Lección 92. Relaciones en la Iglesia

a) Escrituras clave

1 Corintios 13:1-8 1
Romanos 12:9-21
Juan 4:20-21
Filipenses 2:1-4
Hechos 4:32-35 1
1 Corintios 12:25-27
Juan 3:16-18
1 Juan 1:7
Juan 13:25
Hechos 2:42-47
Efesios 4:13-16, 251
Tesalonicenses 5:12-15

b) Introducción

Dijo una vez John Wesley: “La Biblia no sabe nada de la religión solitaria”. El cristianismo es una religión de comunión. Seguir a Cristo significa amor, rectitud y servicio, y estas cosas sólo se pueden alcanzar por medio de las relaciones sociales que se encuentran en la iglesia. Nada puede ocupar el lugar de asistir a la iglesia. Muchas veces los cristianos se rinden en su servicio para el Señor porque sienten que están solos y que nadie se ocupa de ellos. Sienten que los problemas a los que se enfrentan son peculiares y propios de ellos. Satanás intentará convencernos, como discípulos de Jesús, que no necesitamos ocuparnos de otra gente. Nos dirá que “mientras tengamos a Dios, ¡quién necesita a otros cristianos!” Sin embargo, la verdad es que como cristianos, somos piedras vivas que Dios está edificando en una casa espiritual (1 Pedro 2:5; Efesios 2:20-22). Los verdaderos cristianos se necesitan los unos a los otros. En efecto, los verdaderos cristianos son dependientes los unos de los otros. La palabra “comunión” en griego es la palabra “koinonia” y significa “comunión” o “compartir en común” (Hechos 2:42; 1 Juan 1:7). Esta palabra describe cómo deberían vivir los cristianos, es decir, como una comunidad de compartidores mutuos que viven y comparten el amor desinteresado y sacrificado o “ágape” que Dios les ha dado (Romanos 5:5; Juan 13:34; 1 Juan 3:23).
c) Comunión del Espíritu
Esto es una actitud de corazón y mente. Es la expresión de un vínculo en Cristo Jesús entre creyentes cristianos que va más lejos de los lazos naturales de familia o amistad. Es uno de los mayores desafíos a nuestra vida como cristianos hoy día. Los cristianos no estamos solos. Hemos nacido, por fe, en una tremenda familia universal de creyentes unidos, no por raza, color, ni conveniencia sino por la sangre de Jesús (Gálatas 3:26-28). La verdad es que somos uno por lo que ha hecho Dios en Cristo. Dios propuso esto en Cristo antes que el mundo empezara (Efesios 1:4-5). Somos lo que somos por la obra de Dios en nosotros por medio del Espíritu Santo (Filipenses 2:1-2; 2 Corintios 13:14).
d) Siete aspectos de la comunión que compartimos en el Espíritu

1. El amor del Espíritu (Romanos 15:30)
En el corazón de nuestra relación como creyentes está el amor de Dios. Este no es un amor que crece del afecto o gusto natural del uno por el otro, sino que es un amor que es producido en nosotros por la obra directa del Espíritu Santo (Romanos 5:5). Jesús dijo que era la realidad de este amor lo que sería el sello de calidad de nuestro discipulado en cuanto a otros, hombres y mujeres se refiere (Juan 13:35).

2. La unidad del Espíritu
Nuestra unidad es por fe en Cristo (Gálatas 3:26-28), y nuestro compartir en común en el único Espíritu Santo (1 Corintios 12:13). Esta unidad se muestra por nuestro acceso común a nuestro Padre en el cielo por el Espíritu Santo en nosotros (Efesios 4:3).

3. El templo del Espíritu
Los cristianos están siendo edificados como un templo santo al Señor en el que vive Dios por su Espíritu (Efesios 2:21-22). Este templo, o casa de Dios, también es el lugar de servicio, ofrenda y alabanza (1 Pedro 2:5). Para Dios este edificio es muy significativo y se nos ha dicho que tengamos cuidado de cómo edificamos en los fundamentos ya echados (1 Corintios 3:10-17). No es cosa ligera jugar con el templo de Dios, porque seremos responsables ante El por lo que hayamos hecho con su preciosa morada.

4. La gloria del Espíritu
Donde mora Dios se ve su gloria (1 Pedro 4:14). La obra transformadora del Espíritu Santo nos capacita primero a contemplar la gloria de Dios en Jesús, y por eso ser transformados en la imagen de Jesús, para que su gloria sea vista en nuestra vida (2 Corintios 3:18).

5. Los dones del Espíritu
Los dones del Espíritu pueden ser manifestados por medio de creyentes individuales, pero son, en efecto, dones del cuerpo, y no sólo de cristianos individuales (1 Corintios 12:7). Los dones del Espíritu Santo no tienen sentido realmente, aparte del hecho de la comunión del Espíritu. Su operación debería ser una señal de la unidad del cuerpo.

6. La esperanza del Espíritu
Donde hay fe hay esperanza. La esperanza cristiana es una realidad total porque se basa en la obra y palabras de Jesús y nace de la fe. Esta fe es producida en nosotros por el Espíritu Santo (Gálatas 5:5-6). La fe, esperanza, y amor que el Espíritu Santo engendra en nosotros no se experimentan solamente en forma individual, sino son manifestadas en forma corporal en nuestras vidas, en la comunión del Espíritu Santo.

7. La adoración del Espíritu
La comunión en el Espíritu es una comunión ante el trono de Dios en adoración, donde nos juntamos con Jesús que ya está allí. Aquí es donde se expresa más profundamente nuestra comunión. La verdadera adoración encuentra su raíz en la obra del Espíritu Santo (Filipenses 3:3; Juan 4:23-24).

e) Uno en Espíritu
Debe haber un profundo dolor en el corazón de Dios cuando ve lo lejos que estamos de satisfacer los ideales que nos ha presentado en su Hijo. Ha echado el fundamento de nuestra comunión en Jesús y nos ha dado el poder para hacerlo una realidad por la obediencia y amor en el Espíritu Santo. Frecuentemente, sin embargo, parece que el diablo tiene éxito en llevarnos al fracaso y al dolor. Por supuesto, en un nivel práctico, no podemos tener comunión con todo cristiano en un sentido profundo, ni tampoco se nos exige. Estamos en comunión con todo creyente verdadero, guste o no, porque estamos unidos en el corazón de Dios por la obra de Cristo. Es necesario que cada uno de nosotros discierna sus círculos de comunión, no en un sentido exclusivista, sino de manera que nos ayude a expresar y realizar esta comunión con otros cristianos, en sentido práctico.

f) Tres resultados de la comunión
1. Fructificación
El salmista en el Salmo 133 dice que la unidad es como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion. Los rocíos de Hermón son la fuente de agua y vida para la tierra: traen frescura y sustento al pueblo y les hace ser fructíferos. La comunión hace lo mismo para nosotros en cuanto a traer frescura y nutrición para nosotros en nuestro caminar diario con Dios, lo cual nos hace ser fructíferos.

2. Creatividad
Existen muchas áreas en nuestra vida cristiana en las que no podemos funcionar debidamente, aparte de la comunión con otros creyentes. La comunión cristiana es, al fin y al cabo, no sólo un ejercicio individual sino corporal. La mayoría de los desafíos a los que nos enfrentamos surgen del hecho de que vivimos en relación con otra gente. El Espíritu Santo se mueve, cuando se le permite, para traer unidad en el cuerpo de Cristo, y da los dones necesarios para edificar y mantener al cuerpo íntegro. No debería haber ni pobreza de espíritu, ni falta de dones espirituales en el cuerpo, y todo el mundo debería ser enriquecido y edificado, mientras compartimos nuestros dones juntos en el amor y servicio mutuo (Hebreos 10: 24-25).
3. Costo
El tener una relación realmente cercana a alguien nos cuesta algo, porque hemos de dar para recibir, y al dar, la máscara protectora que todos tenemos debe bajar. La verdad es que cuando nos franqueamos en la comunión los unos con los otros nos hacemos vulnerables. Somos gente muy lejos de la perfección y el costo de la comunión es que no sólo recibimos los unos de los otros aquello que es de Dios, sino que también estamos abiertos a toda influencia y rasgo natural que se manifiesta en nuestra vida y personalidad. Esto es el porqué mucha gente halla difícil franquearse con otros, por temor al dolor, al malentendido y al rechazo. Aunque parecería que franquearse con una persona nos hace vulnerables, la verdad es que la comunión sólo alcanzará su cumbre y será verdaderamente realizadora si nos abrimos de esta manera. Si te sientes solo, pregúntate: “¿Estoy preparado para el costo de la verdadera amistad y para hablar francamente?
Deberíamos humillarnos y dejar que el Espíritu Santo escudriñe los pensamientos y actitudes del corazón de todos nosotros. Nuestro evangelio no puede permanecer creíble al lado de los fracasos y divorcios espirituales continuos entre los verdaderos creyentes. El dolor que tal separación trae, muchas veces puede ser el factor más mutilador en nuestra vida y ministerio. Nos roba la confianza en nosotros mismos y entre unos y otros, y provee al mundo de una razón mayor por la que rechazar nuestro mensaje.
En esto hemos conocido el amor en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos … Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
(1 Juan 3:16, 18)
g) ¿Cuál debería ser nuestra actitud los unos con los otros en el cuerpo de Cristo?
Deberíamos:

Amarnos los unos a los otros (Juan 13:34-35; Juan 15:12, 17; 1 Tesalonicenses 3:12; 4:9; 1 Pedro 1:22; 1 Juan 3:18; 1 Juan 4:7, 11-12).
Animarnos los unos a los otros (1 Tesalonicenses 4:18; Hebreos 3:13; Hebreos 10:25).
Estimularnos los unos a los otros hacia el amor y buenas obras (Hebreos 10:24).
Fortalecernos los unos a los otros (1 Tesalonicenses 5:11).
Edificarnos los unos a los otros (Romanos 14:19).
Amonestarnos los unos a los otros (Colosenses 3:16).
Instruirnos los unos a los otros (Romanos 15:14)..
Servirnos los unos a los otros (Gálatas 5:13; 1 Pedro 4:10).
Soportarnos unos a otros (Efesios 4:2; Colosenses 3:13).
Perdonarnos unos a otros (Efesios 4:32; Colosenses 3:13).
Ser amables unos con otros(Efesios 4:32).
Tener compasión unos por otros (Efesios 4:32; 1 Pedro 3:8).
Ser leales los unos a los otros (Romanos 12:10).
Honrarse los unos a los otros (Romanos 12:10).
Vivir en armonía los unos con los otros (Romanos 12:16; 1 Pedro 3:8).
Ser amigables los unos con los otros (1 Pedro 3:8).
Ser benévolos unos con otros (Efesios 4:2; 1 Pedro 3:8).
Ser pacientes unos con otros (Efesios 4:2).
Aceptamos unos a otros (Romanos 15:7).
Someternos los unos a los otros (Efesios 5:21).
Vestirnos de humildad los unos hacia los otros (Efesios 4:2; 1 Pedro 5:5).
Enseñarnos los unos a los otros (Colosenses 3:16).
Vivir en paz unos con otros (Marcos 9:50; Romanos 12:18).
Confesar nuestros pecados unos a otros (Santiago 5:16).
Orar unos por otros (Santiago 5:16).
Ofrecer hospitalidad unos a otros (1 Pedro 4:9).
Saludarnos unos a otros (Romanos 16:16; 1 Pedro 5:14).
Tener comunión unos con otros (1 Juan 1:7).
Estar de acuerdo unos con otros (1 Corintios 1:10).
Llevar las cargas unos por otros (Gálatas 6:2).
h) Cosas que no hay que hacer los unos a los otros en el cuerpo de Cristo

– No morder ni devorarnos unos a otros (Gálatas 5:15).
– No provocar ni envidiarnos unos a otros (Gálatas 5:26).
– No odiarnos unos a otros (Tito 3:3).
– No juzgarnos unos a otros (Romanos 14:13).
– No mentirnos unos a otros (Colosenses 3:9).
– No calumniar ni hablar mal unos de otros (Santiago 4:11).
No murmurar unos contra otros (Santiago 5:9).
No ir a juicio unos contra otros (1 Corintios 6:1-8).
i) Preguntas y puntos de discusión

