Fundamental: El plan de Salvación de Dios para que estemos en el cielo para siempre con El.
Dios nos ama profundamente:
(1 Juan 4:9)
Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él.
(1 Juan 4:10)
En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.
Pero en la vida cometemos muchos pecados:
(Romanos 3:23)
Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.
(Eclesiastés 7:20)
No hay una sola persona en la tierra que siempre sea buena y nunca peque.
El pecado conduce a la muerte eterna (la separación eterna de Dios en el infierno):
(Romanos 6:23)
Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor.
Pero Dios actuó a nuestro favor:
(Romanos 5:8)
Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Todos tenemos la necesidad de arrepentirnos:
(Marcos 1:15)
diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
(Lucas 13:3)
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Todos tenemos que creer en Jesucristo y en su obra a favor de nosotros en la cruz:
(Juan 3:18)
No hay condenación para todo el que cree en él, pero todo el que no cree en él (va camino a la condenación)…por no haber creído en el único Hijo de Dios.
(Juan 3:36)
Los que creen en el Hijo de Dios tienen vida eterna. Los que no obedecen al Hijo nunca tendrán vida eterna, sino que permanecen bajo la ira del juicio de Dios.
Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores (a nosotros y a todos).
(1 Timoteo 1:15) San Pablo dijo:
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
(1 Timoteo 1:15)
La siguiente declaración es digna de confianza, y todos deberían aceptarla: Cristo Jesúsvino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el peor de todos.
Jesús quiere que todos se salven y vayan al cielo:
(1 Timoteo 2:3)
Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador,
(1 Timoteo 2:4)
quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad.
El único que puede salvar a las personas es Jesucristo.
(1 Timoteo 2:5)
Pues hay sólo un Dios y sólo un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre (perfecto y Dios hecho hombre): Cristo Jesús.
(1 Timoteo 2:6)
Él dio su vida para comprarles la libertad a todos. Éste es el mensaje que Dios le dio al mundo justo en el momento preciso.
La salvación es un don gratuito de Dios. Un regalo.
(Apocalipsis 22:17)
El Espíritu y la esposa dicen: «Ven». Que todos los que oyen esto, digan: «Ven». Todos los que tengan sed, vengan. Todo aquel que quiera, beba gratuitamente del agua de la vida.
(Efesios 2:4)
Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto
(Efesios 2:5)
que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es sólo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)
(Efesios 2:8)
Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.
(Efesios 2:9)
La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.
(Marcos 1:15) Jesús decía:
…¡Arrepiéntanse de sus pecados y crean la Buena Noticia!
Debemos recibir a Jesús y orar a El invocándolo para recibirlo a El y su salvación en nuestro corazón.
(Juan 1:12)
Pero, a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
(Romanos 10:13)
Pues todo el que invoque el nombre del SEÑOR será salvo.
Si usted quiere puede hacer esta oración para tener salvación y vida eterna:
Señor Jesús en este momento invoco tu nombre para ser salvo, me arrepiento, y te pido perdón por todos mis pecados que he cometido. Creo que moriste por mí en la cruz pagando mi deuda con Dios y ahora abro mi corazón para que entres en mi vida, te recibo ahora como mi Salvador y mi Rey. Muchas gracias porque me has recibido, perdonado y ahora soy un hijo tuyo. Amén.
Fundamental: RECIBIR EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO
Todo verdadero cristiano Salvo, es decir que ha experimentado el Nuevo nacimiento tiene morando en su interior al Espíritu Santo desde el momento de su conversión o salvación. Romanos 8:9; Gálatas 4:6; 1 Corintios 6:19; pero también la palabra de Dios manda a los cristianos que sean llenos del Espíritu Santo. Efesios 5:18.
El Bautismo en el Espíritu Santo es el primer llenamiento del Espíritu Santo que experimenta el creyente, puede recibirlo unos momentos después de la salvación Hechos 10:44-48, o después de la salvación como en Hechos 19:1-7. Puede recibirse estando solo, en una reunión de la iglesia o casera o por la imposición de manos de un cristiano lleno del Espíritu Santo.
(Romanos 8:9)
Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
(Gálatas 4:6)
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
(1 Corintios 6:19)
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
(Efesios 5:18)
… sed llenos del Espíritu,
(Hechos 10:44)
Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
(Hechos 10:45)
Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
(Hechos 10:46)
Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
(Hechos 19:1)
Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
(Hechos 19:2)
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
(Hechos 19:3)
Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
(Hechos 19:4)
Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.
(Hechos 19:5)
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
(Hechos 19:6)
Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
Como recibir el Bautismo en el Espíritu Santo:
Se debe tener sed espiritual.
(Juan 7:37)
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
(Salmos 42:1)
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
(Salmos 42:2)
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
Dios quiere darlo y hay disposición departe de Dios y dice que debemos recibirlo.
(Lucas 11:13)
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
(Hechos 1:5)
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
(Hechos 1:8)
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Se debe tener fe: Dios prometió darlo y ordenó que lo recibamos y El si se lo pedimos nos lo dará. Solo espera que aquellos que se lo pidan crean en su palabra y lo reciban con por la fe.
Dios desea “vasos limpios” Dios no mira el material de nuestro recipiente sino su interior. Primero:
*Se debe ser Salvo,
*Arrepentirse,
*Creer en la obra de Cristo en la cruz,
*Y recibir a Cristo como Salvador y Rey.
*Entra el Espíritu Santo pero luego se debe ser lleno de El.
Luego de pedir ser lleno del Espíritu Santo, o recibir oración de un cristiano lleno del Espíritu Santo, abra su boca y diga usted las palabras que le vienen a su mente (aunque sea un idioma raro) y hablará en lenguas que es un don del Espíritu Santo.
(Hechos 2:4)
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Varios años atrás, en uno de los estados de Nueva Inglaterra, la esposa de un comerciante cristiano, amigo nuestro, lavaba los platos que habían sido utilizados para el desayuno, cuando escucho que llamaban a la puerta de calle. Al salir para atender el llamado vio a su vecina, parada en la vereda y con una mirada de infinita tristeza en los ojos.
-He venido para despedirme- le dijo la visita-. Por mucho tiempo hemos sido vecinas, y si bien no nos hemos tratado mayormente, he creído oportuno informarle que nos mudamos. -¿Por que?- le preguntó la dueña de casa-. ¿Ha conseguido un nuevo puesto su marido, o algo por el estilo? Pase, por favor y tome asiento. Dígame qué ha sucedido.
La vecina se dejo caer pesadamente en una silla. -No- dijo -no se trata de eso. Vamos a perder la casa, porque no podemos pagar las cuotas. También perderemos el automóvil.
Sin decir otra palabra se quedo mirando fijamente sus manos abiertas que descansaban sobre su falda. Luego levanto los ojos. -Ya que estamos, le contare toda la historia. Juan y yo nos vamos a divorciar.
-Pero ¿Por qué? ¿Qué puede haber sucedido?
-Tanto mi esposo como yo somos alcohólicos empedernidos- dijo tristemente la mujer-. No podemos librarnos del vicio. Hemos perdido nuestro dinero y prácticamente todos nuestros bienes. Lo que más nos aflige es nuestro niño; no quisiéramos que fuera la victima de un hogar destrozado, con todo lo que eso significa.
La pobre mujer estaba al borde de las lágrimas.
-Pero- dijo la esposa de nuestro amigo -¿no sabes que hay una solución?
La vecina levantó la vista bruscamente: -¿Qué quieres decir? Hemos probado todos los medios. No podemos cumplir con el programa que nos fijó la sociedad de Alcohólicos Anónimos. Hemos consultado a un psiquiatra, pero aun en el caso de que fuera esa la solución, no tenemos el dinero para pagar las consultas.
-¿Por qué no le pides a Jesús que te ayude?
Ahora fue la vecina la que se quedo perpleja. -¿Jesús? ¿Qué tiene que ver él con todo esto?
– ¡Por supuesto que tiene que ver! ¡El es el Salvador!- exclamó la esposa de nuestro amigo.
