¿Es posible una solución justa?
No puede expiar sus propios pecados. Sin embargo, si sufre las consecuencias, estará perdido y condenado para siempre.
Pero Dios es misericordioso. No tiene placer en la muerte del impío (Ezequiel 3.3:11). El juzgar es «su extraña obra» (Isaías 28:21). Tiene que idear una manera en que se pueda salvar al hombre, «para no alejar de sí al desterrado» (II Samuel 14:14).
¿Es posible que se pueda hallar una solución justa al problema? ¿Puede el gran Dios del universo satisfacer su amor sin sacrificar su santidad? Sí, es posible, por ejemplo, que un substituto pudiera morir por el hombre, y pagando así la pena de sus pecados, pudiera permitir que el culpable saliera en libertad.
Este principia se ha ilustrado muchas veces en tiempos de guerra. Durante las guerras napole6nicas, un francés fue rec1utado y enviado a un lugar adonde no quería ir. Un amigo se ofreció para tomar su lugar, se alistó en nombre del reclutado, fue enviado a la zona de batalla y fue muerto en una acción bélica.
Un poco más tarde Napoleón necesitaba más hombres, y por equivocación el primer hombre fue reclutado por segunda vez. El hombre protestó que no podía ir, ¡porque estaba muerto! Se revisó el registro, y efectivamente el hombre estaba en la lista como muerto y enterrado. La ley ya no le podía reclamar. Un substituto había muerto en su lugar.
Una ilustración bíblica de la substitución
La idea de substitución también se ilustra notablemente en un pasaje bien conocido del Antiguo Testamento. Es la historia de la prueba de la fe de Abraham en el sacrificio de su único hijo Isaac a Dios.
1. Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. y él respondió:
Heme aquí.
2. y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moríah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
3. y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, Y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.
4. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, Y vio el lugar de lejos.
5. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.
6. y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.
7. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
8. y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.
9. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, ~ ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña.
10. y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar él su hijo.
11. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y elijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
12. y elijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.
13. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. .
14. Y llamo, Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.
Ahí tiene usted la substitución. «Fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.» Sin embargo, esto no es más que una figura del substituto que necesita el hombre. El cuadro es perfecto, en el sentido que la muerte de un carnero no bastaría para un hombre, pero tiene valor en que muestra cómo obra la substitución.
Si se ha de usar la substitución en el plan de salvación para el hombre, surge naturalmente la pregunta: «¿Quién ha de ser el substituto? ¿Quién tiene los requisitos para tomar el lugar del hombre?»
El substituto del hombre debe ser hombre
A decir verdad, las posibilidades son muy limitadas. Primero preguntémonos: «¿Podría morir por el hombre un ángel?» El pensarlo un momento nos convence que ello no seria posible. Una razón es que los ángeles, siendo espíritus, no mueren, hasta donde lo sabemos. El que ha de ser substituto por el hombre ha de ser hecho «un poco menor que los ángeles. . . a causa del padecimiento de la muerte» (Hebreos 2:9). Además, si un ángel pudiera morir, la adoración del hombre se dirigiría a una criatura, y esto está prohibido en la Palabra de Dios (Éxodo 20:5).
Pues entonces, ¿no podría morir un animal por el hombre?
En el Antiguo Testamento se mandaba el sacrificio de animales. Pero debemos recordar que no eran suficientes como para quitar un solo pecado. «La sangre de los toros y de los macho: cabríos no puede quitar los pecados» (Hebreos 10:4). Los sacrificios de animales solamente servían de figuras o tipos del sacrificio perfecto que había de venir.
Llegamos a la conclusión, pues, que ni ángeles ni animales pueden tomar el lugar del hombre en cuanto a llevar el castigo de sus pecados. Puesto que el substituto tiene que ser de la misma especie, resulta que un hombre debe morir por el hombre. Esto es absolutamente esencial, y cualquier otro arreglo (resultaría desigual, parcial e injusto.
Ha de ser sin pecado
Pero ahora se nos presenta otro problema. Un hombre pecaminoso no puede morir por otro, ya que tiene que sufrir el castigo de sus propias iniquidades. La ley de Dios demanda la muerte de todo trasgresor. El único substituto satisfactorio, pues, ha de ser un hombre sin pecado.
Ha de ser infinito – y solo dios es infinito
Aun así, debemos agregar otro requisito. Un hombre sin pecado sólo podría con justicia tomar el lugar de un solo pecador. El substituto que necesita la raza humana debe morir por toda la humanidad. Su muerte, pues, debe tener infinito poder y valor. Con esto queremos decir que debe tener mérito suficiente para satisfacer todos los pecados que jamás se hayan cometido o se cometerán. El substituto ha de ser infinito. y esto nos confronta con la verdad obvia que sólo Dios es infinito.
Ha de derramar su sangre
Un requisito final. Si los pecados del hombre han de ser borrados de la vista de Dios, el substituto ha de derramar su sangre. Que esto es un requisito del carácter y proceder de Dios se comprueba con los siguientes versículos de la Escritura:
«y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto» (Éxodo 12:13).
«Porque la vida de la carne en la sangre está,(tenía que dar la vida) y os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona» (Levítico 17:11).
“Y casi todo es purificado, según la ley con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22). (Mateo 26:28; Lucas 22:20) (1Timoteo 2:6).
En resumen
1. Es concebible que Dios pudiera salvar a los pecadores si muriera un substituto en su lugar.
2. Tal substituto ha de llenar ciertos requisitos estrictos.
(a) No puede ser ángel ni animal. De serlo existiría una substitución desigual.
(b) Por tanto tiene que ser hombre.
(c) Sin embargo, tiene que ser un hombre sin pecado. De otra manera tendría que morir por sus propios pecados.
(d) Tiene que ser infinito si ha de morir por un sinnúmero de pecadores. Puesto que sólo Dios es infinito, tiene que ser tanto Dios como hombre.
(e) Tiene que estar dispuesto a tomar el lugar del pecador y llevar su castigo.
(f) Al hacerla, tiene que derramar su sangre, porque de otra manera no se remiten los pecados.
El señor Jesús es tal sustituto 1 Pedro 3:18; 2:24.
La nueva gloriosa del Evangelio es que tal substituto ha sido provisto. Se llama el Señor Jesucristo. Fíjese en la manera maravillosa en que satisface la necesidad de los pecadores.
1. ¿Es hombre? Sí, «porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5).
Dios envió «a su Hijo en semejanza de carne de pecado» (Romanos 8:3).
«Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros» (Juan 1:14).
2. ¿Es sin pecado’? Sí, porque «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:1.5). Véase también Juan 8:46.
3. ¿Es infinito? Es decir, ¿es Dios’? Sí, «el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Véanse también Romanos 9:5 y Colosenses 2:9,
4. ¿Estaba dispuesto? Sí, maravilla de maravillas, él, el solo substituto posible, estaba dispuesto a servir. (Lucas 2:42; Filipenses 2:,5-8-11) (Hebreos 10:7) (Juan 10: 17-18).
5. ¿Derramó su sangre? Sí. En la cruz del Calvario fue derramada su sangre para que fuesen perdonados los pecadores. (Juan 19:34; 1 Pedro 1:18, 19.) (Hebreos 10:10, 12).
El problema solucionado
De esta manera fue solucionado el problema. Dios ahora puede decir tocante al pecador, «que lo libró de descender al sepulcro, que halló redención» (Job 3.3:24).
