Los milagros son hechos que anulan o contradicen a las denominadas «leyes de la naturaleza». Estrictamente hablando, no existen «leyes de la naturaleza» como tales. El concepto de «leyes» físicas ha sido descartado por la física moderna, que define los sucesos naturales en términos de «probabilidades». Por ejemplo, la antigua física newtoniana establecía que:
«Hay una ley según la cual -descontando la resistencia del aire- todos los objetos caen con una aceleración de 9,81 metros/segundo.» La ciencia moderna diría: «Es probable que todo objeto que cae acelerará su velocidad a razón de 9,81 metros/segundo.» Y esto se asemeja muchísimo a lo que dice el cristiano: «Las denominadas leyes de la naturaleza, codificadas por la ciencia humana, no son otra cosa que la manera habitual que tiene Dios de hacer las cosas.» Mantiene un orden regulado para nuestra conveniencia. ¡Que desmañado seria vivir en un universo donde nada se repitiera dos veces de la misma manera! ¡Sería como vivir en un mundo de «Alicia en el país de las maravillas» y en medio de un gran desorden! Sin embargo, Dios en beneficio de su pueblo creyente, cambiará su acostumbrada manera de hacer las cosas, para poder atender a sus necesidades y además para mostrarles que el es soberano y tiene todo el poder. Los grandes milagros del Antiguo Testamento se hicieron, justamente, para atender a las necesidades, de la gente, y demostrarles que Dios era real, y que todo esta bajo su control.
No es siempre fácil trazar una delgada línea divisoria entre el don de milagros y los dones de sanidades. Pareciera que la «sanidad» comprende a aquellos actos de poder que supone la curación de una condición en el cuerpo humano (o en el cuerpo animal, porque la sanidad alcanza también a los animales por la oración). Otros sucesos caerían bajo el titulo de milagros.
Mencionaremos algunos de los milagros típicos del Antiguo Testamento: la separación de las aguas del mar Rojo para que escapara el pueblo de Israel (Éxodo 14:21-31) ; la detención del sol y de la luna para Josué (Josué 10:12-14); la tinaja de harina que no escaseó y la vasija de aceite que no menguó durante el hambre en la tierra (1 Reyes 17:8-16) ; el fuego que cayó del cielo sobre el Monte Carmelo para quemar el sacrificio de Elías y revelar al verdadero Dios. (1 Reyes 18:17-39); el retroceso de diez grados del sol según el reloj de Acaz, en respuesta a la oración de Isaías, (2 Reyes 20:8-11); las milagrosas plagas de Egipto (Éxodo 7:12); la transformación en inocua de un potaje venenoso realizado por un acto de fe de Eliseo. (2 Reyes 4:38-41.) La mayoría de los grandes milagros del Antiguo Testamento ocurrieron en las vidas de Moisés, Elías y Eliseo.
El relato de Elías y de su discípulo Eliseo nos habla a nosotros en el día de hoy. Eliseo pidió una «doble porción» del Espíritu Santo que poseía Elías. Cuando Elías fue arrebatado al cielo, su manto -símbolo de su ungimiento- cayó sobre Eliseo. (2 Reyes 2:9-14.) El hecho notable que registra la Escritura, es que Eliseo hizo el doble de los milagros que había ejecutado Elías. Esto es simbólico de lo que les ocurrió a los creyentes después de la ascensión de Jesús, si bien Jesús no les legó solo una «doble porción» de su Espíritu, pues no estableció limite alguno. Simplemente dijo: «Mayores obras hará, porque yo voy al Padre.» (Juan 14:12.)
El don de milagros es uno de los dones que rinde mucha gloria a Dios y uno de los que más debería manifestarse en el día de hoy, de acuerdo a la promesa de Jesús. Dios se deleita en hacer milagros, y esta utilizando a sus hijos en la práctica de este don. El poder para hacer mayores obras viene del hecho de que Jesús ascendió al cielo y Pentecostés recibió la plena potencia del Espíritu Santo, poder con que cuentan los cristianos desde aquel entonces.