-Oh- dijo la vecina -estás hablando de religión y todo eso. Yo soy religiosa. Es decir, creo en Dios, y siempre traté de ser una persona decente.
Se rió haciendo una mueca, y añadió. Por lo visto no lo he logrado.
-No, no, no es eso lo que quiero decir. Me refiero a que Jesús es el Salvador, él salva, rescata a la gente. El te librara de tu situación, si le pides que se haga cargo de todo. Supongo que quieres salir del hoyo en que te encuentras. Es decir, que quieres ser diferente, que quieres ordenar tu vida.
La vecina miro por un instante a la dueña de casa. -Nunca nadie me lo dijo de esa manera- exclamo-. ¿Quieres decir que es así de simple? ¿Solamente pedirle a el?
La esposa de nuestro amigo asintió. -¡Aja! El vive y está aquí mismo. ¡El lo hará!
La vecina permaneció por un rato en silencio y luego, de pronto, se dejó caer sobre sus rodillas y levantó las manos en un gesto de rendición. -No sé cómo expresarlo- dijo –pero te ruego, Jesús, que me ayudes a salir de este problema. ¡Por favor te pido que te hagas cargo!
A continuación se puso de pie y sin más se fue a su casa.
Dos días después el marido de la vecina tocó también el a la puerta de calle. -¿Qué ha pasado con mi esposa?- preguntó con aspereza. ; ¡Yo también quiero de lo mismo!
Los esposos cristianos le explicaron al hombre la realidad de lo que había experimentado su esposa, y le llegó el turno a el de ponerse de rodillas sobre el piso de la cocina y pedirle a Jesús que se hiciera cargo de su vida.
¿Qué sucedió después? Desapareció el problema del alcohol, que no era más que un síntomadel vacío de sus vidas. No se perdió el hogar. No se disolvió el matrimonio. Jesús salva. Jesús salvó su hogar, su matrimonio, su salud, y probablemente sus vidas. Jesús no duda un instante en acudir de inmediato para solucionar las necesidades mas apremiantes de la gente. Recordemos que dos de sus grandes milagros los hizo para dar de comer a los hambrientos. A decir verdad, casi todos sus milagros fueron para satisfacer las necesidades físicas de la gente. Ocurre a menudo que el primer paso a dar para ser cristianos es nada más que un grito en demanda de ayuda. Hechos 2:21; Romanos 10:13; Sal 103:1-2.
Pero otras cosas ocurrieron, además, al matrimonio de ex-alcohólicos. Toda su vida sufrió un cambio notable. Eran diferentes. Algo sucedió dentro de ellos.
La palabra «salvar» en nuestras Biblias, traduce el original griego sozo que significa, de acuerdo a nuestro vocabulario; «proteger o rescatar de peligros naturales y aflicciones … salvar de la muerte … sacar con mano firme de una situación llena de peligro mortal … resguardar o evitar el contagio de enfermedades … evitar la posesión demoníaca … devolver la salud perdida, mejorar, guardar, mantener en óptimas condiciones … tener buen éxito, prosperar, andar bien… salvar o proteger contra la muerte eterna … »
Abrazar la fe cristiana no significa aceptar una filosofía o un juego de normal, o creer en una lista de principios abstractos; Abrazar la fe cristiana significa permitir a Dios que entre y viva en nosotros. (Colosenses 1:27.) Abrazar la fe cristiana significa arrepentirnos. (Hechos 2:38; 26:18.) Y eso, a su vez, significa querer ser diferentes, admitir que estamos en el mal camino y que queremos volver a labuena senda. Muchos vienen a Jesús, como el matrimonio de nuestro relato, porque saben que están en un callejón sin salida, camino a la destrucción. Si están dispuestos a cambiar, Jesús los acepta y atiende a sus necesidades.
Abrazar la fe cristiana significa convertirnos. (Hechos 3:19; Mateo 18:3.) Y para eso hay que darse vuelta y caminar en la dirección opuesta -la verdadera dirección- con Jesús.
Abrazar la fe cristiana significa ser perdonado. (Salmo 103:11-12.) Y eso significa ser despojados de nuestros pecados como si jamás hubieran existido y que no queden ni rastros de ellos. Mas aún, significa ser perdonados cada día, ¡vivir en estado de perdón! (1 Juan 1:9.) Abrazar la fe cristiana es nacer de nuevo. (Juan 3:1-21; 1 Pedro 1:23.) Y aquí llegamos al meollo del asunto. Un erudito y anciano dignatario fue a Jesús de noche buscando respuestas a sus interrogantes. Jesús le dijo: Nicodemo, tienes que nacer de nuevo.
El anciano sacudió la cabeza. -¿Como es posible que un hombre ya grande vuelva a nacer? ¿Puede acaso entrar de nuevo en el vientre de su madre para volver a nacer?
Jesús le respondió: Nicodemo. Para un hombre docto y erudito es muy pobre la respuesta que me has dado. No estoy hablando del nacimiento físico; eso ya sucedió. Tienes que nacerdel Espíritu. (Del Espíritu Santo).
¿Qué quiso decir Jesús?
La Biblia nos enseña que Dios creó al hombre con la capacidad suficiente para conocerle y corresponderle. Pero desde el comienzo el hombre interrumpió esa relación y cuando lo hizo, murió espiritualmente y transmitió esa muerte espiritual a todos sus descendientes. Lo masrecóndito de nuestra personalidad toma el nombre de «espíritu» o pneuma en griego, y fue creado con el propósito principal de conocer a Dios. Los animales tienen cuerpo y alma, pero los hombres tienen cuerpo, alma y espíritu. (1 Tesalonicenses 5:23.) Cuando el hombre, en el comienzo, destruyo la relación con Dios -lo que llamamos la caída del hombre- murió esa parte recóndita, o quedo fuera de acción, y siempre desde entonces el hombre actuó a impulsos de su alma y de su cuerpo. (Génesis 2:17.) ¡No es de extrañar entonces que nos hayamos metido en semejante enredo! El «alma», psiquis en griego, es el componente psicológico, formado por nuestro intelecto o voluntad, y nuestras emociones. Esta parte de nuestra personalidad es maravillosa cuando esta bajo el control de Dios a través del Espíritu, pero es capaz de cosas terribles cuando esta descontrolada. He aquí el por qué la historia de la humanidad está plagada de odio, derramamiento de sangre, crueldad y confusión; los seres humanos están muertos espiritualmente: «muertos en vuestros delitos y pecados», (Efesios 2:1) procurando vivir de acuerdo al alma pero fuera de todo contacto con Dios y, por lo tanto, perdidos. (Lucas 19:10.) La palabra «perdido» significa que no sabemos dónde estamos, a dónde vamos, o para qué somos. Si no se corrige esta situación, naturalmente significa el infierno, significa que la persona se perderá eternamente, y morará en la oscuridad, en el miedo, en la rebelión, en el odio, separado de Dios para siempre; y no solamente eso, sino que será parte de la interminable destrucción del diablo y sus ángeles, porque allí no habrá «tierra de nadie». Por lo tanto, la necesidad más urgente y apremiante es renacer, volver a la comunión con Dios; y eso, exactamente, es lo que Jesucristo nos ofrece. Por medio de Jesús, y por Jesús solamente -no hay otro camino- se manifiesta la vida de Dios que alienta su vida en nosotros. (Juan 10:10.)