Uno de los peligros más temibles que encontraron los primeros pobladores del oeste norteamericano, era el incendio de las praderas. Llevada por el viento, b cortina de llamas, a veces de varios kilómetros de ancho, descendía estrepitosamente sobre ellos y sus hogares devorando todo en su camino. Los pioneros aprendieron que había una sola manera de escapar el fuego. Espaldas al viento, prendían fuego al pasto que estaba a sus pies, y cuando se había quemado un espacio suficiente, se paraban en el lugar donde ya había pasado el fuego. Esta es la manera en que Dios ha solucionado el problema del pecado humano. El fuego de su juicio ya cayó en el Calvario sobre la persona de su Hijo. Ahora invita al pecador a venir y pararse donde ya pasó el fuego. No hay otro refugio para el alma.
Lección 4
En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. Un animal puede ser sacrificado como substituto suficiente del hombre.
_____f________
2. Hebreos 9:22 dice que la remisión de pecados requiere derramamiento de sangre.
_____v________
3. Habría poca necesidad de que fuese infinito nuestro substituto con tal que fuera sin pecado.
_____f________
4. La cantidad de substitutos posibles por nuestros pecados era sin límite.
____f________
5. Un ángel podría ser un substituto aceptable de nosotros.
_____f________
En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. Un substituto es uno que
a. ocupa una posición o rango inferior
b. subsiste por la generosidad de otro
c. acepta la provisión que hace otro
d. toma el lugar de otro
__________d_________
7. En la historia de Abraham e Isaac el substituto fue
a. Isaac
b. Abraham
c. el carnero
d. ninguno de los tres
_________c__________
8. El único substituto adecuado para nosotros es el Señor Jesús porque
a. se hizo hombre
b. es Dios
c. no tiene pecado
d. es todo lo que dicen a, b y c
_________d__________
9. El derramamiento de sangre por nuestros pecados es
a. lo que Dios mismo exige
b. una idea bárbara y pagana
c. contrario a las enseñanzas bíblicas
d. el concepto que hace que el judaísmo del Antiguo Testamento difiera del cristianismo
________a___________
10. El Señor Jesús murió en la cruz
a. como mártir
b. como nuestro substituto
c. como una víctima inocente de la política
d. como víctima de las circunstancias
________b___________
La muerte substitutiva del Señor Jesucristo en el Gólgota -junto con su resurrección gloriosa- es el evento más importante y significativo de toda la historia. Es el punto divisorio en el cual convergen dos eras – la una que miraba al futuro hacia ella, y la otra que miraba atrás.
Cristo predicho como el substituto del pecador
En todas las Escrituras del Antiguo Testamento, fue anticipada la muerte de Cristo mediante tipos y figuras, y también por medio de declaraciones proféticas directas. Quizás ningún autor del Antiguo Testamento describiera más claramente la Persona y la obra de Cristo que Isaías. Seguramente ninguno predijo en forma más completa que Cristo moriría por los pecados de otros, que este fiel predicador. En el capítulo cincuenta y tres de su profecía enseña la verdad de la substitución por lo menos once veces. En especial abundan las referencias a ella en los versículos cuatro a ocho.
4. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
6. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
9. Por cárcel y por juicio fue’ quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Cristo revelado como el substituto del pecador
Luego, yendo al Nuevo Testamento, hallamos que esta gran doctrina se repite una y otra vez. Tres pasajes importantes revelan el énfasis que Dios le da.
1. En II Corintios 8:9 leemos: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.»
Cristo era rico en la eternidad pasada, morando en felicidad perpetua en el cielo (Proverbios 8:22-31). Se hizo pobre cuando entró en este mundo como una criatura; cuando vivió con tanta humildad que ni siquiera tenía un lugar propio donde recostar la cabeza (Mateo 8:20); y sobre todo, cuando en soledad y vergüenza murió en el Calvario. Lo hizo todo por nosotros, para que fuésemos bendecidos con las riquezas de la vida eterna y un hogar en el cielo.
2. Otra vez, se nos dice en II Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.»
De alguna manera que no podemos comprender, Dios hizo que nuestros pecados fuesen puestos sobre el Señor Jesucristo. El Salvador, por supuesto, no llegó a ser pecaminoso, sino que llevó la culpa y la pena de nuestros pecados. Nuestros pecados no estaban en él, sino que estaban sobre él. El sufrió el juicio de Dios por esos pecados, para que Dios tuviera una manera justa de hacemos justos en Cristo.
3. Además, el Apóstol Pedro enfatiza esta misma verdad:
«Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevamos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu» (1 Pedro 3: 18).
Aquí se habla de que el Salvador padece por los pecados.
Pero para que nadie crea que fuera por sus propios pecados, el Apóstol agrega en seguida, «el justo por los injustos.» Sufrió en el lugar de otros, para poder proveer una manera justa de llevados a Dios. Al hacerlo, se le dio muerte en cuanto al cuerpo, pero fue resucitado de los muertos por el Espíritu Santo.
Una redención acabada
En cuanto al sacrificio del Señor Jesús en la cruz, es importante en extremo reconocer que no sólo murió en lugar de los pecadores, sino que también acabó perfectamente la obra necesaria para su salvación. Este hecho glorioso lo anuncian muchos pasajes de las Escrituras. «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese» (Juan 17:4). «Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu» (Juan 19:30). «Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios» (Hebreos 10:12).
¡Piense por un instante en todo lo que logró su obra en el Calvario!
1. Las demandas de la ley fueron completamente satisfechas (Romanos 3:31). La ley exigía la obediencia absoluta o el castigo de la muerte. Todos los pecadores habían dejado de guardar la ley, así que eran dignos de muerte. El Salvador llev6 la pena que merecían. Por lo tanto, cuando aceptan al Salvador, la ley no puede exigir más. Están muertos a la ley (Romanos 7:4).
2. La justicia y la santidad de Dios quedaron satisfechas (Salmo 85:10). El pecado ha sido castigado. Se ha hallado una manera por la cual los pecadores pueden ser libertados de sus pecados y hechos dignos de estar en la presencia de Dios.
3. La obra redentora de Cristo fue suficiente para salvar a todos los pecadores de todos los tiempos (1 Juan 2:2). Esto no quiere decir que todos serán salvos. Solamente se convierten los que confían en él (1 Juan 5:2). Pero su obra tiene tan infinito valor y poder que, si todos los pecadores creyeran en él, los podría salvar a todos (Hebreos 7:25).
4. Finalmente, el amor de Dios puede manifestarse a los hombres sin afectar su santidad. El ha hallado una manera justa y equitativa de salvar a pecadores.
La responsabilidad del pecador: aceptar la dádiva de Dios por fe
Debe ser obvio, pues, que ya que Cristo ha acabado la obra de redención tan maravillosamente, el pecador no necesita añadir nada a ella. Todo lo necesario para llevar una alma al cielo ya se hizo. Nuestra responsabilidad es aceptar lo que se ha hecho, y recibir por la fe la dádiva de Dios. No podemos añadir nada a una obra acabada. Ya vimos más arriba que la persona no salvada no puede hacer nada para ganar de Dios la vida eterna. Aquí la verdad dichosa es que no tiene que hacer nada.
Cierto cristiano evangélico había instado a un amigo carpintero que aceptara a Cristo como su Salvador personal. El carpintero había resistido todos los ruegos del cristiano, insistiendo que tendría que hacer algo para ganar la salvación, y no aceptarla tan solamente como regalo. El cristiano explicó que la obra de salvación era completa y que sólo había que aceptada, pero el hombre no lo podía creer.
La conversación tuvo lugar en la carpintería. Viendo que su amigo acababa de fabricar una magnífica mesa de caoba, el cristiano resolvió ilustrar su argumento de una manera contundente. Tomó en sus manos serrucho y martillo y se dirigió hacia la mesa, que brillaba con una mano final de cera. Hizo como para dañar la mesa con las herramientas. El artesano se horrorizó. «¡No la toques!» gritó. «¡La echarás a perder! ¡Está acabada!»