Por supuesto que Jesús ejecuto más milagros que ningún otro personaje en la Biblia, sin que todos ellos, aparentemente al menos, hayan sido registrados. Como ya lo dijo Juan: «Y hay también muchas otras cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.» (Juan 21:25.) Unos cuantos de sus milagros, que hallamos en la Biblia, incluyen los siguientes: transformar el agua en vino (Juan 2:1-11) ; caminar sobre las aguas (Mateo 14:25-33); alimentar milagrosamente a la multitud (Marcos 6:38-44; Mateo 16:8-10) ; calmar la tempestad en el mar (Marcos 6:45-52) ; la pesca milagrosa (Juan 21:5-12) ; pescar un pez y sacar una moneda de su boca (Mateo 17:27).
El primer milagro de Jesús fue la transformación del agua en vino: «Este principio de señales hizo Jesús en Cana de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.» (Juan 2:11.) Jesús realizó milagros, movido por su compasión frente a las necesidades humanas y por razones practicas. Cuando caminó sobre las aguas fue para tranquilizar a sus discípulos y además porque tenía apuro en llegar a Betsaida. Cuando alimento milagrosamente a las multitudes, lo hizo porque era imposible conseguir alimento de otra manera. Cuando transformó el agua en vino fue por que había necesidad de vino en la fiesta. Observemos que los milagros no se ejecutaron para asustar a los incrédulos y forzarlos a creer, sino más bien para estimular a los que ya creían o a los que querían creer. «La generación mala y adultera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás (haciendo referencia a su muerte y resurrección).» (Mateo 12:39-40.) Mucha gente dice: ¡Ahí lo tienen! ¡No se supone que tengamos señal!» Pero pasan por alto el hecho de que Jesús está hablando a una «generación mala y adultera». Por otra parte, Jesús dijo:
«Estas señales seguirán a los que creen…» (Marcos 16:17.)
Después de Pentecostés, los apóstoles y otros que no lo eran, hicieron muchas señales de poder: en varias ocasiones los creyentes fueron liberados de la cárcel por el poder angélico (Hechos 12:1-17; 16:2540; 5:17-25); el evangelista Felipe fue transportado corporalmente a Azoto por el poder del Espíritu Santo. (Hechos 8:39-40.) (Tomemos nota de lo siguiente: esto no fue una «proyección astral» o nada parecido. Felipe fue físicamente y corporalmente arrebatado por el Espíritu Santo y transportado de Gaza a Azoto, (¡una distancia de 38 kilómetros!) Obrando milagrosamente, Pablo encegueció transitoriamente a Elimas el mago para que cesara en su oposición al Evangelio. (Hechos 13:9-12.) Pablo fue mordido por una víbora venenosa y no sufrió daño alguno. (Hechos 28:3-6.)
Pedro y Pablo cuentan en su haber el mayor número de milagros registrados en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pero también ejecutaron milagros Esteban y Felipe, y en 1 Corintios 12 el don de hacer milagros es uno de los nueve dones que regularmente manifestaban los creyentes.
¿Qué quiso decir Jesús cuando afirmó que los que creen en el harían «cosas mayores»? Algunos piensan que significa que se producirán muchos mas milagros, en razón del mayor numero de personas que hoy en día son llenados con el Espíritu Santo. Otros creen que podría significar también que se harán nuevos milagros, en adición a los que registra el relato bíblico, y mayores aun que aquellos. De una cosa estamos seguros, y es de que si Jesús tuvo la intención de que los creyentes hicieran nuevos milagros, serían siguiendo el modelo determinado ya por el Señor, y de acuerdo con las Escrituras. Hay muchos hechos horripilantes que tienen lugar en la actualidad, a medida que los hombres y las mujeres experimentan con lo oculto y lo psíquico, es decir con los poderes de Satanás, y el cristiano no debe dejarse engañar por ellos. La Escritura nos dice que los seguidores del enemigo harán «grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuese posible, aun a los escogidos». (Mateo 24:24; Marcos 13:22.)
Sin embargo, los milagros se suceden hoy en día, de acuerdo a las normas establecidas por las Escrituras. En el libro Nine O’Clock in the Morning, (A las nueve de la mañana), citamos varios casos en que Dios modificó sorprendentemente las condiciones atmosféricas, en respuesta a una oración hecha con fe.1
Hay ejemplos de personas que, en la actualidad, han sido transportadas físicamente en el Espíritu, de la misma manera en que lo fue Felipe el evangelista, según la crónica registrada en Hechos 8:39-40. David du Plessis, probablemente el más conocido testigo del reavivamiento carismático, fue actor de un milagro igual, al comienzo de su ministerio. Estaba reunido juntamente con otros hombres en el jardín de la casa de un amigo, orando por otro hombre gravemente enfermo y que vivía en una casa distanciada casi dos kilómetros de donde estaban ellos.