Sin embargo, las iniquidades que cometimos cuando estábamos perdidos y fuera del contacto con Dios, levantaron un muro divisorio de pecado y de culpabilidad que hacían imposible recibir esta nueva vida. (Isaías 59:2.) Dios es amor pero también es justicia. No puede «dejar pasar por alto» lo que hacemos, de la misma manera que un padre amante no puede «dejar pasar por alto a su hijo» si sabe que es culpable de un delito. El padre tendría que insistir ante el muchacho para «que se entregue» a las autoridades. Pero si el joven estuviera realmente arrepentido, seria una buena ocasión para que el padre ofreciera pagar la multa, o cumplir una sentencia, o aun morir en su lugar, si tal cosa fuera posible. En ese caso se habría satisfecho tanto a la justicia como al amor. Y esto es justamente lo que hizo Jesús. Satisfizo los requerimientos de la justicia al morir pornosotros. Jesús era Dios en carne humana, la encarnación de la segunda persona de la divinidad, el Dios Creador, por quien el Padre creó el universo. (Efesios 3:9; Hebreos 1:2.) El no tuvo ni pecado ni culpa. Cuando Jesús murió en la cruz, porque era Dios y porque era inocente, satisfizo totalmente la justicia en beneficio de todos los pecados que el hombre había cometido o que cometería en el futuro. De esta manera resolvió Jesús el problema de nuestra culpabilidad que nos mantenía apartados de Dios, y cuando murió y resucitó quedo expedito el camino al Padre para enviar al Espíritu Santo, por medio de quien fue posible que la vida de Dios se hiciera presente y morara en nosotros. El único requisito que se nos exige a nosotros es que reconozcamos que hemos vivido en el error y pidamos perdón. Luego debemos pedirle a Jesús que venga y viva en nosotros y que sea nuestro Señor y Salvador. Por medio del Espíritu Santo, Jesús entra en nuestras vidas, nuestros pecados son borrados por su sangre derramada, y obtenemos una vida diferente. Y el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu (1 Corintios 6:17) haciéndolo pasar de muerte a vida; «nace de nuevo» y se transforma en lo que Pablo llama una «nueva criatura». (2 Corintios 5:17; Apocalipsis 21:4-5.) Esa nueva vida creada por el Espíritu Santo en nosotros, es lo que Jesús llama «vida eterna». Esto va mucho mas allá de un mero «seguir andando»; es la vida de Dios en nosotros, la clase de vida que nunca se acaba, que nunca se cansa, que nunca se aburre, que es siempre gozosa y lozana. (1 Juan 5:11.)
Cuando Jesús dijo que un niño pequeñito era lo más grande en el reino de los cielos, estaba haciendo un comentario sobre la vida eterna. Una niño nunca se cansa de hacer la misma cosa una y otra vez.» ¡Léemelo de nuevo, mamita!» «¡hazlo de nuevo, papa!» Esta permanente y continuada frescura y falta de tedio expresa con mucha aproximación la vida que Dios nos quiere dar. “! ¡He aquí hago nuevas todas las cosas!» Y no una sola vez, sino continuadamente, dice Jesús. ¡Es el permanente renovador! Se nos ha prometido que andaremos en «novedad de vida» que es lo mismo que decir vida eterna: siempre lozaños, siempre renovándonos. La palabra «eterno» significa literalmente «sempiterno», que nunca envejece.
Isaías dice: «Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantaran las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.» (Isaías 40:31.).
¿Cómo aceptamos el perdón y recibimos esta nueva vida?
1. Dándonos cuenta que hemos estado extraviados, yendo en una dirección equivocada y que estamos ansiosos de andar en los caminos de Dios.
2. Admitiendo que estuvimos equivocados y pidiéndole al Padre que borre nuestras culpas y pecados, con la sangre de Jesús.
3. Pidiéndole a Jesucristo, el Unigénito Hijo de Dios, que entre en nuestras vidasy sea nuestroSalvador y Señor. (Apocalipsis 3:20.)
4. Creyendo que el ha venido en el instante en que lo pedimos. Agradecerle por salvarnos y darnos la nueva vida. (1 Juan 5:11-15.) He aquí una sencilla oración que podemos elevar si decidimos recibir a Jesús: «Querido Padre, creo que Jesucristo es tu Hijo Unigénito, que se hizo un ser humano, derramó su sangre y murió en la cruz para limpiar mi culpa y mi pecado que me separaban de ti. Creo que se levantó de entre los muertos, físicamente, para darme nueva vida. Señor Jesús, te invito a que entres en mi corazón. Te acepto como mi Salvador y Señor. Te confieso mis pecados y te pido que los borres. Creo que has venido, y vives en mí en este preciso instante. ¡Gracias, Jesús!»
Cuando decimos esta oración, podemos sentir o no que algo ha ocurrido. Nuestro «espíritu» que tome vida a través de Jesucristo, se esconde mas profundamente que nuestras emociones; de ahí que a veces se exterioriza una reacción emocional y otras veces no. Sea que sintamos o no sintamos algo de inmediato, descubriremos que somos distintos, porque Jesús cumplirá lo que ha prometido. Jesús nunca falta a su palabra. El dijo: «El cielo y la tierra pasaraán, pero mis palabras no pasarán.» (Mateo 24:35.)
Si hemos recibido a Jesús como nuestro Salvador en la forma descrita en el capítulo anterior, se habrá cumplido su promesa y desde ese instante Dios vive en nosotros. Por medio delEspíritu Santo se ha unido a nuestro espíritu, la parte más recóndita de nuestro ser, esta vivo, yno solamente vivo sino que esta lleno del maravilloso gozo, y del amor y de la paz y de la gloria de Dios mismo. «Si alguno esta en Cristo» dice el apóstol Pablo, «nueva criatura es.» (2 Corintios 5:17.) También, al hablar de los cristianos, dice que están sentados en lugares celestiales con Cristo. (Efesios 2:6.)
Al llegar a este punto puede ocurrirnos lo que a muchos:
“Bueno, en realidad soy distinto. Algo sucedió cuando invite a Jesús a entrar en mi corazón, y por un tiempo tuve esa honda sensación de amor y de gozo de que me están hablando. Quise hacer partícipes a todos de mi experiencia. Pero estoy perdiendo ese primer entusiasmo. La vida ya no es tan diferente. Me doy cuenta todavía que las cosas han cambiado en el fondo de mi ser, pero la mayor parte del tiempo me siento igual que antes. Por las mañanas, cuando me aparto para orar, siento a veces la presencia de Dios, pero durante el día lo pierdo de vista, por así decirlo”
¿Por qué ocurre esto? No es difícil comprenderlo si recordamos y tomamos en serio lo que dijimos en el capítulo anterior. En realidad, muchos problemas muy difíciles en la experiencia cristiana, se entienden fácilmente si aceptamos lo que la Biblia nos dice sobre la naturaleza del hombre como un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo. (1 Tesalonicenses 5:23.) Si todavía pensamos en términos de un doble aspecto -alma y cuerpo- inevitablemente confundiremos nuestras reacciones psicológicas con nuestra vida espiritual. Muchos excelentes maestros de la Biblia en el día de hoy, bajo la presión de la psicológica, identifican el espíritu del hombre con la «mente inconsciente» o con la «psiquis profunda», simplemente porque no toman en serio la forma apropiada en que la Biblia hace la distinción entre el alma y el espíritu. (Hebreos 4:12.) Pero si hacemos esta distinción no solamente podremos apreciar lo que sucede en el bautismo en el Espíritu Santo, sino que podremos dar razón de otras cosas que nos han mantenido perplejos en nuestra vida cristiana. En ocasión de recibir a Jesús como nuestro Salvador, nuestro espíritu cobro vida, comenzó a hacer valer sus derechos en esta nueva vida y a ocupar el lugar que le correspondía como cabeza de nuestra alma -esa porción psicológica de nuestro ser (intelecto, voluntad y emociones)- y de nuestro cuerpo, esa porción psíquica. Sin embargo, nuestro cuerpo y nuestra alma estaban acostumbrados a ser dirigentes y a veces no pasa mucho tiempo antes de que ambos dominen otra vez nuestra nueva vida en el espíritu, y reasuman el comando. Cuando oramos por la mañana, las interferencias de nuestra alma y de nuestro cuerpo alcanzan su más bajo nivel; nuestro espíritu tiene la oportunidad de hacernos saber que esta presente; y en este, como en otros momentos, vislumbramos, en lo más profundo de nuestro ser, que la nueva vida es un hecho real y concreto. Pero no bien recomienza el fragor de la existencia, automáticamente depositamos nuestra confianza en el alma y en el cuerpo en lugar de hacerlo en el espíritu. Estuvimos tan acostumbrados a vivir de acuerdo a nuestros pensamientos, sentimientos y deseos -de acuerdo a nuestra alma, nuestro ser psicológico- y a las demandas de nuestro cuerpo, que bien pronto dejamos de oír la voz – del espíritu recién nacido, escondido en lo mas hondo de nuestro ser. Pareciera que es necesario que algo le ocurra a nuestra alma y a nuestro cuerpo antes de que nuestro espíritu pueda ejercer un control mas firme y decidido. Este «algo» que debe suceder es que el Espíritu Santo que vive en nuestro espíritu, necesita desbordar para llenar nuestra alma y nuestro cuerpo. La Escritura describe todo esto de diversas formas. Así como la experiencia de aceptar a Jesús es relatada en la Biblia de diferentes maneras, así también se recurre a variadas descripciones de la experiencia que e sigue: «bautismo en (o con)1 e1 Espíritu Santo», «recibir el Espíritu Santo», «Pentecostés», «recibir el poder», el Espíritu Santo «vino sobre» o «se derramó sobre» una persona. “Fue lleno del Espíritu Santo. Son todas expresiones que traducen una misma verdad, vista desde diferentes ángulos.