«Sí, amigo mío,» dijo el cristiano, «y así es con la obra de Cristo. Está acabada. Si la tocas, la dañas. No puedes añadir nada a una obra acabada.»
El carpintero comprendió en seguida, e inmediatamente recibió a Cristo.
¿Está satisfecho Dios? ¡Mire la resurrección de Cristo!
Queda una pregunta final. ¿Está satisfecho Dios con la obra de su querido Hijo? Nos ha dado una prueba inequívoca de que está completamente satisfecho en que resucitó a Cristo de los muertos (1 Corintios 15:3-8, 12-22).
¿Está justificado el creyente? ¡Mire la resurrección de Cristo!
La resurrección es nuestra garantía.
«Jesús, Señor nuestro… fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:24, 25).
Si el Señor hubiera permanecido en la tumba, no tendríamos esperanza más allá del sepulcro. «Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados» (1 Corintios 15: 17). No hay salvación mediante un Mesías muerto. Pero Dios resucitó a Cristo de entre los muertos como prueba de que su obra fue aceptada, y que todos los que confían en él le seguirán en resurrección.
El calvario – provisión de amor para las demandas de un Dios santo
¿No es verdad, pues, que Dios echó un puente sobre un gran abismo en el Calvario? Su amar proveyó lo que su justicia demandaba. El pecador se apropia la salvación por la fe. Dios le tiene por justo, y entre los dos existe un estado de paz.
Lección 5
En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. La muerte substitutiva de Cristo no fue prevista en el Antiguo Testamento.
_____F________
2. Puesto que la obra redentora de Cristo basta para salvar a todos los pecadores, todos son salvos.
_____F________
3. A causa de la muerte de Cristo en el Calvario, Dios puede demostrar su amor a los hombres sin afectar su santidad.
_____V________
4. La responsabilidad del hombre es aceptar lo que se ha hecho y recibir la dádiva de Dios por la fe.
_____v________
5. Dios tiene por justo al pecador cuando éste toma por la fe lo que el amor divino ha provisto en el Calvario.
______v_______
En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. El evento más significativo de la historia es
a. la conquista de Gran Bretaña por Julio César
b. la muerte y resurrección del Señor Jesucristo
c. la conversión de Saulo de Tarso
d. las 95 Tesis de Lutero clavadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg
______b_____________
7. En la cruz el Señor Jesús
a. fue hecho pecado por nosotros
b. se hizo pecaminoso por nosotros
c. sufrió por sus propios pecados
d. no tuvo ningún contacto con nuestros pecados
________a___________
8. ¿Cuáles de las siguientes cosas se cumplieron en el Calvario?
a. Se satisficieron todas las demandas de la ley
b. La justicia y la santidad de Dios se satisficieron
c. La redención fue suficiente para todos los pecadores
d. Se cumplió todo lo de arriba
_________d__________
9. La resurrección de Jesucristo
a. es un mito comparable con aquéllos que se hallan en algunas religiones paganas
b. realmente no tiene nada que ver con el plan de la salvación
c. demuestra que Dios quedó satisfecho con la obra de Cristo en la cruz
d. comprueba que la muerte es «un error de la mente mortal»
_________c__________
10. La muerte de Cristo en el Calvario es el único sacrificio que requieren nuestros pecados según
a. Isaías 53:7
b. Romanos 3:23
c. Hebreo 4:12
d. Hebreos 10: 12
_________d__________
Por W.MacDonald
Para definirla el diccionario emplea palabras como «beneficio», «favor», o «benevolencia». Los teólogos definen la palabra con un solo significado bíblico – “-favor inmerecido». Bajo la gracia Dios no nos trata como merecemos, sino según su misericordia, y eso sin referirse a lo que en justicia merecemos.
Durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, vivía en Efrata, Pensilvania, un predicador llamado Pedro Miller. Era amigo personal de Jorge Washington. También vivía en el mismo pueblo un hombre llamado Miguel Wittman, quien detestaba al predicador y hacía todo lo posible para difamarle y oponerse a él.
Sucede que Vittman se vio complicado en un acto de traición, fue arrestado y sentenciado a muerte. Cuando Miller lo oyó, caminó a pie todos los cien kilómetros hasta Fi1adelfia para rogar a Washington que perdonara la vida a Wittman. «Pedro», dijo Jorge Washington, «no puedo concederle la vida de su amigo». Miller explicó que Wittman no era amigo suyo sino su enemigo más encarnizado. Al saber esto, Washington, muy conmovido, acordó perdonar al delincuente. Vittman fue liberado y volvió el Efrata con Miller, ya no como enemigo suyo sino como amigo.
¡Esto es gracia! Así es como Dios trata hoya los pecadores.
Corno ya hemos visto, la santidad de Dios fue satisfecha can la muerte de su Hijo en nuestro favor. Ahora nos puede extender su gracia.
¿Por qué tal amor?
Antes de seguir, debemos hacer una pausa reverente para preguntamos «¿Por qué envió Dios a su Hijo unigénito para morir por el hombre pecador? ¿Por qué consintió el Señor Jesús en dar su vida en rescate de muchos? ¿Por qué se dio lo Mejor del cielo a favor de los peores de la tierra? ¿Por qué sirvió una Persona tan digna de Substituto por pecadores tan indignos?
Fue inmerecido
¿Fue porque el hombre lo merecía? ¡Claro que no! El don del amor de Dios fue enteramente inmerecido en cuanto a los pecadores. La criatura no tiene ningún derecho sobre Dios. En verdad hay una absoluta falta de mérito de parte del hombre. El hombre ha quebrantado la ley de Dios y por tanto es enemigo de Dios. Más que suficiente causa hubiera, si Dios le condenara para siempre. Ciertamente no había en el hombre bondad alguna que mereciera el sacrificio del Calvario.
Dios no necesitaba al hombre
¿Fue porque Dios necesitaba al hombre? ¡Qué ridículo! Dios es enteramente independiente y completo en sí. No necesita a nadie ni nada. ¿Necesitaba Dios nuestro servicio? El podría haber fabricado máquinas automáticas que jamás le hubieran desilusionado. ¿Necesitaba nuestra personalidad?, ¿nuestra hermosura?, ¿nuestro talento? Si fuera así, podría haber creado millones más como nosotros que le sirvieran más aceptablemente. ¿Necesitaba nuestro dinero? Él contesta: «Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud» (Salmo 50:10, 12). Dios hizo que existieran los mundos sin la ayuda del hombre (Isaías 40:1.3, 14; Job 38:4), y ¿acaso necesita ahora la ayuda de esta débil criatura del polvo?
El hombre no buscó a Dios
¿Nos amaba Dios porque le buscamos? Al contrario, decíamos en nuestro corazón, «Apártate de nosotros, porque no queremos el conocimiento de tus caminos» (Job 21: 14). Pablo afirma esta actitud, «No hay quien busque a Dios» (Romanos 3:11). Cuando Dios nos envió a sus mensajeros con el Evangelio, los rechazamos abiertamente. Cuando envió a su Hijo, le echamos fuera de la ciudad y le crucificamos, gritando, «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Lucas 19:14). «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados». (I Juan 4:10).
Dios no buscaba recompensa
Pues entonces, ¿nos mostraba misericordia el Señor porque esperaba algo en cambio? Otra vez tenemos que contestar, «No». Los propósitos de Dios en la redención eran completamente desinteresados. El sabía que no teníamos con qué pagar (Lucas 7:42). El sabía que jamás se le podría recompensar un don tan estupendo.
Pero de alguna manera ¿no debía Dios algo al hombre? De ninguna manera. No debe nada a nadie. «Quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas, a él sea la gloria por los siglos» (Romanos 11:3,5, 36).
