ESTO ES LO QUE REALIZÓ CRISTO EN LA CRUZ.
El Sumo Sacerdote (Del Antiguo testamento) ofrecía una vez al año un sacrificio por los pecados de si mismo y los del pueblo.
Pero Jesucristo se ofreció a si mismo en un solo sacrificio perfecto y para siempre. Y luego resucitó de la muerte.
(Entonces ya no se necesitan más otros sacerdotes, ni sacrificios).
(Hebreos 7:23-28)
Hubo muchos sacerdotes bajo el sistema antiguo, porque la muerte les impedía continuar con sus funciones.
Pero dado que Jesús vive para siempre, su sacerdocio dura para siempre.
Por eso puede salvar —una vez y para siempre — a los que vienen a Dios por medio de él, quien vive para siempre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos.
Él es la clase de Sumo Sacerdote que necesitamos, porque es santo y no tiene culpa ni mancha de pecado. Él ha sido apartado de los pecadores y se le ha dado el lugar de más alto honor en el cielo.
A diferencia de los demás sumos sacerdotes, no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día. Ellos los ofrecían primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Sin embargo, Jesús lo hizo una vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo como sacrificio por los pecados del pueblo.
La ley nombra a sumos sacerdotes que están limitados por debilidades humanas. Pero después de que la ley fue entregada, Dios nombró a su Hijo mediante un juramento y su Hijo ha sido hecho el perfecto Sumo Sacerdote para siempre.
(Hebreos 9:12)
Con su propia sangre —no con la sangre de cabras ni de becerros —entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna.
(Hebreos 9:14)
Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados.
(Hebreos 9:26)
Cristo se presentó una sola vez y para siempre para quitar el pecado mediante su propia muerte en sacrificio.
(Hebreos 9:28)
así también Cristo murió en sacrificio una sola vez y para siempre, a fin de quitar los pecados de las personas.
Cristo vendrá otra vez, no para ocuparse de nuestros pecados, sino para traer salvación a todos los que esperan con anhelo su venida.
(Hebreos 10:10)
Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.
(Hebreos 10:12)
Pero nuestro Sumo Sacerdote se ofreció a sí mismo a Dios como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre. Luego se sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios.
(Hebreos 10:17)
Después dice: «Nunca más me acordaré de sus pecados y sus transgresiones».
(Hebreos 10:18)
Y cuando los pecados han sido perdonados, ya no hace falta ofrecer más sacrificios.
(Hebreos 10:19)
Así que, amados hermanos, podemos entrar con valentía en el Lugar Santísimo del cielo por causa de la sangre de Jesús.
¡Gracias Señor Jesús por tu maravillosa obra en la cruz a favor de todas las personas!