De cualquier manera, creemos estar pisando sobre un terreno bíblico firme cuando utilizamos la expresión «bautismo en el Espíritu Santo» ya que una impresionante cantidad de personajes bíblicos la usaron: Dios el Padre (Juan 1:33), Dios el Hijo (Hechos 1:5) y Dios el Espíritu Santo, que es, por supuesto, el inspirador de las Escrituras donde se hallan estas expresiones; también figura Juan el Bautista (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 1:33), los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, en los evangelios citados, y el apóstol Pedro (Hechos 11:16). Si leemos cuidadosamente estas referencias, y las comparamos unas con otras, constataremos que en ningún caso se refieren a la salvación sino a una segunda experiencia. 1 La preposición griega utilizada en utilizada en esta frase, puede traducirse “en” o “con”. Esto es lo que en la Escritura se llama «el bautismo en el Espíritu Santo», porque se trata, efectivamente, de un bautismo, significando con ello un verdadero empapamiento, un desbordamiento, una saturación de nuestra alma y cuerpo con el Espíritu Santo. Cuando la Biblia habla de Jesús «bautizando» en el Espíritu Santo, de inmediato visualizamos algo externo, alguien a quien se introduce dentro de algo. Sin embargo, en griego la palabra bautizar significa «cubrir totalmente» -se utiliza en el griego clásico para referirse a un barco que hizo agua y sehundió modo que no hace realmente a la cuestión si Jesús nos sumerge en el Espíritu Santo en el sentido ex-, terno de la palabra; o si nos inunda desde afuera; o si Jesús induce al Espíritu Santo a desbordarse desde donde mora dentro de nosotros para cubrir nuestras almas y nuestros cuerpos. Probablemente sean ciertas ambas imágenes. El «viene sobre nosotros» tanto desde adentro como desde afuera, pero es importante recordar que el Espíritu Santo esta viviendo en nosotros y por lo tanto es desde adentro de donde e1 puede inundar nuestra, alma y nuestro cuerpo. Jesús dice:
«El que cree en mi… ríos de agua viva correrán de su interior (el Espíritu Santo)» 2 (Juan 7:38), y la Biblia Amplificadadice: «Desde lo mas recóndito de su ser correrán …» Cuando recibimos a Jesús como Salvador, entra el Espíritu Santo, pero a medida que perseveramos ‘ en confiar y en creer en Jesús, el Espíritu Santo que habita en nosotros puede fluir copiosamente para inundar, o bautizar, nuestra alma y cuerpo y vivificar el mundo en derredor.
Por ello es que una y otra vez en la Escritura, la primera evidencia normativa que aparece de esta experiencia pentecostal es una efusión: «Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas…» (Hechos 2:4.)Algunos están perplejos por la expresión «recibir el Espíritu Santo». Un cristiano puede formularse la siguiente pregunta: «¿Cómo puedo recibir el Espíritu Santo si ya está viviendo dentro de mí?» Esta expresión puede entenderse fácilmente si recordamos que estamos refiriéndonos a una Persona, no a una cosa o a una parte de algo. Hay quienes hablan del Espíritu Santo de una manera cuantitativa, como si pudiéramos recibir una porción del Espíritu Santo en el momento de la salvación, y otra porción en una fecha posterior. Pero si el Espíritu Santo es una Persona, como que lo es, entonces o está en nosotros o no lo está.
Todos sabemos lo que significa «recibir» a una persona. Imaginemos por un momento el hogar de la familia Brown. Son las 5:40 horas de la tarde, y el señor Brown acaba de llegar del trabajo y se está duchando antes de la hora de cenar. La señora Brown está dando los toques finales a una comida especialmente preparada, porque los Brown han invitado a la familia Jones a cenar. La invitación ha sido fijada para las 6 de la tarde, pero 15 minutos antes sonó el timbre de la puerta de calle. La señora de Brown se aturde un poco, porque todavía no ha terminado de hacer la salsa; tiene restos de harina en la nariz ¡y su cabello esta desgreñado!
-¡Susie!- le grita a su hija -por favor atiende a los Jones; muéstrales el diario de la tarde o habla con ellos ¡todavía no estoy lista!
Y para colmo, en ese preciso instante suena el teléfono en la cocina, y la señora de Brown contesta
-¡Hola! ¿María?- pregunta la voz por el teléfono-. Soy Helen. ¿Está la familia Jones en tu casa?
-Si- respondió la señora de Brown -aquí están.
-¿Y como están? pregunto Helen.
-Bueno, en realidad no lo se -dijo la señora de Brown armándose de paciencia-. No los he recibido todavía. No he terminado de preparar las cosas en la cocina.
-Te conviene apurarte y recibirlos- dijo Helen-. Resulta que ¡yo se que tienen muy buenas noticias para ustedes y que les han llevado algunos hermosos regalos!
La señora de Brown cuelga el auricular, termina rápidamente lo que estaba haciendo, se arregla el cabello, se da unos toques de polvo en la cara y entonces, en compañía de su marido, recibe a sus amigos, escucha las noticias que tienen para ellos, y aceptan los regalos que han traído. La Persona del Espíritu Santo ha estado viviendo en nuestra «casa» desde el momento de nuestro nuevo nacimiento, pero ahora reconocemos su presencia y recibimos sus dones.
Resumiendo, digamos que la primera experiencia de la vida cristiana, es la llegada del Espíritu Santo, por medio de Jesucristo, para darnos nueva vida, la vida de Dios, la vida eterna. La segunda experiencia es cuando recibimos o damos la bienvenida al Espíritu Santo, con lo cual Jesús lo induce a que haga posible que exterioricemos esta nueva vida de nuestros espíritus, a que bautice nuestras almas y nuestros cuerpos, y luego el mundo que nos rodea, con su poder refrescante y renovador. «¡Ríos de agua viva correrán de su vientre!» La palabra utilizada aquí es koilia, que se refiere literalmente al cuerpo físico, significando con ello que es por medio del cuerpo físico -y sus palabras y acciones- que entramos en contacto con el medio ambiente y con la gente que nos rodea. El mundo no recibirá ninguna ayuda ni aceptara ningún desafió mientras no escuche ni experimente la vida de Jesús que brota de nosotros.
Imaginemos un canal de irrigación en el sur de California u otra región cualquiera habitualmente árida la mayor parte del año. El canal esta seco como también lo están los campos aledaños. La vegetación esta seca y muerta. De pronto se abren las compuertas del dique y el canal se llena de agua.