Hagamos frente al hecho que Dios sabía que estábamos moral y espiritualmente en bancarrota. Sabía que, al no proveer él la salvación como un don libre, incondicional y sin reserva, nunca seríamos convertidos.
No tenía que hacerla. Como Spurgeon lo expresó tan a propósito:
¿Qué le importa al infinito Jehová que tú le sirvas o no? Si te rebelas contra Dios, ¿será él menos glorioso? Si no quieres obedecer al Señor, ¿qué se le da a su felicidad sin par? ¿Brillará su corona menos luminosa, o será su cielo menos resplandeciente porque tú escoges rebelarte contra él?… Si un jején contendiera con aquel alto horno allá, tú ya sabes que sería el fin. Es en tu beneficio que Dios quiere que te rindas a él. ¿Cómo podría ser en el suyo propio?
¿Por qué tal gracia?
¿Por qué, pues, lo hizo? Hay una sola respuesta. Era por gracia indecible, amor sin límite, misericordia vasta, plena y libre (Romanos 5:8). No puede haber otra explicación de por qué el perfecto gozo, felicidad y comunión del cielo se interrumpieran cuando vino el Señor Jesús al mundo como hombre inmaculado y murió sobre la cruel cruz del Calvario para redimirnos para Dios. Gracia maravillosa –es eso lo que fue. Fue que Dios escogió salvamos, simplemente porque lo quiso hacer. Fue que Dios nos amó, sencillamente porque escogió hacerla (Juan 3:16).
¡Gracia insondable!
Ninguno de nosotros puede comprenderlo. Al presente todo lo que podemos hacer es detenemos con reverencia maravillados ante el misterio de Gólgota -y adorar. A través de toda la eternidad Dios nos mostrará más claramente «las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2:7).
Como marinero, Juan Newton vivía y trabajaba con una tripulación tan grosera y violenta como jamás saliera al mar. El mismo llevaba una vida corrupta, hundiéndose cada vez más, a pesar de las oraciones de sus amados en casa, hasta que por fin llegó a ser esclavo de un esclavo. Se hallaba, en la parte más baja de su carrera, en el poder de una africana que se deleitaba en hacerle mendigar el pan mismo. Después de su conversión, Newton llegó a ser predicador y renombrado escritor de himnos. Uno de sus himnos más conocidos recuerda los días cuando la gracia de Dios le haló en todo su pecado y necesidad, y mira adelante hacia la eternidad de felicidad que aquella gracia divina hizo posible para su alma:
Sublime gracia del Señor
Que un infeliz salvó;
Fui ciego, mas hoy miro yo,
Perdido y El me halló.
Su gracia me enseñó a temer,
Mis dudas ahuyentó.
¡Oh, cuán precioso fue a mi ser,
Al dar mi corazón!
En los peligros o aflicción
Que yo he tenido aquí;
Su gracia siempre me libró
y me guiará feliz.
Y cuando en Sion por siglos mil
Brillando esté cual sol;
Yo cantaré por siempre allí
Su amor que me salvó.
Tr. C. E. Morales
Lección 6
En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. Dios tendría sobrada razón si nos condenara para siempre.
______V_______
2. La Biblia enseña que los hombres buscan a Dios, aún aparte de su gracia.
______F_______
3. Dios nos amó simplemente porque quiso.
______V_______
4. Nos es fácil comprender la gracia de Dios para con nosotros.
_____F________
5. Dios sabía que si él no proveía la salvación como un don gratuito, nunca seríamos salvos.
_____V________
En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. El significado bíblico de «gracia» demuestra que es
a. un favor inmerecido
b. la actitud que Dios sostiene hacia los que se mueren rechazando su salvación
c. la recompensa merecida que Dios nos da
_________a__________
7. Dios envió a su Hijo unigénito a morir por nosotros porque
a. merecíamos su intervención a nuestro favor
b. Dios necesitaba un hombre que le sirviera
c. él podía ver lo desesperados que estábamos buscándole
d. él es bondadoso, misericordioso y amante
__________d_________
8. Como pecador
a. no tengo ningún derecho frente a Dios, porque he quebrantado su ley y me he hecho enemigo suyo
b. tengo derecho sobre Dios, porque todos los hombres son hijos suyos
c. tengo derecho porque Dios me hizo y por lo tanto es responsable por mi pecado
d. tengo derecho sobre Dios, a causa de mis buenas obras y esfuerzos sinceros
_________a__________
9. El pensar en Gólgota debe
a. tener poco o ningún efecto en nosotros
b. llenamos de reverencia y asombro
c. despertar en nuestro corazón resentimiento contra los que crucificaron al Hijo de Dios
d. inspiramos a mayores esfuerzos para merecer el favor de Dios
_________b__________
10. Que Dios nos mostrará más claramente en la eternidad las abundantes riquezas de su gracia lo vemos en
a. Juan 1:17
b. 11 Corintios 12:9
c. Efesio 2: 7
d. Colosenses 4:6
________c___________
La salvación –un don gratuito –recibido por la fe
Ya hemos visto que Cristo ha hecho todo lo necesario para la redención de los pecadores. La salvación de Dios él la ofrece como un don gratuito (Romanos 6:23). La responsabilidad del pecador es aceptar lo que se ha hecho. Dios no quiso poblar el cielo con hombres que estuviesen allí contra su voluntad. En tal caso no sería cielo. Ellos se sentirían tan miserables como pecadores empedernidos en un culto de oración.
El método que escogió Dios para que él hombre recibiese la vida eterna es simplemente por la fe. (Romanos 5:1). No es por obras buenas, ni por carácter, ni por ser miembro de alguna iglesia, ni por ningún esfuerzo humano, sino sencilla y únicamente por creer en el Señor Jesucristo (Efesios 2:8,9). Todo el mundo puede salvarse de esta manera, y nadie puede salvarse de otra manera alguna (Juan 14:6; Hebreos 11:6).
Ahora hay un proceso general que se desarrolla en la salvación de un alma, y vale familiarizarse con los pasos que generalmente se toman.
Primero tiene que estar la Palabra de Dios (II Timoteo 3:15). Nadie puede convertirse aparte de la Biblia. Quizá la conversión se realice cuando las Escrituras se predican desde el púlpito, las citan un familiar o amigo, o se leen en un folleto o libro. De todos modos hay que conocer el Evangelio, y éste se conoce solamente según se revela en la Biblia. No sólo debe oírse el Evangelio sino que debe ser recibido como la misma Palabra de Dios (1 Tesalonicenses 2:13). Al par que se leen las Escrituras, Dios da la fe para recibirlas. Así «la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10: 17).
Cuando una persona lee la Biblia, descubre varias declaraciones que no le agradan. Primero descubre que es pecador (Isaías 64:6). Esto no le agrada. Luego aprende que no puede salvarse a sí mismo (Romanos 9:16). Esto hiere su orgullo. Por fin se le dice que solamente el Señor Jesús puede salvarle (Isaías 45:21, 22). Pero él no quiere hincarse delante del Hijo de Dios (Juan 5:40). Así que, si dependiera de él solo, el hombre jamás aceptaría el Evangelio.
El espíritu santo emplea la palabra de dios para convencer al pecador
Pero aquí pasa algo extraordinario. El Espíritu Santo de Dios emplea la Palabra de Dios de una manera, para nosotros misteriosa, que produce convicción en el corazón del pecador (Juan 16:7-11). Convence al hombre de la verdad de las Escrituras, de su condición perdida y sin esperanza, y del peligro de morir sin Cristo. Esto se llama generalmente convicción de pecado. En algunos casos la acompaña una profunda angustia de alma; en otros no hay nada más que un simple convencimiento que uno es perdido y necesita ser salvo.