«Mientras orábamos», cuenta David, «el Señor me dijo: «¡te necesitan ya mismo al lado del lecho de ese enfermo!» Arrebaté mi sombrero, corrí alrededor de la casa y di un primer paso saliendo del portal, para dar el segundo paso en el umbral de la casa donde yacía enfermo mi amigo, ¡a casi dos kilómetros de distancia! Por supuesto que me sorprendí sobremanera. Me consta que fui transportado de manera instantánea esa distancia, porque alrededor de quince minutos llegó el resto de los hombres con quienes había estado orando, los cuales llegaron agitados por el esfuerzo realizado. Me preguntaron: » ¿Cómo llegaste aquí tan rápido?»
David tenía que llegar inmediatamente, y Dios simplemente proyecto el transporte.
En estos últimos años se esta desarrollando en Indonesia lo que tal vez sea el más poderoso reavivamiento de cristianismo neotestamentario, que el mundo haya experimentado jamás. Nos llegan informes bien documentados de sucesos milagrosos de la misma naturaleza y magnitud que los relatados en la Biblia. 2 Miles de personas han sido milagrosamente alimentadas con provisiones calculadas para unos cuantos centenares; el agua ha sido transformada en vino para poder tomar la santa cena; grupos de cristianos han caminado sobre las aguas para poder cruzar ríos y proclamar las buenas nuevas de Cristo, por no decir nada de los miles que han sido sanados y aun resucitados de entre los muertos.3 Se podrían descartar estos informes como fantasiosos, salvo el hecho de que han sido confirmados por testigos fidedignos, y a menudo por cristianos que previamente no creían que los milagros relatados en el Nuevo Testamento pudieran repetirse hoy en día. Tal vez la más poderosa evidencia indirecta de la verdad de estas señales, radica en el hecho que más de dos millones y medio de musulmanes han aceptado a Cristo, como asimismo miles de comunistas. La prensa mahometana admitió recientemente ¡la conversión de dos millones de mahometanos a la fe cristiana!
Una de las principales razones de lo que está ocurriendo, sin duda alguna, consiste en el hecho de que están viendo el poder de Dios manifestado, no solamente en el milagro de vidas transformadas, sino en los milagros literales de la Biblia. ¿Por qué habrían de ocurrir semejantes acontecimientos? Es debido a que los indonesios nunca les han dicho que ciertas partes de la Biblia «no son para hoy»; de ahí que lo están practicando en fe simple; ¡Y da resultado! ¡Dios vive!
Dios se arriesga cuando comparte con su pueblo sus obras sobrenaturales. Sin duda obraría mas milagros entre su pueblo, pero bien sabe que eso seria perjudicial para nosotros a menos que estemos espiritualmente preparados. Oímos la verdadera historia de un evangelista que había sido poderosamente utilizado por Dios, hasta que una noche el poder y la gloria de Dios elevaron a esta persona un par de metros desde el suelo, a plena vista de la congregación. Fue tan impresionante esta experiencia, que desde esa noche en adelante ese particular siervo de Dios no podía hablar de otra cosa sino de cómo algún día los cristianos serán transportados de un lugar a otro en el Espíritu para proclamar el evangelio a todo el mundo. Al final se redujo a ser el único tema de ese evangelista, resultando ser un impedimento para la predicación del Evangelio y un buen ministerio reducido a casi nada
Conviene detenernos un poco y analizar este ejemplo en particular. ¿Cuál fue el propósito de este milagro? Podríamos responder de inmediato: «!Oh, para probar a los asistentes que el evangelista estaba diciendo la verdad!» No, de ninguna manera, porque también Satanás puede elevar a las personas en el fenómeno denominado «Levitación». Entre las personas que incursionan en el campo de lo oculto actualmente, algunos experimentan con estos fenómenos, tratando de aprender a flotar en el aire o levantar objetos pesadísimos con la ayuda de poderes «espirituales». Una variedad del espiritismo que se practica en tertulias familiares y que consiste en hacer mover una mesa sin tocarla, es una forma de levitación. El hecho de que alguien pueda ser elevado de la tierra, de ninguna manera prueba que esa persona sea de Dios, como tampoco lo prueba el hecho de que pueda sanar a los enfermos.