¡Antes que nada, es el canal mismo el que se siente renovado! La fresca corriente arrastra el detritus y apaga el polvo. A continuación el pasto crece y las flores se abren a lo largo de sus márgenes, mientras los árboles a cada lado del canal cobran frescura y verdor. Pero no termina ahí la cosa; a lo largo del canal, los granjeros abren las compuertas y el agua bienhechora se derrama por los campos haciendo que «el desierto florezca como la rosa». Así ocurre con nosotros. El depósito, el pozo, está en nosotros cuando nos hacemos cristianos. Entonces, cuando permitimos que el agua de vida del Espíritu que está depositada en nosotros fluya hacia nuestras almas y cuerpos, somos nosotros los primeros en recibir sus efectos vivificantes. De una manera novedosa, nuestras mentes toman conciencia de la realidad de Dios. Comenzamos a pensar en él, aun a soñar con él, con más frecuencia y regocijo que antes. Nuestras emociones reaccionan adecuadamente y empezamos a sentirnos felices en ál. También responde nuestra voluntad y queremos hacer lo que él quiere que hagamos. De la misma manera responden nuestros cuerpos, no solamente con una sensación de bienestar, sino con renovadas fuerzas, salud y juventud. Luego el agua de vida fluye hacia otros, que comprueban lo que puede el poder y el amor de Jesús en su pueblo. Ahora está en condición de utilizarnos para vivificar el mundo que nos rodea.
Esto es lo más importante de todo. De nada vale la habilidad que tengamos para exponer nuestras teorías: si no concuerdan con las Escrituras, son inaceptables. ¿De que manera actuó el Espíritu Santo entre los primeros cristianos del Nuevo Testamento?
En primer lugar hablemos de Jesús. Si alguien hubo en quien habitó el Espíritu Santo, ese alguien fue Jesús. Fue concebido por el Espíritu Santo, es decir, que su nacimiento físico se produjo por la acción directa del Espíritu Santo. Fue la encarnación de la Palabra de Dios. Por la acción del Espíritu Santo, el Unigénito Hijo de Dios, el Verbo Creador, quien fue desde la eternidad con el Padre, por quien fueron creados los mundos, tomó sobre si mismo forma humana en alma y cuerpo. Una vez hecho esto, sin embargo, dejó de lado su poder, es decir, que provisoriamente aceptó las limitaciones de su naturaleza humana (Filipenses 2:7-8). 1 Su cuerpo humano, si bien perfecto, era verdaderamente humano, con todas las limitaciones de un cuerpo humano. Su alma, su ser psicológico, si bien perfecto, también estaba sujeto a limitaciones. La Biblia nos dice que «Y Jesús crecía (en su alma) y en estatura (en su cuerpo) y en gracia para con Dios y los hombres». (Lucas 2:52.) Se sometió al proceso del crecimiento y del desarrollo como cualquier niño humano. Lo que en realidad sabemos, a través de las Escrituras, es que Jesús vivió en Nazareth hasta alcanzar la edad de 30 años y nadie tenia la menoridea de que él era Dios encarnado. Aún su propia madre, María, no tenía más que una leve sospecha. ¿Cómo sabemos esto? Porque cuando Jesús comenzó su ministerio, su madre estaba maravillada y preocupada por él; ni siquiera sus hermanos y hermanas creían en él. Los habitantes de la aldea donde se crió, dijeron: ¿Quién se cree que es? Nosotros le conocemos; ¡es el hijo del carpintero!» Estaban tan indignados que trataron de matarlo (Mateo 13:54-58; Lucas 4:16-30).
¿Que pasó con Jesús en el lapso transcurrido desde que vivió en la aldea de Nazareth trabajando como carpintero (probablemente también como albañil y herrero) y el momento en que súbitamente abandonó la aldea y comenzó a proclamar: «¡El reino de los cielos se ha acercado!» y a curar enfermos, y echar fuera demonios, y, aun a resucitar a los muertos, como prueba de su pretensión de ser el Mesías Rey de Dios? La respuesta es bien fácil: «Recibió el poderdel Espíritu Santo.» Desde el comienzo nació del Espíritu Santo, pero cuando comenzó suministerio a la edad de 30 años, el Espíritu Santo se manifestó en el de una nueva manera. Leemos en los cuatro evangelios de cómo Juan el Bautista vio al Espíritu Santo descender y posarse sobre Jesús. Jesús era, desde la eternidad, el Unigénito Hijo de Dios, mucho antes de que la multitud a orillas del Jordán oyera la voz de Dios hablándole desde el cielo y reconociéndole como Hijo. De la misma manera el Espíritu Santo estaba en Jesús desde el comienzo de su vida terrenal, mucho antes que Juan el Bautista lo viera posarse sobre el en forma de paloma. No obstante, y en esta línea de pensamiento, el Espíritu comenzó a manifestarse, por medio de Jesús, con un nuevo poder. Comenzó su ministerio. El Espíritu le llevo al desierto para ser tentado por el diablo, y luego de su victoria, leemos: «Y Jesús volvió en el poder delEspíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.» (Lucas 4:14.) ¿Por qué se demoró hasta este momento la plena manifestación del Espíritu Santo?
Una de las razones es que de esa manera Jesús podía vivir una vida normal en Nazareth sin ser detectado como una Persona especial. El Padre mantuvo a su Hijo oculto, por así decirlo, hasta el momento apropiado para revelarlo ante el mundo. Pareciera que el mismo diablo se vio engañado por esto. Satanás lo enfrento recién después que Jesús fuera revelado en la plena potencia del Espíritu. Pudiéramos ver en el intento de Herodes de matar a Jesús en su infancia, un esfuerzo de parte de Satanás de librarse del Hijo de Dios, pero mas bien pareciera que el príncipe de la oscuridad no se percato de la existencia de Jesús hasta que fue bautizado en el Espíritu Santo.
Otra razón que explicaría esa demora sería la de que Jesús podría así mostrarnos, por su ejemplo, lo que habría de ocurrirnos a nosotros. El bautizante en el Espíritu Santo fue, a su vez, bautizado por el Espíritu Santo.
El Padre le dijo a Juan el Bautista, que aquel sobre quien viere descender el Espíritu y que reposara sobre el, habría de ser el que bautizaría con Espíritu Santo. (Juan 1:33.) Bien podría ser que esta fuera la razón por la cual Juan le dijo a Jesús: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿ytu vienes a mi?» (Mateo 3:14.) Si bien es cierto que eso lo dijo Juan antes de que efectivamente el Espíritu descendiera sobre Jesús, es posible que Juan hubiera percibido proféticamente que Jesús iba a ser el bautizante en el Espíritu Santo.
Parece que fue práctica universal en la iglesia primitiva, el bautismo con agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o en el nombre de Jesús -ambas formulas son utilizadas en el Nuevo Testamento- como el «signo exterior visible» de la «gracia interior del Espíritu», de la salvación y de la nueva vida en Cristo. Partimos de la base de que quienes lean este libro y acepten a Cristo, recibirán o habrán recibido el bautismo por agua a la manera de cada congregación cristiana a la cual pertenezcan, y de acuerdo y en concordancia con la comprensión de lo que las Escrituras enseñan al respecto. Pero notemos, sin embargo, que el bautismo con agua es el signo exterior de un bautismo que nos introduce en Jesús (salvación) (1 Corintios 12:12), pero no el bautismo por Cristo que nos bautiza en el Espíritu Santo (Pentecostés) (Lucas 3:16). Probablemente sea esta la razón por la cual Jesús mismo nunca bautizó a nadie con agua, durante su ministerio en la tierra, si bien habrá instruido a sus discípulos en ese sentido, antes de su crucifixión. Juan 4:1 dice: «Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza mas discípulos que Juan, (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.» Tal vez Jesús se abstuvo de bautizar el mismo con agua, para dejar claramente sentado que el tenía otro bautismo que hacer: que el habría de bautizar «en Espíritu Santo«.
No hay duda que una de las razones por las cuales los conversos de Juan siguieron a Jesús es que ellos habían oído que Jesús tenía otro bautismo para darles. Por la forma en que Juan había hablado, los discípulos imaginaban que habría de ser una experiencia maravillosa, y que esta experiencia sería tan clara y positiva como había sido su bautismo por agua. Probablemente esperaban que sucediera en cualquier momento, pero esperaron en vano. Ellos siguieron a Jesús viéndole hacer milagros, sanando a los enfermos; luego fue crucificado, y resucitó de entre los muertos; y hasta ese momento ¡ninguno había sido bautizado con el Espíritu Santo!