1. Uno de los mayores dolores que puedas tener en la vida de comunión con otros creyentes, es el dolor de tener que estar presente y ver a otros, a quienes amas profundamente en Cristo, actuar o adoptar posturas que sabes que no serán fructíferas o serán dañinas a sí mismas o a otros, sin intervenir. Discútelo.
2. ¿Qué efecto tiene el temor en una relación, y funciona realmente luchar o trabajar demasiado intensamente en la comunión con otras personas? (1 Juan 4:18; Hebreos 13:6).
3. ¿Son los grupos caseros una parte bíblica válida de nuestra vida en la iglesia? (Hechos 2:42-47; Hechos 4:32-35; Hechos 12:12; Hechos 16:40; Colosenses 4:15; Filemón:2).
4. Para tu crecimiento espiritual, ¿necesitas a otros cristianos? Discútelo.
5. ¿Has pensado alguna vez en animar a otros de tu iglesia local, o generalmente en el cuerpo de Cristo enviándoles tarjetas o cartas con palabras de aliento o Escrituras pertinentes en ellas? Si no; ¿por qué no empezar a hacerlo?
6. Haces alguna cosa que irrita al grupo con el que estás? Y si es así, ¿cómo puedes mejorar?.
7. ¿Tenía Jesús amigos cercanos? (Marcos 5:37; Lucas 9:1; Lucas 10:1; Juan 20:2; Hechos 1:15). ¿Y cuál era la actitud de Cristo hacia la unidad cristiana? (Juan 17:20-23).
8. Dibuja y medita sobre un mapa de relaciones. Pon un punto, que te represente a ti, en una hoja de papel en blanco, y luego pon puntos con iniciales alrededor de ti (representando a la gente que conoces -máximo 20 personas). Coloca a aquellos que consideras amigos cercanos cerca de tu punto y a aquellos que no están tan cerca, más lejos. Entonces pregúntate por qué la gente está donde está. ¿Es correcto o se deberían de hacer algunos cambios? Pide perdón al Señor por actitudes incorrectas y perdona a los que te han agraviado.
9. Haz una lista de maneras prácticas en las que puedas expresar el compromiso los unos a los otros sirviéndose entre sí (Filipenses 2:4). Pide al Señor que te llene con su amor para que te impacientes por servir a otros, sabiendo que verdaderamente estas sirviéndola señor crista Jesús (Mateo 25:31-46)
10. Mira la sección titulada: “¿Cuál debería ser nuestra actitud los unos con los otros en el cuerpo de Cristo?” Y discute maneras y medios por los cuales puedes mejorar en estas áreas de una manera práctica.
11. ¿Por qué se sienten tantos cristianos solos? ¿Debería ser esto así? ¿Qué puedes hacer acerca de ello en tu iglesia?
12. Se ha dicho que para que nuevos cristianos se establezcan firmemente en una iglesia, necesitan desarrollar como mínimo siete relaciones significativas dentro de ella. Si es así, ¿cuál debería ser tu respuesta? Discútelo.
j) Resumen y aplicación

1. No podemos alcanzar la madurez espiritual solos porque necesitamos la ayuda de otros cristianos para crecer en nuestro parecido a Cristo. (Efesios 4:11-16).
2. Las actitudes positivas en-el cuerpo de Cristo traen vida, paz y armonía; pero las actitudes negativas traen muerte, trastornos y falta de armonía. El Señor desea que cada miembro del cuerpo de Cristo sea una expresión positiva de su propia vida, naturaleza y carácter.
3. Deberíamos amarnos y perdonarnos los unos a los otros para que la comunión entre creyentes sea establecida y mantenida.
4. Si no pasamos a otros lo que hemos recibido de Dios, empezaremos a caer en el declive espiritual.
5. El cuerpo humano, con sus millones de células y miembros funcionando juntos en armonía, unidad y vida, ilustra la armonía, unidad y vida que ha de fluir en la iglesia, el cuerpo de Cristo. En el cuerpo, cada célula, cada miembro, vive el uno para el otro. Necesitamos hacer lo mismo en el cuerpo de Cristo, preocupándonos unos por otros, aprendiendo a apreciarnos unos a otros y amándonos unos a otros.
6. Necesitamos estar comprometidos, tanto con Dios como los unos con los otros, en el cuerpo de Cristo. Esto significa que tenemos que tener la voluntad de pagar el precio de tal compromiso, porque la verdadera comunión entre creyentes es una ofrenda (Hebreos 13:16).
7. Mientras demostramos amor, bondad y ayuda práctica a otros, es como si lo hiciéramos a Cristo Jesús (Mateo 25:31-46).

8. Nuestra unidad y actitudes parecidas a Cristo, los unos hacia los otros, son capacitadas por nuestra experiencia común de la vida en Dios, por medio del Espíritu Santo.

Lección 89. Administración, siembra y cosecha

a) Escrituras clave

2 Corintios 9:6-15
Lucas 12:42-48
Lucas 19:11-27
Juan 12:24
Hechos 20:35
Mateo 25:14-46
1 Corintios 4:1-2
Hechos 4:32-35


b) ¿Qué es administración?
Un administrador es una persona a la cual es confiada la propiedad de otra persona. Como discípulos de Jesús es importante recordar que todo lo que tenemos viene de Dios (Hechos 17:25). Dios es el dueño y nos ha nombrado para ser sus administradores (Mateo 25:14). Necesitamos, entonces, ser los administradores de Dios en todo. Esto es tanto un privilegio como una responsabilidad, porque Dios nos hará responsables de cómo hemos manejado lo que nos ha confiado (Romanos 14:12; 1 Corintios 4:2). Se espera que un buen administrador sea fiel y dedicado a su amo (Lucas 16:12) y que maneje bien la propiedad de su Señor. Esto significa que un administrador siempre debe actuar en los intereses del dueño (Mateo 25:14-30).
c) Cinco áreas de administración
1. Nuestras finanzas
(I)Los propósitos de Dios con relación a las finanzas
Para demostrar Su poder y confirmar Su amor y cuidado por nosotros (Mateo 6:32-34)
– Para bendecir a Sus hijos.
– Para unir a los cristianos en comunión afectuosa más profunda (2 Corintios 18:14-15).
– Para confirmar la dirección y guía de Dios, o negando o haciendo disponibles las finanzas.
– Para involucrarnos en la vida cristiana plena. No podemos vivir la vida cristiana eficazmente hasta que reconozcamos la relación única entre dar y recibir (Lucas 6:38; 2 Corintios 9:6).
(II)¿Por qué deberíamos dar?
Porque la Biblia lo enseña (Malaquías 3:7-12).
– Porque Cristo lo mandó (Lucas 6:38).
– Porque amamos a Dios y el dar es una manera de demostrar nuestro amor por El (1 Corintios 13:4).
– Porque es más bendecido el dar que el recibir, según Jesús (Hechos 20:35).
– Porque nuestro corazón y nuestro afecto estarán donde están nuestros tesoros (Mateo 6:19-21).
– Porque cualquier inversión será eterna (1 Timoteo 6:17-19).
– Porque Cristo se dio en sacrificio por nosotros (2 Corintios 8:9).
– Porque dar es una gracia divina (2 Corintios 8:1-15).
– Porque dando es como se libera el dar de Dios. (Proverbios 11:24-25; 19:17).
– Porque todo lo que tenemos lo ganamos por medio de la salud y fuerza que Dios nos ha dado (Deuteronomio 8:17-18).
– Porque Dios quiere sembrar nuestro dinero como semilla en Su obra, como aventura de fe, para que le veamos producir un aumento (2 Corintios 9:6-13).
– Porque queremos dar libremente en proporción a la bendición que Dios nos ha dado (Deuteronomio 16:10).
“Existen tres clases de dadores: el pedernal, la esponja y el panal. Para obtener algo del pedernal, debes darle un martillazo; para obtener agua de la esponja debes estrujarla; pero el panal sólo rebosa de su dulzura. Algunas personas son tan duras como el pedernal; otras, como la esponja, se rinden a la presión; mientras otras dan sin que se lo pidan”.
(James Duff)

Hemos de dar a Dios:
– De buena voluntad (1 Crónicas 29:3,5,9).
– Sacrificatoriamente (Lucas 21:1-4).
– Con gozo (2 Corintios 9:7).
– En obediencia (2 Corintios 9:13).
– Libremente y con alegría (2 Corintios 9:7).
– Proporcionadamente y con regularidad (1 Corintios 16:2).
– Generosamente (2 Corintios 8:2).
(III) Diezmar
Diezmar es dar a Dios una décima parte de lo que recibimos. No es un donativo, sino meramente el reconocimiento de Su posesión de nuestra vida. El diezmo pertenece al Señor y nos ha dado la administración del 90% de ello. Sin embargo, todavía existe una porción del 10% que permanece Suya (Mateo 22:21). El Nuevo Testamento expone el dar no sólo en términos del 10% de nuestros ingresos, porque se acepta que esto pertenece a Dios, nuestro dar debería ser a la luz del ejemplo de Jesús que era sacrificatorio: ¡Eso cuesta!
Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. (Lucas 12:48)
Los diezmos preceden la ley. Fueron dados primero por Abraham, el Padre de nuestra fe, a Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo (Génesis 14:18-20). Para el discípulo de Jesús, los diezmos son una manera directa de reconocer el ministerio sacerdotal del Señor Jesús (quien es sacerdote según el orden de Melquisedec -Hebreos 7:1-28). El no diezmar es robar a Dios y privarnos de una gran bendición de Dios (Malaquías 3:8-12; Proverbios 3:9-10).
En el Antiguo Testamento, los diezmos mantenían a los levitas, las tribus sin tierra, que servían en la adoración y ministerio a Dios. Hoy día los diezmos básicamente son para el mantenimiento de aquellos dedicados exclusivamente al ministerio (Números 18:21-24), para la administración de la iglesia, y debería ser dado según dirige el Señor.
En adición a nuestros donativos regulares comprometidos (tales como los diezmos), tenemos la oportuni­dad y privilegio de hacer una ofrenda de libre voluntad al Señor (2 Corintios 8:1-15). Esto puede ser para proyectos especiales, donativos de amor especiales a los ministerios, o necesidades especiales del cuerpo de Cristo (viudas, huérfanos, etcétera) o en el más amplio mundo (hambre, etcétera).
Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado. (1 Corintios 16:2)

Pero recuerda:
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosa­mente también segará. (2 de Corintios 9:6)


2. Nuestro tiempo
El tiempo es valioso, porque no hay mucho y no se puede repetir. Necesitamos usar nuestro tiempo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Entonces, necesitamos poner metas para nuestro tiempo como Dios nos dirija, y aspirar hacia su cumplimiento en el poder de Dios.
3. Nuestro cuerpo
Necesitamos ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, porque esto es nuestra adoración espiritual (Romanos 12:1). Somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16; 1 Corintios 6:19-20), por lo tanto no deberíamos entregar nuestro cuerpo al pecado, sino que deberíamos darlo totalmente a Dios para que lo use como desee (Romanos 6:13). Dios también quiere que vivamos en una manera que mantenga nuestro cuerpo sano (Marcos 6:31). Esto significa que no deberíamos permitir que nuestra salud sea dañada por cosas como el preocuparse, la gula y el fumar. ¡No debemos tampoco, sin embargo, hacer que el ejercicio físico sea nuestro ídolo! (1 Timoteo 4:8).

4. Nuestras posesiones
Dios nos ha dado todo lo que tenemos, por lo tanto deberíamos vivir usando todas nuestras riquezas y posesiones mundanas para traerle gloria a El y la extensión de Su Reino. Jesús nos anima a usar nuestra riqueza mundana para hacer amigos para nosotros y para Dios (Lucas 16:1-13). Nuestra casa, en particular, debería ser un lugar usado por Dios, donde se ofrece la hospitalidad y se da ayuda.
5. Nuestros dones naturales y espirituales
Nuestros dones nos son dados por Dios para que le sirvamos a El, al cuerpo de Cristo y a otros fructíferamente. Necesitamos ser buenos administradores de nuestros dones espirituales y nuestros talentos naturales, usándolos como Dios nos dirija para traer gloria a Dios y extensión a su Reino.
d) Sembrar y cosechar
Jesús dijo:
Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
(Lucas 6:38)
Este versículo viene en el contexto del perdón, pero el principio es universal en el Reino de Dios. La fe no sólo se trata de recibir de Dios. Es verdad que el Nuevo Testamento está lleno de las promesas de Dios que nos animan a creer que nos dará todo lo que necesitemos para llevar a cabo su voluntad. Jesús habló muchas veces sobre el poder pedir al Padre, para que pudiésemos recibir las cosas buenas que El tiene para nosotros (Lucas 11:9-13). Somos animados a venir y pedir al Padre aquellas cosas que necesitamos. El es un buen Padre que sabe dar buenos regalos a sus hijos, PERO eso no es todo de lo que se trata: Dios está interesado en nuestros motivos. No es sólo una cuestión de pedir al Padre para que podamos ser inmoderados o sólo cumplir nuestros propios deseos (Santiago 4:2-3).
1. Sembrar para Dios
La fe opera en el principio de Dios de sembrar y segar.
Pero esto digo: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente también segará.
(2 Corintios 9:6)
Dios no sólo mira la cantidad de dinero, o cualquier otra cosa que demos. El mira el corazón con que lo damos (Marcos 12:41-44).
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. (2 Corintios 9:7) Si siembras para Dios, segarás para Dios. Es el propósito de Dios bendecir a aquellos que siembran para El.