En el caso particular que estemos analizando, no era necesario un milagro para probar que el evangelista era de Dios, pues eso surgía claramente de lo que estaba diciendo: proclamaba el evangelio de Jesucristo. ¿Cuál fue, entonces, el propósito del milagro? Era simplemente para alegrar el corazón de la gente que estaba escuchando, mostrando una vez más cuán real es Dios. No era otra cosa que Dios expresando el amor al predicador y a los oyentes de una manera extraordinaria. Nuestro amigo evangelista cometió el error de querer adelantarse a Dios y a las Escrituras, especulando sobre las cosas que tal vez Dios haría en el futuro, y edificando sobre ello toda una doctrina. Si bien es posible que a medida que aumenta el fragor de la batalla aumentará el numero de personas que sean transportadas en el Espíritu, no contamos con antecedentes bíblicos para decir que Dios lo va a establecer como un «ministerio». Si hubo alguien en la historia que pudo haber utilizado esa «vía aérea», ese alguien fue el apóstol Pablo, pero no tenemos ninguna noticia de que haya sido transportado de esa manera. Si bien es cierto que Dios obra en su vida otros milagros, cuando se trató de viajar, viajó siempre como los demás.
Inmediatamente después de ser bautizada en el Espíritu Santo, la gente experimenta una mayor capacidad para lo milagroso en su vida, Luego se advierte una disminución de estas experiencias porque nos invaden las viejas maneras de pensar y de vivir, y Dios nos tiene que inscribir en la escuela del Espíritu Santo. Quiere enseñarnos algunas cosas antes de poder confiar plenamente en nosotros en esta área, no sea que se meta de por medio nuestro orgullo y otros pecados, provocando nuestra propia exaltación, para luego caer estrepitosamente. (1 Timoteo 2:6.) Sin embargo, el cristiano prudente, habiendo una vez probado las maravillosas obras del Señor, es estimulado a someterse al manejo de Dios y a sus lecciones, para que siga adelante, y no retroceda en el camino andado. Es la voluntad del Padre que permanezcamos en esta nueva dimensión.
Ya hemos advertido en detalle en un capítulo anterior, y al comienzo de este mismo capítulo, en el sentido de que para cada uno de los dones de Dios hay una imitación fraudulenta demoníaca. Un hongo y una seta venenosa parecen exactamente iguales, pero uno es un alimento delicioso y el otro un veneno mortal. Solamente la Escritura puede enseñarnos a detectar una «seta venenosa» espiritual. Los verdaderos milagros de Dios pueden manifestarse únicamente a través de aquellos que han recibido a su divino Hijo Jesús. Los cristianos no esperan milagros por el milagro en si, sino porque Dios prometió que seguirían en la vida de sus hijos y porque atienden a las necesidades de los hombres y llevan a otros a Jesús.
El Nuevo Testamento registra más sucesos milagrosos en la vida de San Pablo que en ninguno de los doce apóstoles originales. Si pensamos que los primeros apóstoles gozaban de un «status» especial porque anduvieron y hablaron con Jesús durante su vida terrenal, deberíamos sentirnos estimulados por Pablo que no conoció a Jesús «según la carne». (2 Corintios 5:16.) Es interesante notar el hecho que el poder de Pablo en el Espíritu Santo no disminuyó al llegar a viejo. Más bien, lo vemos manifestando las mismas aptitudes milagrosas de Dios y su poder de sanidad con mayor potencia en el último capítulo de los Hechos que en cualquier otro momento de su vida. (Hechos 27:28.) Pablo nunca disminuyó su ritmo, ni aun llegado a viejo.
Muchas veces los milagros de Dios se hacen de una manera tan «naturalmente sobrenatural» que podemos no percibirlos si no estamos alertados. Debemos mantenernos a la expectativa para que los milagros de Dios se manifiesten en nosotros y a través de nuestra vida. Oremos para que el poder de Dios también se manifieste a los demás miembros del cuerpo de Cristo. Contemos con un milagro y mantengamos los ojos puestos en Jesús.