Después que Jesús murió y resucitó, apareció a sus discípulos la misma noche del día en que resucitó, y los invistió de la nueva vida en el Espíritu de lo cual hablamos en el capítulo primero. (Juan 20:22.) El Espíritu Santo vino a vivir en ellos, dando vida a sus espíritus: «nacieron de nuevo del Espíritu», de la misma manera que lo hemos sido nosotros si hemos aceptado aJesús como Salvador. Este nuevo nacimiento para nosotros, corresponde al hecho de que Jesús fue «concebido por el Espíritu Santo», por lo cual nuestros espíritus nacen de nuevo del Espíritu Santo. Pero Jesús aun no había ascendido para ocupar su lugar «en lo alto» con su Padre, por lo que no podía derramar el Espíritu Santo «sobre toda carne», pero podía -y así lo hizo-, otorgarlo individualmente para que morara en unos cuantos, que eran sus primeros escogidos.
Les dijo que habría para ellos una nueva experiencia y que se mantuvieran a la expectativa. Sus palabras finales, antes de la ascensión, fueron para recordarles esto.
Si tuviéramos la oportunidad de decir algunas palabras finales a nuestros amigos y familiares antes de separarnos de ellos por un largo lapso ¡no cabe duda que escogeríamos cuidadosamente esas palabras! Jesús las eligió bien. Hasta ese momento su mensaje mas importante habla sido: «debes nacer otra vez.» Pero ahora que sus seguidores ya habían recibido el nuevo nacimiento les dio la segunda instrucción importantísima: « Esperen hasta recibir el poder» (Lucas 24:49.)
Jesús les dijo: «Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.» (Hechos 1:5.) El creyente sigue el modelo que Jesús ha diseñado. El nuevo nacimiento en el Espíritu corresponde a lo que en Jesús significó ser concebido por el Espíritu Santo. El creyente es bautizado con agua, de la misma manera que lo fue Jesús. Después de esto, dijo Jesús, debemos esperar el bautismo en el Espíritu Santo, recibiendo el poder del Espíritu, tal cual lo recibió él.
De manera que estos 120 seguidores de Jesús, que habían nacido de nuevo, esperaron, según él les ordenó. Alababan a Dios, oraban, iban al templo; hasta tuvieron una asamblea y una elección (Hechos 1:1526.) No leemos, sin embargo, que hablaran a nadie sobre Jesús. El poder para hacerlo con efectividad lo recibirán en el día de Pentecostés. Jesús les había dicho: «Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en SaMaría, y hasta lo ultimo de la tierra.» (Hechos 1:8.) Un «testigo» es una persona que no solamente ve que sucede algo, sino que está dispuesta a declarar que vio cuando tal cosa ocurrió.
Diez días después de, que Jesús los dejó para volver a su Padre, el día de la fiesta de Pentecostés, la fiesta de las primicias, vino el poder, con el estruendo de «un viento recio» con llamas como de fuego y los discípulos «fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, seguir el Espíritu les daba que hablasen». (Hechos 2:4.) Es importante recordar el hecho de que el Espíritu Santo ya habitaba en ellos desde que Jesús los invistió de la nueva vida en el Espíritu en la noche de la resurrección. Esta nueva vida era el Espíritu Santo unido a sus espíritus. «El que se une al Señor, un espíritu es con él», (1 Corintios 6:17) dice Pablo, y también dice que: «Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.» (Romanos8:9.) Ahora, en la fiesta de Pentecostés, el Padre, por medio del Señor Jesús, ya ascendido y sentado a su mano derecha, derramó el Espíritu Santo desde «lo alto» sobre toda carne; es decir, que el nuevo nacimiento, la nueva vida en Cristo, está ahora a disposición de todos los que le invoquen. Ha venido el Espíritu Santo. Dios se ha hecho asequible al hombre de una nueva manera. «¡El reino de los cielos se ha acercado!» Pero al par que el Espíritu Santo fue derramado sobre toda la raza humana, también se agitó dentro de esos primeros seguidores -había morado en ellos desde que Jesús los invistió especialmente en la noche después de la resurrección- y comenzó a fluir de ellos No hay duda alguna que hay cristianos que si bien alegan no haber tenido una «experiencia pentecostal», testifican con éxito; ¡pero cuánto más eficaces serian de haber recibido la plena emancipación del Espíritu! La evidencia más característica del reavivamiento de Pentecostés es el tremendo aumento en el testimonio cristiano, que ha resultado en una renovación espiritual en todo el mundo y que desde hace casi cien años va en progresivo aumento.
En formidables manifestaciones de poder. Los anonadó -eso es lo que quiere decir la Escritura cuando expresa que «cayó sobre ellos» o «vino sobre ellos «bautizando sus almas y cuerpos en el poder y en la gloria que ya moraba en sus espíritus. Esta segunda experiencia, el derramamiento del Espíritu Santo, también les ocurrió a otros que recibieron a Jesús, pero nuevamente aquí los primeros beneficiarios fueron los 120 seguidores escogidos. Los hizo desbordar en el mundo en derredor, inspirándolos para que alabaran y glorificaran a Dios, no solamente en sus propias lenguas sino en otros lenguajes, y al hacerlo domeño sus lenguas para su servicio, libero sus espíritus, renovó sus mentes, vivifico sus cuerpos, y les dio poder para testificar. La multitud que se juntó quedó atónita ante el sonido emitido por estos galileos que hablaban y alababan a Dios en el idioma de lejanos países. Los que escucharon no eran extranjeros sino judíos piadosos de todas las naciones. (Hechos 2:5.) Habían venido a su tierra para el día de la gran fiesta. Miraban asombrados como esta gente humilde alababa a Dios en idiomas que bien sabían ellos que eran incapaces de haber aprendido, lenguajes de países donde se habían criado los que escuchaban, y otras lenguas que no reconocían, «lenguas humanas y angélicas». (1 Corintios 13:1.)
Algunos se burlaban, diciendo: «Están borrachos, eso es todo» Pero Pedro respondió: «¡No, no están borrachos! Después de todo, ¡son apenas las nueve de la mañana! Pero esto es lo dicho por el profeta Joel: … en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.» (Hechos 2:1317.) Tan convincentes fueron las señales, que tres mil de esos «hombres devotos» aceptaron a Jesús como al Mesías, se arrepintieron de sus pecados, fueron bautizados, y recibieron asimismo, ese día, el don del Espíritu Santo.
Es raro el hecho de que aun notables eruditos de la Biblia digan que: «Pentecostés sucedió solo una vez», cuando con toda claridad el Nuevo Testamento relata varios «pentecosteses«. El próximo tuvo lugar en SaMaría. Los samaritanos formaban el remanente de los israelitas del Reino del Norte. Ellos y los judíos, el pueblo del Reino de Judea del Sur, estaban en permanente disputa. Se odiaban a muerte. En Hechos 8 leemos de cómo Felipe -no el apóstol, sino uno de los siete nominados para ayudar a los apóstoles (Hechos 6:1-6) fue a SaMaría y les habló de Jesús a los samaritanos. Era un territorio difícil, pero los samaritanos escucharon a Felipe, a pesar de ser judío y proclamar un Mesías judío, porque le vieron hacer las obras de poder que Jesús hizo, y le oyeron hablar con autoridad, tal como hab1ó Jesús. El Espíritu Santo en Felipe impresionó a los samaritanos con la verdad y la realidad de lo que estaba diciendo, y aceptaron a Jesús, nacieron de nuevo del Espíritu y fueron bautizados con agua. (Hechos 8:5-12.)