2. Los principios de creación y nueva creación
Dios ha construido este principio en el orden natural de las cosas. Ningún granjero en sus plenas facultades se sentaría y miraría la semilla en su granero. No le sería de ningún provecho sentarse y relamerse contemplando lo poco que tiene. Lo que debe hacer es sacar su arado y remover la tierra barbecha. Luego debe sembrar su semilla en temporada. Después que haya sembrado su semilla puede alegrarse de antemano de una siega rica. Así es como Dios ha trabajado siempre. Es el mismo principio de la cruz del Calvario. Jesús sabía esto cuando dijo:
Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12:23-24)
3. Las tablas de multiplicación de Dios
Los hombres de fe siembran para Dios. Si Dios dice que siembran dinero, tiempo, energía, o incluso la vida misma, hacen exactamente esto. Creen la promesa del Padre de que les devolverá cien veces lo que dan (Mateo 19:29). Esto, sin embargo, no es su motivación. Su preocupación es por el Reino. Quieren ser ricos para el Reino.
Mas, buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:33)
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.. (2 Pedro 1:3)

4. Ningún desperdicio con Dios
Jim Elliot, misionero en Ecuador que fue martirizado por su fe, escribió:
“El que da lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder no es ningún necio”.
Dios nunca desperdicia su semilla y promete la mejor restitución posible en todo lo sembrado para El. Jesús dijo:
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. (Mateo 16:25)

5. Aplicarlo a la vida
Satanás está robando los recursos del cielo. Por el autointerés, pena de uno mismo y avaricia, ha paralizado a los santos de Dios. La iglesia debería ser la mayor fábrica de fuerza motriz en la tierra para liberar los recursos de fe. En vez de ello ha escogido seguir el camino del mundo con sus fondos de inversión y actitudes financieras mundanas. Y con razón, Dios no la puede bendecir, porque sólo puede bendecir a aquellos que caminan en el camino de la fe.
Dios muchas veces devuelve la bendición en maneras que son muy distintas de la semilla sembrada, pero nunca queda corto. Jesús dijo que es más bendecido dar que recibir (Hechos 2:35). De hecho, deberíamos recibir para poder dar de nuevo.
Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por
medio de nosotros acción de gracias a Dios.
(2 Corintios 9:10-11)
e) Preguntas y puntos de reflexión
1. Cuando tienes una necesidad, ¿miras a la gente en la tierra para proveer para ti, o miras a tu fuente de provisión eterna en el cielo? ¿A quién se lo dices cuando tienes una necesidad?
2. ¿Responde siempre Dios a nuestro dar? (Lucas 6:38; 2 Corintios 9:6).
3. “¿Cómo puedo yo devolver al Señor por toda Su bondad hacia mí?” (Salmo 116:12). Discútelo.
4. Cuando somos acomodados o ricos, ¿qué deberíamos hacer como discípulos de Jesús? (1 Timoteo 6:17-19). 5. ¿Qué peligros contiene la riqueza? (Mateo 6:21, 24; Marcos 4:19).
6. Cuando somos pobres, ¿cuál es nuestra esperanza? (Santiago 2:5).
7. ¿Cuál debería ser nuestra actitud, sean las que sean nuestras circunstancias? (Filipenses 4:11-13).
8. ¿Cuáles son algunas de las recompensas por la buena administración? (Lucas 16:10-12; Mateo 25:20-23, 31-40).
9. Lee Mateo 13:1-23 y discute el pasaje a la luz de los principios de sembrar y segar.
10. ¡Discute maneras en las que has sembrado semillas para Dios y maneras en las que has segado una cosecha!
f) Resumen y aplicación
1. Como discípulos de Jesús, nos es confiada la propiedad de Dios como sus administradores.
2. Necesitamos ser buenos administradores con nuestras finanzas, tiempo, cuerpo, posesiones y dones.
3. Como discípulos de Jesús, deberíamos diezmar y dar ofrendas en exceso de nuestro diezmo, a Dios. De todas formas todo lo que tenemos pertenece al Señor.
4. Si Jesús es en verdad nuestro Señor, deberíamos vivir una vida en obediencia a El. Esto significa que demos, cuando nos lo diga, la cantidad que nos diga que demos. Podemos dar con gozo, sabiendo que cuando caminamos en obediencia a Nuestro Señor y Salvador, El suplirá todo lo que necesitamos según Sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19). No sólo eso, más se deleita en darnos los deseos de nuestro corazón (Salmo 37:3-4).
5. ¡No podemos dar más que Dios! Dios quiere que Sus hijos prosperen en toda manera, incluso financieramente, pero para segar debemos sembrar. Sembrar dinero, o cualquier otra cosa, en la obra del Señor es una aventura de fe que segará una recompensa proporcionada. 5. ¡No podemos dar más que Dios! Dios quiere que Sus hijos prosperen en toda manera, incluso financieramente, pero para segar debemos sembrar. Sembrar dinero, o cualquier otra cosa, en la obra del Señor es una aventura de fe que segará una recompensa proporcionada.

Lección 88. Los dones de la gracia.

a) Escrituras clave
1 Corintios 12:1-11
Romanos 11:29
Pedro 4:10
1 Corintios 12:27-31
Romanos 12:4-8
b) La gracia de Dios
Esto, en un sentido general, es el otorgamiento por parte del Padre de su misericordia y favor inmerecido a nuestra vida. Ninguno de nosotros merecía la bondad de Dios, pero la ha demostrado y dado en Jesús. En este sentido, todos somos recibidores de la gracia de Dios y es en ella en que estamos. La gracia también se menciona en relación con el llamamiento individual en la vida de las personas y de la autoridad dada a la gente por el Señor. Esta gracia es el fundamento de nuestra vida y servicio para Dios (Romanos 12:3).
Hemos de ser controlados y dirigidos por la gracia que nos ha dado Dios. Tenemos un llamamiento particular o hemos recibido un don particular que es nuestro por elección de nuestro Padre celestial, y esto es la gracia de Dios, específicamente para nosotros. Nuestro llamamiento es algo para ser estimado y valorado, y deberíamos interesarnos en desarrollarlo de la manera más eficaz posible. Necesitamos pulir este don de Dios constantemente y usarlo en su mayor potencial para el bien de otros (2 Timoteo 1:6). Esta gracia (llamamiento o don recibido) de Dios debería ser el poder motivador de toda nuestra vida y obra. Somos salvos por gracia y llamados a la gracia (1 Corintios 15:10). La gracia es más que los dones particulares del Espíritu, es más parecido a la mano de Dios que viene sobre la vida de alguien para escogerle para una obra o área de una obra en particular. El haber recibido un don sin duda viene con la gracia que nos ha dado Dios, pero esta gracia es una realidad profunda y poderosa en la vida de aquellos que conocen su llamamiento.
c) Los dones de la gracia
La palabra “don” en el Nuevo Testamento está relacionada muy de cerca con la palabra “gracia”. Ambas comparten la misma raíz. La palabra para “don” es “charisma” y la palabra para “gracia” es “charis”. “Charisma” tiene una terminación que se podría traducir correctamente “la cosa de”. Es decir, lo que llamamos un don espiritual es “la cosa de gracia”. En otras palabras, es la expresión o resultado de la gracia de Dios siendo desatada por el Espíritu en nuestra experiencia, por tanto, lo llamamos un don del Espíritu (1 Pedro 4:10).
d) Dones corporales
Los dones de la gracia dados por el Espíritu Santo son al cuerpo y para el cuerpo de Cristo (la iglesia) y, por tanto, se les pueden llamar dones corporales. Estos son manifestados por la vida de individuos específicos, es decir, son dones relacionados con las personas (Hebreos 2:3-4). Cada don está interconectado a los dones que operan en otros miembros del cuerpo. Generalmente, están disponibles a los miembros del cuerpo y contribuyen a la edificación y armonía del cuerpo. Parece como si los dones corporales estuviesen disponibles a quién sea que buscare al Señor para el don y, según la necesidad de aquel momento, dentro del cuerpo en general.
Pero a cada uno les es dada la manifestación del Espíritu para provecho.(1 Corintios 12:7 )

e) Los dones del Espíritu Santo
No nos han sido prometidos los dones del Espíritu Santo para nuestra propia gratificación o autoexhibición, sino para que seamos capacitados por Dios, mientras llegamos a la vida de hombres y mujeres necesitados a nuestro alrededor. Los dones del Espíritu Santo son el poder de Dios en acción, y serán desatados en nuestra vida a medida que nos encontremos en situaciones que precisen de su acción. Cuando nos dedicamos a un ministerio no lo estamos haciendo en nuestra propia fuerza, sino que Dios intervendrá directamente en la situación a través de la manifestación de su capacitación mediante el Espíritu Santo. Esto nos levantará más allá de los niveles horizontales de nuestras propias debilidades y limitaciones, y nos librará en nuestra obra para Dios en una dimensión de capacidad y perspicacia completamente nueva. En efecto, esto es lo que hará y determinará al final la forma de nuestra obra para Dios, porque progresivamente, llegará a ser aparente cómo operamos en los dones del Espíritu, y qué dones encuentran su más pronta expresión a través de nosotros que a través de alguien más. El estilo y aplicación de nuestro obrar para Dios será formado por la forma en que operan los dones del Espíritu Santo a través de nosotros. No obstante, deberíamos recordar que es para todo cristiano pedir el don apropiado para la situación, incluso si es en una área en la que no solemos operar. El propósito del Padre es traer Su poder para salvación y sanidad en la vida de hombres y mujeres, y no negará la capacidad de hacer esto si se lo pedimos con un corazón limpio y con los motivos correctos. Es a través de los dones del Espíritu que somos equipados por Dios para hacer Su voluntad. Sin los dones, estamos viviendo y obrando al nivel de nuestra propia capacidad y fuerza natural.
f) Dones de la Trinidad
Pablo nos enseña acerca de los dones del Espíritu Santo en 1 Corintios 12. Antes de empezar a hablar acerca de los dones en particular, nos revela el tremendo hecho de la unidad de acción del Padre, Hijo y Espíritu Santo en esta área. Podría ser adecuado no hablar acerca de los dones del Espíritu tanto como los dones del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pablo usa tres frases distintas en los versículos 4 al 6 que se construyen, el uno encima del otro:

1. “Diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo”
Esto demuestra la fuente de estos dones en nuestra experiencia. El Espíritu Santo es el portador de los dones en un sentido directo.
2. “Diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo”
Esto demuestra quién está siendo servido por la operación de estos dones espirituales, y quién determina la dirección en que los dones operan, a saber, el Señor Jesucristo.
3. “Diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas, las cosas en todos, es el mismo”
La palabra “hacer” aquí en el griego es la palabra “energemata”. Esto lleva consigo la idea de energía y poder que no obra a la ventura, sino energía desarrollando hacia un propósito. Esta frase demuestra el propósito para el cual estos dones operan, a saber, para llevar a cabo la voluntad del Padre en cada situación.
Por tanto, no es tanto que ejercitemos los dones del Espíritu, sino que ¡estemos ocupados en el poder y operación del trino Dios!
g) ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo?
Hay nueve listados en 1 Corintios 12:8-10.

1. El mensaje de sabiduría (palabra de sabiduría)
Definición: la habilidad de buscar y aplicar la verdad de Dios a la vida; por revelación divina, declarando los pensamientos y planes de Dios como ayuda para manejar una situación particular.
Ejemplos: Salomón (1 Reyes 3:24-28), Jesús (Juan 8:4-7; Lucas 20:20-26).
Esto es la misma base de nuestra aproximación a otras personas en el ministerio. Sin el don de la sabiduría de Dios nos encontraremos entrando en situaciones a ciegas, haciendo juicios erróneos, haciendo acciones precipitadas e impertinentes, y quizás dejando una estela de malentendidos y daños. La sabiduría de Dios es la habilidad de ver las cosas como las ve Dios y de formarse una idea del corazón del asunto de tal manera que conoceremos lo que es correcto, y sabremos qué hacer dentro de un contexto particular. Recuerda, puede que la palabra de sabiduría no sea el mensaje dado a otra persona, sino al contrario, la palabra recibida por la persona que ministra, directamente del Señor en su propio espíritu, que traerá la perspicacia y entendimiento esencial para el momento.
2. El mensaje de conocimiento (palabra de ciencia)
Definición: la habilidad de saber la verdad por la impresión del Espíritu Santo; por revelación divina, conociendo ciertos hechos en cuanto a una persona o situación.
Ejemplos: José (Génesis 41:25-32); Eliseo (2 Reyes.6:8-12); Jesús (Juan 14:17-18; Mateo 21:2-3).
La palabra de ciencia también es un don de entendimiento, pero es más probable que una palabra de ciencia sea compartida con la otra persona involucrada de manera directa. Muchas veces contendrá elementos que descubrirán la verdad para los dos y capacitará áreas mucho más profundas para que sean tocadas, que las que estaban previamente accesibles al Espíritu Santo.
Los dones de sabiduría y ciencia muchas veces operan juntos, porque se necesita el primero para saber manejar y aplicar el segundo.

3. Fe
Definición: la habilidad de confiar en Dios más allá de lo probable y levantar la visión de otros; una capacitación divina de confiar y estar seguro de que Dios va a demostrar Su poder en una situación determinada.
Ejemplos: Josué (Josué 10:12-14); Elías (1 Reyes 18:17-40); Jesús (Marcos 4:37-40; Juan 11:41-44).
La fe es el don que trae certeza y confianza en una situación ministerial. A través del don de fe ganamos la certeza de lo que Dios se propone hacer, y nos es dado el poder de creer con expectación-de que esto sucederá.
4. Dones de sanidad
Definición: la habilidad de administrar la vida de Cristo en sanidad a una persona espiritual, emocional o físicamente; una capacitación divina de impartir el poder de Dios para sanar.
Ejemplos: Jesús (Marcos 1:29-31; Marcos 3:1-5; Felipe (Hechos 8:6-7); Pablo (Hechos 14:9-10).
La palabra “dones” está en plural, porque existen muchos diferentes dones de sanidad que nos son dados según las muchas diferentes enfermedades y traumas que sufre la gente. No es extraño que una persona tenga la ,r capacidad de sanar una cierta gama de enfermedades, o en relación con particulares necesidades emocionales.

5. Poderes milagrosos (el hacer milagros)
Definición: la habilidad de ejercer hechos contrarios a las leyes naturales con un poder más allá de la capacidad inhumana; una capacitación divina de ejercer hechos sobrenaturales.
Ejemplos: Eliseo (2 Reyes 4:1-7); Jesús (Juan 2:1-11; Lucas 9:16-17); Esteban (Hechos 6:8).
Un milagro es algo más allá del proceso de la sanidad espiritual o las leyes naturales. Es un suceso que cuenta totalmente con la intervención directa de Dios y que produce resultados que manifiestan el poder extraordi­nario de Dios. Por ejemplo, resucitar a los muertos, transformar agua en vino, colocar nuevamente o hacer crecer extremidades que faltan, etcétera.