Así el pecador es llevado a desesperar de sí mismo (Lucas 15:17-21). Pierde toda esperanza de salvarse por sus propios esfuerzos. No ve en sí mismo esperanza alguna (Lucas 18:13), y entonces se asocia con Dios contra sí mismo, y confiesa que de veras es pecador, y que por ello merece el castigo eterno (Salmo 51:1-5).
Juan Bunyan lo sabía demasiado bien por experiencia personal. Da comienzo a su clásico inmortal, El Progreso del Peregrino, subrayando el hecho que la convicción del pecado viene de la lectura de la Palabra de Dios. Dice, «Soñé, y he aquí un hombre vestido de andrajos que se paraba en cierto lugar… con un libro en la mano y una pesada carga sobre la espalda. Miré y vi. que abrió el libro, y no pudiendo contenerse más, prorrumpió en lamentos, diciendo, ‘¿Qué haré?’. Luego Bunyan describe el efecto que tuvo la convicción del peregrino, no solo sobre él sino sobre otros. Nos cuenta que cuanto más leía el hombre, más pesada sentía la carga, hasta que por fin encontró a un hombre llamado Evangelista, a quien descubrió sus temores. «Señor.» le dijo a Evangelista, «percibo por medio del libro que tengo en la mano que estoy condenado a muerte, y que después he de ser juzgado, y yo, ni quiero morir, ni estoy dispuesto para el juicio».
El Espíritu Santo emplea la palabra de dios para hablar de Cristo
Empero el Espíritu Santo nunca deja al alma en tal condición. En seguida le muestra que el Señor Jesucristo es el Salvador que necesita (Juan 1:29), y le invita a recibir al Hijo de Dios como Señor y Salvador por la fe (Apocalipsis 22:17).
¿Qué quiere decir fe salvadora? La fe salvadora no es más que confianza en el Señor Jesús. Es, como quien dice, «confianza cariñosa.» Cuando un hombre que se ahoga echa mano de un palo, pone toda su esperanza en ese palo. Cuando un hombre se sienta en una silla, descansa en la obra acabada del carpintero. Cuando uno sube al avión, deposita en él todo su peso. Antes podría haber creído en el valor y poder del avión, pero no confía en él de veras hasta que sube a bordo para el vuelo.
En El Progreso del Peregrino, Cristiano llegó al fin a un lugar donde se le podrían quitar los pecados. Era el Calvario. Bunyan lo describe así: «Después en mi sueño vi. a Cristiano ir por un camino resguardado a uno y otro lado por dos murallas llamadas Salvación. Marchaba, sí con mucha dificultad, a causa de la carga que llevaba en sus espaldas; pero marchaba apresurado y sin detenerse, hasta que lo vi llegar a una montaña, en cuya cima había una cruz, y un poco más abajo un sepulcro. Al llegar a la cruz, instantáneamente la carga se soltó de sus hombros, y rodando fue a caer en el sepulcro, y yo no la vi más.»
Bunyan nos dice que el peregrino, libre para siempre del peso de su pecado, siguió su camino con gozo. Y mientras iba, cantaba:
Vine cargado con la culpa mía
De lejos, sin alivio a mi dolor;
Mas en este lugar, ¡Oh qué alegría!
Mi solaz V mi dicha comenzó.
Aquí cayó mi carga, y su atadura
En este sitio rota yo sentí.
¡Bendita cruz! ¡Bendita sepultura!
¡Y más bendito Quien murió por mí!
La salvación –un hecho divino
Cuando por primera vez una persona confiesa que es pecador y cree en el Señor Jesucristo, se salva; nace de nuevo, se convierte (Romanos 10:9). A veces se verifica la obra maravillosa sin indicación externa. Es posible que no se sienta diferente, porque la salvación no es solamente cosa de sentir. Es un hecho divino. La palabra infalible de Dios dice que todos los que confían en el Salvador reciben vida eterna; que nunca vendrán a condenación, sino que ya pasaron de muerte a vida (Juan 5:24). Toda la cuestión de recibir el creyente la vida eterna y poder estar seguro de ella se trata más extensamente en la próxima lección.
Se debe dar énfasis al hecho que no es la cantidad de fe de uno lo que vale. Algunos tienen mucha fe; otros sólo una chispa. No es la fe que uno tenga lo que salva, sino el Objeto de la fe, es decir, el Señor Jesús. Cuando Dios ve una persona con nada más que una chispita de fe en su Hijo, le da la vida eterna.
Nosotros somos los pecadores – Cristo es el salvador
Otro hecho debe repetirse con énfasis. No hay absolutamente nada que pueda hacer el pecador para merecer la salvación (Efesios 2:8, 9). Es natural al hombre pensar que de alguna manera puede hacer algo, o ser algo, para agradar a Dios. Pero cuando una persona se allega a Cristo para la salvación, no trae consigo sino el pecado y la culpa. Se ha dicho con verdad:
«Nosotros cometemos todos los pecados; Cristo provee toda la salvación.» Si el pecador insiste en presentarse delante de Dios sobre la base de sus propios méritos, recibirá lo que merece (Apocalipsis 20:12).
La actitud que en verdad conviene al pecador contrito y arrepentido que viene a Cristo para la salvación se expresa hermosamente en las palabras de un himno bien conocido. Miles han puesto su confianza en el Redentor con estas’ palabras en el corazón y sobre los labios.
Tal corno soy de pecador,
Sin más confianza que tu amor,
Tú me llamaste, acudí;
Cordero de Dios, heme aquí.
Tal corno soy, con mi maldad,
Miseria, pena y ceguedad,
Pues hay remedio pleno en ti:
Cordero de Dios, heme aquí.
Tal como soy me acogerás:
Perdón y alivio me darás;
Pues tu promesa ya creí,
Cordero de Dios, heme aquí.
Tal corno soy, tu compasión
Quitado ha toda oposición;
Ya pertenezco todo a ti:
Cordero de Dios, heme aquí.
Lección 7
En el espacio subrayado a la derecha escriba ‘Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. Dios salvará a todo el mundo, sea que quieran ser salvos o no.
_____F________
2. Dios emplea la Biblia para crear fe en el Señor Jesús.
_____V________
3. La fe verdadera implica entregarse a sí mismo.
_____V________
4. Lo que de veras importa en la salvación es la cantidad de nuestra fe.
_____F________
5. El objeto de la fe salvadora es el Señor Jesucristo.
______V_______
En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. La vida eterna es nuestra
a. sobre la base de ser miembros de una iglesia
b. por el bautismo
c. cuando la aceptamos de Dios como una dádiva
d. si la merecemos por hacer buenas obras
_________C__________
7. La fe salvadora es
a. confianza en uno mismo
b. simplemente confiar en el Señor Jesús
c. aceptar ciertos datos como verdaderos
d. estar listo a creer cualquier cosa
_________B__________
8. El Espíritu de Dios emplea la Biblia para
a. confirmar nuestras propias ideas de cómo salvamos
b. convencernos del pecado
c. poner el cristianismo en un nivel igual al de otras religiones mundiales
d. hacer todo lo anterior
_________B__________
9. Cuando somos salvos, tenemos la seguridad permanente de ello
a. por la Palabra de Dios
b. por el cambio en nuestros sentimientos
c. por la persona que nos trajo a Cristo
d. por la iglesia
_________A__________
10. Cuando decidimos acudir a Cristo para la salvación, podemos llevarle
a. nada más que el pecado y la culpa
b. solamente promesas de llevar una vida mejor
c. dinero para sostener la obra de Dios
d. todo lo anterior
_________A__________
W.MacDonald
LECCION 8 -La roca abajo-
Una anciana cristiana evangélica se moría. Durante muchos años había confiado en el Señor Jesús para la salvación y había descansado en él todas sus esperanzas. El era la Roca de su salvación (Salmo 62:2,6). Ahora, en sus últimos momentos, los amigos se congregaban alrededor de su cama.