Cuando los apóstoles en Jerusalén oyeron de esta puerta abierta en SaMaría, enviaron a Pedro y a Juan para ver que es lo que estaba sucediendo. No bien llegaron los dos notaron que algofaltaba. El Espíritu Santo no estaba «cayendo» sobre los nuevos creyentes. Pedro y Juan no dudaron que los samaritanos habían nacido de nuevo del Espíritu, pero estaban preocupados por el hecho de que el Espíritu no hubiera «descendido» sobre ellos; por lo tanto «les imponíanlas manos y recibían el Espíritu Santo». (Hechos 8:1-17.) Observemos que Pedro y Juan esperaban que el Espíritu Santo ya hubiera «descendido» sobre los conversos samaritanos. Lo cierto es que esta es la primera vez que se menciona la imposición de manos para recibir elprimer llenamiento delEspíritu Santo o el bautismo en el Espíritu Santo. Nada se nos dice de imposición de manos para los 3.000 convertidos en Pentecostés, ni por supuesto, a los 120 primeros. Tampoco dice nada mas adelante el mismo capítulo de imposición de manos al eunuco etiope. (Hechos 8:27-40.) Hemos de presumir que muchas veces el derramamiento o bautismo del Espíritu Santo seguía espontáneamente a la salvación, como ocurrió más tarde con Cornelio, en Cesárea de Filipo. (Hechos 10:44.) Pero en este caso Pedro y Juan consideraron que era necesaria una imposición de manos para animar a los samaritanos a recibir el Espíritu Santo. El Espíritu Santo moraba en estos conversos samaritanos. Estaba listo para inundar sus almas y cuerpos, a bautizar, a rebasar, pero ellos tenían que responder, que recibir. No bienlo hicieron, el Espíritu Santo comenzó a exteriorizarse desde ellos como ocurrió con los primeros creyentes en el día de Pentecostés. Sin duda alguna, exhibieron las mismas señales, hablando en nuevas lenguas y glorificando a Dios. No lo dice así específicamente la Escritura, pero la mayoría de los comentaristas concuerdan que eso es lo que ocurrió.
«Les impusieron las manos para significar con ello que sus oraciones habían sido contestadas y que les había sido conferido el don del Espíritu Santo; y en base al uso de esta sepan que recibieron el Espíritu Santo y hablaron en lenguas.»
Un observador, por lo menos, quedó hondamente impresionado: Simón, el hechicero, que había engañado a los habitantes de SaMaría por muchos años con su magia negra. Corrió a Pedro, con oro en sus manos y dijo:
“¡Yo los haré ricos si me dicen como hacen estas cosas! ¡Denme ese poder para que a cualquiera a quien yo le imponga las manos reciba este Espíritu Santo!» (Hechos 8:18-24.) Pedro, por supuesto, le correspondió a Simón con toda firmeza que el don de Dios no se podía comprar con dinero, pero aún queda en pie la pregunta: ¿Que fue lo que vio Simón? Seguramente que hablaban en lenguas, y alababan a Dios de una manera diferente de la que hacía pocos minutos antes.
Recordemos que cuando Pablo recibió el Espíritu Santo, si bien se le impusieron las manos, fueron las manos de un desconocido de quien la Escritura solamente dice que: «Había entonces un discípulo… llamado Ananías…» (Hechos 9:10.) A pesar de que la Escritura no registra, con respecto a este hecho, que Pablo hablara en lenguas, sabemos que lo hacia según 1 Corintios 14:18: «Doy gracias a Dios que hablo en lenguas mas que todos vosotros.»
El próximo «Pentecostés» relatado en los Hechos de los Apóstoles, tuvo lugar en la localidad de Cesárea de Filipo, que era un centro de las tropas de ocupación romanas. En este lugar, un devoto oficial romano, de nombre Cornelio, que creía en Dios de todo su corazón, recibió la visita de un ángel que le indicó pidiera a Pedro -que a la sazón estaba en Jope, la ultra judía comunidad de la costa- que viniera para decirle lo que tenía que hacer. (Hechos 10:6.)
Pedro, naturalmente, hubiera deseado no tener que iry hablarles de Jesús y del bautismo del Espíritu Santo a los soldados romanos. Hasta ese momento se creía que el nuevo nacimiento y el bautismo en el Espíritu Santo eran patrimonio exclusivo de los creyentes judíos. Si un gentil, es decir un no-judío, quería recibir a Cristo y al Espíritu Santo, previamente tenía que hacerse judío, y someterse a todos los complicados requerimientos de la ley judía. Sin embargo, el Espíritu Santo hizo ver con toda claridad a Pedro, por medio de una serie de visiones y de instrucciones directas, que tenía que ir con los romanos cuando lo invitaran, y así lo hizo. (Hechos 10:223.) Ante el gran asombro de Pedro, cuando llegó a la casa de Cornelio y comenzó a hablarles de Jesús a los romanos allí reunidos, respondieron de inmediato. Lo primero que Pedro y sus compañeros que le habían acompañado vieron y oyeron fue que estos romanos, llenos de jubilo, hablaban en lenguas y magnificaban a Dios (Hechos 10: 24-48.) Habían abierto sus corazones a Jesús, quien les dio nueva vida en el Espíritu, y de inmediato permitieron que esa nueva vida los llenara y rebosara. Pedro y sus amigos no salían de suasombro, pero reconocieron de inmediato que Dios «estaba derramando el don del Espíritu Santo sobre los gentiles», primero en ocasión de la salvación y luego en el bautismo en el Espíritu Santo. Por ello es que Pedro dijo: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?» (Hechos 10:47.) Defendiéndose contra las criticas dirigidas contra el al volver a Jerusalén por haber bautizado a no-judíos, Pedro dijo:
«Y cuando comencé a hablar (a los romanos), cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: «Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.» Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?» (Hechos 11:1-17.)
Observemos que Pedro habla del don del Espíritu dado a los que creyeron, clara referencia de que los romanos primero creyeron y luego el Espíritu Santo cayó sobre ellos.
Transcurrieron 30 años antes de que nuevamente el libro de los Hechos relatara otro «Pentecostés». Tal vez el Espíritu Santo dejó pasar un lapso tan prolongado para mostrar que estas cosas no mueren. Durante su segunda visita a Éfeso, Pablo recibió el saludo de un grupo de doce hombres que sostenían ser discípulos. Pablo no se dio por satisfecho, pues intuía que faltaba algo, y por ello les preguntó: «¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo cuando creyeron?» (Hechos 19:2.) Nuevamente constatamos aquí que se espera que la experiencia de la salvación sea seguida por el bautismo en el Espíritu, pero que los primeros cristianos reconocieron que podría haber una demora, pues de lo contrario ¿por que se habría molestado Pablo en formular esa pregunta? Más bien hubiera puesto en tela de juicio su salvación. “¡Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo!» (Hechos 19:2) replicaron los efesios. Investigando mas a fondo, Pablo descubrió que no sabían ni de Jesús, y los guió para aceptar a Jesús, bautizándolos con agua, y a continuación leemos: «Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.» (Hechos 19:6.) Nuevamente aquí la distinción es bien clara. Recibieron a Cristo y fueron bautizados con agua como un signo exterior; luego, estimulados por la imposición de manos hecha por Pablo, respondieron al Espíritu Santo que vino a morar en ellos y exteriorizaron su alabanza a Dios en nuevos idiomas, Hebreos 6:12.
Hemos procurado en este capítulo mostrar el modelo bíblico de lo que el autor de la carta a los Hebreos llama la «doctrina de bautismos». El apóstol Pablo, en Efesios 4:5 dice que hay «un Señor, una fe, un bautismo», si bien es claro que en el Nuevo Testamento este «un bautismo» se divide en tres. En 1 Corintios 12:13, Pablo dice: «Por un solo Espíritu fuimos todosbautizados en un cuerpo… y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.» Aquí se refiere al bautismo espiritual en Cristo que tiene lugar en el instante de aceptar a Jesús como Salvador. Esto era seguido del bautismo con el Espíritu Santo, en el cual el Espíritu Santo que ahora mora en el creyente se vierte al exterior para poner de manifiesto a Jesús ante el mundo, por medio de la vida del creyente. Ya fuera antes o después del bautismo con el Espíritu Santo, en ambos casos se exigía el signo exterior del bautismo con agua, símbolo de la limpieza interior efectuada por la sangre de Jesús, la muerte del «viejo hombre» y la resurrección a una nueva vida en Cristo. ¿A cual de estos tres bautismos se refiere Pablo cuando habla de “un bautismo”?