6. Profecía. (1 Corintios 14:1-6, 22-23,39-40)
Definición: la habilidad de comunicar o transmitir un mensaje especial de Dios que está en el idioma de ambos, orador y oyente; comunicando un mensaje revelado del corazón de Dios en una situación determinada (a veces relacionado con sucesos futuros).
Ejemplo: Isaías (Mateo 13:14); Jesús (Mateo 24:3-42; Juan 21:18); Agabo (Hechos 11:27-28).
La profecía es para la edificación de la iglesia. La declaración profética es muy directa y contiene en ella la necesidad de una respuesta. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.
(1 Corintios 14:3)
7. La habilidad de distinguir entre espíritus (discernimiento de espíritus)
Definición: la habilidad de distinguir entre la verdad y el error y entre lo bueno y lo malo; por revelación divina, tener discernimiento de qué clase de espíritu está presente en una persona o situación determinada.
Ejemplos: Juan el Bautista (Mateo 12:34); Jesús (Lucas 13:11-16; Juan 8:44), Pablo (Hechos 13:6-12).
Este es el don de discernimiento. Se nos ha dicho que probemos los espíritus y veamos si son de Dios (1 Juan 4:1). Es por medio de este don de discernimiento espiritual que podemos saber mejor con qué clase de espíritu tratamos en cualquier situación dada.

8. Diferentes clases de lenguas (1 Corintios 14:1-28)
Definición: La habilidad de hablar en una lengua de hombre o de ángeles no aprendida previamente por el orador.
Ejemplos: los apóstoles (Hechos 2:4); los creyentes en la casa de Cornelio (Hechos 10:46); Pablo (Corintios 14:18).
El don de lenguas es muy importante en la situación ministerial.
Porque el que habla en lenguas, no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios … El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica. (1 Corintios 14:2-4)
El ejercicio personal del don de lenguas puede ser el medio por el cual estamos abiertos a los otros dones. Por ejemplo, al orar en lenguas en nuestro espíritu, llegamos a ser muy sensibles a la voluntad de Dios en la situación y a su guía de lo que es correcto hacer en ministerio.

9. Interpretación de lenguas (1 Corintios 14:13, 26-28)
Definición: la habilidad de interpretar el significado de una lengua, aunque el intérprete no ha aprendido el idioma; poder entender el significado de lenguas desconocidas en un idioma entendible.
Este don suele ser más apropiado en un ambiente corporal donde el Espíritu responde por la interpretación al ejercicio del don de lenguas. Lo que viene es el equivalente dinámico de lo dicho en lenguas. No es una traducción, en realidad, se podría calificar más bien como una respuesta. El mensaje en lenguas es usado por el Espíritu para atraer atención al hecho de que Dios quiere hablar, e intensifica la expectación. El intérprete da la Palabra de Dios para que todos puedan entender, juzgar y actuar en lo dicho. El don de interpretación de lenguas se puede usar también normalmente, en un ambiente corporal, para interpretar la ofrenda personal en lenguas de un individuo al Señor.
Recuerda que todo don del Espíritu necesita muchas veces la operación de alguno de los otros dones para que sea eficaz, por ejemplo, puede que los dones de sanidad necesiten los dones de fe y discernimiento para operar eficazmente; o el don de fe puede necesitar los dones de sabiduría y discernimiento para operar eficazmente. Los dones son interdependientes, y el Espíritu Santo nos capacitará en el ministerio, en cualquiera de los dones que sean necesarios para alcanzar lo que Dios quiere que hagamos en la situación dada.

h) Otros dones de gracia para el cuerpo
Existen otros dones de gracia para el cuerpo de Cristo. Estos son dones que son dados a la gente para servir al Señor en maneras particulares. Los cinco llamamientos ministeriales mencionados en Efesios 4:11, que son para el cuerpo de Cristo en general, están incluidos en esta lista. (Estos serán tratados en otra sección de este manual). Otros dones de gracia para la gente son más para el cuerpo local de Cristo (es decir la iglesia) y son mencionados en Romanos 12:4-8.
1. Profecía
Definición: La habilidad de traer profecía al cuerpo de Cristo en una base regular. La magnitud y frecuencia de la profecía traída dependerá del nivel de fe de la persona.

2. Servicio (o ministerio)
Definición: la habilidad de dar ayuda o auxilio en cualquier manera que traiga fuerza y ánimo a otros.
Ejemplos: Jesús (Juan 13:1-16); María (Juan 12:1-11).

3. Enseñanzas
Definición: la habilidad de analizar e interpretar la verdad de Dios y comunicarla clara y sistemáticamente.
Ejemplos: Apolos (Hechos 18:24-28); Jesús (Mateo 5:1-11).
4. Animación (exhortación)
Definición: la habilidad de motivar a la gente a la acción, normalmente usando la autoridad de la Palabra de Dios.
Ejemplo: Pablo (Hechos 20:1-2).
5. Contribución a las necesidades de otros
Definición: La habilidad de hacer y distribuir dinero para promover la causa de Dios. Esto se debería hacer generosamente.
Ejemplos: la iglesia de Macedonia (2 Corintios 8:1-5); Bernabé (Hechos 4:36-37).
6. Liderato (o administración o presidencia)
Definición: la habilidad de llevar a otros a manejar los asuntos de la iglesia. Esto se debería hacer con diligencia.
Ejemplos: ancianos (1 Timoteo 5:17); diáconos (1 Timoteo 3:8-13).
7. Demostrar misericordia
Definición: la habilidad de arrimar el hombro y consolar a aquellos que la mayoría suele ignorar o para los que no suele tener tiempo. Esto se debería hacer con alegría.
Ejemplos: Jesús (Mateo 8:1-4; Juan 8:4-11)
i) Preguntas y puntos de reflexión

1. ¿A quiénes son dados los dones de Espíritu y cuál es su propósito?
2. ¿Quién decide cuáles serán los dones del Espíritu en cada hombre? (1 Corintios 12:11).
3. Los dones de Dios y su llamamiento son irrevocables (Romanos 11:29). ¿Qué diferencia te hace esto como discípulo de Jesús? ¿Te da confianza?
4. ¿Te ha usado el Señor en alguno de los dones del Espíritu?
5. ¿Quieres los dones del Espíritu para tu propio bien o para el bien del cuerpo de Cristo, es decir por razones egoístas o para fructificación para Dios? (1 Corintios 14:12).
6 Los dones del Espíritu sólo operan en las personas que han sido bautizadas o llenas con el Espíritu. Si el Señor no te ha usado nunca en los dones del Espíritu, entonces pídele que te llene por primera vez o de nuevo con su Espíritu. Luego pide a Dios que te dé una situación donde se necesiten los dones y disponte a ser usado por el Señor.
7. ¿Conoces tu papel en el cuerpo local de Cristo? Si no es así, ora que Dios te lo revele.
j) Resumen y aplicación
1. Los dones de Dios y su llamamiento vienen a nosotros por su gracia.
2. Los dones espirituales no nos son dados para nuestro propio beneficio, sino para capacitarnos para servir y extender el cuerpo de Cristo.
3. Los dones del Espíritu Santo nos capacitan para servir a Dios más allá de nuestra capacidad humana, porque alcanzamos a otros en el poder de Dios.
4. Los dones del Espíritu Santo podrían ser descritos como los dones del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
5. Los dones de gracia también incluyen los llamamientos ministeriales de Efesios 4:11 y los dones para la gente para capacitarles a trabajar para el Señor en el cuerpo local de Cristo como dice Romanos 12:6-8.

Lección 87. Entender la fructificación: (Tercera parte) Llamamiento y metas

a) Escrituras clave
Efesios 4:1-16
2 Pedro 1:10-11
Efesios 5:15-16
Filipenses 3:12-16
Jeremías 1:4-10
b) Introducción
Es importante recordar que un llamamiento de Dios es una obra de gracia soberana. Dios no siempre llama al más apto, ni siquiera al más humanamente dotado. Existe un misterio acerca del llamamiento de Dios que sólo se puede contestar en el corazón de Dios.
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo…. Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. (Efesios 4:7,11)
Estos cargos son los cinco llamamientos ministeriales en el cuerpo de Cristo. Cristo Jesús asigna a los hombres estos llamamientos al ministerio. Nadie puede inventar un llamamiento de Dios. Un llamamiento para ministrar es como una semilla: tiene la forma, esencia y color del ministerio dentro de ella. Cuando somos llamados por Dios a un ministerio, El pone en nosotros todo lo que necesitamos para operar fructíferamente y con éxito dentro del mismo. Nuestra responsabilidad es sólo la de nutrir aquel llamamiento y dejar que crezca al ritmo de Dios, sencillamente siendo obedientes a El, en todo lo que nos pida que hagamos.
Existe una importante distinción entre tener un don del Espíritu Santo (1 Corintios 12:7-11), llamado un don corporal, y tener un llamamiento al ministerio (Efesios 4:7-13). Los dones corporales son dones dados a nosotros por el Espíritu Santo para alcanzar algo para Dios en el momento en que son dados. El don viene a nosotros para hacer la obra de Dios, y luego se va. Nos da la autoridad en una base temporal. Los llamamientos al ministerio, sin embargo, van más allá de esto. Las personas que tienen uno de los cinco llamamientos al ministerio llevan la autoridad de ese llamamiento dentro de sí mismas todo el tiempo. Pueden o no estar operando en los dones corporales necesarios para capacitar su llamamiento al ministerio cuando los necesiten. Todo el mundo en el cuerpo de Cristo (es decir, la iglesia -1 Corintios 12:27) tendrá disponibles para sí todos los dones corporales del Espíritu Santo. Estos operarán a través de los miembros de la iglesia, a medida que sean necesitados y como el Espíritu Santo determine. Sin embargo, no todos en el cuerpo de Cristo serán llamados a un ministerio. Necesitamos estar claros acerca de esta distinción para que no luchemos por algo a lo cual Dios no nos ha llamado nunca a ser. Si confundimos el haber recibido un don corporal con el llamamiento al ministerio, nos causaremos a nosotros mismos y a otros, un gran dolor y desilusión.
c) Cuatro factores principales que determinan un llamamiento al ministerio
1. Un sentido claro del llamamiento de Dios
No podemos operar dentro del poder y libertad que es debido en el ministerio de hoy, a menos que tengamos un claro llamamiento de Dios a la obra. Muchos cristianos confunden un llamamiento con su propio deseo o anhelo de servir al Señor. Lo que Dios quiere es un cuerpo completamente equipado y muy eficaz a través del cual poder expresar su poder y amor. Para ser tales personas necesitamos vivir en la realidad-de Dios. Debemos seguir con lo que Dios nos ha llamado a hacer, y no intentar inventar algo más que quizás parezca más atractivo. Incluso, cuando somos llamados por Dios para hacer algo, debemos seguir siendo fáciles de enseñar y estando abiertos al poder de Dios para ser fructíferos dentro de ese llamamiento. No importa quién sea llamado por Dios, y de dónde provenga, si vive dentro de su llamamiento como Dios lo desea, puede alcanzar grandes cosas y tener capacidades notables.
2. Un corazón para la obra
Esto no significa que disfrutaremos de cada experiencia que tengamos en nuestro ministerio por Dios. Muchas veces la carga de la obra pesará tanto en nosotros, que parecerá como si nos quebrase. A veces experimenta­remos la frustración cuando nos damos cuenta de todo lo que hay por hacer, y de lo poco que podemos dar para cubrir la demanda. No obstante, para el hombre a quien Dios llame, estas cosas actúan como un estímulo a su espíritu y lo llevan a una mayor dedicación a la tarea. Afortunadamente, también es verdad que probablemente disfrutaremos de servir a Dios en este llamamiento, pero un corazón para la obra va mucho más allá que el disfrute; si no fuese así, nos daríamos por vencidos cuando el camino se hiciera duro. Un profundo sentido de satisfacción espiritual viene cuando sabemos que estamos donde Dios quiere que estemos. Esto lleva a una medida de eficacia y fructificación mucho mayor, y provoca una libertad en nosotros que nos da la fuerza para emprender mucho más trabajo para Dios de lo que jamás habíamos emprendido antes.
3. Ejercitar el don
El ministerio de un hombre crea un lugar para ejercerse. Dios no llama ni asigna a la inercia. Existe una dinámica incorporada en el llamamiento de Dios a través de la cual encontrará expresión en términos prácticos. El llamamiento de Dios opera cierta clase de ambición espiritual en el corazón; no una ambición carnal ni de autointerés, sino un deseo que viene de Dios de seguir hacia adelante en la obra y de encontrar los medios y salidas para que lo que está dentro de nosotros sea llevado a cabo en la práctica. Este impulso espiritual (¡no esfuerzo!) es íntegro a un verdadero llamamiento de Dios y es lo que lleva a una persona adelante para dar los pasos que son necesarios para el cumplimiento de la obra. Cuando somos llamados por Dios existe un reconocimiento interior de que hemos sido creados por El para una tarea o propósito específico. Entonces podemos buscar los recursos dentro de nosotros para completar la tarea que Dios nos está llamando a hacer.