«Se está hundiendo rápidamente,» dijo uno.
La anciana lo oyó y replicó susurrando, «¡No me puedo hundir a través de una Roca!»
La cuestión que afrontamos ahora es si la salvación es para siempre, o si una persona puede ser salvo y luego volver a perderse.
Hay quienes sostienen que cuando una persona es salva en verdad, queda salva para siempre.
Otros opinan que ésta es una doctrina muy peligrosa, que lleva a los cristianos a vivir en el pecado. Dicen que la salvación depende de la vida que uno lleva y que pecar es perder la vida eterna.
Si una persona entiende en verdad el evangelio de la gracia de Dios, pronto ve que la primera opinión es la correcta. El que ha sido salvado en verdad queda salvo para siempre.
Las siguientes son unas cuantas de las afirmaciones de las Escrituras que enseñan la seguridad eterna del creyente.
Grandes verdades
1. La salvación no depende de lo que hacemos para Dios sino de lo que él ha hecho por nosotros. Depende de la obra acabada del Señor Jesús sobre la cruz, Aquella fue una obra perfecta y completa (Hebreos 10:12). No se puede agregarle nada ni mejorarla (Hebreos 10:18). Dudar de la seguridad eterna es deshonrar la suficiencia de la obra propiciatoria del Señor.
El creyente es aceptado en Cristo, no en sí mismo. Así que es una aceptación perfecta y completa (Hebreos 10:14), tan eterna como lo es Cristo mismo.
La verdad de la aceptación se ilustra en el mundo de la naturaleza. A menudo un pastor tiene una oveja cuyo cordero se ha muerto. Al mismo tiempo puede que tenga un cordero cuya madre también ha muerto. Esto le plantea un problema. ¿Cómo criar al cordero huérfano? La solución obvia sería darlo a la oveja que ha perdido su cría. Pero esto no resulta. La oveja no aceptará al cordero, ni le dará de mamar porque sabe que no es suyo. Entonces el pastor toma la piel del cordero muerto y envuelve en ella al cordero vivo. Luego lo empuja suavemente hacia donde está la oveja. Ella se inclina, lo olfatea y en seguida lo acepta. ¿Por qué? ¿No es el mismo cordero que antes rechazó? Sí, pero ahora le viene vestido en la piel de su propio cordero. Lo acepta, no por lo que es en sí, sino porque está EN SU CORDERO.
El paralelo está claro. Dios acepta al pecador que cree, no por lo que es, sino porque viene vestido de todos los méritos y virtudes del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
2. Dios nos conocía perfectamente antes de salvamos. Sabía todos los pecados que íbamos a cometer. Sin embargo nos salvó. Cuando murió el Señor Jesús, murió por todos nuestros pecados – pasados, presentes y futuros. En verdad, cuando él murió todos nuestros pecados estaban en el futuro y murió por ellos. Por tanto, se ha pagado una vez la pena de todos aquellos pecados. Dios no demanda un doble pago – primero a manos de Cristo, y luego a manos del creyente. Esto sería injusto, y Dios no puede obrar injustamente
3. Como antes hemos visto, la salvación es una dádiva. Dios no da algo un día para reclamarlo el día siguiente. «Irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios» (Romanos 11:29).
4. Se habla de la salvación como de un nacimiento (Juan 3:3). Cuando uno se salva, nace de arriba. Entonces es hecho hijo de Dios (Juan 1:12). Un nacimiento es definitivo e in; cambiable. Una vez ocurrido nunca se puede deshacer. Un hijo puede traer dolor o vergüenza a su padre, pero todavía es hijo.
Así es con el nuevo nacimiento. Un cristiano evangélico puede pecar y traer dolor al corazón de Dios, pero todavía Dios es su Padre, Esto se dice claramente en 1 Juan 2:1:
«Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre.» Todavía es nuestro Padre, aunque peguemos.
El pecado rompe la comunión con Dios, pero no el parentesco.
5. El creyente no es más capaz de guardarse salvo por sí mismo que lo que era de salvarse en primer lugar. Cuando procuraron hacerla los gálatas, Pablo les preguntó: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gálatas 3:3).
6. Demasiado pagó Dios por su pueblo como para que este dispuesto a perderlo. Nos salvó cuando éramos enemigos suyos. ¿Ahora nos va a abandonar cuando somos sus hijos? «Si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida» (Romanos 5: 10).
7. Dios promete vida eterna al creyente, ¿Hasta cuándo dura lo eterno? Es para siempre. «Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás» (Juan 10:28). Vea también Juan 3:16; Juan 3:36; Juan 6:47. Jamás faltará a su promesa.
8. Se dice que el Espíritu Santo de Dios mora en el creyente para siempre. «Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14:16). Vea también 1 Juan 2:2.7.
9. Se dice también que el creyente es sellado por el Espíritu Santo para el día de la redención (Efesios 4::30). Y el Espíritu Santo es «las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida» (Efesios 1:13, 14). Esto da garantía al ministerio de Dios para can sus hijos hasta que al fin se llegue al cielo.
De todo lo anterior, resulta evidente que el cristiano es guardado por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 Pedro 1:.5).
El verdadero significado de la gracia
Decir que esta es una doctrina peligrosa es demostrar una gran falta de comprensión del significado de la gracia. También crea la idea fantástica que cuando se salva una persona, inmediatamente siente un gran deseo de cometer fornicación, homicidio y otros pecados viles, y que a menos que le restrinja el temor del castigo, efectivamente hará tales cosas. ¿Cuál será la verdad? Es ésta:
a. En vez de animar a los hombres a pecar, la doctrina de la seguridad eterna presenta la razón más fuerte por la: que los hombres no deben pecar. El saber que Dios ha provisto una completa, libre y eterna salvación hace que el creyente quiera servirle para siempre.
El amor es una fuerza mayor que el temor del castigo: Los hombres hacen, por sentimientos de amor, lo que jamás harían por temor. El amor ata el corazón más que cualquier otra cosa. «No es necesario que los hombres sean mantenidos constantemente en temor de la condenación para que vivan rectamente. El amor es el principio más noble y fuerte de la obediencia; un sentido del amor de Dios para con nosotros aumentará nuestro deseo de complacerle».
Así que el cristiano evangélico no lleva una vida santa para conservar su salvación, sino por amor al que le salvó, Para el es una ofensa mayor el pecar contra la gracia que contra la ley.
b. En segundo lugar, cuando uno se salva recibe una nueva naturaleza (2 Pedro 1:4). En vez de sentir un impulso fuerte hacia el pecado, el cristiano tiene un odio del pecado tal cual nunca antes experimentó.
Esta nueva naturaleza no sólo crea un horror del pecado, sino que hace que el creyente se sienta muy miserable cuando peca. El tener interrumpida la comunión con el Padre es una de las peores tragedias de la vida cristiana. Es experimentar vergüenza por abandonarse a lo que causó la muerte de nuestro Salvador. Es experimentar la corrección de un amante Padre celestial. Es experimentar la pérdida del galardón ante el tribunal de Cristo (1 Corintios 3:15). Hasta que no confiese su pecado el cristiano descaminado, y lo abandone, no es restaurado a la plena comunión de su Señor.
Por supuesto, es posible que un hombre profese ser salvo y que luego salga a vivir en el pecado. No es que de vez en cuando cometa pecados, sino que practica el pecado como el hábito de su vida. En este caso no es cuestión de que una persona sea salva y luego perdida. Este hombre comprueba por su manera de vivir que jamás fue salvo en verdad. Es un mero profesante falso que nunca ha experimentado la gracia de Dios.
Pero para los que realmente han confiado en el Salvador vivo y amante, existe la promesa infalible de Dios que él los llevará con toda seguridad a su hogar en el cielo.