Un artista puede mirar un cuadro que esta pintando de diferentes maneras. Puede mirar para asegurarse que es una composición bien equilibrada; puede mirar de nuevo para controlar los efectos lumínicos del reflejo de el sobre el agua o los Árboles; nuevamente lo mira desde otro ángulo para evaluar la perspectiva. Hemos estado analizando los diferentes aspectos de la tarea salvadora de Dios para con el hombre. Es preciso mirar a estas tres experiencias -la salvación, el bautismo por agua y Pentecostés- separadamente, separación que la hemos establecido artificialmente, debido a nuestros pruritos, perdiendo así el panorama general. En la iglesia primitiva las tres experiencias estaban estrechamente ligadas, pero en el día de hoy no ocurre así habitualmente.
Habiendo examinado el cuadro de distintas maneras, en el curso de nuestro estudio, debemos dar un paso atrás y contemplarlo en su totalidad. Pablo dice que hay «un Señor», y sin embargo la Divinidad es tres en uno: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El hombre es una unidad, si bien esta compuesto por la trinidad de cuerpo, alma y espíritu. El Cuerpo de Cristo en la tierra es uno, pero formado por muchos miembros. De modo que cuando Pablo habla de «un bautismo» pareciera referirse a la acción combinada por la cual Jesucristo viene a vivir en nosotros, el signo exterior por el cual queda sellada esta acción, y el derramamiento, del Espíritu Santo a través de nosotros para ministrar a un mundo perdido.
Nuestra recomendación es que todo aquel que encuentre difícil entender estas cosas por medio del razonamiento, trate de experimentar’ la realidad de Dios en la plenitud del Espíritu. La comprensión intelectual vendrá después. Como lo dijo el gran San Agustín: «Credo ut intelligam», es decir: «Yo creo para lograr entender.»
Lo que sucede generalmente es
1. Aceptar a Jesús (recibir la salvación, el nuevo nacimiento y la vida eterna)
2. En ese momento el Espíritu Santo viene a vivir en la persona.
3. Esta persona puede pedir y ser Bautizada en agua.
4. Y luego ser Bautizada con el Espíritu Santo: Pidiéndolo a Jesús en oración, o con imposición de manos de un cristiano lleno del Espíritu Santo.
Puede recibirlo antes de ser bautizada en agua, pero no antes de recibir a Cristo.
Este libro comparte algunos de los conocimientos adquiridos a través de una década de activo testimonio, enseñando, viajando y experimentando la obra y las manifestaciones de nuestro Señor, el Espíritu Santo, en numerosos lugares. Pueden considerarse los últimos diez años como una década de testimonio, ya que el Bautismo en el Espíritu Santo ha tomado carta de ciudadanía en las iglesias “tradicionales». Miles de pastores y sacerdotes, y millones de laicos de las más tradicionales denominaciones, han recibido al Espíritu Santo como en el día del primer Pentecostés. Hechos 2:4. Y ahora, a medida que el testimonio progresa con fuerza cada día más creciente, se advierte una gran necesidad de enseñanza. Alguien ha señalado que el primer síntoma de la recuperación de un enfermo es cuando se despierta su apetito. ¡El pueblo de Dios ha estado muy enfermo, cercano a la muerte, pero ahora la Iglesia de Dios está convaleciente y hambrienta! Tenemos la esperanza de que este libro logre suplir parte del alimento necesario para una total recuperación. Nosotros no nos inclinamos por ninguna denominación cristiana en particular. Nuestro mayor deseo es que la gente encuentre en su vida al Señor Jesucristo, y reciba el poder del Espíritu Santo, haciendo caso omiso de su denominación, en caso de tenerla. Nos ocupamos de todo aquello que pueda unir a las iglesias, y hemos evitado la discusión de temas que han dividido a los cristianos a lo largo de los siglos. Hemos escrito estos estudios con sinceridad e iluminados por la luz de que disponemos en este momento. Solamente podemos agradecer al Señor Jesús y al Espíritu Santo, que fue quien nos enseñó a todos. Juan 14:26. Nuestra fuente escrita más importante, demás esta decirlo, es la Escritura misma. Y también hemos aprendido mucho de nuestras propias experiencias. Esperamos y oramos para que este libro, El Espíritu Santo y tu, sea de ayuda a muchos, tanto a los que han sido bautizados en el Espíritu Santo desde años atrás, como para los que recién entran o están preparándose para entrar en esta área de la experiencia cristiana. Terminamos con las palabras de San Pablo «Gracia y paz a vosotros, de Dios -nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en El, en toda palabra y en toda ciencia… de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo…» (1 Corintios 1:3-5, 7.) En el amor de nuestro Señor Jesús, Dennis y Rita Bennett
El Espíritu Santo viene a vivir en nosotros cuando recibimos a Jesús, y somos nacidos de nuevo en el Espíritu. El bautismo en el Espíritu Santo es el fluir del Espíritu. No podemos pretender que el Espíritu se derrame a través de nosotros, a menos que viva en nosotros; de manera que antes de solicitar ser bautizados en el Espíritu Santo, tenemos que asegurarnos que ciertamente hemos recibido al Señor Jesús como Salvador, y hemos invitado a su Espíritu a que viva en nosotros.
Jesús es el camino a Dios. No hay otro. Es el único camino por el cual podemos conocer a Dios y recibir su vida. Jesucristo es verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre. Este es el significado de la encarnación: Dios, real y verdaderamente, se hizo hombre en el claustro materno de la virgen María. De aquí que Jesús sea el punto de unión entre Dios y el hombre.
Hay otras filosofías y otras religiones que se refieren a Dios, y algunas de las cosas que dicen son ciertas; pero si queremos que Dios mismo, venga a vivir en nosotros lo podemos encontrar solamente por medio de Jesucristo.Sea lo que fuere que decidamos hacer, no pidamos ser «bautizados en el Espíritu Santo» a menos que hayamos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador personal, so pena de caer en una profunda confusión espiritual.
«¿Pero qué diremos de las personas que nunca han oído de Jesús? ¿Qué diremos de los componentes de otras culturas y de otras religiones? ¿Se perderán simplemente porque nunca oyeron?» Podemos responder solamente 1. Nadie entrará al reino de los cielos, excepto por Jesucristo. 2. Para los que nacieron desde que Jesucristo vino al mundo, la decisión debe ser tomada en la vida presente. No habrá oportunidad de aceptar a Cristo después de la muerte. (Hebreos 9:27.) 3. Dios dispone de medios para alcanzar a la gente en esta vida de lo cual ni siquiera tenemos idea. Abrigamos la esperanza de que Dios es capaz, de alguna manera, de ofrecer la oportunidad de conocer a Jesús a todos aquellos que lo aceptarían si tuvieran la oportunidad de conocerle. Sabemos que Dios quiere que todos vayan a él, y que «no se complace en la muerte del impío». (Ezequiel 33:11.) Sin embargo, Dios, que es omnipotente y omnisciente, se ha limitado a sí mismo, en su trato con los hombres, dándoles realmente libre albedrío. 4. La mejor y verdadera respuesta a quienes sienten que sería terrible que algún ser humano no tuviera la oportunidad de conocer a Jesús, es que también Jesús estaba preocupado por lo mismo, y dio e1 la respuesta: «¡Vayan por todo el mundo y cuénteselo a todos!» (Marcos 16:5.)
Los cristianos han fracasado tan tristemente en hacer eso (una reciente encuesta ha demostrado que el 95 por ciento de todos los cristianos nunca le han hablado a nadie sobre el Salvador) que muchas personas inteligentes y con hambre espiritual, buscan las respuestas en sitios inadecuados y son presas de confusión y error.
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Dios es para todos y ama a todos.