4. Fructificación
El fruto es la verdadera señal del ministerio. La gracia de Dios siempre es eficaz y produce fruto en nosotros y en la vida de aquellos a quienes ministramos. La eficacia es el verdadero testimonio del hecho de que somos llamados y nos ha sido dado un don por Dios. La diferencia entre el don espiritual y el talento natural, en cuanto a la obra de Dios, no existe. Si hemos nacido con dones naturales, entonces, para que sean útiles en el servicio del Reino, necesitan venir por el mismo camino que hemos venido nosotros, a saber, por el camino de la cruz. Todo lo que somos y todo lo que tenemos es rendido al Señor Jesucristo. Dios nos creó y, por supuesto, quiere usar los dones con los que hemos nacido, pero para que esto suceda, necesitan ser consagrados a El y todo vestigio del orgullo y logro humanos quitados de ellos. Dios sólo puede usar lo que ha sido hecho santo.
d) Preguntas vitales
Estas determinarán hasta qué punto vamos a ser eficaces dentro del llamamiento de Dios para nuestra vida.

1. ¿Tienes un sentido claro de lo que es un llamamiento de Dios?
Necesitamos establecer este sentido de llamamiento como prioridad en la actualidad. Algunas preguntas que nos ayudarán a contestar esta pregunta principal son:
– ¿A qué crees que Dios te llamaba, en tu conversión?
– ¿Acerca de qué tienes un sentido de emoción y urgencia en la obra de Dios?
– ¿Qué arde en tus huesos? Jeremías 20:9.
– ¿Ha habido algunas señales verdaderas en tu vida para apoyar el llamamiento que crees tener?
– ¿Tienes una palabra del Señor?
– ¿Ha reconocido otra gente este llamamiento?
– ¿Otros proporcionan las condiciones para que tú desarrolles tu vocación?
– ¿Quién apoyaría tus reclamaciones a tu llamamiento?
– ¿Ha sido fructífero tu llamamiento en la vida de otros?
– ¿Hay una esfera donde tú puedes desarrollar tu llamamiento?
– ¿Sería verdad de que adónde fueses o fueres llevado, este llamamiento todavía estaría vigente?
– ¿Ha sido ratificado y aclarado tu llamamiento?

2. ¿Has permitido el llamamiento de Dios en tu vida?
Las selecciones y compromisos que hacemos en la vida tienen muchísimo que decir acerca de hasta qué punto el llamamiento de Dios será eficaz en nosotros. Muchos individuos dañan o inhiben el llamamiento que Dios les ha dado demostrando falta de interés, cuidado, o sabiduría en las decisiones que han tomado en áreas vitales de su vida. Las elecciones que hacemos en áreas muy fundamentales de nuestra vida, tales como nuestro uso del tiempo, la pareja que escogemos para casarnos, lo que hacemos con las oportunidades que se nos han presentado, etcétera; todas tienen mucho que ver en si nos aproximaremos o no a cumplir el deseo de Dios para nuestra vida.
Algunas preguntas adicionales que hacer incluyen:
– ¿Tienes alguna idea de cómo tu llamamiento llegará a ser una realidad?
– ¿Qué planes tienes para hacerlo realidad?
– ¿Estás contando con otra persona para hacerlo realidad?
– ¿Estás dispuesto a llevar el costo de hacerlo realidad?
3. ¿Qué capacidad tienes para llevar a cabo lo que consideras es el llamamiento de Dios?
Siempre nos sentimos inadecuados para el trabajo, pero la verdad es que cuando somos llamados por Dios, existe ese sentido profundo en nosotros de que podemos cubrir las exigencias del trabajo en Cristo Jesús. Puede significar entrenamiento o disciplina, pero en la base de todo necesita haber el sentido de que tenemos el potencial en nosotros en Cristo para hacer el trabajo.
c) Establecer metas para mi vida
No vamos a llevar a cabo lo que Dios quiere que alcancemos, a menos que desarrollemos alguna idea clara de adónde vamos y cómo llegar hasta allí. En vez de disminuir la necesidad de guía del Espíritu Santo, esto incrementa tal necesidad. Dios espera que cooperemos con El en la planificación y realización de nuestra vida. Dios nos ha creado con facultades naturales y espirituales para capacitarnos para discernir a este nivel. No somos llamados a ser personas espirituales sin rumbo; somos llamados a ser personas espirituales que logran sus metas. Cuatro áreas que necesitamos considerar son:

1. Objetivos
Necesitamos acostumbrarnos a preguntar cuáles son los objetivos y propósitos de los sucesos principales de nuestra vida. A lo que estamos aspirando y lo que estamos intentando lograr para Dios. (Efesios 5:15-16).

2. Oportunidades
Cualquier llamamiento verdadero de Dios llevará consigo sus propias oportunidades. El hombre que tiene un don encuentra lugar donde usarlo. Necesitamos preguntarnos si estamos esperando sentados, esperando a que otra gente o circunstancias hagan algo para nosotros, cuando deberíamos estar haciendo algo por nosotros mismos. Por supuesto, si la oportunidad no se presenta, esto puede significar que debemos analizar con cuidado nuestra presuposición, no sea que estemos dejándonos influenciar por el criterio de otra persona, y que para nosotros se trate de algo irreal. Las metas deberían surgir del llamamiento. En términos espirituales las metas necesitan estar de acuerdo con las capacidades que Dios ha puesto en nuestras vidas para ser usadas en el llamamiento. Los cristianos inexpertos se equivocan al hacer del llamamiento su propia meta. Al ponerse metas, sólo están expresando sus propios deseos. Estas metas no suelen ser llevadasa cabo, porque no están arraigadas en la realidad. El llamamiento del cual estamos hablando aquí, no es necesariamente el llamamiento al ministerio, sino que es aquello que Dios pone en tu corazón para que lo hagas por El.
3. Recursos
Dios nunca llama sin equipar. Aunque sea en términos personales, espirituales o materiales, la promesa es que lo que El pretende en nuestra vida lo hará. Desafortunadamente, en este punto la fe muchas veces es sustituida por la irrealidad o la presunción. No podemos permitirnos el lujo de ser nada más que realistas. No debemos ser místicos y espiritualizarnos en demasía.
4. Estrategia
Esto es, sencillamente, el hilo que vincula nuestro llamamiento con su cumplimiento, o nuestras metas a su realización. Trae todos los recursos asequibles en juego y los dirige hacia el cumplimiento de los objetivos a mano.
Las metas espirituales no siempre son cosas que no se pueden cambiar o modificar. Necesitamos la voluntad y propósito de Dios para que nuestra vida sea refinada y aclarada. Las metas espirituales son patrones de medida y crecimiento que nos capacitarán para ver adónde vamos y dónde hemos estado. Son como la cinta métrica del alma que demuestra nuestro crecimiento o falta de él.
f) Actividad contra fructificación
Mucha gente confunde las dos cosas, pero en términos reales podemos estar ocupados sin lograr “nada”, La ocupación es una diversión peligrosa porque satisface el alma. No es productiva al espíritu, sino que nos engatuza en un sentido de falso logro. La actividad, frecuentemente, ciega a la realidad y guarda a la gente de ver la verdad acerca de su vida y trabajo. La gente puede sumergirse en un montón de actividades a fin de escapar de los asuntos esenciales. El llamamiento del Espíritu Santo para hoy, es para que examinemos nuestro uso de los preciosos recursos de Dios como el tiempo, el dinero, la energía, y el don de asegurarnos de que, hasta donde podemos, estamos siendo honestos en las metas que ponemos para facilitar que la fructificación sea el resultado en nuestra obra para Dios.
g) ¿Cómo establezco metas para mi propia vida?
Las metas espirituales normalmente pueden ser definidas como metas (de vida) de corto, medio y largo plazo. Las últimas son las que deciden el tono de vida y su dirección durante un período de tiempo mayor, quizás durante el resto de tu vida. Las otras son sirvientes de las últimas en que proveen escalones para llegar a su cumplimiento. Necesitamos estar ejercitando continuamente la discreción acerca de qué meta está siendo conseguida o servida, y de lo flexible que puede o necesita ser. Las metas espirituales proveen coherencia para nuestras vidas.
1. Las metas deben ser consecuentes con el llamamiento de Dios en nuestra vida
Somos desviados fácilmente de la tarea principal que Dios quiere que asumamos. Tantas demandas hacen llamado en nuestra vida que nos desvían del llamamiento principal de Dios. Necesitamos preguntarnos: ¿Cómo voy a llevar a cabo lo que Dios quiere? Luego necesitamos reconocer que si queremos lograr algo valioso Dios, debemos estar preparados a llevar el costo del cumplimiento (por ejemplo, hacer una lista de nuestras metas). Necesitamos aclarar nuestros propósitos y dar los pasos apropiados hacia su cumplimiento. De o forma, el resultado es la confusión o incapacidad espiritual que lleva a la insatisfacción.
2. Necesitamos reconocer la interacción de diferentes metas
Una meta lograda en un área de nuestra vida nos vigorizará y, por tanto, nos capacitará para lograr otras, quizás en áreas más importantes. Las metas también tienden a trasladar, por lo que podemos ver, estos éxitos extendiéndose en varias áreas. Necesitamos establecer metas para lo que sabemos ahora. Estas metas debe tener en cuenta lo que ya sabemos claramente que es la voluntad de Dios y los pasos necesarios para real’ Esto incluye el establecer metas para capacitarnos para buscar a Dios y esperar su palabra. No deberíamos establecer metas para lo que no sabemos.
h) Redimir el tiempo
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino corno sabios, aprovechando bien el tiempo (haciendo el mejor uso del tiempo). (Efesios 5:15,16)
El tiempo es un precioso don que es dado en una base irrepetible. Deberíamos abordar cada día con un sentido de temor reverente y con propósito. Aquí hay un tramo de camino que nunca podremos volver a pasar. Necesitamos llegar a ser mejores administradores del don de nuestra vida.

1. Dilación
Este es el ladrón del tiempo. Muchos de los artículos que llegan a ser una pesadilla en nuestra vida son aquellas cosas que se dejan para otro día. Mucha gente opera bastante bien en las áreas que le gustan, pero un verdadero secreto de la fructificación es aprender a ser eficaces en las áreas que no nos gustan. Existe una urgencia con Dios. El obra en lo divino hoy (2 Corintios 6:2). Esto no significa que debamos correr delante de Dios, sino que es una cuestión de facilitar o ayudar el progreso de la Palabra de Dios cuando es dada, en vez de aplazarla indefinidamente, en la esperanza de que suceda cuando tengamos más deseos.
2. Obstáculos y objetivos
Existen dos maneras principales de mirar las demandas de nuestra vida: como problemas o como desafíos. Parte del crecimiento hacia la madurez, es reconocer que los desafíos contendrán problemas. El hombre o mujer de Dios que llega a ser verdaderamente fructífero, aprende con la ayuda de Dios qué hacer acerca de los problemas. Los problemas son vallas a ser vencidas una por una, y no a ser miradas y aplastados por ellas.
3. Pedir la ayuda de Dios
No estamos solos. Poner las metas para acción de fe no es presumir en el poder de la carne. El hombre o mujer de fe meramente está trayendo orden para capacitar su acción, visión y oración, pero su dependencia está en Dios. El Señor ha prometido que no negará nada bueno a aquellos cuyo caminar es intachable. (Salmo 84:11) Dios nos quiere añadir aquellos dones y atributos que no tenemos por naturaleza, pero que son necesarios para cumplir su voluntad. Existe un gran depósito de ayuda divina disponible a las personas que abran su corazón y que vengan humildemente al Padre para buscar su ayuda. La alternativa es que rehusemos reconocer nuestra necesidad e intentemos caminar en nuestra propia fuerza, y llevemos a cabo la voluntad de Dios en el limitado poder de la carne. Este es el camino estéril del desastre.
4. Habilidad de no abandonar
Es aquí que necesitamos emular o copiar la actitud de Jesús referente a la obra de Dios. El dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Mucha gente es agobiada por las cosas que han dejado a la mitad, o que han aplazado indefinidamente. Llegan a estar sobrecargadas por estas cosas que se rinden y acaban por no hacer nada. Dios quiera que sigamos y que completemos lo que nos ha sido dado hacer.
5. Dirección divina
Mientras esperamos ante Dios, El nos dirigirá por su Espíritu Santo para que al girar a la izquierda o a la derecha, oigamos una voz detrás de nosotros diciendo: “Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21).
i) Preguntas y puntos de meditación
1. Mira la sección de “preguntas vitales” y contéstalas honestamente. Los puntos a considerar mientras haces esto son: primero, que muchas veces una mujer casada tiene un llamamiento en su vida que está vinculado al llamamiento de su marido y, por tanto, puede ser más difícil definir; segundo, todos los discípulos de Jesús son llamado por Dios a hacer algo, pero no todos son llamados a los cinco ministerios mencionados en Efesios 4:11.
2. ¿Qué metas espirituales has establecido para tu vida? Si no has puesto ninguna, ¿deberías hacerlo entonces? Si has establecido metas, ¿qué estrategia has planeado para alcanzarlas?
3. ¿Qué metas has alcanzado hasta ahora en tu vida para Dios?
4. ¿A qué estás aspirando a corto, medio y largo plazo?
5. ¿Cuál debería ser la meta de tu vida en términos generales según 2 Corintios 5:9? 6. ¿Estás ocupado, eres fructífero, o ambas cosas, en tu obra para Dios?
7. ¿Ha sido robado tu tiempo por dilación (es decir, diferir acción o aplazar acción) o usas tu tiempo fructífera­mente?
j) Resumen y aplicación
1. Un llamamiento es formativo para todo el resto de tu vida (es algo de lo que tu vida parece depender).
2. Un llamamiento al ministerio debería generar actividad ministerial de la clase a que somos llamados y también producir fructificación.
3. Necesitamos llegar a estar conscientes de nuestra capacidad, incluso aunque no sea desarrollada totalmente, ni siquiera en parte. Debemos saber que tenemos la capacidad de crecer en nuestro llamamiento y deberíamos pedir a Dios que unja nuestro llamamiento con la estrategia para alcanzarlo.
4. Un llamamiento suele tener escrito en sí, un reconocimiento interior de que seremos equipados para este llamamiento.
5. Un llamamiento de Dios siempre debería venir antes de emprender nuestro ministerio. Entonces sabremos que Dios está con nosotros, sea lo que sea a lo que nos enfrentemos.
6. Si no aspiras a nada, ¡lo lograrás!
7. Dios nos ha dado tiempo en una base irrepetible, por lo que necesitamos ser buenos administradores de nuestro tiempo para Dios. Siempre tendremos suficiente tiempo para hacer aquello que sea la voluntad de Dios para nosotros.
8. “Si Dios te da una visión de lo que quiere llevar a cabo llevar a cabo, Pídele estrategias para lograrlo y que te muestre SU voluntad y SUS caminos. Estate preparado para batallar por él, Ora con la mayor seriedad para que Dios te dé la victoria”.
Lord Fisher.

