Muchas veces el Señor permite que nos pasen cosas “malas” para que podamos sentir compasión por otros y comprenderlos, así los podremos ayudar mejor.
En el mismo lugar en que el diablo nos hiere (o la vida), una vez que Dios nos ha sanado, recibimos poder para sanar a otros.
Cada herida cada cosa mala que nos sucede puede ser transformada en autoridad para hacer el bien en esa misma área.