venir a ser hombre?

d. ¿cómo puede un Dios justo salvar en justicia a pecadores culpables?

__________d___________

7. Porque Dios es santo

a. todos los hombres son creados santos

b. solamente puede dejar que gente sin pecado pueble el cielo

c. no puede en ninguna manera redimimos de nuestro pecado

d. debe poner entre nosotros y él una hueste de mediadores, como santos y ángeles

________b___________

8. Cuando Dios ve el pecado, tiene que castigarlo

a. porque tiene que defender su propio carácter

b. porque las demandas de la ley tienen que satisfacerse

c. por las dos razones anteriores

d. por ninguna de estas dos razones

_________c___________

9. Que el amor de Dios hace que no quiere condenar al hombre se halla en

a. Jeremías 2:22

b. I Pedro 1: 16

c. 1I Pedro 3:9

d. Deuteronomio 25: 16

________c___________

10. David nos ayuda a comprender lo serio de nuestra condición perdida hablando de nuestro mal proceder como

a. pecado, trasgresión e iniquidad

b. error, desliz y rebelión

c. delincuencia, depravación y deuda

d. enfermedad moral

_________a__________

Por W MacDonald

Versículos para recordar:

(1 Timoteo 2:6)

el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

(1 Pedro 1:18)

sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

(1 Pedro 1:19)

sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

(Romanos 6:23)

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

(Romanos 6:22)

Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

(1 Pedro 2:22)

el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;

(Hebreos 4:15)

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

(Hebreos 2:18)

Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

(Juan 3:16)

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

(Juan 10:17)

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

(Juan 10:18)

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

(Hechos 2:24)

al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

(Hechos 2:32)

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

(Hechos 2:36)

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

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