El Espíritu Santo viene a vivir en nosotros cuan­do recibimos a Jesús, y somos nacidos de nuevo en el Espíritu. El bautismo en el Espíritu Santo es el fluir del Espíritu. No podemos pretender que el Espíritu se derrame a través de nosotros, a menos que viva en nosotros; de manera que antes de solicitar ser bautizados en el Espíritu Santo, tenemos que ase­gurarnos que ciertamente hemos recibido al Señor Jesús como Salvador, y hemos invitado a su Espíritu a que viva en nosotros.
Jesús es el camino a Dios. No hay otro. Es el único camino por el cual podemos conocer a Dios y recibir su vida. Jesucristo es verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre. Este es el significado de la encarnación: Dios, real y verdaderamente, se hizo hombre en el claustro materno de la virgen María. De aquí que Jesús sea el punto de unión entre Dios y el hombre.
Hay otras filosofías y otras religiones que se re­fieren a Dios, y algunas de las cosas que dicen son ciertas; pero si queremos que Dios mismo, venga a vivir en nosotros lo podemos encontrar solamente por medio de Jesucristo. Sea lo que fuere que decidamos hacer, no pidamos ser «bautizados en el Espíritu Santo» a menos que hayamos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador personal, so pena de caer en una profunda confusión espiritual.
«¿Pero qué diremos de las personas que nunca han oído de Jesús? ¿Qué diremos de los componentes de otras culturas y de otras religiones? ¿Se perderán sim­plemente porque nunca oyeron?» Podemos responder solamente
1. Nadie entrará al reino de los cielos, excepto por Jesucristo.
2. Para los que nacieron desde que Jesucristo vino al mundo, la decisión debe ser tomada en la vida presente. No habrá oportunidad de aceptar a Cristo después de la muerte. (Hebreos 9:27.)
3. Dios dispone de medios para alcanzar a la gente en esta vida de lo cual ni siquiera tenemos idea. Abrigamos la esperanza de que Dios es capaz, de alguna manera, de ofrecer la oportunidad de conocer a Jesús a todos aquellos que lo aceptarían si tuvieran la oportunidad de co­nocerle. Sabemos que Dios quiere que todos va­yan a él, y que «no se complace en la muerte del impío». (Ezequiel 33:11.) Sin embargo, Dios, que es omnipotente y omnisciente, se ha limita­do a sí mismo, en su trato con los hombres, dándoles realmente libre albedrío.
4. La mejor y verdadera respuesta a quienes sien­ten que sería terrible que algún ser humano no tuviera la oportunidad de conocer a Jesús, es que también Jesús estaba preocupado por lo mismo, y dio e1 la respuesta: «¡Vayan por todo el mundo y cuénteselo a todos!» (Marcos 16:5.)
Los cristianos han fracasado tan tristemente en hacer eso (una reciente encuesta ha demostrado que el 95 por ciento de todos los cristianos nunca le han hablado a nadie sobre el Salvador) que muchas personas inteligentes y con hambre espiritual, buscan las respuestas en sitios inadecuados y son presas de confusión y error.

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