Lección 8
En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad» o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. Dios nos acepta por lo que es Cristo, no por lo que somos nosotros. Verdadero.
2. El don de Dios de la salvación está sujeto a revocación. Falso.
3. Ya que Dios nos salvó cuando éramos enemigos, ciertamente nos ha de guardar, una vez que lleguemos a ser hijos suyos. Verdadero.
4. El Espíritu Santo mora en todo creyente verdadero en Cristo. Verdadero.
5. La doctrina de fa seguridad eterna anima a la gente a pecar. Falso.
En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. La salvación depende de
a. lo que hacemos por Dios
b. lo que ha hecho el Señor Jesús por nosotros
c. lo que hacemos por nosotros mismos
d. lo que hacemos por otros
________b___________
7. El Señor Jesús murió por
a. todos nuestros pecados
b. todos nuestros pecados con excepción de los que cometemos después de salvados
c. todos nuestros pecados con excepción de los que cometemos deliberadamente
d. todos nuestros pecados con excepción de los que deshonran su nombre
_________a__________
8. Cuando un creyente peca
a. se corta su relación con Dios
b. se impide su comunión con Dios
c. se pierde su esperanza del cielo
d. su única esperanza es salvarse de nuevo
________b___________
9. El creyente debe llevar una vida santa
a. para conservar su salvación
b. porque teme el castigo
c. por amor a su Salvador
d. porque ya no puede pecar
________c___________
10. El cristiano verdaderamente renacido es guardado
a. por sus propios esfuerzos
b. por el poder de Dios
c. entre tanto que siga creyendo
d. solamente si está lleno de Espíritu Santo
________b___________
W.McaDonald.
LECCION 9 -¿Sentimientos o hechos?-
¿Cómo puede usted saber que es salvo?
No es raro que el que ha creído en el Señor Jesucristo tenga más tarde dudas en cuanto a si fue en verdad salvado. El pensaba tener alguna experiencia misteriosa y espectacular, pero en su caso no la hubo. Pensaba que ya no habría luchas con el’ pecado, pero al contrario encuentra que éstas parecen haber aumentado. Y así se desanima y se pregunta si es posible que él pueda saber con seguridad que es salvo.
¿Que dice la Biblia?
Trataremos de ilustrar, mediante una serie de preguntas, cómo puede saber el que ha clamado a Dios por la salvación que es en verdad salvo.
La Biblia ¿es la Palabra de Dios? II Timoteo 3:16, 17. ¿Cumple Dios su Palabra? Mateo 5:18.
¿Ha prometido Dios salvar a los que claman a él? Romanos 10:13
¿Salvará Dios al pecador que cree en Jesucristo? Tito 1:2; Hebreos 10:23.
¿Ha creído usted en Cristo?
¿Ha confesado usted a Dios alguna vez que es pecador, y le ha pedido que él le salve, a base de lo que hizo Cristo por usted como su Substituto?
Ahora pues, si usted puede sincera y honestamente contestar «Sí» a todas estas preguntas, preguntamos, «¿Es usted salvo?»
La única contestación razonable es: “Claro que soy salvo.”
Dios, que no puede mentir, promete salvarme si confío en su Hijo. He aceptado al Salvador, así que soy salvo. La Palabra de Dios lo dice» (1 Juan 5:13). «Por lo cual asimismo padezco esto, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (II Timoteo 1:12).
Nadie jamás ha venido a Dios como pecador, pidiendo salvación en nombre del Señor Jesús, y ha sido rechazado (Juan 6:37).
¿En qué confía usted?, ¿en la Biblia o en sus sentimientos?
Lo malo es que hay gente que mira más bien a sus sentimientos que a la Biblia. La Biblia dice, en efecto, «Todos los que creen en Cristo son salvos.» Pero ellos dicen, «No me siento salvo. Seguramente si fuera salvo en verdad, no me molestarían las dudas, los temores, tentaciones y afanes. Me sentía salvo ayer, pero no me siento salvo hoy.» Dudan de la Biblia y confían en sus propios sentimientos.
Cuando el ladrón en la cruz al lado del Salvador le oyó decir, «Hoy estarás conmigo en el paraíso,» ¿cómo supo que fue salvo? ¿Fue por sus sentimientos? No, sus sentimientos en ese momento eran poco alentadores. Supo que fue salvo porque se lo dijo el Señor Jesús. Es así que sabemos nosotros que somos salvos. Oímos que su voz nos lo dice, no en voz alta sino por medio de la Palabra escrita.
El no hace que el alma exclame,
«A Dios gracias, qué bien me siento;»
Más dirige el ojo a otra parte,
A la Palabra de Cristo mismo.
Es imposible que usted se sienta salvo mientras que no acepte la Palabra de Dios. Entonces sí sabe que es salvo.
Una ilustración de la Biblia
En los tiempos del Antiguo Testamento, cuando Dios se resolvió a redimir a la nación de Israel de su esclavitud en Egipto, envió a Moisés como embajador suyo. Porque Faraón rehusó obedecer a Moisés, Dios decidió dar un paso final. Juzgaría a Faraón y a todo Egipto de una manera tal que no se atrevería Faraón a burlarse más. En una noche señalada Dios mandaría un ángel a matar todo varón primogénito de Egipto. Fue provista, sin embargo, una manera de escapar. El ángel del juicio pasaría por alto cualquier casa que tomara las medidas sencillas de salvación que delineara Dios (Véase Éxodo 12).
1. Cada familia había de tomar un cordero, perfecto y sin mancha. Debían guardar el cordero dos semanas y luego matarlo, recogiendo su sangre en una palangana.
2. Después debían aplicar la sangre al marco de la puerta de cada casa.
3. La familia, incluso el primogénito que estaba bajo la condena, había de resguardarse dentro de la casa detrás de la puerta rociada de sangre.
4. Si esto se hiciera, quedaría en salvo el primogénito.
Jorge Cutting, en su librito Salvación, Certidumbre y Gozo, emplea este acontecimiento del Antiguo Testamento para ilustrar cómo podemos saber que somos salvos.
Dice: ¿Cómo sabían por cierto los primogénitos de los miles de Israel que estaban seguros la noche de la Pascua y del juicio de Egipto?
Vamos a visitar dos de sus casas para oír lo que tienen que decir. En la primera casa todos están tiritando de temor y de incertidumbre. Les preguntamos por qué. El primogénito nos informa que el ángel de la muerte pasa por la tierra, y que él no está bien seguro de cómo saldrá él de ese momento crítico.
«Cuando ya haya pasado nuestra casa el ángel destructor,» dice, «y se haya terminado la noche del juicio, entonces sabré que estoy seguro. Pero hasta entonces no veo cómo podré estar completamente seguro. Los de la casa al lado dicen que están seguros de la salvación pero nosotros creemos que eso es muy presuntuoso. Todo lo que puedo hacer es pasar la noche esperando lo mejor.»
«Pues bien,» preguntamos, «¿no ha provisto el Dios de Israel una manera de salvarse para su pueblo?»
«Sí, cómo no,» replica él, «y nos hemos valido de esa manera de escapar. La sangre del cordero de un año, sin mancha e inmaculado, la hemos rociado debidamente en el dintel y los dos postes con un hisopo. Pero todavía no estamos completamente seguros de quedar en salvo.»
Dejemos a éstos ahora para entrar en la casa al lado. ¡Qué contraste más impresionante! La paz se refleja en todo rostro. Allí están parados, ceñidos los lomos y vara en mano, alimentándose ¿el cordero asado.
Preguntamos, «¿Cómo pueden ustedes gozar de tanta paz en una noche tan solemne?»