Lección 86. Entender la fructificación: (Segunda parte) Llamados a ser fructíferos

a) Escrituras clave

Juan 15:1-17
Juan 12:24
Mateo 3:10
Jeremías 17:7-8
Mateo 25:14-30
Colosenses 1:10
Mateo 7:16-20
Romanos 7:4
b) Introducción

La fructificación, en realidad, es la meta del discipulado. El resultado del crecimiento en santidad y don personal debe ser la eficacia por amor al Reino de Dios en nuestra vida. La fructificación es productiva para nuestro propio desarrollo. Alguien que esté continuamente siendo productivo será sano y motivado en su caminar externo con Dios. El estancamiento trae frustración que lleva de nuevo a una falta de fructificación.
El Espíritu Santo nos es dado para que llevemos fruto para Dios en nuestra vida. Por nuestra buena voluntad y entrega podemos capacitarle, o por nuestra desobediencia y testarudez podemos impedirle (Lucas 12:21). El propósito de Dios para nosotros es que nuestra vida entera, es decir, cada parte de nuestra vida, sea rica hacia El, llevando fruto para nuestro beneficio y para Su gloria. Jesús dijo que era por su fruto que les conoceríamos (Mateo 7:16-20). Muchas de las razones más comunes de falta de fructificación están en áreas relacionadas con nuestra vida y emociones personales. A menos que pongamos nuestra casa en orden en estas áreas de nuestra vida, las batallas y temores interiores siempre nos dominarán y arrollarán, sea cual sea el potencial que haya para Dios.
c) Cuatro áreas mayores que necesitamos estudiar seriamente para ser fructíferos y alcanzarlas para Dios

1. Tener un entendimiento claro de fe
Un discípulo es una persona que se somete a vivir continuamente en la palabra de Jesús. Pero para que esto sea real, tiene que haber una abertura y un entendimiento de la verdad espiritual. Esto puede ser alcanzado en realidad sólo por ir conociendo la Escritura, no sólo en nuestro intelecto, sino en nuestro corazón. Hacer esto nos ayudará a discernir la verdad del error. Si hemos de ser eficaces en nuestro evangelismo entonces necesitamos desarrollar un entendimiento claro de lo que creemos y por qué lo creemos. No necesitas tomar un curso de teología para hacer esto. El Espíritu Santo ha prometido ser el maestro y guía para todos aquellos que buscan conocer más de las cosas profundas de Dios (1 Corintios 2:9-16). Lo mismo es verdad para nuestro vivir cotidiano. Un entendimiento de la fe a la que hemos sido llamados, nos libera del dominio mezquino de nuestros propios sentimientos y emociones. Existe una gran fuerza espiritual para ser ganada al mantenerse firmes en la fe. Esto significa que hemos comprendido las tremendas verdades de la Escritura y que las hemos hechos nuestras, así que ahora tenemos un fundamento para nuestra vida que es más seguro y estable que nuestros sentimientos o circunstancias.

2. Integridad en la totalidad de la vida
Nuestra vida es como la batería de un coche. Está compuesta de más de una célula. Para que esta batería funcione eficazmente cada célula necesita estar en buenas condiciones. Si una o dos células son dañadas, la eficacia de toda la batería se ve afectada. Es justo lo mismo con nuestra vida. La madurez tiene que ver con la totalidad de la vida. No vale dar mucho énfasis a las áreas espirituales sin darse cuenta de que Jesús tiene que ser Señor sobre la totalidad de la vida. El poder espiritual tiene que ver con la confianza. No podemos estar confiados ante Dios si sabemos que cierta parte de nuestra vida está en contradicción con todo el resto de ella (1 Juan 3:21-22).

3. Disciplina de tiempo y vida
La mayoría de la gente pierde una tremenda cantidad de tiempo y energía, sencillamente, porque no ejercitan la administración real en el área de su tiempo y su modo de emplearlo. No necesitamos llegar a ser esclavos de ninguna mentalidad de tiempo y método, sino que necesitamos hacemos preguntas acerca del propósito de nuestra vida y el uso de nuestro tiempo. Necesitamos vivir en la disciplina espiritual dada por Dios (2 Timoteo 1:7). Una falta de disciplina espiritual significa que nos encontramos viviendo bajo una clase de presión equivocada, sin prioridades claramente establecidas en nuestra vida. Tal falta de propósito pronto cría la insatisfacción espiritual y la pérdida de vitalidad espiritual.
4. Metas espirituales y su cumplimiento
Necesitamos poner metas para nuestra vida y saber a lo que aspiramos en nuestro servicio para Cristo (Filipenses 3:12).
d) Venciéndome a mí mismo
Para ser eficaces para Dios necesitamos saber dónde nos encontramos nosotros mismos. Necesitamos reconocer lo que nos afecta; en qué áreas necesitamos conocer el poder vencedor de Cristo y, sobre todo, dónde necesitamos alterar nuestras reacciones y respuestas desde lo negativo a lo positivo, para capacitamos a ser libres y operar sin temor o a favor en las zonas en que Dios nos ha llamado.
e) Tres enemigos de la libertad personal y la eficacia para Dios
1. Temor
Este es el peor enemigo, que se presenta en una multitud de disfraces.
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
(1 Juan 4:18)
En este versículo de la Escritura estamos tratando con el amor “ágape” desinteresado y sacrificado, el fue amor de Dios que nos libra de esta horrible garra de temor. El temor también es medio hermano de inseguridad. Uno de los factores más comunes que nos roba nuestra eficacia en el ministerio es nuestra odiosa comparación con otros, y la falta de paz y seguridad que sentimos acerca de nuestros propios ministerios (2 Corintios 10:12). Por otro lado, existe una clase de comparación que puede ser estimulante y lleva a u eficacia mayor. Esta es la clase de comparación que se basa en un entendimiento confiado de nuestra pro vida y ministerio en el Señor, y que ve a otros con abertura y gratitud y busca aprender lecciones y adoptar principios de su experiencia.

2. Orgullo
El quebrantamiento necesita ser el principio central de nuestra vida y ministerio, porque Satanás puede encontrar fácilmente en una vida y ministerio prósperos una oportunidad para halagar la carne. El orgullo oscurece la vista espiritual y endurece al corazón. Lleva a una pérdida de sensibilidad espiritual para que, sólo lleguemos a estar cerrados a Dios, sino también ciegos a las necesidades de otra gente. En efecto, el corazón de la humildad bíblica no es una actitud mezquina, sino abertura a Dios y a otros. Esto es el sello de calidad de verdadera humildad y mansedumbre y es lo opuesto de un espíritu orgulloso y altivo (Proverbios 6:16-1 Podemos ser tan talentosos espiritualmente como sea posible, pero todo lo bueno de ello y la potencia de la fructificación es destruido por tener un espíritu y actitud equivocado. Dios sólo se ocupa del orgullo en una manera: Se opone a él. Fue este pecado el que llevó a la caída de Satanás o Lucifer de la gloria, y por tanto, a todo pecado que ha afectado a la raza humana. El orgullo no es una cosa ligera en cuanto a Dios y se opone a él por todas partes (1 Pedro 5:5-6).

3. Inconstancia
Esto es una falta de seriedad. Cuando cambiamos de dirección con todo viento que sopla y seguimos cambiando nuestros principios y actitudes, otra gente no sabe dónde estamos nosotros. Esto crea una terrible inseguridad en otros y lleva a una ruptura de confianza en nuestras relaciones con ellos. Para ser eficaces con ellos y para otra gente, necesitan poder contar con- nosotros, incluso aunque no estén de acuerdo con nosotros. El propósito de Dios para la vida de todos es la integridad y madurez de corazón y vida. Las tres mayores necesidades del liderato eficaz y fructífero son la integridad, la humildad y la fe. Los líderes necesitan estar disponibles para la gente. Otra gente necesita poder leer sus vidas y percibir los motivos de su acción y comportamiento. Las personas que son realmente fructíferas en la vida de otros no son solamente aquellos que enseñan los principios, sino aquellos que los manifiestan. Para ser eficaces necesitamos conocer nuestro don y nuestro llamamiento, y no sentirnos llenos de disculpas acerca de ninguno. Un hombre humilde es un hombre que ha abierto su voluntad a la voluntad de Dios. Es una persona que se ve a la luz del llamamiento de Dios en su vida y de su verdadera posición en Cristo. Esto es el secreto de la verdadera humildad, porque entonces estamos verdaderamente abiertos a todo lo que Dios quiere hacer en nosotros y con nuestra vida (2 Crónicas 16:9).
Reproducimos lo que somos: este es el mayor principio de la fructificación. Si somos débiles en carácter produciremos personas moralmente débiles que no son más constantes que nosotros mismos. Si vivimos en temor de otros y con temores sin resolver, como el factor motivador en nuestra vida, entonces reproduciremos aquel temor en la vida de aquellos con quienes nos asociamos (determinará con quién nos asociamos). No podemos llevar a otros a la fe a menos que nosotros mismos seamos personas de fe. La raíz de la fructificación está en nosotros mismos. Este es el porqué necesitamos estar abiertos a Dios, el porqué necesitamos dejar al Espíritu Santo que nos escudriñe y nos limpie de todo motivo erróneo, de toda duda y temor personal, y de la inconstancia que tantas veces es el sello de nuestros esfuerzos humanos. Necesitamos que nuestra propia vida sea arreglada, para librarnos para las demandas de la vida y ministerio que Dios quiere hacer de nosotros.
Necesitamos tener la visión de Dios para nuestra vida. Algunas personas nunca reciben la visión de Dios para su vida, porque parece que nunca llegan a ese estado de su vida interior donde puedan oír o recibir la visión de Dios. Su continua falta de madurez espiritual parece incapacitarles para ser llevados a tener algún sentido de propósito para sus vidas. La visión puede determinar la preparación de la vida. Necesitamos dejar a Dios que se ocupe continuamente de nosotros para hacernos adecuados para recibir la visión que El quiere llevar a cabo con nosotros. Si podemos ver lo que Dios quiere hacer con nuestra vida, también muchas veces podemos ver lo que ha de cambiar en nosotros para que esto llegue a ser una realidad.
Si queremos ser fructíferos en lo que Dios nos ha llamado a ser, necesitamos una vida que iguale el desafío. Sin embargo, no necesitamos ser talentosos en toda manera antes de poder ser fructíferos. Alabado sea Dios, El puede suplir, y suplirá, las deficiencias de nuestra naturaleza, para que podamos perseguir Su voluntad más resueltamente (Santiago 1:5).
La fructificación es llegar a ser lo que tendríamos que ser en Cristo. Es estar totalmente abiertos al Espíritu Santo y permitirle que se ocupe de aquellas áreas negativas en el poder de la cruz. Es la entrega de nuestra voluntad y fragilidades humanas al Señor para que El pueda reformarnos en un vaso más perfecto, listo para el uso del Maestro (2 Timoteo 2:20-21). Necesitamos hacer sitio para la Palabra y propósito de Dios para nuestra vida.
f) Cambiar la polaridad
Una parte real del secreto de la fructificación está en el aprender a responder a las dificultades y desafíos que surgen en la vida (es decir, cómo manejar lo negativo y responder a lo positivo). Para ser fructíferos necesitamos aprender a manejar la vida y hacer que las cosas que nos suceden sean productivas para la gloria de Dios. Necesitamos aprender a manejar tanto el éxito como el fracaso para que Satanás no tenga oportunidad en nuestra vida por medio del orgullo. El orgullo convierte la fe en presunción; y el orgullo de la vida y del lugar se convierte en la motivación para nuestro trabajo y servicio. Incluso nuestros éxitos necesitan morir al pie de la cruz de Jesús para que en un sentido real sigamos como siendo “nadas” para el uso de Dios (Filipenses 4.11-13).
g) Siete áreas en las que necesitamos aprender a crecer
1. Desánimo
Esto nos afecta a todos en diferentes grados. Los mayores tiempos de desánimo muchas veces son aquellos que siguen inmediatamente después de algún momento de victoria o de éxito espiritual, porque todos nuestros recursos interiores están agotados y nosotros somos, por consiguiente, vulnerables.
El desánimo introduce un sentido de falsos valores, y por tanto, dejamos de ver las cosas como las ve Dios, o incluso de ser realistas en términos humanos.
El desánimo hace que huyamos de nuestras responsabilidades reales y puede llevarnos a la autocompasión. La lástima propia es una de las fuerzas más destructivas de la naturaleza humana. Se vuelve contra nosotros mismos y nos envuelve en una nube de oscuridad que nos impide ver la realidad. La autocompasión nos paraliza en cuanto a las responsabilidades que tenemos con otros y nos inmoviliza espiritual y, a veces físicamente.
El desánimo hace que lo ampliemos todo fuera de perspectiva. Cuando estamos desanimados necesitamos animarnos en el Señor. Necesitamos poner los ojos en Dios y empezar a ver las cosas como El las ve.