«Ah,» responden, «esperamos la orden de marchar de parte de Jehová. Entonces nos despediremos de este odioso país de esclavitud
«¿Se olvidan ustedes que esta es la noche del juicio de Egipto?»
«No, señor; pero nuestro primogénito esta seguro. Ha sido rociada la sangre, conforme al deseo de nuestro Dios.»
«Ha sido lo mismo en la casa al lado,» replicamos, «pero todos ellos están tristes porque no están seguros de la salvación.»
«Ah,» responde con firmeza el primogénito, «pero tenemos aun más que la sangre rociada. Tenemos la Palabra infalible de Dios. Dios ha dicho, ‘Veré la sangre y pasaré de vosotros.” Dios queda satisfecho con la sangre por fuera, y nosotros quedamos satisfechos con su Palabra por dentro.»
¿No ve que la sangre rociada nos da seguridad? Y la Palabra hablada nos da certidumbre. ¿Pudiera algo hacernos más seguros que la sangre rociada, o más ciertos que su Palabra hablada? ¡Nada!
Ahora, pues, déjeme preguntarle algo. ¿Cuál de las dos cosas estaba más segura? ¿Dice usted que la segunda, donde todos estaban tan tranquilos? No tiene usted razón. Las dos estaban igualmente seguras. Su seguridad dependía de lo que pensaba Dios de la sangre por fuera, y no del estado de sus sentimientos por dentro.
Si usted quiere estar seguro de sus propias bendiciones, no escuche el testimonio inestable de las emociones interiores sino el testimonio infalible de la Palabra de Dios.
«De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna» (Juan 6:47).
Otra ilustración
También habla Jorge Cutting de cierto agricultor quien, no teniendo pasto suficiente para su ganado, pide a un terrateniente que le venda una propiedad. Durante algún tiempo no recibe contestación.
Un día llega un vecino y le dice, «Me siento bastante seguro de que usted va a conseguir ese campo. ¿No se acuerda que la Navidad pasada el dueño le envió un regalo, y que anteayer le saludó al pasar en su auto?» Y ante tales palabras se llena de esperanza la mente del agricultor.
Al día siguiente otro vecino le encuentra y en la conversación le dice, «Temo que no haya esperanza alguna de que usted consiga ese terreno. Lo ha solicitado el señor Jones, y usted sabe cómo lo quiere a él el dueño.» Y se disipan las esperanzas del pobre agricultor. Un día tiene esperanzas; al otro día se llena de dudas.
Poco después llega el cartero. El agricultor abre su carta con ansiedad porque viene del dueño mismo. Cómo cambia su semblante de preocupación a gozo, conforme lee y relee la carta.
«¡Ya está decidido!» exclama a la esposa. No quedan más dudas ni temores. Ya se acaban las expectativas y suposiciones. «El dueño dice que el campo es mío, yeso me basta. Su palabra lo decide.»
Muchas personas están en una condición semejante. Están agitados y perplejos a causa de las opiniones de los hombres, o por las cavilaciones y sentimientos de su propio corazón. No es sino cuando reciben la Palabra de Dios que la certeza reemplaza las dudas.
Dos pruebas adicionales del nuevo nacimiento
Pues aunque la seguridad de la salvación viene primero y principalmente por creer en lo que Dios ha dicho, no es la única prueba del nuevo nacimiento. Otras dos que podemos mencionar son las siguientes.
1. El testimonio del Espíritu Santo. «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16). El Espíritu da testimonio por medio de las Escrituras. Cuando un creyente lee la promesa de Dios y la cree, el Espíritu Santo le llena de gozo y paz. Entonces en su vida de oración, su culto y su servicio, el cristiano llega a ser consciente de que obra en él el Espíritu de Dios.
2. El cambio de la vida y costumbres. Por ejemplo, el creyente sabe que ha pasado de muerte a vida porque ahora ama a los hermanos (I Juan 3:14). También cambia de actitud hacia el pecado. El creyente odia el pecado y se avergüenza si acaso cae en él.
Si no hay cambios en la vida o la conducta de una persona, se puede dudar que jamás haya sido salvada. Esto es lo que quiere decir Santiago cuando dice tan acertadamente: “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Es inútil que el hombre diga que tiene fe, si aquella fe no resulta en buenas obras. La fe que salva es la fe que obra –que cambia la manera de vivir.
¡Dudar de Dios es pecar!
Para concluir, podemos decir enfáticamente a todos los que lo hayan obedecido el Evangelio: ¡No. duden de Dios! El dice que los que creen en Cristo son salvos. El no creer esto es hacer mentiroso a Dios (I Juan 5:10). No es humildad rechazar su Palabra; es pecado. No importa cuáles sean sus sentimientos. La Palabra de Dios es verdad y en ella debemos confiar. “Para siempre, oh Jehová, permanece tu Palabra en los cielos” (Salmo 119:89).
Jorge Cutting también da una ilustración personal de esta verdad, como sigue.
“Yo sí creo en él,” me dijo cierta joven, “pero cuando se me pregunta si soy salva, no me gusta decir que sí, por si acaso esté mintiendo.»
Esta joven era hija de un carnicero de un pueblo pequeño. Cada semana su padre iba a los corrales a comprar carne, y sucede que había ido el día de la conversación. Así que le dije, «Supóngase que cuando vuelva su papá a casa, usted le pregunta cuántos carneros compró hoy, y él le contesta, ‘Diez.’ Poco después llega un hombre a la carnicería y pregunta, ‘¿Cuántos carneros compró su papá hoy?’ y usted le contesta, ‘No me gusta decirlo, por si acaso miento.”
«Pero mire,» dijo la madre, que estaba cerca, «eso sería hacer mentiroso a su papá.»
¿No ve que esta joven, bien intencionada, en realidad hacía mentiroso a Cristo? Ella estaba diciendo: «Sí, creo el Hijo de Dios, y él dice que tengo vida eterna, pero no me gusta decir que la tengo, por si acaso diga mentira.
Lección 9
En el espacio subrayado a la derecha escriba «Verdad:’ o «Falso» después de las siguientes declaraciones:
1. Dios ha prometido salvar a todos los que le invocan.
______v_______
2. Cuando una persona duda que sea salvo, resulta claro que no lo es.
______f_______
3. Es verdadera humildad decir, «Nunca puedo estar seguro de que sea salvo».
______f_______
4. El Espíritu de Dios nos da testimonio como creyentes mediante la Palabra de Dios.
______v_______
5. La Biblia dice que la fe sin obras es muerta.
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En el espacio subrayado a la derecha escriba la letra de la contestación correcta.
6. Es común que una persona recién salvada
a. se desanime y dude de que sea salva en verdad
b. tenga alguna experiencia misteriosa, extática o espectacular sobre la cual fundar su seguridad de salvación
c. encuentre que el pecado fue completamente desarraigado de su naturaleza
d. no tenga más dudas en cuanto a su salvación
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7. La seguridad de la salvación se basa en
a. lo que dice Dios en la Biblia
b. aceptar a Cristo como Salvador personal
c. todas las dos cosas
d. ninguna de las dos
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8. Los sentimientos fluctúan mucho, y por lo tanto
a. son un buen termómetro de la experiencia cristiana
b. merecen más confianza que la Biblia como medio de saber si somos en verdad salvos
c. son completamente indignos de confianza como prueba de la conversión genuina
d. no tienen parte alguna en la conversión
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9. Si no cambia la conducta de una persona después que profesa fe en Cristo
a. es salva pero no está consciente de su salvación
b. es salva pero no lo sabe ningún otro
c. está en peligro de perder la salvación
d. se puede dudar que sea salva
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10. Cuando no creemos lo que ha dicho Dios, le hacemos mentiroso. Leemos esto en
a. Lucas 23:43
b. Juan 6:37
c. Hebreos 10:23
d. 1 Juan 5: 10
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