2. Comparaciones
No servimos al Señor en un vacío. Somos parte del cuerpo de Cristo en conjunto, y a veces existe un muy estrecho parentesco entre nosotros y otros que sirven al Señor con sus propios dones y en su propia manera. Esto debería ser causa de gran regocijo; que Dios, en su infinita sabiduría, haya escogido una gran variedad de personas y les haya capacitado en varios ministerios para servir al Reino. Sin embargo, muchas veces causa dolor por sentimientos de insuficiencia y deficiencia en nuestro propio corazón. En vez de sentirnos gozosos de su fructificación, nos sentimos amenazados. Por tanto, en vez de hablar positivamente acerca de otros, llegamos a ser críticos y negativos, siempre buscando un pretexto que nos permita derribar en vez de edificar.
Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo. (Proverbios 27:17)

Para que esto ocurra como es debido, necesitamos hacer tres cosas:
– Reconocer tan claramente como podamos, nuestro propio llamamiento ante el Señor y vivir en ello. Es una cosa muy peligrosa vivir en el llamamiento de otro hombre.
– Relajarnos en el poder de Dios y siempre intentar estar conscientes de que a menos que Dios lo haga en nosotros y a través de nosotros, nadie más lo hará.
– Regocijarnos en la fructificación de otros enfocando en lo que es positivo.

3. Decepción
Esto viene muchas veces de las aspiraciones y esperanzas fracasadas de nuestro propio corazón. Un sentido de fracaso puede resultar desastroso al ministerio eficaz. La decepción también puede venir de la vida de otros, cuando nuestras esperanzas para ellos no son cumplidas. Deberíamos dejar que las decepciones sean un “terreno de prueba” para la fe. Necesitamos apartarnos de la intensidad de la decepción en nuestro espíritu y dejar que el calor se vaya de ella, para que pueda llegar a ser un fuego refinador para nuestra fe. Es bueno para nuestra alma no siempre conseguir lo que queremos cuando lo queremos (2 Corintios 4:16-18).
4. Presión
Necesitamos hacer frente al hecho de que todo ministerio real va a llevar consigo una medida proporcional de responsabilidad. La responsabilidad lleva presión con ella. Si hacemos frente a la presión de la manera equivocada, nos aplastará. La presión de necesidad o de una iniciativa de fe particular puede resultar un tremendo estímulo a una carga pesada. La presión correcta nos mueve a la acción y puede ser muy productiva cuando la asumimos en el poder de Dios (Santiago 1:2).
Si hemos de ser fructíferos, particularmente de parte de otra gente, necesitaremos desarrollar el don de conocer la presión correcta y equivocada, y la habilidad de aceptar lo que es correcto y desechar lo que es equivocado. La presión desarrolla la perseverancia, que es una necesidad absoluta en los días en que vivimos, porque desarrolla en nosotros una mayor capacidad para la obra que Dios nos ha dado. La presión nos enseña nuestra capacidad y cuando es manejada adecuadamente, también la aumenta. La presión también demuestra áreas de debilidad en nuestra vida y personalidad, para que podamos llegar a estar conscientes de un problema antes que empiece, o dar los pasos espirituales necesarios para efectuar un cambio. El problema viene cuando llevamos la presión equivocada. Esto sucede cuando hemos aceptado una tarea o posición para la que no estamos ni llamados ni preparados. Satanás se ocupará de que nuestros ojos decidan, y en vez de estar en paz para aceptar y obrar dentro de la voluntad de Dios para nuestra vida, llegaremos a estar sujetos a las demandas y presiones que el Padre nunca propuso para nuestra vida.
Nuestros dones y capacidades son pulidos bajo presión. Conocemos lo perezosos que somos y el largo tiempo que tardaríamos en lograr algo para Dios, y por tanto El es quien mejor sabe ser un Consolador adecuado para nosotros, empujándonos hacia adelante a la acción en el poder de Dios.

5. Desacuerdo
Alguien dijo una vez: “la conformidad en el comportamiento en una organización es esencial, la conformidad en ideas en una organización es trágica”. ¿Cómo pueden dos andar juntos, a menos que estén de acuerdo? En un ministerio necesita haber un acuerdo básico de ideas y modos de enfoques espirituales. Sin embargo, la lealtad no necesariamente significa que estéis de acuerdo el uno con el otro sobre todo detalle insignificante. No es el liderato espiritual el que exige esta clase de conformidad, sino el dictado espiritual. Parte de cada uno de nosotros quiere que todos los demás estén de acuerdo con nosotros todo el tiempo, pero esto raramente es el caso. Como individuos no somos poseedores de toda la verdad y virtud. El conflicto creativo es un elemento muy productivo en el desarrollo de nuestro propio pensamiento y ministerio. Por la presión de los modos de enfoque e ideas de otra gente, muchas veces son confirmados o modificados los nuestros, y si son confirmados entonces están aun más claros y s fuertes por el desafío del conflicto aparente. De todas maneras, deberíamos ser más maduros en vez de ver esto como un conflicto. Por supuesto, existen límites más allá de los cuales las diferencias ya no son creativas, porque llevan a la guerra entre los grupos de personas en vez de una discusión útil.

6. Chisme, calumnia y malentendidos
Una lengua chismosa puede infligir heridas terribles en otra persona. Algunos que hablan rápido y ligeramente con su lengua, nunca se paran a considerar el daño que es causado, tristemente muchas veces más allá de la reparación (Proverbios 18:8; Proverbios 16:28; Santiago 3:6). Necesitamos aprender ciertas lecciones muy de prisa:

– No existe liga de autodefensa en el Reino de los cielos. No vale para nada el hacerse el gallito e intentar alguna clase de defensa equivocada. Si nuestra respuesta inmediata es dar golpes furiosos sin mirar a quién, estaremos en peligro de ser mordidos dos veces, porque aquí nos confrontamos con un mal que proviene desde el mismísimo pozo del infierno. La tragedia es, por supuesto, que es un mal que se ha extendido por todo el cuerpo de Cristo.
– Necesitamos saber cuándo dejarlo en paz o cuándo confrontarlo con la verdad. Existen momentos cuando cualquiera de las dos maneras de actuar puede ser correcta y necesitamos el don de discernimiento en el Espíritu Santo para conocer la diferencia. Existen momentos cuando el cotilleo está basado nada más que en desinformación, y sólo se necesita una pequeña dosis de la verdad para corregirlo.
– Necesitamos saber dejar que la palabra hiriente desafíe nuestra propia vida y acción. Muchas veces la crítica tiene un grano de verdad en ella de la cual podemos aprender algo.

El chisme raramente perturba y ciertamente no puede destruir un corazón y vida en paz con Dios. Si sabes tu posición y tienes aquella relación abierta con el Padre y te dice que todo está bien, entonces no tienes nada que temer.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
(Filipenses 4:7)
7) Heridas y problemas personales
Las heridas pueden llevar a un terrible aplastamiento del espíritu.
El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado? (Proverbios 18:14)
Es en momentos así que el Señor quiere que se lo traigamos todo a El. No existe ninguna otra respuesta a esta necesidad más profunda de nuestro espíritu. El Padre conoce nuestro espíritu porque El lo creó, Sabe manejarlo, sabe sanarlo, sabe cotejarlo para que regrese a la vida de nuevo. Sabe derramar se bálsamo en nuestro corazón sin permitirnos complacernos de la pena de nosotros mismos. Su mano es amorosa, pero fuerte.
Echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros.
(1 Pedro 5:7)
j) Preguntas y puntos de discusión
1. ¿Cuál es el resultado de una vida que no produzca fruto?
2. ¿Sabes lo que crees y por qué lo crees?
3. ¿Está en contradicción alguna parte de tu vida con otra parte?
4. ¿Qué ocupa la mayor parte de tu tiempo? ¿Eres buen administrador de tu tiempo?
5. ¿Está el temor robándote tu efectividad para Dios en algún área de tu vida?
6. ¿Puede la gente contar contigo, y conocer su posición ante ti?
7. Para verlo que está dentro de un tubo de pasta de dientes presionas sobre él apretando. ¿Qué encuentra la gen dentro de ti cuando te presionan?
8. Si reproducimos lo que somos ¿qué reproducirías?
9. “Cuando el caminar se hace duro, los duros empiezan a caminar” es un buen lema para un discípulo de Jesús, ¿Podrías decir que tú vives de acuerdo con este lema en este momento de tu propia vida?
10. ¿Cómo manejas el desánimo; las comparaciones; las decepciones; la presión; el desacuerdo; el cotillea, la calumnia y los malentendidos; y las heridas y problemas personales? Considera cada uno de estos separado.

k) Resumen y aplicación
1. Los discípulos de Jesús deberían ser fructíferos en su vida para Dios.
2. Necesitamos entender la fe claramente, tener la vida en armonía, ser disciplinados, y ponernos me espirituales para ser fructíferos en nuestra vida para Dios.
3. El temor, el orgullo y la inconstancia son tres áreas principales que necesitamos vencer para ser fructíferos para Dios.
4. Si queremos ser fructíferos en lo que Dios nos ha llamado como discípulos de Jesús, necesitamos vivir u vida que iguale el desafío del discipulado.
5. La fructificación viene cuando aprendemos a responder ala manera de Diosa las dificultades y desafíos de la vida.
6. No debemos dejar que Satanás consiga asidero en nuestra vida a través de las heridas, desánimos, decepciones, desacuerdos, cotilleos y comparaciones.
7. Como discípulos de Jesús, somos pámpanos en la vid – Jesucristo (Juan 15:1-17). El propósito del pámpano es el de llevar fruto. Un pámpano nunca se esfuerza para hacer esto, sino que sencillamente, permanece en la vid. La vid hace guíe la savia que da vida fluya por él y él da el fruto. Por permanecer en Cristo, mantenernos cerca de El y no correr lejos y hacer nuestra propia voluntad, El hace que la savia que da vida del Espíritu Santo fluya por nosotros para que podamos dar fruto. Este fruto primeramente es para nuestro Padre celestial que es el jardinero y no sólo consiste en almas salvadas, sanadas y liberadas, sino también consiste en el fruto del Espíritu Santo manifestado en nuestra vida (Gálatas 5:22-23). Esta clase de fruto visto por otros les llevará a Cristo. “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”. (Juan 15:8),

Lección 85. Entender la fructificación: (Primera parte) Libertad, Fruto, poder y sabiduría.

A. LIBERTAD
a) Escrituras clave
Juan 8:36
Gálatas 5:1
b) Cristo Jesús nos ha liberado
Antes de estar en Cristo estábamos en esclavitud de pecado, del yo y de Satanás. Debido a esta esclavitud no éramos libres para servir a Dios. ¡Pero ahora Cristo nos ha librado! Aparte de esta libertad que ha sido lograda para nosotros por medio de la cruz del Calvario, nunca podríamos seguir a Cristo ni llevar a cabo la voluntad del Padre. Esta libertad se obtiene por medio de una paradoja. Es porque nos vinculamos a Cristo, por fe, que somos librados de todas estas fuerzas negativas que nos impiden servir a Dios. Cuando hacemos la confesión: “Jesús es el Señor” (Romanos 10:9), nos vinculamos a Cristo. Lo que confesamos es a lo que estamos vinculados. Este es el porqué tanta gente no tiene libertad espiritual en absoluto, porque la confesión de su vida es algo o alguien distinto a Cristo. Esta confesión no es solamente cuestión de palabras, es cuestión de la voluntad, las actitudes y las acciones. Confesamos aquello que permitimos que tenga mayor influencia en nuestra vida. Incluso las actividades normales y decentes son equivocadas si nos separan de la libertad de Jesús. Si permitimos a cualquier cosa dominar nuestra mente y nuestro espíritu, entonces aquello llegará a ser la confesión de nuestra vida y nos robará de aquella libertad que el Padre ha ganado para nosotros en Cristo Jesús (Romanos 6:16-18). El secreto del discipulado es la obediencia. La obediencia espiritual no es intentar en nuestra propia fuerza hacer lo que Dios nos dice, sino es entregar nuestra vida en las manos de Dios y permitir a Jesús que sea nuestro Señor (Gálatas 5:1).

B) FRUCTIFICACION
a) Escrituras clave
Juan 15:16
Mateo 21:43
Romanos 7:4
b) Hemos sido escogidos para dar fruto
La libertad de influencias negativas nos hace libres para dar frutos (Romanos 7:4). El propósito de Dios al escogernos es para que nuestra vida sea productiva para El. Nos ha llevado a una relación con su Hijo para que manifestemos en nuestra vida las mismas características de fructificación que mostró Jesús en su vida. Es mientras reconocemos nuestra posición en Cristo Jesús, y apreciamos lo que significa esto para nosotros en nuestra vida cotidiana, que podemos traer a la luz los frutos de justicia, amor y poder (Juan 15:5-8).
Nuestra falta de fructificación es debida al hecho de que tendemos a vivir una vida seccionada. Tendemos a nombrar ciertas cosas como “espirituales” y las asociamos con el crecimiento y la madurez en términos cristianos. Pero a la vez, dejamos inmensas áreas de nuestra experiencia sin diagnosticar ni disciplinar. El resultado es que desperdiciamos una gran cantidad de tiempo, gastamos muchísima energía en cosas que son de poca importancia, y no reconocemos el desafío del discipulado en cada área de nuestra vida cristiana. Dios nos ha llamado para ser f u en todas las áreas de nuestra vida. Esto no es solamente una gran fuente de bendición a otras personas: trae gran recompensa a nosotros mismos. La satisfacción espiritual ganada de la fructificación real no puede ser medida.
c) Cinco áreas de fructificación
1. Una alma fructífera manifestando el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23)
2. Una mente fructífera (Filipenses 4:8-9; Romanos 8:5-8; Efesios 4:22-24).
3. Fructificación en hechos (Colosenses 1:10, 1 Pedro 3:10)
4. Fructificación en dones (1 Pedro 4:10; Romanos 12:4-6).
5. Fructificación en comunión (Hebreos 10:24-25; Salmo 133).



C. PODER
a) Escrituras clave
Efesios 1:17-23
Efesios 6:10
Hechos 1:8
2 Corintios 4:7
b) Vivir en el poder de Dios
Nuestra libertad no sólo se logra para nosotros por Cristo, sino que se logra en nosotros por el poder del Espíritu Santo. El Padre no quiere que vivamos en debilidad sino, en Su fuerza. Ha hecho asequible para nosotros todo poder que usó cuando resucitó a Jesús de la muerte (Efesios 1:18-20). Por lo tanto, no estamos caminando actuando solos en nuestro discipulado: tenemos a nuestra disposición todo el poder vivo de Dios por medio dé Espíritu (Mateo 28:19-20). Al discipulado, entonces, se le puede describir: ¡como una ilustración del poder Dios obrando! En la vida de los hombres y mujeres que no parecen nada desde el punto de vista exterior, obra con poder dinámico, llevando a cabo sus propósitos a través de aquellas mismas vidas (2 Corintios 4:7). poder que Dios nos da por su Espíritu Santo es más que suficiente como para cubrir toda necesidad que poda tener en cada aspecto de nuestra vida como cristianos (2 Pedro 1:3).
c) Cinco áreas en las cuales necesitamos poder
1. Poder para nuestra vida interior
Necesitamos recibir en lo profundo de nuestro corazón y vida los recursos de Dios. Sin este poder no ninguna manera en que respondamos jamás a la llamada de Dios a la santidad, o que podamos jamás llevar cabo su voluntad que nos quiere revelar (Efesios 3:16).

2. Poder para testificar para Jesús
Tal como los discípulos de Jesús, nunca podríamos llevar a cabo su comisión de ir y hacer discípulos de todas naciones, apartados del poder del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros. Sin este poder los primeros discípulos habrían permanecido detrás de puertas cerradas, impotentes y temerosos. Jesús les dijo que cuando recibieran Espíritu Santo recibirían poder (Hechos 1:8) y esto es lo que sucedió. Pusieron el mundo al revés para Jesús.
3. Poder para creer en Dios
El Espíritu Santo crea fe en nuestro corazón. Antes que Jesús se fuera prometió a Sus discípulos que ven otro Consolador. No hablaría acerca de sí mismo sino que declararía a Jesús en su corazón. Por medio de la en el nombre de Jesús podrían llevar a cabo las poderosas obras necesarias en el Reino de Dios (Juan 14:12).
4. Poder en don y ministerio
El poder del Espíritu Santo es asequible a todo creyente (1 Corintios 12:7). Somos llamados para ser ministros del nuevo pacto de la gracia de Dios en Jesús. Todos hemos sido llamados para que nuestra vida sea un canal de la gracia de Dios a otros hombres y mujeres. El Padre no deja que hagamos esto en nuestra propia fuerza sino que provee la fuerza y habilidad del Espíritu Santo en todo punto. No sólo provee el coraje y valentía como para hacer el trabajo, sino que también provee los recursos por medio de los diversos dones del Espíritu Santo. El Padre también nos equipa, no sólo según las necesidades del trabajo, sino también referente a lo que somos como personas. Los discípulos no son llamados para ministrar en la misma manera, por tanto no nos son dados los mismos dones. Los dones que tenemos de Dios están hechos a la medida para nosotros y la obra que somos llamados a hacer para Dios.

5. Poder en guerra espiritual
Todo creyente cristiano está ocupado en la guerra. Cuando nacemos de nuevo sólo cambiamos de lado. Satanás no va a quedar pasivo ante esto, por tanto debemos estar preparados para la batalla. La guerra está en el corazón del discipulado porque somos aquellos a quienes Dios ha escogida para representarle y actuar en el poder de Su Reino aquí en la tierra, hasta que el Reino venga en su plenitud y Jesús aparezca en toda su gloria.

D. SABIDURIA
a ) Escrituras clave
Proverbios 4:5
Santiago 1:5
Santiago 3:13-18
Proverbios 9:10 1
Corintios 2:6-16
b) Comprendiendo lo que es ser hombre
No existe ninguna necesidad más importante, si hemos de crecer a la madurez, que el don espiritual de la sabiduría. Enfoca todos los demás dones y sin ella estamos a merced de nuestros sentimientos y las demandas de otra gente. Hace falta la sabiduría para entendernos, para entender las necesidades de otros, y para entender la voluntad de Dios. Los dones de Dios se deben usar con sabiduría para ser verdaderamente efectivos, porque el poder sin sabiduría es peligroso al cuerpo de Cristo. Necesitamos la madurez y perspicacia que viene de la sabiduría para poder aplicar los dones de poder debidamente (Proverbios 4:5-7).
c) Las dos caras de la sabiduría en el Antiguo Testamento
1. La sabiduría es una cosa práctica para la vida
Es un don dado por Dios de saber qué hacer en una situación dada, y cómo manejar la vida con todos sus desafíos y oportunidades. Sólo tenemos una vida, y las decisiones que tomemos y las respuestas que tengamos ante las circunstancias de nuestra vida afectarán en gran medida a la plenitud en que esta se viva y a que su efecto sea más fructífero o no,(Proverbios 4:10-12).

2. La sabiduría está relacionada con el entendimiento de Dios por parte del hombre
Los libros de Job y Eclesiastés reflejan la búsqueda en el espíritu del hombre del significado más profundo de la vida y la existencia. Pero esto no puede ser entendido sin la sabiduría de Dios. La respuesta no está en el hombre a nivel de su entendimiento, sino que es un don de Dios.

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová . (Salmo 111:10)

Job descubrió esta gran verdad, enfrentado como estaba a toda la presión y trauma de sus dificultades. Al final tuvo que hacer frente al hecho de que Dios lo sabía todo, y que si quería compartir en el entendimiento de Dios de las cosas, necesitaba volver su vida hacia el Señor (Job 28:12-23).
d) La sabiduría en el Nuevo Testamento o la sabiduría de Cristo
Estas mismas dos dimensiones de sabiduría están destacadas en el Nuevo Testamento:
1. Santiago destaca la primera cuando habla de la necesidad de que nosotros entendamos los sucesos y circunstancias de nuestra vida. No podemos vivir en la confusión de las pruebas y dificultades sin la sabiduría espiritual, si no estaremos ciegos al hecho de que la mano de Dios está, por medio de estas dificultades, madurándonos y desarrollándonos en los hombres y mujeres que quiere que seamos (Santiago 1:5).
2. Pablo enfatiza la segunda cuando habla a los corintios acerca de la fuente de su entendimiento espiritual de las verdades profundas de Dios (1 Corintios 2:7). Pablo sigue para enseñar que esta sabiduría no tiene su fuente en nuestra propia inteligencia o perspicacia, sino que depende enteramente de la obra del Espíritu Santo. La marca de un hombre espiritual consiste en que es capaz de recibir y entender la verdad espiritual y profunda. La sabiduría humana, no regenerada y no santificada, está reñida con la revelación de Dios. La mente humana está en rebelión contra la voluntad de Dios y encuentra imposible comprender la verdad sin la obra del Espíritu Santo. Esto es así, porque la mente no regenerada del hombre es esclava de su naturaleza no regenerada. No es hasta que el hombre nace de nuevo por el poder del Espíritu Santo que su mente es liberada y renovada bajo el poder de la Palabra de Dios. Sólo entonces se halla en posición de recibir y entender la verdad espiritual La sabiduría del hombre le ha llevado a apartarse de Dios en vez de hacer sus conocimientos más profundos de Dios (Romanos 1:21-23).
e) El donde sabiduría
El entendimiento espiritual es muy importante en la vida del discipulado. El entender nos da aquella perspicacia en la Palabra de Dios que necesitamos si hemos de aplicarla a nuestra vida cotidiana. El entendimiento espiritual desarrolla conciencia en las circunstancias de nuestra vida del significado real de las cosas. Nos abre a las verdaderas necesidades de otra gente por la sensibilidad de espíritu que trae la sabiduría. Nos enseña cómo cuándo usar otros dones del Espíritu, con que Dios nos ha dotado, para que seamos fructíferos y útiles y arrogantes y destructivos.
f) Ocho cosas que trae la sabiduría espiritual
1. Un nuevo entendimiento de uno mismo
Una apropiada conciencia de uno mismo es crucial para un desarrollo equilibrado en la vida. Sin ella estamos sujetos a las ilusiones, que surgen de tener un concepto incorrecto de nosotros mismos, es decir, un concepto demasiado alto o bajo de nosotros mismos. Cualquiera de estos puntos de vista es destructivo para nuestro apropiado desarrollo en la vida y el ministerio. Lo que necesitamos es el punto de vista de Dios de nosotros mismos (Romanos 12:3).

2. Un entendimiento de verdad espiritual (1 Corintios 12:10-12)
Aparte del don de sabiduría no podemos comprender las cosas profundas de Dios. El entendimiento espiritual de las cosas profundas de Dios lleva a una dignidad correlativa y madurez en nuestra vida para Dios. Es discernimiento espiritual de la verdad lo que nos impide descarriarnos y ser llevados por todo viento doctrina.

3. Un entendimiento de la Escritura
Sin un profundo entendimiento de la Palabra de Dios a través de la Escritura, no desarrollaremos aquella perspicacia más profunda de la verdad que el Padre desea que tengamos. Estamos a merced de demasiadas enseñanzas y filosofías de ministerio hoy día que no han sido probadas en lo que concierne a las Escrituras Necesitamos poder apreciar la verdad que Dios nos ha dado en las Escrituras y aplicarla en la práctica nuestro vivir cotidiano (2 Timoteo 3:14-17).
4. Un entendimiento de la voluntad de Dios
Necesitamos vivir en concordancia con la voluntad de Dios durante nuestra vida entera para que se productivos y provechosos para Dios. Necesitamos pedir al Padre la sabiduría para discernir Su voluntad (Colosenses 1:9; Efesios 5:15-16; Santiago 1:5-8).
5. Un entendimiento de los dones espirituales
La sabiduría es necesaria cuando se trata de dones de poder porque el poder indisciplinado puede llevar a estragos en la vida de aquellos que lo reciben (1 Corintios 14:20).

6. Un entendimiento del poder espiritual
Necesitamos poder discernir lo verdadero de lo falso. Dios ha provisto para ello a través de los recursos del Espíritu Santo (1 Juan 4:1; 2 Corintios 2:11; 1 Corintios 12:10). Permanecer cerca de las Escrituras y del consejo sabio de hombres piadosos también ayuda.

7. Un entendimiento de la esperanza a la que somos llamados
Necesitamos entender esta por fe, para poder ganar el ánimo que necesitamos en nuestro caminar como creyentes. Esto provee una perspectiva para nuestra vida, mucho más amplia y grandiosa que el limitado, y a veces difícil, contexto demostrado por nuestra experiencia cotidiana.

8. Un entendimiento de las señales de los tiempos
No hemos de ser personas que miran fechas, porque incluso Jesús dijo que no sabía cuándo volvería; sólo su Padre en el cielo lo sabía (Mateo 24:36). Sin embargo, no estamos destinados a vivir en ignorancia con respecto a los sucesos a nuestro alrededor, mientras vemos las cosas moviéndose hacia un punto culminante. Hemos de vivir con aquella urgencia y estado de preparación que pertenece a la gente que es consciente de los movimientos de los tiempos alrededor de ellos (1 Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 24:42-44). Sabemos que Cristo Jesús viene otra vez y necesitamos vivir nuestra vida a la luz de este hecho.
g) Preguntas y puntos de reflexión
1. Lo que confesamos, por nuestro vivir cotidiano es a lo que estamos atados. Discútelo.
2. ¿A qué permites dominar tu mente y espíritu?
3. ¿Eres fructífero para Dios en todas las áreas de tu vida?
4. ¿Eres una ilustración del poder de Dios obrando? Si no es así, ¿por qué no?
5. ¿Eres canal de la gracia de Dios para otros hombres y mujeres?
6. ¿Por qué es el don espiritual de la sabiduría tan importante, especialmente en círculos carismáticos?
7. ¿Por qué son peligrosos los dones espirituales sin sabiduría?
8. ¿Es realmente el temor del Señor el principio de la sabiduría?
h) Resumen y aplicación
1. Cristo Jesús nos ha liberado como creyentes, pero sólo podemos mantener esta libertad si nos vinculamos con Cristo.
2. Dios nos escogió como discípulos, para llevar fruto para El.
3. Tenemos a nuestra disposición todo el poder vivo de Dios por medio de su Espíritu Santo.
4. Ganamos sabiduría cuando conocemos al Señor. El es la fuente de toda sabiduría y entendimiento, y a través del Espíritu Santo desea impartirnos su sabiduría.
5. La sabiduría es necesaria para nuestra madurez espiritual y también nos capacita para servir a Dios fructífera y eficazmente.

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